Gran encuentro en Oliverio, tienda de libros, Miramar! Seguí el guión previsto sobre El mar, la aventura y la navegación, más las lecturas que aportó Martín Franchina. Un viaje mar adentro con preciosa tripulación! Leí en homenaje al lugar el comienzo de Campo Nuestro, de Oliverio Girondo, y luego se sucedieron las lecturas y el diálogo. César Fernánez Moreno, Melville, Duizeide, Cynan Jones, Horacio Castillo, Luis Franco, Chesterton, Haoldo Conti, poemas míos y de Martín… Gracias!
Textos completos
(No figuran en el orden en que fueron leídos)
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¿Por qué se empecinan en escribir sobre él?
El mar podría pensarse como una imagen obligada de la poesía universal:
sería incluso más fácil señalar los poetas que no escribieron sobre el mar
antes que enumerar la vastísima lista de aquellos que lo hicieron.
Al mar hay que decirlo
el mar es un hecho que el hombre no puede pasar por alto
hay que volverlo palabras
hay que hacer del mar un sonido que te salga de la boca
un dibujo de letras que te parta el corazón
ahora van a ver qué fácil yo les voy a decir
el mar
César Fernandez Moreno
*
Escribir o leer ficciones relacionadas con la navegación permite a los habitantes de fierra firme sentirse a bordo, cruzando olas y vientos, fijando rumbos, viajando de continente en continente y de época en época, ¿Y qué nos sucede a los que somos o fuimos navegantes profesionales cuando escribimos? Nada menos que sentirnos exploradores. No es poca la diferencia entre lo que designan esas dos palabras. Un navegante es alguien que conduce su barco entre puntos conocidos, señalados en la cartografía disponible, siguiendo, de acuerdo con las normas de su oficio, los rumbos que combinen la máxima seguridad con la máxima rapidez. Para un navegante perderse es un baldón. Un explorador, en cambio, es alguien que parte hacia lo desconocido siguiendo muchas veces rumbos que no dicta la lógica sino la intuición o incluso el capricho. Para el explorador no importan demasiado la seguridad ni la velocidad. Su saber no sólo admite, sino que requiere las derivas, el perderse, la errancia y hasta los naufragios. Juan Bautista Duizeide, Crónicas con fondo de agua.
Juan Bautista Duizeide
“Crónicas con fondo de agua”
*
En un momento espero que lloviera, pero ahora estaba seguro de que no iba a llover. Había cruzado las manos bajo la nuca y observaba el resplandor de la noche a través de los claros de la paja del techo. El agua estaba cubriendo la tierra. Podía oírla. Él estaba tendido en aquel cobertizo, en medio de una inmensidad deshabitada. En cierto modo, era como estar tendido en una balsa que boyaba a la deriva. Este sentimiento le producía un raro contento. Se sentía respirar y moverse levemente con mil movimientos y crujidos de sus ropas húmedas, duras y mugrientas: se olía y se sentía de cien formas, en toda la extensión de su cuerpo. Y su propia presencia pesaba sobre él, como algo latente, cálido y muy solitario. Él era, en este momento, el centro de ese mundo anegado por las aguas. Un sobreviviente. El silencio y la noche, y las aguas desbordadas y la soledad de aquel río semejante al mar venían a morir alrededor de él. El sentimiento de esto, no la idea, le provocaba una extraña alegría y una especie de rara seguridad. No tenía que marchar hacia nada. Ahora todo convergía hacia él.
Haroldo Conti, Sudeste
*
El pez luna lo acompañó durante horas.
Se podría decir que lo guio.
Era tan largo como el kayak,
contra el que se golpeaba y frotaba de un modo instintivo,
curioso, como una vaca contra un poste.
El pez luna no se pesca, no es comestible,
y no adquirió el instinto de escapar del hombre.
Y quizás lo que le gustaba era el calor del kayak, por el plástico al sol.
O quizá fuera algo más.
Pero se quedó y pasó horas empujando el kayak,
y así lo fue guiando; y no puede saberse si fue un acto deliberado,
benévolo, que no lo empujara mar adentro.
