Libro publicado en 2019.

Poemario completo.

0tapadeshojamiento

Arte de tapa: Mariel Galarza

***

Refinándome en la fragilidad

descontando los días hasta la muerte

la falsa muerte en el espejo.

Deshojándome rápida, lentamente

deshojando

las empresas construidas.

Dejándolas, desangrándolas, despintadas

como viejos monumentos

que fueron nada y son nada.

Fulguraron en su tiempo

jóvenes, potentes como olas

y ya son otra vez del mar.

 

(Rosas del Desierto: poema 52)

 

Odiseo navega, don Quijote cabalga

por un mar de calles y de rostros

crías de la tierra entre flores y lluvias

precioso vértigo de las formas errantes.

Quiero que la luna muera en mis brazos

compro con gotas de sangre su agonía

cuando te vuelves inútil

y ya no das provecho.

Es ahora donde soy contigo

una misma estrella que se apaga

déjame asistir a tu caída

en el aire más puro del silencio.

 

 

La ola con la que entro al tiempo

me lleva en su cresta descuidada

primorosa

sin traje

huelo mis pasos solos, cada paso desnudo.

Voy a brazo partido con los niños

en creciente de amor

en juego irrepetible

canción de viejo liso en el espejo

ecuánime, vasto, con arrugas, vivo.

 

 

Atado por fin a su correa

el dulce esclavo goza

canta su claro recorrido

sale en punto con doradas mejillas.

En el oleaje la ola contenida fluye

sangre de mar que lleva sal y espuma

pistilos de acacia, aromos florecidos

frutos de savia, flores de aire.

En qué puerto, en qué colmena se amarra

este barco, esta abeja,

este barquero sin muerte que va libando

mieles, ramas, venenos de su boca?

Arrastro piel y huesos y órganos pesados,

ángeles, hojas, alivio de los álamos.

¿Por qué si es tan prístino el trino de los lirios

bajo a ras del charco mientras las ranas cantan?

 

 

Desencantados, los molinos de viento

solo crujen lentos en sus goznes.

Los quijotes pasan a su lado

con aires de turistas.

No hablan los molinos con palabras

no miran con ojos turbulentos.

Han pasado y amarrado ya su ímpetu

los buenos panaderos y los sabios.

Mi pan es ahora el pan de cada día

voy en música fúnebre y festiva.

Amaso y remo campos y ciudades,

plazas, guerras, hospitales, coros.

 

 

Con apenas sesenta respiro bajo la luna inmóvil

extasiado de ser por un instante sin deseo pero

¿cómo sigue ahora el reparto de los bienes

que en el rocío la noche derrama

para una soledad rodeada de astros que se miran

espejados en el amplio acogedor espacio?

De palmas abiertas son el cielo y la tierra

y su néctar bajo la lengua anima la voz del peregrino.

La huella es un silencio emocionado

y el coro es el mayor silencio donde todo respira.

 

 

La belleza de una mujer de treinta

me devuelve al origen del poema

lo que no puede ser completamente dicho.

Anacreonte, hermano,

me abrazo a la dulzura de tu vino

o voy con Safo errando por las islas

o suspirando con los hombres de Troya.

A vos te canto, al que desata los miembros,

vuelves con tu oleaje a golpear en mis piedras

para que despierte a la verdad del mundo:

frágiles, desnudos, desarmados vamos

en el filo interestelar haciendo versos

flechas de nada bajo el helado aire

que el sol remoto endulza con su fuego.

 

 

Sin tus piernas no hago pie en la cama

y los perros me ladran brutalmente.

Por tus pecas salgo al océano del cielo

vasto y aireado y enredado en tus dedos

trepo por las primeras algas donde el alba

sube en oleajes sucesivos de zorzales

salpicaduras trinos que se nombran ratuchas

palomas, horneros y chimangos

irrumpen en la tibieza piel arriba

entre las mesas del soñar donde María

me daba a probar unos bastones y tocaba

suave atrevidamente mis dos nalgas

impúdica y serena como todo el Olimpo.

 

 

El buey se lame y desata su lengua

pastosa y resentida

odia la parte de sí

que ya está muerta.

El viejo mar explota en tus oídos

mi voz flota sin fin en la noche

algas dormidas

presa del hermoso sueño

tu carne respira.

¡Qué cortos son los días

para el niño viejo en duermevela!

