En reconocimiento a los que por el covid, el calor y el trabajo no pudieron asistir el sábado 15 a la charla, transcribo los textos completos que leímos el sábado. Gracias a los viejos amigos que estuvieron presentes, a las chicas del Chalet siempre amables y atentas, y al magnífico Joaquín Sáez por su participación, contando su experiencia como cantautor y sus bellas canciones. Nos vemos el sábado 22!!
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En los comienzos de nuestra literatura hay un hombre frente al mar. Un sacerdote de Apolo al que le han secuestrado a la hija y está en manos de Agammenón, jefe del ejército confederado que sitia Troya. Escena dolorosa si las hay. Y el mar escucha las cuitas del anciano, y el dios de cabellos azules responde a sus pedidos.
Homero: La Ilíada, Canto I
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves. Cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba: ¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.
Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le despidió de mal modo y con altaneras voces: No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora demores tu partida, ya porque vuelvas luego, pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la orilla del estruendoso mar; y, mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera: ¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, a imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!
(primeros 42 versos)
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De mi antología personal, que comencé a recorrer el sábado pasado con Respiraciones y Estrellas, continué con El mar (1993), en el que también hay un hombre frente al mar purgando sus cuitas… Van dos poemas de la primera parte, “Ritos”, y de la segunda, “Gaviotas del horizonte”.
El mar: “Ritos”
III
Repentino el cielo
te devuelve las lágrimas
del antiguo dolor…
Un sol asomado,
un pájaro perdido y solo,
el viento implacable
del sur.
Quisimos olvidar
que la lluvia volvía,
que llamas grises
enfriarían el espacio.
Te disparan y huyes
en la bruma y la lluvia
no ves el horizonte
detrás del agua ciega.
Las gaviotas se hunden
en la última ola,
los perros se dispersan
confundidos.
Las sábanas también volaron
hacia otro mundo,
la lluvia trae juego y caricia
en el calor ingenuo.
Bruscamente la maña te devuelve
el viejo sueño de la lluvia:
pero ahora no quieres despertar
pero ahora los sueños se han ido.
Y el mar distante
como una masa fría
se congela, duro,
en tu cabeza.
VII
Fuertes, altivas, eléctricas,
las puertas del agua
abren el dulce abismo.
No hay marcas
de algún designio
cierto,
solo el juego de escuchar y escuchar…
La brutalidad interminable,
el sol trepándose a los murallones,
la risa que no alcanza
a ensordecer.
No hay paz en la guerra:
escalinatas de espuma
tiemblan bajo tus pies
pero subes y caminas sobre el agua.
Sin que la baba
caiga
miras y admiras
la abrumada inmensidad.
Una ola
terrible y bella
te sofoca:
perderse es indecible,
un ruido te habita
como un pez tremendo.
No hay música:
solo ese vano ruido
te estremece.
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El mar: Gaviotas del horizonte
III
Tu voz llega
como un bálsamo azul,
labio del arcoiris
rozando la tormenta.
El mate contiene
la forma de tu cuerpo,
despierto con la hierba
del mar en mi boca.
Asombro de arena y gotas de lluvia
palabras sobre los besos
cuerpos sobre palabras de viento
noche sobre los cuerpos tirados…
La mínima estrella de tus manos
basta para dulcificar el universo,
la aridez oscura del mar vuela
desde tu ombligo y tu pelo.
Y aunque hay en tu mirada un ala perdida
y un nido que el naufragio devora,
los dedos del mar se meten por tus pies
y suben hasta tus ojos, gozándote.
X
La casa de los vientos,
la refinada espera,
el hilo que cose la carne
y anilla las palabras.
La daga del tiempo
en que somos y estamos
sin saber,
venas en repentino remanso.
Tu ausencia moja más
que toda la lluvia por venir,
el caracol se obstina
en esperar el molde de tu mano.
Y aunque lentamente mire mis piernas,
y la lenta bruma cuelgue como un panal,
mi cuerpo sólo,
mi cuerpo reconocido al tacto,
mi cuerpo que podría ser
más bello,
cierra todas las puertas de sus ojos
y se abandona a los vientos,
permeable a la suave carga del aire.