Cynan Jones, La Bahía
*
Desde su puesto, avista la casa de infancia, cercana al mar, inalcanzable ahora. En el camarote lo esperan, para el tiempo del descanso, los libros, los libros de siempre, los de todos sus tiempos, aquéllos que con el tiempo, son siempre otros libros, más un territorio a descubrir que una isla adonde volver. Desde muy chico, prácticamente desde que caminaba, la orilla era su gran excursión. Andar por la arena mojada, una fórmula de felicidad. En casa escuchaba las historias de naufragios. Alguna vez, siendo recién llegado a esa ciudad abandonada entre el viento, el río y el mar, le comentaron del asunto. De franco, en caminatas por la Bahía de los Vientos, pudo verificar la exactitud de la tradición oral. Cuando hay sudestada, el oleaje devuelve allí todo lo que cayó al agua. O lo que fue arrojado. Precisamente en días como hoy. Mirando pedazos de botes salvavidas, tramos de red, boyas, cajones de lancha pesquera, gorros, botellas, jamás se había imaginado que pudiera traerle algo así la resaca. Y el café ya frío, las tortas, la voz negra que canta desde otro tiempo.
Juan Bautista Duizeide, En la orilla
*
Navegaciones
(2004)
1
Toco la orilla del mar
y es un manantial
furias en calma.
Y ahora es un barco de agua
cáscara de nuez
en océanos sin nombre.
6
Puede ser todo entero una lágrima de ángel
y la ciudad un hongo de almas agrupadas
en dureza de piedras, fatales monumentos
empapados de acecho marino.
Aquí nacerás a un tiempo de palabras iluminadas
en un sitio donde nadie es dueño de la luz
universos dibujados en las piedras marinas
y mares apenas gotas de sudor de los astros.
Aquí vendrás
a la orilla del océano mínimo
a despojarte de tu biografía
a desatar los lazos de tu sangre
las letras de tu carne rotulada.
Se vaciarán de golpe tus zapatos.
Y subirás como una pluma
y flotarás como una nube
y afinadas tus cuerdas vocales
se fundirán con el mar de la noche.
Aníbal Zaldívar
*
La belleza del mundo
(2021)
“A mí denme la vida que más quiero
y todo lo demás se los regalo”
R. L. Stevenson: “El vagabundo”¨
*
Mármoles, arenas y peces triturados
no me dan tregua, mar:
¿por qué te cansás golpeando mis rodillas?
¿no ves que soy más fuerte
que vos, que te agitás
en esa taza cósmica mal llamada océano?
En cambio yo estoy aquí sostenido y pronto a disolverme
para que no puedas romperme ni alcanzarme.
Sin embargo mientras viva quiero darte todo
porque me embriagan el olor a peces y a tierras lejanas
que traes en tu espuma.
*
Volvió de ver los mares y trajo
de cada lugar una reliquia:
piedras únicas, forjadas por el agua
y quiso que otros la admiraran, que
comprendieran lo que había detrás
de cada una, los aromas, los climas…
lo miraron como si hablara en un idioma extraño
y él se quedó atónito y feliz y descubrió
la soledad.
*
Levantar los ojos de la página
para leer el mundo:
la gran ilusión de los poetas.
Desilusión de necesitar palabras
Para encantar otra vez la vida:
montar a Rocinante
Y recomenzar la aventura.
*
Dos gotas somos, mar, cuando me ablando
para entrar en tus aguas, ola aguzada soy
y también barca arriesgada que se inunda
con la violencia de tus olas ciegas. La espuma
corto con mi cuerpo en el instante
en que nos encontramos fríos y ardientes
como dos caras de la misma piedra.
Y aunque me quieras blanda y blanca
gota de espuma que duerma eternamente en vos
debo decirte mar que soy la bestia sin agallas
y respiro por arriba de tus manos
en ese espacio que no conocés y que llamamos cielo.
Como un seductor que ama a su esposa, mar,
dejo que me conquistes para el amor eterno.
*
Cuarentena y flores
…
El malvón no habla de la inmortalidad
muestra sus pétalos encarnados
y el peso del rocío sobre los pétalos
hace rodar los cascos de los héroes.
A su lado hay otras flores enfrente
otro malvón rosado abre sus pétalos
crecen desalineados libres y la belleza
de la poesía del mundo carece de centro.
