El sábado 17 fue la última charla del ciclo de verano de La poesía y el mar. La programada para el próximo sábado 24 tuve que suspenderla y postergarla hasta Semana Santa. Como había anunciado, participaron amigos del área de literatura clásica de la Universidad Nacional de Mar del Plata, que después de diez años (estuvieron en 2008, en El Ventanal) volvieron a Gesell para celebrar este aniversario. Arturo, Eugenia, Cecilia, Noelia, Mariela,y Miguel leyeron poemas de latín, griego, alemán, e inglés, y se sumó también Penélope leyendo en chino… un verdadero lujo políglota que demuestra que el mar inspiró a los poetas en todo idioma y época… Por mi parte hice una breve reseña de esta década de trabajo con La poesía y el mar, leí poemas de mi nuevo libro Rosas del desierto, y me referí al impacto que tuvo para mí estudiar las literaturas clásicas, su influencia en mi poesía en los últimos 20 años. También comenté la importancia que tuvo la lectura de un gran poeta griego, Píndaro, para terminar mi trabajo como guionista de La Boya, y para poner punto final al libro Rosas del desierto, con el poema «Cangrejo Azul”. Gracias a Bettyna Feal, Jefa del Departamento de Museos de la Municipalidad, y a todo su equipo del Pinar del Norte, que apoyaron con generosidad y entrega esta propuesta.
Publico a continuación algunos poemas de este encuentro.
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Rosas del desierto
Cangrejo azul
(arte poética)
Solo y sexual entre las algas
de Punta del Diablo
y hermosas mujeres con hombres
generalmente feos
que no las merecen
y lindos homosexuales perfumados
y rústicas lesbianas tiernas
y cangrejos de pinzas azules
que entregan la vida
pero no sueltan la presa.
Heroicos, enamorados, enfáticos,
caen como yo caigo mutilados
en las ollas hirvientes de las musas
y ya son con las algas exquisitos buñuelos
marinos, verdes, azules y brillantes.
El rumor pindárico regresa
en las olas grises y me dice
que no consuma en un rincón oscuro
una vejez sin nombre
que lance mi carro al desigual combate
y no me prive de las cosas bellas.
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La alegría de los peces
Chuang Zi y Hui Zi estaban cruzando el río Hao junto a la presa. Chuang Zi dijo:
«Fíjate qué libremente saltan y corren los peces. Ésa es su felicidad.»
Hui Zi replicó: «Ya que tú no eres un pez, ¿cómo sabes qué es lo que hace felices a los peces?»
Chuang Zi dijo: «Dado que tú no eres yo, ¿cómo es posible que puedas saber que yo no sé qué es lo que hace felices a los peces?»
Hui Zi argumentó: «Si yo, no siendo tú, no puedo saber lo que tú sabes, es evidente que tú, no siendo pez, no puedes saber lo que ellos saben.»
Chuang Zi dijo: «¡Espera un momento! Volvamos a la pregunta original. Lo que tú me preguntaste fue ‘¿Cómo puedes tú saber lo que hace felices a los peces?’ Por la forma en que planteaste la cuestión, evidentemente sabes que sé lo que hace felices a los peces. Yo conozco la alegría de los peces en el río a través de mi propia alegría, mientras camino a lo largo del mismo río.»
Chuang Zi
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Muerte por Agua
Flebas el Fenicio, muerto hace una quincena
Olvidó el grito de las gaviotas, y el hondo mar de leva
Y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
Recogió sus huesos en susurro. Pasó todas las etapas
De su edad y juventud mientras flotaba y se hundía
Entrando en el remolino.
Gentil o judío
Oh, tú, que giras la rueda del timón y miras a barlovento
Acuérdate de Flebas, que una vez fue bello y robusto como tú.
(Eliot: Tierra Baldía, IV)
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Homero, La Ilíada, canto IV, versos 220 y ss.
Como las olas impelidas por el Céfiro se suceden en la ribera sonora, y primero se levantan en alta mar, braman después al romperse en la playa y en los promontorios, suben combándose a lo alto y escupen la espuma; así las falanges de los dánaos marchaban sucesivamente y sin interrupción al combate…
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Pablo Neruda: Oda al mar (frag)
AQUÍ en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
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Los delfines
Los delfines no juegan en las olas
como la gente cree.
Los delfines se duermen bajando hasta el fondo del mar.
¿Qué buscan? No sé.
Cuando tocan el fin del agua
despiertan bruscamente
y vuelven a subir porque el mar es muy profundo
y cuando suben ¿qué buscan? No sé.
Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño
y vuelven a bajar dormidos,
y vuelven a tocar el fondo del mar
y se despiertan y vuelen a subir.
Así son nuestros sueños.
Silvina Ocampo
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Rosas del Desierto
54
Lo que viene no es cabeza demorada
ni la bella final en las paredes
es un alba que asoma con rosados dedos
y gargantas de zorzales encendidos.
No es lo que viene a llamar un pensamiento
que gravemente pesa sobre el mundo
sino una música que atraviesa todo
el aire posible cuando abro los ojos.
El mismo colibrí y otros y otros
que zumban ávidos de flores
y los árboles dueños de sí mismos
elevándose lentos hacia el cielo.
Y es también el rosa de tus manos
y tus mejillas que renacen sonriendo.
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Mascarón de proa
Fue en su origen sirena de pintado barroco
Y una larga rutina patinó su madera.
El tiempo fue borrando sus lilas y sus rosas
Y ahora allí arrumbada, desolada, sin barco,
Tiene algo de trágica corista envejecida
O extinta musicanta de bar de camareras
Que se llamara Mary Celeste o Anna Lee.
¿No estaría mejor dentro de una botella
Gigante y en la orilla dejado por descuido?
Allí recordaría al lírico armador
Del remoto astillero ya deshecho en la niebla
Que lo lanzó a la magia.
Y allí recogería como en los caracoles
La íntima resonancia de las ondas errantes,
La canción melancólica del viejo mar perdido.
Raúl González Tuñón
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