 

 

Desde el fino pico el colibrí

serena compulsión, a breves saltos,

forma mi corazón entre las formas

de hojas pétalos del universo con aljabas

y el delicado néctar

y el levísimo excremento

caen gravemente a tierra.

Toda la revelación y la emoción del instante

y quedan sueltas la muerte

y su miedo.

 

 

Escribo y espero

que el tiempo crezca

se aferre a alguna cosa que me hable.

No escribo, callo,

no tengo las palabras

el humo de las viejas perdura.

Escribo y espero

la luz que despierte pájaros o piedras

murmuren algo o griten.

No escribo y mudo respiro

este don del aire, las palabras

sobran ahora y están lejos.

 

 

Lo que no dicen las equívocas palabras

lo diga el corazón certero transparente

a través del sincero éter invisible

luz protectora, velo, conocimiento que no

erra.

Lucho contra fantasmas y pongo

en un agua de amor

mis remos, pensamientos, oscuros, asustados.

 

 

Antes que los zorzales

canta una rana o sapo.

Antes que las ratuchas

antes que los grillos

casi en el silencio mismo

se desata el trino del agua

dos o tres golpes de garganta

o tecla de los pastos

y calla:

no se escucha de nuevo

esa voz que inaugura todo

y no necesita repetirse.

 

 

Ya entró en el tiempo

el bello de Francisco

solo vértigo y asombro

empuje

y es como el mar:

no puede detenerse.

(Y que la belleza de la niña

no despierte la envidia de los dioses).

 

 

La conciencia de la integración

me estabiliza y nutre,

algo circula y aquieta

el ritmo furioso del oleaje.

La pena y el dolor gotean

de las hojas de los árboles

transparente agua natural

que limpia la mirada sucia y sin consuelo.

Circulo lento entre los pastos

y en el hocico de mi perro respiro

el placentero aire de la noche.

 

 

No es la mente que destroza y hurga

las flores de la aljaba

sus pétalos

sino la voluptuosa suavidad del aire

de mi boca expandida

brisa de labios que se posan

y nada más que esto es

el mundo renovado

la sed

la dicha

el nuevo nacimiento.

 

 

Tenso y bello es el mundo

que se abre y cierra como ola

se estira y brilla como nube

en ese mar profundo.

Elástico y duro el tiempo cruza

los ríos de la sangre

se transparenta en los tonos

de la piel.

Nace y muere el instante

y emerges de algún aire

con tu pelo de niña

tu cuerpo natural que ríe

y te escucho y te miro

por primera vez.

 

 

Todo el tiempo al corazón

para que hable:

caracol vaciado

con los ecos del mar

que recuerden todavía

que repitan ahora

el rumor sin lejanías.

Espiral que no comienza

ni termina…

 

 

Dios irrumpe en las yemas de mis dedos

brisas de la dulzura terrestre

oleaje de miradas tristes

dolor inexplicable

agonías…

Calzo mis sandalias

la piel de luz me envuelve

soy respiración que brilla.

 

 

Llena el aire con su palabra

pero se la lleva la brisa.

Delante de mí el mar balbucea

una canción de otoño.

La prepara en su molino

triturando algas de colores.

Yo también la escucho

mientras una langosta gris

me atraviesa con su salto mudo.

El hombre insiste en llenar el aire

palabra más palabra más palabra.

Pero otro viento suave las deshace

sin detenerse.

 

 

Sin pensamiento flota con la proa hacia el este

creo irme con él pero anclo en la arena

mis dos pies mis dos dedos

las palmas de mis ojos.

Vuelve a buscarme y se queda en la orilla

mientras entro al mar y nado sin peso

y ya estoy lejos de mí

y respiro bajo el agua

y no estoy solo para siempre.

 

 

Empiezo el día cuidando gatos

pensando en el marxismo,

en la palabra campo del campo popular

en la pretensión hegemónica que arruina

en el mate que respira compañía y deseo.

Voy del gato azul al gatito de piedra

cargo con el gato marino y con el suave

de las hojas, miro al gato rojo,

canto con el que sube al árbol

respiro con el que duerme solo.

 

 

Es el soplo detrás de la espuma

o delante de la ola que solo

ve quien dejó el anhelo de una épica

cada grito guerrero hecho plumaje

vuelo murmullo entre piedras y algas

cerca y lejos, respiración y estrella.

