Viaje a Grecia, los poemas

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Me quedó pendiente publicar los ocho poemas que escribí durante el recorrido por Grecia, otro modo de mirar el viaje. Ahí van…

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Náufragos

En estas aguas donde flameó Palinuro

hoy se hunden otros

heridos por los dioses.

Anónimos hombres sin patria

buscando fundar una historia

expulsados de su propia tierra.

Las barrigas hinchadas por escudos

y por penates las roídas remeras.

 

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Álamos

Los dos perdimos, mar, la alegría

y aquel consuelo que llegaba

desde los grandes álamos.

Canción o rumor simplemente inclinado

donde ahora son un antiguo lamento

troncos al ras del suelo, cortados,

una esquina con negocios de ropa fina y remedios.

Así evoluciona el terrible destino

de los hombres, y ese cardumen

de hojas contra el cielo, tan bello,

ya  no canta para vos ni para nadie.

 

38

Viel Temperley

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Los restos de los dioses nos hablan todavía

como tus aguas ahora para nosotros.

Los pórticos de los templos huelen a albahaca

y los plátanos son el ombligo de los pueblos.

 

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Lo que hay alcanza para ver la belleza

mientras los parias de la tierra pululan

bajo la Acróplis de Atenas y saturan

las calles de orina y lágrimas.

 

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Tu rumor es el mismo a orillas del Egeo

te encontré en las afueras de Olimpia

deslumbrado y triste por la grandeza

destruida por Teodosio: el fanatismo

castiga el exceso de orgullo.

 

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Desde la máxima altura miraban hacia vos

en Delfos, en Eleusis, siempre estabas presente

cerca de los rituales que celebraban la vida:

las líneas de la belleza que todavía nos embriagan.

 

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Tus alas, tus peces, tu movimiento vivo,

en las rocas rotas hay flores esculpidas

junto a los más eternos pétalos de ciclamen

de higueras, olivos, y vigorosos robles.

 

Vengo de Grecia, mar, y estoy en éxtasis.

Estos dioses solares que nos hieren de lejos

son fragmentos que brillan de grandeza imposible

brillan entre el polvo de las generaciones

de los míseros mortales, los únicos

que hacen sagrados los santuarios.

 

39

Atardeceres

Vio el atardecer en la chora de Naxos

y  no podía creer que en apenas tres décadas

sería un anciano de noventa:

él, bajo el portal de Apolo delios

fuerte como el  mar transparente

colmado de piedras pulidas

enérgico como rocas murmurantes.

Se retiró entonces, abatido y pleno,

de la luz que se apagaba sobre el agua

entre dos botes que cruzaban el mar

en direcciones opuestas.

 

40

Aventurero

Volvió de ver los mares y trajo

de cada lugar una reliquia:

piedras únicas, forjadas por el agua

y quiso que otros la admiraran, que

comprendieran lo que había detrás

de cada una, los aromas, los climas…

lo miraron como si hablara en un idioma extraño

y él se quedó atónito y feliz y descubrió

la soledad.

 

41

Libro

Levantar los ojos de la página

para leer el mundo:

la gran ilusión de los poetas.

Desilusión de necesitar palabras

Para encantar otra vez la vida:

montar a Rocinante

Y recomenzar la aventura.

 

42

Agios Giorgios beach

En la ermita y su atmósfera sagrada,

embrión en el útero,

el hombre respira los aromas

de hierbas, junto a la sal marina.

 

Así floto en el agua sumergidos

los oídos en la inconsciencia

rodeado de imágenes enormes

de San Jorge, el Pantocrátor y la Virgen.

 

Los ermitaños bajan a las tumbas

y las tapan con mármol de Paros

para continuar solos tal como vivivieron

arrullados por el rumor del mar.

 

Yo me enredo en las algas de tu pubis

ato mi pelo a las doradas hebras

y me deleito observando tus nalgas

piedras pulidas por el roce del tiempo.

 

En la ermita de tu cuerpo rezo

y me uno a los santos de esta tierra.

 

43

Sympósion

Hablaban de amor como de algo real

Platón y sus amigos, tomando vino,

recostados algunos se embriagaban

agobiados por los muchos discursos.

Al son de las flautistas desnudas

que luego de servir los vasos

alegraban la noche y las ideas

se diluían en el aire de Atenas.

Hablaban de amor y discutían

como si fuera una verdad a descubrir

entusiasmados en el gran debate

bebían el vino fuerte diluido con agua.

Lo mejor era después contar y recontar

lo que habían dicho y convocar

al próximo banquete.

(La numeración corresponde a su inclusión en La belleza del mundo).

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