La poesía, el mar y la lluvia

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Charla por zoom del pasado 20 de noviembre de 2021… Van los poemas, un verdadero torrente de varias voces y experiencias…

Leí tres poemas de Respiraciones y Estrellas; Orillas y Archipiélago:

*

El enfermero

El enfermero se pierde

en las estrellas

recorre sigiloso

inclinado hacia

con paños para el frío del espacio.

Babas estelares

le mojan los labios

y eructos de meteoros

y lluvias de sangre helada

en la ausencia de luz.

El quiso esa altura,

disolverse en el polvo del cosmos

con su delantal

interminable

dejando el descanso para después.

Cuando iba subiendo

oleadas de niebla

golpeaban la ciudad

mientras todos dormían.

Llevaba algodones y palabras.

El cielo lo absorbía

indiferente

para curarse las heridas

y él se dispersaba en

palabras,

su única medicina,

también consuelo de los astros

*

Lluvias

La lluvia cayó

lavando y alabando:

toda la noche oscura

la noche de Dios

cayó rozando sueños y golpeando

techos, la lluvia sabia

acumulada en geografías

de norte y sur, de este a oeste,

cayó casi cansada de mirar

las latitudes y los hemisferios,

cansada de entregarse y de limpiar

sangre y tierra,

de mojar horrores y bellezas.

Cerrando los ojos adivino

la violencia del mar

allá en el nudo

de la bruma y el viento

y sumergido

en almohadas, sábanas, infancias,

en un sueño de labios

dejo pasar la lluvia, la otra lluvia

que me endulza y arrasa

y que cae

lavando y alabando.

*

3

Un árbol de lluvia

ilumina la noche

de las ranas.

El campo se baña, desnudo,

y suspira.

Y luego un mar de grillos

en la calma exquisita.

*

LIBRO

el libro que olvidamos

en la lluvia

bebió en las ramas

un aguacero de raíces

sin nombre

pasó un sol…

la mañana invadió la casa

con su risa de hojas secas

y la mariposa despertó

una palabra de azafrán

volvieron las fragancias

en los bolsillos del viento

a derramar

letanías voces abejorros de agua

sobre las manos develadoras

un pensamiento de sueño en sueño

bajo el árbol del después

y los pies en el humo

buscando

entre párpados de tierra

el libro que olvidamos

en la lluvia

Javier Bustos 2009

*

Desayuno

Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré
 

Jácques Prévert.

*

Lluvia

A Amparo Mon

Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos
que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches
y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban:
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos,
la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías,
los paisajes que hemos visto juntos,
tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado,
los ademanes y las palabras de ellos, todo, todo ha desaparecido
y estamos solos bajo la lluvia,
solos en nuestro compartido,
en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única,
en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.

Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo 
seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al 
caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los 
automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de 
nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y 
acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, 
recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

Raúl González Tuñón

*

Lección de lluvia

Para empezar,

tendrás que recordar

los seguros tiempos del agua.

A nada había que temerle

en la panza de mamá,

esa cuenca preciosa

sin la noción de miedo.

Tendrás que remontarte

hasta la felicidad

de los peces

y el goce de los barcos.

Es una carcajada derramándose.

Es una danza de chorritos

sobre la tierra y las calles.

Un regocijo de terrazas

que lame.

Hay en tu patio un charco,

por ejemplo, tan bonito

para chapotear

al compás de un candombe

o de un carnavalito.

Hay que aprehenderse

la alegría de la lluvia,

la que todo lo envuelve con su manto/espejito.

También hay que descubrir

su música

de membrana empapada:

el huayno del aguacero,

la cumbia de la rejilla.

Te voy a regalar

un bombo-ola

y unos tocs tocs de trueno.

Un celestín  pata de rana,

una viola descalza,

tamborcitos legüeros.

Que nunca nos encierren

afuera de la lluvia, mi niño.

Porque hay que andar

cerquita del placer

de los árboles,

de la gratitud de las plantas

y de las alcantarillas.

Hay que besar

a la chorreante

cabellera

de la tarde.

Hacernos

unos peinados brillantes,

¡que nos salpique

el pelito de la lluvia!

Nada hay más asombroso

que la lluvia.

Siempre hace magia

en las ventanas…

Las sombras engordan

y adelgazan.

La lluvia canta a veces

como una marrana.