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Grandes poetas “escucharon” al mar. Y es un tópico que hayan sentido una fuerte identidad entre la voz del mar y su voz poética. Experiencias de bautismo, de iniciación. Así lo cuenta el gran Whitman en el poema “Desde la cuna que sin fin se mece”, y el gran Nicanor Parra en “Se canta al mar”. Uno en Paumanok, el otro en Puerto Montt… Y también Eugenio Montale, en su magnífico poema Mediterráneo, cuenta esta intimidad con el mar y las revelaciones que recibió de él, en Monterrosso, Cinque Terre, Génova, de donde era oriundo. Mediterráneo es un poema de 9 partes, comparto la segunda, la más conocida, aunque todo el poema es sensacional.
II
Antiguo, estoy enamorado de la voz
que emerge de tus bocas cuando se abren,
como verdes campanas que, de nuevo,
hacia atrás se arrojan y deshacen.
La casa de mis lejanos estíos
te era cercana, tú lo sabes,
allá, en la tierra donde hierve el sol
y anublan el aire los mosquitos.
Ahora como entonces enmudezco ante tu presencia,
mar, aunque ya digno
no sea de la solemne lección
de tu latido. Tú fuiste el primero en decirme
que el ínfimo fermento
de mi corazón no era sino un instante
del tuyo; que en mis profundidades también latía
tu audaz ley arriesgada: ser vasto y ser diverso
pero, al mismo tiempo, fijo
para vaciarme así de todo fango
como hace tú cuando arrojas a la orilla
entre cordelajes, algas, estrellas marinas,
lo inútiles desechos de tu abismo.
Eugenio Montale
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Jorge Luis Borges: poesía y música
“El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura. (tocarnos físicamente, como la cercanía del mar). Esto acaso no es nuevo, pero a mis años las novedades importan menos que la verdad”
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Música: “Pater escribió que todas las artes propenden a la condición de la música, acaso porque en ella el fondo es la forma, ya que no podemos referir una melodía como podemos referir las líneas ggenerales de un cuento. La poesía, admitido ese dictamen, sería un arte híbrido: la sujeción de un sistema abstracto de símbolos, el lenguaje, a fines musicales”.
Borges, Prólogo a la Obra Poética, prólogo a El otro, el mismo.
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Aedos y rapsodas eran cantores/póetas que recitaban sus poemas al son de la cítara, o de la lira. En los textos homéricos (siglo VIII AC) aparecen dos: Femio, de la corte de Ítaca, y Demódoco, de la isla de Esqueria. En general, la poesía se acompañaba con música. En la llamada poesía arcaica (siglos VII y VII AC), tanto en la monódica como en la coral, se usaba la lira (de ahí la expresión poesía lírica). Algunos fragmentos donde aparece la figura del aedo:
Homero, Odisea, canto I-145
Luego entraron los arrogantes pretendientes y enseguida comenzaron a sentarse por orden en sillas y sillones. Los heraldos les derramaron agua sobre las manos, las esclavas amontonaron pan en las canastas y los jóvenes coronaron de vino las cráteras. Y ellos echaron mano de los alimentos que tenían dispuestos delante. Después que habían echado de sí el deseo de comer y beber, ocuparon su pensamiento el Canto y la danza, pues éstos son complementos de un banquete; así que un heraldo puso hermosa cítara en manos de Femio, quien cantaba a la fuerza entre los pretendientes, y éste rompió a cantar un bello Canto acompañándose de la cítara.
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322 y ss
Entre éstos estaba cantando el ilustre aedo, y ellos escuchaban sentados en silencio. Cantaba el regreso de los aqueos que Palas Atenea les había deparado funesto desde Troya. La hija de Icario, la prudente Penélope, acogió en su pecho el inspirado Canto desde el piso de arriba y descendió por la elevada escalera de su palacio; mas no sola, que la acompañaban dos siervas. Cuando hubo llegado a los pretendientes la divina entre las mujeres, se detuvo junto al pilar central del techo labrado llevando ante sus mejillas un grueso velo, y a cada lado se puso una fiel sirvienta. Luego habló llorando al divino aedo: «Femio, sabes otros muchos Cantos, hechizo de los mortales, hazañas de hombres y dioses que los aedos hacen famosas. Cántales uno de éstos sentado a su lado y que ellos beban su vino en silencio; mas deja ya ese Canto triste que me está dañando el corazón dentro del pecho, puesto que a mí sobre todos me ha alcanzado un dolor inolvidable, pues añoro, acordándome continuamente, la cabeza de un hombre cuyo renombre es amplio en la Hélade y hasta el centro de Argos».
