La poesía y el mar VII

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Poemas del sábado 17

Van algunos de los textos que leímos con Alicia Benítez en el encuentro de La poesía y el mar, de los siguientes autores: Ernest Hemingway; Anne Carson; Nicole Brossard; Fernando Noy.; Diana Bellesi, Safo. Los esperamos el próximo sábado a las 18 en el Chalet de don Carlos,

¡¡¡Abrazo!!!

Alicia M Benitez

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El mar-La mar

Ernest Hemingway, El Viejo y el mar

“Decía siempre “la mar”. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de “ella”, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban alto, empleaban el artículo masculino, lo llamaban “el mar”. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o incluso un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía evitarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer”.

**

Y arrodillada en la orilla del mar transparente me haré un corazón nuevo con sal y barro

“Una esposa está bajo las garras del ser.

Fácil es decir ¿Por qué no terminar con esto?

Pero supongamos que tu marido y cierta mujer oscura

suelen quedar en un bar por la tarde.

El amor no es condicional.

Vivir es muy condicional.

La mujer se instala en una terraza cerrada al otro lado de la calle.

Observa a la mujer oscura

que con la mano le toca la sien como si le estuviera metiendo algo.

Observa cómo

él se inclina un poco hacia la mujer y luego se vuelven atrás. Están serios.

Su seriedad la atormenta.

Las personas que pueden estar serias cuando están juntas es

[porque tienen algo profundo.

Hay una botella de agua mineral sobre la mesa

y dos vasos.

¡No necesitan bebidas alcohólicas!

¿Desde cuándo tiene él

estos gustos puritanos?

Un barco frío

zarpa de algún lugar dentro de la esposa

y pone rumbo al horizonte plano y gris,

ni pájaro ni soplo a la vista”.

Anne Carson

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“En poesía es primero el lenguaje. Es una síntesis de la emoción, pero ¿quién hace la síntesis?, es el cuerpo, porque todos tenemos un cuerpo esencial. A veces nos movemos en un cuerpo más o menos extranjero, por las circunstancias, mas cada quien sabe reconocer su cuerpo vital, esencial, es éste el que escribe. El cuerpo es el que escribe, no podemos escribir al lado de nosotros”.

Nicole Brossard

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ESO PLOMO

No necesito nada más que esta lapicera

prestada por el mozo

ni otro sobre de azúcar para el café

bramando en la resaca

tampoco el pago de una cerveza octava.

Guardo intacto

el coraje de hacer un paga Dios

como en los setenta

por las farmacias de turno

cuando la poesía anfetamínica

se compraba sin receta.

Viajo solo en medio de la huelga

entre panzas vacías

con razón vociferantes

y ningún encontronazo

junto al musculoso estibador

mientras dura la espera

en la protesta augusta

que hasta cortó la calle

con su semáforo

chorreando lágrimas de sangre.

Masacre sin piedad

para los mustios habitantes

de bairestremens.com.

Mientras leo en cerebros

de los otros viajeros.

Ese, de anteojos negros,

va a llegar tardísimo a su cita

con el andrólogo.

El que viaja a su lado

sólo piensa en robar

la corona de oro de la Virgen del Once

pero también

el busto de bronce de algún prócer

para revenderlo

enseguida

a peso plomo,

vapuleo.

Así nace esta queja

sobre mi cuaderno Avon

en pleno verano

cuando el hospital de poetas

parece aniquilado

aunque nunca existiera la cura

de sus males

ni siquiera un cuarto gratis y fresco

donde no morir de pie.

Ahora,

destrabada la marcha

con las vitrinas de El Molino

destrozadas a huevazos

es cuando el maldito patrullero

se sube a la vereda

y como a la estatua de Santa Claus

me alumbran

entre dátiles

aunque igual nada vieron.

Mayor fue el miedo

de volverte invisible.

A distraerse ahora

con tu milonga hacia la autopista

Tacos de punta baratos hundidos en la brea

hirviendo aún más que el cuerpo

del que paga

y al finalizar la faena

regresar leyendo esos versos abyectos que has escrito.

Soy el que cree en la avenida Corrientes

acunadora del tango y de Tanguito

que se incendia en el río

justo cerca de la Casa Rosada

ese postre fucsia envenenado

en los cachetes.

Confundo palomas con empleados

de oficina

usan la misma gris corbata

que les impide el vuelo.

Soy quien cantara a Safo

además de encerar los dedos

de la hidra de Lesbos

con ungüentos de acero

pero ahora

ni consigo colarme

en los recitales de Gal, Chavela

o La Felipe.

Igual

como siempre

el buen clima regresa

tras la huelga a lo lejos

cada vez más ajena.

A causa de ella

me pasé de parada

pero sigo escribiendo.

Es preferible el asco bien narrado

a la culpa de sobrevivir triunfales.

Sin tener cómo,

dónde,

cuándo

a quién decirlo.

Fernando Noy

**

Un lugar en el mundo

Habiendo visto al biguá de ébano con su pico blanco

bucear en las orillas sumergiéndose en arco pálido

para desaparecer luego bajo el leonado río

cuando la noche llega, me pregunto qué más nos queda

que no sea la apreciación de tal belleza ganada

poco a poco en la necesaria invención de los años

para dar a su cuerpo y a sus gestos el movimiento

preciso, y no es un atleta, es un biguá único

y cualquiera atravesando el río bajo la uña fina

de la luna en este anochecer donde yo me pregunto

qué merecemos, qué afinamos nosotros en la campana

del mundo y me digo: la apreciación, mientras recuerdo

la otra cara insatisfecha reclamando un poder

que es inmolación, inhábil tratativa con el tiempo

o belleza de la acumulación que nos deja huérfanos

de la propia vida, no gastada en la superficie

sedosa del agua sin guardarnos nada para luego

dejarnos ir en esa oscuridad sin fin de la noche

como los peces que come el biguá, como el biguá mismo

a quien devora el río mientras aprecio su perfección.

Diana Bellessi.

**

Me parece igual a los dioses

Me parece igual a los dioses ese

hombre que ahora está frente a ti sentado,

y tu dulce voz a tu lado escucha

mientras le hablas

y tu amable risa; lo cual, te juro,

en mi pecho el alma saltar ha hecho:

pues te miro apenas y mis palabras

ya no me salen

se me queda rota la lengua y, suave,

por la piel un fuego me corre al punto,

por mis ojos ya nada veo, y oigo

solo un zumbido,

me destila un frío sudor y entera

un temblor me apresa, y cual la paja

amarilla estoy y mi muerte siento

poco alejada.

Pero todo habrá que sufrirlo, incluso…

Safo

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