Con fervor silencioso

el oleaje juega bajo el sol protector

y es la poesía no el poeta la que fluye.

 

 

Viene de lejos este oleaje oscuro

la vieja sombra o es acaso

la inquieta música enigmática

el pájaro inasible ¿pichón de benteveo?

Ese canto sería una puerta al goce

mas que misterio que nos paraliza

curso de lo festivo entre el follaje

lentejuelas que brillan sobre el mar

(celebración reflejada en el propio corazón).

 

 

La palabra se teje con el mar

quiere o pide ser parte de su trama.

Nadie sabe quién está más solo:

el que dice algo o el que tritura las voces.

Entre las olas se dirime el enigma

mientras el acontecer hace su juego:

lo único real que persevera

a la espera del verso o del amor.

 

 

Filósofo y gastronómico permanezco en la cama

indiferente y lúgubre por el mundo del hombre

distinto, distante, al margen y sumado

al aire que respiran el jardinero y el árbol.

Reposo en mi lecho desnudo

y siento correr los higos, la miel, el agua verde

y vibra el recuerdo de la noche en el mar

el cielo bendiciéndome con estrellas caídas

y el signo bajado por Mariana en el pecho.

(La canción del pescador es la más bella).

Suelto las obras de mis manos

y me dejo morir serenamente,

el mar de Empédocles me lleva y acuna

como el pez que fui y vuelvo a ser

fluyendo libre en mi hogar infinito.

 

 

Como el mar me disperso

y nada me contiene.

Como el mar busco una orilla

donde sujetarme y reposar y palpar

una agitación llena de peces

con la curiosidad de un navegante.

Muchos poetas rebalsan y enloquecen

por la falta de un puerto

hambrientos, ahogados en su agua

pero yo tengo el mar

ese gran náufrago de pecho generoso

que me lleva y me trae, confidente.

 

 

A Leopardi

la luz de la luna lo salvaba

de la herida del sol.

Bálsamo y sombra la luna daba

a su piel el tono de ceniza

y a sus palabras la semilla viva.

Ahora agrego su joroba a mis espaldas

y ya no escucho al mar

sino una quieta noche de agua oscura.

Leyéndolo cargo el dolor del mundo

y hasta la hierba de Walt me sabe amarga.

 

 

La luna de Leopardi me pregunta

si es mejor estar dormido o desvelado

por la blancura insomne o esconderse

en el abismo interior del universo.

Yo no respondo, ni pienso, ni duermo.

 

 

Elijo morirme lentamente a tu lado

y no como los héroes.

Eso prefiero.

No soy tan cobarde para morir de un golpe,

para huir de cada día y su batalla.

Del amor que lento crece.

De la muerte dulce

y silenciosa de los árboles.

 

 

Todo es abrumador menos el mar

que entrega sus entrañas, te desnuda

el habla transparente, te hace ola

entre las suyas, te hace espuma.

Abrumador el peso de los años, el delirio

del cosmos, con su frío y su rareza

y la distancia lenta de los astros

y los ojos de tu amada y del gato.

Y del perro que sueña un mundo nuevo

sin gentes en las calles ni muertos en vida

ni la triste pobreza de los ricos.

Los que se hundieron saben de qué hablo

y nos miran serenos desde el fondo

y dicen como Amparo que no siempre

las lágrimas son tristes.

(Poema inspirado en pinturas de Ricardo Roux)

 

 

Que no se haga el solo ese hombre

rodeado de aire y respirando,

que no se haga el muerto

perdidas las ganas de vivir,

que no se haga el hermano del hambre

así de bien alimentado como luce,

que no se haga ni siquiera el desnudo

aunque no sepa más con qué vestirse.

 

 

Cuando me hice perro renací

salí del mar

respiré el agua dulce

vi el presente en círculos

perfecto

y la muerte no estaba.

 

 

Si los predicadores ensucian

el nombre de Jesús

¿Qué puedo hacer?

¿Dejar de nombrarlo en un poema?

Estropeados los nombres

vuelven a ser puros en el poema

renacen de un agua de bautismo

limpios como piedras

o antiguas algas

o pájaros prehistóricos.

Oh, dame tus alas y tus olas.

 

 

Las hebras de pasto heladas

hacen un canto al sol agradecidas.