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Canto VIII
40 ss
Y llamad al divino aedo Demódoco, a quien la divinidad há otorgado el Canto para deleitar siempre que su ánimo lo empuja a cantar.»
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Y se acercó el heraldo con el deseable aedo a quien Musa amó mucho y le había dado lo bueno y lo malo: le privó de los ojos, pero le concedió el dulce Canto. Pontónoo le puso un sillón de clavos de plata en medio de los comensales, apoyándolo a una elevada columna, y el heraldo le colgó de un clavo la sonora cítara sobre su cabeza. y le mostró cómo tomarla con las manos. También le puso al lado un canastillo y una linda mesa y una copa de vino para beber siempre que su ánimo le impulsara.
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La relación poesía música es esencial, estructural en el mundo griego antiguo. Musas deriva de música, y son las que cantan la gloria y el orden de Zeus.
Hesíodo: Teogonía (Siglo VIII AC)
Ellas una vez a Hesíodo enseñaron su bello canto
Mientras apacentaba ovejas al pie del Helicón divino.
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Así dijeron las hijas bien habladas del gran Zeus,
Y a mí como cetro me dieron una rama del fértil laurel
Tras haberla segado, admirable; y me insuflaron una voz
Divina, para que celebrara lo futuro y lo pasado, y a cantarle
Al linaje de los sempiternos dioses y a ellas
al comienzo y al final de cada canto.
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Pitágoras y la música de las esferas (artículo)
En la teoría conocida como «la armonía de las esferas», Pitágoras propone que el Sol, la Luna y los planetas emiten un único zumbido basado en su revolución orbital, y que la cualidad de la vida en la Tierra refleja el tenor de los sonidos celestiales que son imperceptibles para el oído humano.
La armonía de las esferas es una antigua teoría de origen pitagórico basada en la idea de que el universo está gobernado según proporciones numéricas armoniosas.
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Somos música
“El universo es una caja de música pues está construida en proporciones equivalentes a los intervalos de la octava musical (…). Pitágoras habló de la “música de las esferas”, debía de tener afinada la percepción de esta realidad cósmica vibrante que hoy la tecnociencia nos confirma”
“QUIEN CONOCE EL SONIDO LO CONOCE TODO. Cada persona tiene un sonido. El universo es vibración, emanada del tictac de la polaridad originaria, y como el de tu corazón”
“Dame una cuerda y te explicaré el universo”, proclamó Pitágoras: la vibración es función proporcional del segmento de cuerda… Música, matemáticas, geometría… Tu armonía interna responde a proporciones matemáticas, igual que el cosmos. Restablécela y la energía fluirá: conectarás con tu emoción y sonarás como un instrumento afinado…”
Nestor Eidler
Nacido en Tucumán, vivió en Barcelona. Músico (violinista), pedagogo y una gran referencia en el campo de la medicina vibracional. Creador y divulgador del método MÚSICA-ENERGÍA
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ODA III
(A Francisco de Salinas
Catedrático de música de la Universidad de Salamanca)
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él ansí se anega
que ningún accidente
estraño y peregrino oye o siente.
¡Oh, desmayo dichoso!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.
¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás amortecidos!
Fray Luis de León (Siglo XVI)
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Música
«Música, te extraño.
Te veo en mí, música.
Veo el origen de la vida que todavía no conozco
pero imagino en tus sonidos claros.
Te necesito. Quiero tocar las campanas y los ritmos
que muestran mil tiempos de amor, paz y armonía.
Vengo componiendo en los sueños de los niños,
alegrando las almas perdidas
y haciendo revivir en todo flores blancas, azules y celestes.
Yo marcho en el tiempo.
Mis letras y armonías son tan claras
que alcanzo a ver lo más profundo de ellas.
Aquí estamos nosotros
los pequeños músicos que queremos alcanzar
a tocar el cielo,
componiendo, aprendiendo,
sacando poco a poco
lo que nos surgirá desde adentro
para brindarlo a los demás.»
Fernando «Penaco» Zaldívar
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Temas de Joaquín:
“Espiritu” y “Atrevete”
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