Por otra parte,

hay que estudiar

muy bien

sus aromas,

Estar atentos

a las luces

que anuncian su estallido

de bolsas de charol

embarazadas.

Hay que enamorarse

de la lluvia, Lino.

Pero también, querido,

habrás de hacerle

caso relativo

a tu abue disparate.

No es que esté

loca de remate:

Pero,

como a toda viciosa

de la lluvia

tal vez se le haya olvidado

alguno de esos consejos

para no resfriarte.

Graciela Vergel

*

NECESARIA ADVERTENCIA, QUERIDO SER QUE LEE:

A PARTIR DE ESTE POEMARIO PIENSE AL AGUA COMO UN GÉNERO LITERARIO QUE GUARDA CONSIGO DIFERENTES ESTILOS: AGUA CALMA, AGUA CORRENTOSA, OLA SALVAJE Y LEVE. RÍO CON TORBELLINOS ENGULLIENTES O CON CAUCES QUE ARRULLAN AL SER QUE DESCANSA EN SUS COSTAS. PIENSE A LA LAGUNA COMO TESTIGO DEL CANTO DE PÁJAROS Y COMO EL LUGAR QUE RECIBE AL RAYO EN LA TORMENTA. AGUA COMO GÉNERO QUE ALBERGA LAS EXPRESIONES DE LOS DEMÁS ELEMENTOS QUE LA HACEN AGUA. AGUA, SIEMPRE, COMO MAR, QUE INVITA A NADAR, A FLOTAR. A PERMANCER EN ELLA, COMO PECES LETRADOS QUE POR UN RATO DEJAN LA RAZÓN.

Leo Baldo

(Advertencia incluida en el libro inédito: Pronto estaré en el mar)

*

Hoy quisiera una lluvia a la medida

de esta tarde surcada por la pena.

Nadie mira la lluvia de igual modo.

Yo la espero con los ojos callados

y una mojadura antigua, persistente.

La lluvia que yo pido

no es aguacero efímero,

sino la gota acompasada que cae y cae

sin apuro, sin altibajos, sin tiempo,

como si no encontrara un destino

en su infinito

llover sobre mi alma.

Patricia Zaldívar

*

Apenas cuatro gotas

Comenzaron a caer algunas gotas y  a la Felisa y a mí se nos iluminó la cara.

Hacía meses que no llovía, salimos a la enramada del rancho.

Las gotas que caían levantaban polvo.

Las sierras estaban amarillas y nuestras chivas sobrevivían masticando algunas ramitas de chañar.

Un relámpago iluminó la noche y reventó un trueno.

Ahora sí, pensé, apretando a la Felisa por los hombros, pero cayeron cuatro gotas.

Se corrieron las nubes, aparecieron las estrellas.

En fin, la abracé a la Felisa, me dormí con aquel olor a lluvia que le había quedado en el pelo.

Alejandro Wallace

*

Sequía

No llueve.

Nadie habla de otra cosa.

Bajo los pies se quiebran los huesitos del pasto.

La lluvia pasó a ser el objeto de deseo colectivo.

Como un alfarero loco, el viento esparce tierra ocre

Y los fresnos estrenan un otoño prematuro.

No llueve

Hace semanas o meses.

Camino por el ripio de la infancia y ahí estamos:

Mi madre y yo de rodillas en un rincón,

Mi madre y yo rezando.

Yo, con mi vestido de piqué floreado,

Ella, con el rosario de cuentas azules.

Era el mismo ritual de siempre,

Para la sequía o la inundación,

Para la tormenta furiosa

O cuando aullaban los perros.

No llueve. Nadie habla de otra cosa.

Se ha vuelto costumbre abrir la puerta

Y mirar el cielo.

Ni toda la informática del mundo

Puede programar la nube.

Ni todos los sedantes pueden calmar

La neurosis de la polvareda.

Yo lo sé.

La naturaleza ejerce sus caprichos

Y nos demuestra su poder irreductible.