Me palpo en la arena y no estoy

frío sino desprendiéndome

como un agua en cristales

fuego que está volviendo al sol, amaneciendo.

Tiene algo hermoso

la ilusión de morirse

la creencia en el fin.

Cualquier mañana

puede volver a desvelarnos

y así el oleaje

sobre la playa escarchada

se detiene un instante

y luego sigue.

 

 

Entre palabras desheladas

va el peregrino tras las huellas

que sus pies forman al andar

donde hay y no hay caminos.

Es la orilla, siempre,

la ola que forma y borda

lo que forma

a un ritmo que también es música

y golpear de la bestia encadenada

y grito de libertad

y destino.

 

 

¿Dónde grita el tero exasperado

sino es dentro de mi propio corazón?

¿Dónde sopla frío el viento del noreste

sino entre mis huesos, mis narinas, mis bronquios?

¿Dónde están el cielo, el agua, el pasto,

el rumor de los patos al atardecer

sino en la profunda cueva de mis oídos?

La luna aclarada por la luz expandida

del sol que se está yendo ¿dónde está

sino en mis ojos que se cierran y abren

y buscan encontrarse? ¿Dónde las ramas

de los sauces que brotan en agosto

bajo el coro de las ranas que esperan

que la noche caiga sobre ellas´? ¿Dónde

sino en ese latido que también escucho

esa soledad donde se encuentran

las estrellas, el aire, el misterio de ser?

 

 

Sombras y tironeos del sueño,

pierdo conciencia del barco en que navego.

Busco las ruinas del corazón que late

es decir donde pulsa el universo.

En ese breve espacio pero eterno

sin soledad, sin muerte, solo un rostro espejo.

Ventana que da al sereno mar

a levar anclas.

Y vi otra vez los ojos del bicho bolita

mirándome fijo en su profundidad de océano

revelándome el viaje de lo pequeño a lo vasto

de lo vasto a lo pequeño.

 

 

La escritura es entonces el impulso

extático de saltar al vacío

o volar como Icaro hacia el sol

pero sin desprenderse del suelo:

sólo salen las alas hacia arriba

del peso del cuerpo grávido:

anclada queda en sus pies

la mariposa.

La voz está ahí

hay que soltarla.

 

Brota el almendro

entre la hojas de la vida breve.

La belleza de las sombras

irrumpe en agosto

antes de la primavera.

El amor oscuro se hace lila

en pétalos ligeros.

 

 

¿Qué flor da vueltas, qué bullicio en la nada?

Otoño sin fin de letras húmedas

alto gozo el decirte

un abrazo que cae y otro

en esa fragua íntima ilusoria

dan vueltas sonoros mudos en la luz

pétalos y pétalos y una lluvia al sol.

Tritura el perro el hueso

y el tesoro de tener el silencio

en la huerta huerta y cultivarlo

cada uno en su sed

en su agonía cada ser.

Llega el coro de palomas y el oleaje

y me voy también me fui

en este canto.

 

 

Corazón oscuro

cerrado

¿dónde están las llaves?

Voces de ranas

dan a las estrellas la música

que vuelve en ecos.

No hay lejanía

en las gargantas unánimes.

Corazón abierto

luz nocturna

en los charcos celebramos

la fiesta de vivir

lo eterno

ceremoniosamente

sin preguntar por llaves o cerrojos.

 

 

Mirar el tiempo de la angustia

con los ojos blancos del ciruelo.

Soy yo y esos pétalos que miran

fulgurando día y noche pero breves.

La brisa los deshace quedan ciegos

tapados por los frutos.

Sin embargo la luz

dormidas las miradas

en el silencio

la intimidad

seguirá brillando

bajo el sol del verano.

 

 

Ese que abre la ventana

y ve un naranjo y una estrella

es el que busca, el peregrino

que solo ve en la noche

antes del alba.

Y ya se había perdido en la ceguera

de un país sin aire:

entonces vio las huellas

solo en la noche solamente

antes del alba.

 

A gusto entre las flores

como un pájaro que canta

y pierde peso

sobre la rama frágil se sostiene

ya ligero colibrí de pecho abierto

el pico al cielo flecha verdiazul

o la más oculta ratucha

enramada en los brillos

de la acacia fulgurante de agosto.

Busco estar aquí lejos del sueño

oscuro legañoso de rama en rama

desnudarme en mis plumas

sentir el día que llega.

