(1981)
(Estos poemas fueron escritos con motivo del 50º aniversario de la fundación de la ciudad de Villa Gesell. Obtuvieron el segundo premio en el concurso organizado por la Biblioteca Pública Rafael Obligado de esa ciudad).
Fundador
¿Qué misterioso amor, qué furia ciega
qué vuelta a tu infancia peregrina
qué desprecio a los bordes de tu tiempo
qué aullidos seminales en tu sangre
qué ambiciones de tu genealogía
qué recuerdos ahogaste en el mar?
La geografía
Antes, casi nada,
ni un árbol ni el temblor de una hoja,
ni pasaba el grito del hombre en sus alas de música.
Estaba solo el aire acompañándose
ceñido a su medida voladora:
viento invadiendo dunas indecisas
rocas molidas por el sinfín del tiempo.
Antes,
el reino de la aridez extendido:
caracoles mudos, piedras rotas,
insectos y moluscos calcinados,
maderas negras, restos de naufragios.
Antes,
ninguna memoria, tiempo inasible
hundido en las raíces de la piedra
soledad de iniciales elementos:
el fuego sobre el mar cada mañana
desplegando sus manos amarillas
encendiendo los párpados del cielo.
Antes,
el silencio con sus ritos de ausencia:
latidos marinos, vidas subterráneas,
humedad de sal, mundo sin semillas,
osamentas de muerte, y la sed.
*
Apretada entre dos inmensidades
tu vida independiente:
de tu espalda de trigo, de ñandúes,
de tierra fecundada
sólo ecos tenues bajan al desierto:
medrosas liebres se arriman al mar.
Tu vida propia anda por el aire:
el vuelo coronado
por gaviotas salvajemente libres
princesas brumosas y lejanas
sutiles alas de este reino
amantes suaves del masculino mar.
El hombre
Hay una presencia que inquieta a las arenas desnudas
los amaneceres preguntan quién invade su reino
chillan las gaviotas huyendo cuando pasa el humano
los ojos del mar se detienen en el duende que vaga.
¿Quién es? ¿A qué ha venido?
El caracol dice que es un evadido de la tierra,
solitario que murmura silencios
hunde sus manos en la arena estéril
y se abandona a las voces del agua.
Pesa el rocío
el sudeste no detiene sus flechas,
las noches son cercanas, acumulan
sombras misteriosas sobre el mundo.
El hombre se envuelve en su soledad
confiesa sus planes indecibles
y una emoción de oleaje lo sacude.
Nada lo detendrá.
El estruendoso mar y los silbidos
que el viento da en la noche, son palabras
que su oído aventurero traduce
en optimismo nuevo.
Muy cerca de su casa el mar agita
sus duendes invisibles.
Sale, lo invade el reino que ya ama
el hijo predilecto.
Aspira un aire grávido de anhelos,
algún recuerdo gime en su memoria.
*
La soledad del hombre, más honda que la muerte
insondable, lo envuelve en un silencio de tumba;
quietud de naufragio, desazón infinita,
marea de tristeza, los gemidos lo ahogan.
Desnudo ante su sombra, no sabe qué decirse
el hombre, en su hora más oscura y brumosa;
su corazón poblado de una quimera ciega
se hunde en el pantano de su propia locura.
Destinado a sostener la vida de los otros
no sostiene la propia, se reconoce absurdo
y así pasa las noches junto al viento marino
portador de amenazas y de voces secretas.
*
Volvió a nacer desde su tronco seco
peleando con gaviotas, escuchando
el espejo cambiante del océano.
El hombre acomodado a su destino
fue por más, buscó su sombra
rompió los sillones y los trajes
y fue animal desnudo
locura natural, pie en el vacío.
Y en el estremecimiento de una noche
la semilla de sal entre sus manos
brotó de su saliva y de su aliento
y fue sostén de la primera hoja.
Allí apoyó su sueño y su cabeza
y se hizo árbol para todos los pájaros.
Fundaciones
En la aridez la vida estaba seca
hacia falta fundar un territorio verde
savias como ríos, agua en las raíces
y en el aire nuevo, aromas habitables.
Era misión del hombre de manos jardineras:
cuidando las semillas, mimando los retoños
alentando el esfuerzo de los tallos
afirmando los médanos fugaces.
