Poemas del sábado 18

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El sábado 18 suspendimos la charla en memoria del querido Carlos Casado. Publico a continuación parte del material correspondiente a ese encuentro: un poema de Miguel Hernández.y dos de Raúl González Tuñón.

A mi gran Josefina adorada

Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento
para mi corazón.

Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,
amargo igual que el mar.

Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.

Aunque bajo la tierra,
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.

Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor, cuando papel.

 

Miguel Hernández

 

Mascarón de proa

Fue en su origen sirena de pintado barroco
Y una larga rutina patinó su madera.
El tiempo fue borrando sus lilas y sus rosas
Y ahora allí arrumbada, desolada, sin barco,
Tiene algo de trágica corista envejecida
O extinta musicanta de bar de camareras
Que se llamara Mary Celeste o Anna Lee.

¿No estaría mejor dentro de una botella
Gigante y en la orilla dejado por descuido?
Allí recordaría al lírico armador
Del remoto astillero ya deshecho en la niebla
Que lo lanzó a la magia.
Y allí recogería como en los caracoles
La íntima resonancia de las ondas errantes,
La canción melancólica del viejo mar perdido.

 

La botella arrojada al mar con un mensaje

¿Dónde habrán ido, insólitos, a parar los mensajes
victoriosos o atroces que temblorosas manos
de mujeres perdidas o extraños pasajeros,
capitanes sin brújula y poetas malditos
lanzaron al azar de las ondas fugaces
desde islas sin nombre o viejos transatlánticos?
¿Cuál de ellos llegó a destino, y en qué forma
cambió una vida, un mito, un país, el futuro?
¿Qué cifra misteriosa jamás fue comprendida?
¡Saluden! quienes vean pasar una botella
sobre olas que agitan de pronto los delfines
desde el barco o la costa, y no pueden asirla,
como si fuera esa flor del hielo
y el gran silencio blanco, la novia de los icebergs,
la empecinada edelweiss.

Así es de fascinante ver que se nos va un sueño
en busca de quién sabe qué puerto, qué ventana
de qué otra memoria oscura o deslumbrante,
de alguien que está esperando cuando el día se muere.

 

Raúl González Tuñón

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