 

 

El oleaje me come los latidos

me sorbe el corazón y yo

perfumo la cabellera de Jesús

la aceito gota a gota con mis manos.

Om Namah Shivaya es el rumor

del mar en la alta noche

en la ciudad el campo las orillas.

Los árboles respiran entre casas

y balcones y suspiros y el lejano

fluir de las aguas en las cloacas.

Todo sueña y el gato

se acomoda y se duerme

sereno en su redondo pelo oscuro.

 

 

Quijote perdió el dinero

pero ganó la vida

y la ocasión de ver el lento

deshojarse de su árbol

rama por rama y hoja a hoja

conoció el derrumbe

alrededor de sus retoños

y el mágico entrever de los latidos

pasaje-luz y sombra-estrella

por detrás de la noche y el día.

 

 

El deseo de correr

empuja al perro

tras las gaviotas.

Sabe que no las va a alcanzar

pero corre y

ya de noche

no ve si están realmente

pero las imagina y corre

tanto o más intensamente

que cuando las veía.

 

 

El pulso misterioso del día

florece en el jardín

viajan los pianos de las flores

al interior de la savia y sale música

y el aire bebe el vaso de su néctar.

De esa respiración se nutre el hueso

y piso la tierra que es mi sangre:

vuelven los músicos al árbol,

los churrinches se queman al sol

como mis ojos.

 

 

Con ánimo de conquistar

recorro el mundo

entero

cedo a las cosas que me toman.

Todo ser igual se nutre

estamos sólos árboles y piedras

familias, enfermeros, ángeles.

Bajo las veredas llueve

la vida secreta interminable,

hay una música que brota

y flota y es abrazo y silencio.

 

 

La sensación de eternidad

comienza por los dedos

de los pies, con la piedrita

como un hambre repentino.

Pasa el sendero y te atraviesa

un río un subte o una brisa

de pelo o unas tetas

y allí está lo mágico

la sombra de la luz la lluvia

el grito estruendomudo

lo eterno.

 

 

La belleza del mundo me limpia los ojos

la sangre derramada se hace savia en la tierra

los zorzales picotean las lombrices de mi corazón

lo que miro es lo verdadero

lo que se ve con la agenda vacía

y el silencio.

 

 

Los gatos duermen y no quiero

cerrar los ojos.

No puedo abandonarme con ellos

a la sugerencia de olvido de la noche:

persiste un humo de deseo

un tironeo insomne que recuerda

que el tiempo se escurre

y el ansia de aferrarlo me desvela.

Hay que caminar aunque no haya

un sitio donde ir los gatos

lo saben desde siempre nosotros

aprendimos a desear trasladarnos

de un lado a otro y hacia ninguna parte.

 

 

Refugiado histérico sale a golpear con un poema

no le hagas caso mira tu propia música

cuando sople cargada de llanto y de promesas

maullido de gato que deambula y quiere

y no quiere alimento y quiere y no quiere

entrar-salir.

Se queda quieto en el decir maullando

y así vive y se le cae el pelo

y busca el mimo que detiene el tiempo

gato con botas que gana al fin la calle

y hace nada y compra gangas

y adora al árbol que tira copos de espuma

plátanos y adoquines al sol

que salvan

a la ciudad perdida.

 

 

Como un gato

se hace un ovillo

el hombre, y regresa

a su desnudo corazón

libre de la protección del tiempo

y del abrigo del espacio.

Un solo y blanco nido queda

donde los huesos también se disuelven

en un plumaje tibio y circular.

Sobre el blando sillón lo veo

perdiéndose en un hermoso olvido

y es tan sereno que no voy a llamarlo.

 

 

De mi padre tuve

solamente las brasas

y rápidamente las cenizas.

Con el viento de esta noche

modelo su forma como nube

en fuga hacia el este o el oeste.

El norte es un lento atardecer.

En el sur amanece.

 

 

La cama y el mar los paraísos

del poeta que mira el universo

por la ventana o el caracol hundido

en la respiración o el agua.

Vi el desierto del mar y el desierto

de la ciudad y eran lo mismo

estaban llenos o vacíos como una primavera

o un bosque de acacias o un invierno.

 

 

La voz potente del mar

tapa el murmullo de los peces

que van bajo su piel y tapa

el roce de los granos de arena

que nadan y fluyen y giran en la danza

desde que empezó la vida.