Y el hombre estuvo y trastocó los siglos:
sus manos inventaron la nueva geografía.
*
En el principio fueron las estacas
ejército de aromas en la guerra de arena:
viajaban hacinadas en el tren de la noche,
y muertas de sed morían como soldados.
Habían crecido en el barro del río
y emigraban a un sueño de salitre
atadas de a cien, la savia retenida
bajo el severo amor de las estrellas.
Sueños de Silvio en las manos de Carlos,
ideales de granjero desplegados
en erguidos blasones de familia:
locura, sueños, libertad, grandeza.
Desde Juancho al destino sin retorno:
niños de sauce, bebés de casuarinas,
jóvenes eucaliptos inmolados
ante las armas de otro mar sin nombre.
*
Pinos secos en la falda del médano,
más cerca la laguna de los patos,
en el galpón los Bodeshein mirando
brotes quemados, la crueldad del cielo.
Carlos Gesell, abandone esta idea,
pierde tiempo y dinero y se fatiga,
vuelva al hombre a su hogar, el viento al viento,
quede la arena sola, con la arena.
Van seis años de muertes y de azotes,
crimen de especies, crudas agonías.
Vuelva usted a Alemania, a su camino,
yo me quedo a sembrar, yo voy más lejos.
Se va el experto, quedan los peones,
se va el amigo, quedan las estrellas,
se va la vida de las savias, seca,
queda el loco en su piel, a la intemperie.
*
Sus manos inventaron la nueva geografía.
La monotonía de las arenas
se fue poblando de colores vivos.
El pino organizaba los espacios
con su virtud geométrica y su altura,
mientras batalladores tamariscos
conjuraban las furias del sudeste
y los espartos en línea de fuego
sostenían el reino que brotaba.
Las acacias preparaban su ola,
en silencio, salpicando la arena
con generoso polen amarillo
y ya el álamo alzaba su armonía,
su musical silencio, su murmullo,
para darle el idioma de sus hojas
al paisaje recién inaugurado.
*
En la habitación del follaje
la conversación de los pájaros.
La augusta soledad de las gaviotas
fue fragmentada por alas silvestres.
Los gorriones confundieron sus fugaces
fisonomías con las piñas abiertas.
Las torcazas cruzaron como flechas grises
los desnudos rincones del luminoso cielo.
Tenues golondrinas anidaron fugazmente
e hirieron el espacio con sus rayos oscuros.
Toda la vida alada salpicó con sus huellas
el aire transformado por las fertilidades.
Desde entonces en los atardeceres se levanta
la ingravidez de las etéreas aves y las sombras
y en la suspensión del tiempo el día y la noche confunden
sus mudos latidos en los corazones de los pájaros.
Las calles
Un sagrado respeto
señaló el desorden:
como inciertos relámpagos
las calles cayeron
y en las leyes del médano
conformaron límites.
De este modo nació
la singular urdimbre
de enredaderas amarillas.
*
Estas calles
tejidas por el viento
dan al mar:
son secos ríos de arena.
Cuando al pueblo
se acerca el extranjero
una magia
lo saluda en las calles.
Ellas ciñen
una incierta aventura
que define
las formas de la vida.
*
Se sacian de humedad
durante los inviernos.
un misterio las puebla
un aroma marino.
El árbol les tributa
un silencio solemne
y como una memoria
llevan el aire frío.
*
Laberinto de calles
frescura de lo no medido.
por ellas anda el hombre:
universo inmediato
imagen de sí mismo
capaz de aprisionar su vida
o de darle
la medida perfecta.
El racimo humano
Alrededor del hombre crece el mundo
se van multiplicando las familias.
Cada humano pone el rostro que quiere
sobre el cuerpo inédito y anónimo.
La esperanza está abierta, es un sueño
que se seca en la arena o sobrevive.
Fluye el racimo humano como el agua
incesante del mar.
Final
Soy la esposa del mar.
Aquí los hombres vienen
a traer sus soledades.
Este es el oráculo marino
para el oído inquieto,
el cielo verdiazul,
el agua verde.
Lo que detrás de un hombre
está escrito
(la historia de una vida)
permanece en el mar,
ahogado y vivo.