Textos de l viernes 24 de octubre en Pipach
La poesía, el mar, el surf y el oleaje… con la participación de Bruno Perotti.
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Oleaje:
Homero: La Ilíada (siglo VIII AC)
Como las olas impelidas por el Céfiro se suceden en la ribera sonora, y primero se levantan en alta mar, braman después al romperse en la playa y en los promontorios, suben combándose a lo alto y escupen la espuma; así las falanges de los dánaos marchaban sucesivamente y sin interrupción al combate…
Canto IV, versos 420 y ss.
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Como las olas del vasto mar salvan el costado de una nave y caen sobre ella, cuando el viento arrecia y las levanta a gran altura, así los troyanos pasaron el muro, e, introduciendo los carros, peleaban junto a las popas con lanzas de doble filo; mientras los aqueos, subidos en las negras naves, se defendían con pértigas largas, fuertes, de punta de bronce, que para los combates navales llevaban en aquéllas.
Canto XV, 380 y ss
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Argonáuticas (frag)
Cuando ellos llegaron a la angostura del tortuoso paso, estrechado por ásperos escollos de uno y otro lado, y la voraginosa corriente por debajo batía la nave en su avance, y con gran atemor lo seguían adelante, y ya el fragor de las rocas al chocar violentamente golpeaba sus oídos y resonaban las riberas bañadas por el mar,; entonces se levantó Eufemo con la paloma tomada en su mano para subir a la proa, y los otros por orden de Tifis hicieron una boga lenta, a fin de encaminarse luego a través de las rocas confiados en su fuerza. Apenas doblaron el último recodo, las vieron cuando se abrían; y se les sobresaltó el corazón. Eufemo soltó la paloma para que se lanzara con sus alas, y todos ellos a un tiempo alzaron sus cabezas mirando. Esta voló entre ellas. Y ambas a la vez viniendo a juntarse de nuevo la una contra la otra, chocaron entre sí con estrépito. Se levantó, como una nube, abundante agua salobre borbotando. Retumbaba el mar terriblemente; y por todas partes en derredor bramaba el espacioso éter. Las cóncavas grutas zumbaban al batir el mar en su interior bajo los ásperos escollos, y a lo alto del acantilado salpicaba la blanca espuma del hirviente oleaje. Después la corriente hizo girar la nave. Las rocas cortaron la punta de las plumas caudales de la paloma, pero ésta salió indemne, y los remeros lanzaron grandes gritos. El propio Tifis les voceó que remaran vigorosamente, pues de nuevo se abrían separándose.
Mientras avanzaban los dominaba el estremecimiento, hasta que el mismo flujo de la resaca en su retroceso los arrastró en medio de las rocas. Entonces el más horrible pavor se apoderó de todos, pues sobre su cabeza se cernía irremediablemente la muerte. Ya por un lado y por otro se divisaba a través del anchuroso Ponto, y de improviso ante ellos surgió una gran ola encrespada, igual a una recortada atalaya. Ellos al verla se protegieron agachando sus cabezas, pues parecía que precipitándose sobre la nave entera la cubriría por completo. Pero se le anticipó Tifis aligerando la nave, entorpecida por la acción de los remos, y en su mayor parte (la ola) rodó bajo la quilla. Mas desde la popa sacó la nave hacia atrás lejos de las rocas, y ésta suspendida en lo alto era arrastrada. Eufemo dirigiéndose a todos sus compañeros les gritaba que aplicaran a los remos toda su fuerza, y ellos entre alaridos golpeaban el agua. Pero la nave retrocedía el doble de cuanto hubieran debido obedecer a los remeros. Y se doblaban los remos, como curvados arcos, con la fuerza de los héroes. De allí luego se abalanzó enseguida una ola en dirección contraria; y el navío de inmediato, como un rodillo, corría sobre la ola impetuosa precipitado hacia delante por el cóncavo mar (1). En medio de la Plégades (2) lo detuvo la voraginosa corriente; éstas de uno y otro lado al estremecerse bramaban, y quedó atrapado el maderamen del navío. Y entonces atenea se apoyó contra una sólida roca con la izquierda, y con la derecha lo impulsó para que las sobrepasara. Éste, semejante a una flecha alada, se lanzó por el aire. No obstante, segaron el extremo de la adornos del aplustre (3), al chocar violentamente la una contra la otra. Luego Atenea ascendió al Olimpo, cuando ellos escaparon indemnes. Y las rocas en un mismo lugar, muy cerca la una de la otra, se arraigaron firmemente. Lo cual también estaba decretado por los bienaventurados, en cuanto alguien tras haberlas visto las atravesar en su nave” (4)
Notas: (1) el navío es llevado en la cresta de la ola, que forma debajo una concavidad. Nótese como todo el pasaje describe con preciso realismo los fenómenos producidos por el choque y separación de las rocas: corriente, remolinos, oleaje, resaca.
(2) Chocantes o Entrechocantes (simplégades).
(3) Nótese el paralelo con el paso de la paloma: las rocas cortan los adornos de popa del navío, que cruza por el aire como un ser alado.
(4) El hecho constituye un motivo folklórico; quien sobrepasa un peligro insuperable, lo elimina para siempre.
Apolonio de Rodas: Argonáuticas. Canto II, 548-606. Ed. Gredos.