 

 

Absurdos a los ojos del gato

mi mano y el libro

solos en la alta noche.

Insólitos para el que respira

y lame sus patas

concentrado en el aire

y el silencio.

Se dibujan ante él

el objeto y mi gesto

con la extrañeza de quien busca

algo que no está

que parece distante y laberíntico.

Entonces se resigna

da vuelta la cabeza

y se apoya adormecido

dándome la espalda.

 

 

Un cuerpo y otro cuerpo en el destierro

se enlazan.

¡Qué solos vibran juntos

en la belleza de la primavera

otoñal!

Juntos en un agua sueñan

lo que son y fueron

y esa misma ola es un hermoso sueño

que otra vez rompe

en la orilla.

 

 

Me aferro al derrumbe lentamente

como a una catarata de hojas secas.

No es lo que pasa afuera es una larga

historia que vuelve a repetirse lentamente.

Por qué me aferro no sé, porque igual caigo

con un murmullo de hojas ya marchitas

y hay cierto goce en volver a ser caída

que no está afuera donde late el mar

y la respiración fresquita de los pastos.

Mecido lento por la brisa me deshojo

y veo el derrumbe lento de la estatua.

 

 

Charco de cuerpo en la orilla

lo seca el sol

lo absorbe la marea

pasaron las aguas por él

no encuentra otra imagen

bordes irregulares pequeñas

hondonadas y un braceo

de olitas sin salida.

Rebota en los límites y vuelve

y una música

se escapa sin que nadie la pida.

¿Hay otra forma posible

para ese río redondo o ese

mar recostado que dormita

y sueña con su origen

donde palpitan pulpos, calamares,

y no las pulidas piedras sin aroma?

Charco de cuerpo en la orilla…

 

 

El reposo del regreso de las aves

al atardecer,

el resposo sereno del cielo

las envuelve acompañándolas

en el momento del recogimiento.

Así huele en la tarde final

el aire alrededor

y el hornero enmudece

el zorzal canta a breves trinos

la calandria cerca de su nido

se despide de la luz cantando.

Mientras allá arriba

las aves de vuelo largo

hacen la aventura de las grandes

distancias familiares.

 

 

El río está limpio porque fluye

pienso

mientras lo escucho en la noche desnuda.

Lo llaman El Durazno y baja

del Champaquí y sus muchas vertientes

y al llegar aquí es un brazo ancho de agua ágil

que hace una música perpetua.

Pienso y dormito y por mi mente

pasa el agua de mis pensamientos:

pasa copiando el rumor del río

y quiere ser el río

anhela esa velocidad y esa limpieza

y en ese deseo se aquieta

y se duerme.

 

 

Poema

Me despierto y olas de palabras entran por la ventana.

La cama flota en energías de luz, oscuridad, amor, tormentas y calma.

A través de la almohada, por el túnel de la oreja entran sus pensamientos en el hemisferio derecho infinito de mi cerebro, donde se mezclan con el eco de zorzales, palomas, cotorras, y el grito estridente del hornero.

Entreduermo, silencio, “escucha la respiración del que duerme, porque ella te cuenta cómo es el camino de regreso a casa”.

Escucho la respiración del poeta.

 

 

(Escrito por Pato De Donato)

 

 

 

 

Agradecimiento

A Mariel Galarza, que aportó su arte para las tapas de mis últimas publicaciones: “El mar en todo” (2013); “Coplas de orilla” (2015); “Relatos de viaje y otros naufragios” (2016); “Rosas del desierto” (2017) y el presente volumen “Deshojamiento”. También es autora de las tapas de las novelas inéditas “El rumor del agua” y “La música del mar”. Mariel sumó ahora el texto de contratapa, a pedido mío, porque supe que a través de estos seis años de intensa relación artística, puede decir algo de mi poesía con autoridad y sensibilidad. Y así fue, completando con la palabra lo que hizo con la imagen.

Me sentí siempre sorprendido por sus creaciones, porque más que una lectura interpretativa de los textos, son el fruto de una identificación entrañable, de la cual brota una obra en otro lenguaje, una trasposición de algo secreto que, en todos los casos, pudo hacer suyo y modelarlo con sus propios recursos. Así, mis obras se vieron enriquecidas.

¡Hasta el próximo libro!