A principio de 2017 le mostré los originales de Rosas del desierto a Guillermo Saccomanno, quien ya conocía mi anterior obra poética. “Noto algo nuevo aquí, como una evolución de tu poesía”, me dijo, durante una cena en mi casa, y sugirió que se lo pase a algún poeta importante. Con su habitual generosidad, él mismo me comentó que veía con frecuencia en Buenos Aires al gran poeta Arturo Carrera, que vivía cerca de su departamento de la avenida Córdoba. “Nos cruzamos en la verdulería”, me contó, divertido, y se ofreció a llevarle los originales. Así fue, y comenzamos con Carrera una relación por mail de ida y vuelta que fue muy rica, al punto que escribió la contratapa del libro.
“Para mí ha sido muy grato leerte. Me ha emocionado. Tu poesía es riquísima, como el mismo mar. Y tiene eso que también tiene el mar: misterio, enigma, furia en la calma, pasión en la serenidad rítmica de su oleaje. En fin, qué más decirte. Aquí van mis humildes palabras para tu precioso libro. Espero te gusten. Podés tirarlas al fuego, o al mar. Un gran abrazo”, fue el mensaje por mail, cuando me mandó el texto. Y luego escribió, cuando el libro fue publicado: “Sos un gran amigo, un poeta invencible. De corazón va mi abrazo, mi alegría por la salida de tu libro y mi satisfacción por haberte conocido a través de tus ritmos y palabras”.
Cuando hicimos la presentación en el Museo del Libro y de la Lengua, de Buenos Aires. Arturo asistió, pero se quedó en el fondo, y no quiso participar ni exhibirse, porque cultiva un perfil bajo y sólo estaba interesado en compartir ese momento como espectador. Luego la relación continuó, con la lectura que hice se su poesía completa, que había sido publicada recientemente en tres tomos bajo el título de “Vigilámbulo”, una combinación de vigilia y sonambulismo… Será motivo de una segunda nota que publicaré en breve.
Va el texto:
Contratapa de Rosas del desierto
Para mí fue extraordinario leerte, y descubrir en tu vida al “aventurero del mar” y comprobar que todo su discurso es más que la borgiana imagen del “… incesante mar que en la serena mañana surca la infinita arena”. Hay en tu mar el sonido del lenguaje, y tu cuerpo en él, tus brazadas en él.
Cómo no decirle al querido lector que tu libro es precioso y que en su nombre oculta el enigma del mar. Es como un secreto homenaje al poema de Rilke que decía hablándole a la rosa: “oh contradicción pura, gozo de ser sueño de nadie bajo tantos párpados.”
Al leer tus poemas uno dice obviamente: ¿quién soy? Pero también: la emoción es más fuerte que las palabras, ¿qué puedo decir sobre el mar? ¿El mar es increíble? ¿El mar es más de lo que yo esperaba? ¿Su inmensidad? Me temo que el comentario sería banal en comparación con lo que expresa cada uno de tus poemas. Hay en ellos eso que vos mismo, lector exquisito, descubriste en 1982, ¿o fue en el vientre de tu madre?: que el mar sería el pequeño mito que contiene cada palabra en su revelación. Y de ahí en más el despliegue de tu mapa sobre la visión: enseñarle a los niños que el mar está dentro de cada sílaba. Y nadar para comprender el movimiento de las sensaciones. Mirar desde tu alta mar el movimiento de tus seres queridos y de tu gente allá en la playa: ¿qué escuchan, qué hacen, cómo encuentran la fuerza del amor en cada rompimiento de la ola?
Y otra cosa, ya dicha en tus poemas:
Salvo los ojos, las bocas, los oídos,
que nos hacen ruidosos y evidentes
somos abismo que respira y duerme”.
Arturo Carrera, Buenos Aires, 2017
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Rosas del desierto, poema 41
Salvo los labios que murmuran
el resto del mar está muy quieto
replegado, huraño, silencioso, lejos.
Salvo la boca que gime jadeando
cansada y renovada a cada instante
la espalda enorme es sorda y enigmática.
Salvo los dientes blancos de las olas
que ríen abiertos y se cierran de golpe
el infinito es intemperie ciega.
Como yo, los pastos de la orilla, las aves,
los tamariscos de pestañas finas
lo miran transcurrir, lo escuchan todo el tiempo.
Salvo los ojos, las bocas, los oídos
que nos hacen ruidosos y evidentes
somos abismo que respira y duerme.
(Arte de tapa: Mariel Galarza)
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