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A Teóxeno de Ténedo (*)
Hay un tiempo para recolectar amores,
corazón mío, cuando acompaña la edad:
pero aquel que al contemplar los rayos
rutilantes que brotan de los ojos de Teóxeno
no siente el oleaje del deseo, de acero
o de hierro tiene forjado su negro corazón
con fría llama y, perdido el aprecio
de Afrodita, la de vivaz mirada,
o violentas fatigas padece por la riqueza,
o se deja arrastrar por la femenina osadía
esclavo de todos sus (…) vaivenes.
Más yo me derrito como cera de sagradas abejas
por el calor mordida en cuanto pongo mis ojos
en los lozanos miembros de adolescentes mozos.
¡Era cierto que también en Ténedo
Persuasión y Donosura tenían su sede
en el hijo de Hagesilao!
Píndaro (siglo V AC)
(*) Según la leyenda Teóxeno fue el último amor efébico de Píndaro, y la persona en cuyos brazos falleció el poeta.
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Fragmento 134
Astros y ríos y olas del mar
Te reclaman a tí, que te fuiste a destiempo.
Píndaro
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Como la mar, los besos
No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.
Eras más consistente,
más duradera, no porque te besara,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.
Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.
Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos vuelven.
Vicente Alexaindre
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Surf:
10
Una gaviota roza su ala
en una ola.
El surfista en su vuelo
planea sobre la espuma.
Cuerpos suspendidos
en luz y movimiento.
Naves en cuerpo y alma
hacia el arco del cielo.
Plenitud del instante
en el veloz encuentro.
Leves en la rompiente
el jinete y el agua.
Un ser de orilla espía
por la ranura abierta.
De mi libro: Navegaciones (2004).
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Yoga surf
Me deslizo
Sobre el segmento del horizonte
Que es mi tabla.
Entre las aguas de arriba
-el cielo de febrero-
Y las aguas de abajo
El mar océano
Entero.
Entera.
Me renazco.
Me doy a luz.
Soy mi propio Aleph.
Marcela Lescinkas
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Poemas de Bruno Perotti:
En una orilla, una sombrilla.
mate caliente, bizcochos.
agua de mar en los ojos.
arena y caracoles en cada curva de mi cuerpo, un pacto de sal.
una verdad sedienta, o una sed verdadera. como sea, me tiembla la boca, la panza raspada, el sol en tu mirada, que me abraza, y me suelta, para que me de vuelta, y vuelva a entrar. sin dudarlo, sin saberlo, un pacto sideral
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Serf o no serf
Puede que lluevan tempestades,
temporales y tinieblas,
maremotos, remolinos,
huracanes, torbellinos.
Puede el horizonte doblarse, frente a nosotros,
mostrarse gigante, agitado mar de fondo.
De pronto los vientos se calman,
el cielo de nubes estáticas
se frena todo
no queda nada
un rayo del cielo
sobre una playa
me asomo y veo, un mar sereno
la onda marcada, el pulso real,
remo, remo y ya no me detengo
no puedo pensar,
no hay margen
no hay vueltas atrás
me dejo llevar
la ola me lleva, no soy yo quien surfea
es ella la que juega conmigo.
se muestra y me entrega
de vuelta a la orilla, donde me esperan, con suerte los míos.
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Deleite
Salitre del mar, sobre mis manos.
Deliciosa ansiedad, prepararnos.
Nos esperamos hasta que no aguantamos más y corrimos,
corrimos al mar, ya no lo ocultamos, dejamos todo atrás.
Un vals sanador
un baño de verdad
el agua me choca la cara,
me abraza y me deja sobre mi tabla.
Espero. Te espero mientras te busco, sutil, sigilosa,
entre la espuma, desde lejos, desde el fondo del mar,
El latido de esta tierra que me espera allá en la orilla,
son como noticias,
surfeamos por la primicia,
buscamos algo que decir,
hoy soy la voz de tu energía, marioneta de tus caprichos, milenarios, cíclicos, que viene rumiando quién sabe hace cuánto,
contenida, esperando, esperando ser onda, esperando encontrar la costa y que justo en ese momento,
alguien dibuje mi forma.
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Al final
Algunas olas rompen y desaparecen, otra rompen y no las ve nadie, otras escupen llamaradas de agua, y se ahogan solas, contra las costas de una tierra salvaje. Solo algunas tienen la suerte de encontrar en el final de su viaje, quien las entienda, las acompañe, las saque a bailar, las abrace, las sepa leer y copie algo de todo su ser, en formas, líneas, dibujos y paisajes.Y casi de las manos se van, habiendo danzado, la música del mar.
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Túnel
Un final tubular.
Estábamos encadenados a ir sin venir,
y fuimos, mientras íbamos,
nos hamacamos sincronizados.
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Poema final:
Duermo del lado de la orilla
a Adriana Scheinin
Duermo del lado de la orilla
y un mosquito insistente
o una vaca cansada
pulsan
el destino de mis sueños.
Intervenciones que tiñen
las escenas
normalmente censuradas.
Duermo del lado de la orilla
y la sustancia del oleaje
me vela vela/ me desvela.
Intromisiones de camisón
áspero severo
o de suave entretela.
Arrullador regazo, a veces,
y otras, tirabuzón de viento.
Duermo del lado de la orilla
y sí: algún verso del agua
estremece mi almohada
-de espuma a espuma –
como un pan de leche.
Pero
cuando se viene
el silencio del océano
me despierto con miedo
de haber muerto
hasta que la banda sonora
de una ola
me devuelve
la presunción de vida.
Es que Surfeo, en realidad,
del lado de la orilla
y a veces
de vez en cuando
Duermo.
GraCiela Vergel

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