Serpiente amada, mi mejor proyecto.
Qué ufano estoy de tu diseño.
Sin casco, garra o huella de zapato
tu paso se deleita con la S curva,
la S del arte y la naturaleza.
Sin dientes ni bigotes ni orejas, dedos, piernas,
de ti no brotan quejas, aullidos, maldiciones.
El silencio te envuelve y te comparte.
Funcionas plena: a ti nada te sobra.
Tratan los hombres de emular tu lengua.
Tu extensión señorial empequeñece
el trocito arrogante de los seres humanos.
Los brazos que golpean o acarician son una broma
ante la Boa Constrictor y su fuerza.
Con miembros y con rasgos que se disparan del cuerpo,
cómo se atreven a decirse hechos
a mi imagen y semejanza.
En cambio tú, serpiente, huesos continuos,
nada más necesitas una espina
para enroscarte y desplazarte.
Temen los hombres tu fuerza hipnótica.
Inventan mitos para dañar tu ser hábil y sabio.
Tú, no los hombres, mereces mi premio cósmico.
Cuando los expulsé permaneciste en el edén.
Virgina Hamilton Adair
(EEUU: 1913-2004)
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