Mercedes Careggio

*

Escribo una lluvia breve de versos sobre la hoja y es un piano

difícil afinar las notas gotas que repiquetean en las palabras

juego con las teclas: más alto o más bajo o más hondo el sonido llega

vuela a veces en rapsodia o desentona la letra o hace charcos de papel

la armonía es una musa irónica sabemos

por suerte afuera llueve

llueve ruido de lluvia contundente y el verso se desentiende de toda consistencia

ya la melodía se instaló detrás de la ventana

las letras escapan hasta el vidrio y resbalan libertarias con los hilos de la lluvia,

bello concierto en cuerdas de agua sucede

y la porfía del poema se vuelve irrelevante…

La intensidad de lo que llueve

cae y hace rumbo y envuelve los cuerpos de la noche

el mundo se aleja como si lo viéramos por el revés de un binocular

hay partículas danzando en las sombras

y el vino nocturno nos aquieta

porque el mensaje del agua tiene todo el poder del universo…

Silvia Botallo

*

Entre la lluvia, los sueños y el mar

Caen las gotas sobre el  acantilado…

Resbalan recuerdos de la adolescencia

y aquí, detrás de un cristal empañado,

enlazo los hilos de mis quimeras.

Ese viento enojado que azota la costa,

lleva mi mente a la profunda escena

de los barcos que luchan con las olas,

huyendo  del canto de las sirenas.

Así como nosotros, los soñadores,

somos dragones de divina esencia,

y nadamos en mares infinitos,

entre las ataduras de la tierra

y nuestras siempre  aladas,  tentaciones

de cielos serenos, comarcas perfectas;

me lanzo a soñar un mundo diferente,

donde las frágiles barcas viajeras

dejen de ser eternos contendientes

y el faro de la paz, entre la niebla,

los guíe, en oscuros derroteros,

tornando abrazo de luz, la existencia

Susana A. Orden

*

En la tarde

El silencio invade los espacios

de la calma, que es cósmica medida

y los colores señalan los encantos

de la tarde en mítica sinfonía.

Las aves con su canto luminoso

van creciendo con el caer del día

y cierto  himno profundo y misterioso

va encendiendo la magia de la vida.

Las palabras son ecos conducentes

de pasados que restauran la armonía

y en el aire. se gesta la pregunta,

por laberintos de  unidad divina.

Susana A. Orden

*

Lluvia sobre el mar

Como un eco de trueno

se oscurece la noche,

la lluvia en celo

provoca al horizonte.

El diluvio piadoso

se prodiga en el mar

con barras transparentes

y espadas de cristal.

la lluvia hace pocitos

en el mar sigiloso

y cada gota se abre

en un caleidoscopio.

La lluvia empapa al mar,

lo viste y lo desnuda

sin cuidarse del faro;

borracho en su burbuja.

Sirenas y delfines

se pasan sus alarmas

y huyen a esconderse

en sus bosques de agua.

Y así hasta que las nubes

se hartan de la lluvia

y el mar se vuelve amparo

y espejo de la luna.

Mario Benedetti

*

Lluvia

Hoy llueve mucho, mucho,

y pareciera que están lavando el mundo

mi vecino de al lado mira la lluvia

y piensa escribir una carta de amor/

una carta a la mujer que vive con él

y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él

y se parece a su sombra/

mi vecino nunca le dice palabras de amor a la

mujer/

entra a la casa por la ventana y no por la puerta/

por una puerta se entra a muchos sitios/

al trabajo, al cuartel, a la cárcel,

a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/

ni a una mujer/ni al alma/

es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/

como hoy/que llueve mucho/

y me cuesta escribir la palabra amor/

porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/

y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/

y cuándo/y cómo/

pero el alma qué puede explicar/

por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/

palabras que naufragan/

palabras que no saben que hay sol porque nacen y

mueren la misma noche en que amó/

y dejan cartas en el pensamiento que él nunca

escribirá/

como el silencio que hay entre dos rosas/

o como yo/que escribo palabras para volver

a mi vecino que mira la lluvia/

a la lluvia/

a mi corazón desterrado.

Juan Gelman

*

La lluvia

La lluvia continuaba. Era una lluvia dura, una lluvia constante, una lluvia minuciosa y opresiva. Era un chisporroteo, una catarata, un latigazo en los ojos, una resaca con los tobillos. Era una lluvia que ahogaba todas las lluvias, y hasta el recuerdo de las otras lluvias. Caía a golpes, en toneladas; entraba como hachazos en la selva y seccionaba los árboles y cortaba las hierbas y horadaba los suelos y deshacía las zarzas. Encogía las manos de los hombres hasta convertirlas en arrugadas manos de mono. Era una lluvia sólida y vidriosa, y no dejaba de caer.

Ray Bradbury

*

La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

J. L. Borges

(foto: Graciela Vergel)

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