Como el paseo que hago con mis pies
de un lado al otro distraído
extraviado en los aromas y colores
de un sendero que lleva hacia ninguna parte.
Aníbal Zaldívar
*
The Mariner
The violet scent is sacred
Like dreams of angels bright;
The hawthorn smells of passion
Told in a moonless night.
But the smell is in my nostrils,
Through blossoms red or gold,
Of my own green flower unfading,
A bitter smell and bold.
The lily smells of pardon,
The rose of mirth; but mine
Smells shrewd of death and honour,
And the doom of Adam’s line.
The heavy scent of wine-shops
Floats as I pass them by,
But never a cup I quaff from,
And never a house have I.
Till dropped down forty fathoms,
I lie eternally;
And drink from God’s own goblet
The green wine of the sea.
G. K. Chesterton
*
El marinero
El aroma violeta es sagrado
como el brillo del sueño de los ángeles;
el espino perfuma de pasión
dicha en una noche sin luna.
Pero el perfume está en mis narinas
en los capullos rojos o dorados
de mi flor verde indescriptible,
una amarga fragancia y temeraria.
El lirio exhala de perdón,
de alegría la rosa; pero mi
ramo áspero perfuma de muerte y honor,
y del destino de los hijos de Adán.
La grave esencia de las vinerías
flota mientras paso por allí
pero yo nunca de una copa bebo
y nunca una casa tengo.
Hasta que me sumerjo cuarenta brazas,
y allí yazgo eternamente
y del mismo cáliz de Dios
bebo del gran mar el verde vino.
(traducción de Hernán M.)
*
EL MAR SE EMBARCA
a Carlos Penelas
Cabalgan las montañas sobre la tierra toda.
Sobre el abismo cabalgando el mar.
Como potro espantado y espantoso
emboscado detrás
de sus olas
el mar.
Nublado de olas, pero
constelado de furia y espumas en verdad
(el pez-espada ha atravesado el pecho
de la tromba al pasar);
levantando en sus puños orografías líquidas,
la saña cóncava del mar:
blanqueando en la noche
como un cometa apeado, ¡ay!
hambriento siempre de naufragios,
dejando su fugaz
lápida de ímpetu y espumas,
el mar,
rugiendo y sollozando
ebrio de la amargura de su sal…
Todo para embarcarse al fin en el navío
de la noche que lleva en su bogar
todas las luces encendidas:
¡el mar
singlado en órbitas celestes
ya!
Luis Franco
*
Ser el que está con los pies en el agua
con una mano al bote
y con la otra al remo
Ser el de la orilla
Cuando los vientos de tierra
Empujen Mar adentro
Ser el que cruza el amanecer
quedar a la deriva
Y solo flotar
Hundir mi mano, ver mi dedo lastimado
buscando curarse de toda superficie
Porque el Mar -entre tantas cosas- también sana
Saltar al agua,
abandonar mi kayak
Subir para volver a lanzarme
Como el viejo pescador de la escollera
dejar que el tiempo transcurra
que la sal de mí piel seque
formando otra capa más
y que las olas me regresen
para ser ese que soy cuando estuve en el Mar.
Martín Franchina
*
Desde ahora, cada milla que navegue hacia el oeste
me alejará de todo. Han desaparecido las señales de vida:
ni peces, ni pájaros, ni sirenas, ni una cucaracha zigzagueando en la cubierta.
Sólo agua y cielo, el horizonte destruido,
el mar que canta como yo siempre la misma canción.
Ni peces, ni pájaros, ni sirenas, ni esa extraña conversación en la sentina
que el oído percibe en las horas de calma.
Sólo agua y cielo, el rolido del tiempo.
A la noche, la estrella Achernar aparece en la proa;
entre los obenques, Aldebarán; a estribor,
un poco más arriba del horizonte, Aries.
Entonces arrío, duermo. Y la nada,
mansamente, viene a comer de mi mano.
Horacio Castillo,
Navegante Solitario
*
MOBY DICK
HERMAN MELVILLE
1
Espejismos
Pueden ustedes llamarme Ismael. Hace algunos años –no importa cuántos, exactamente -, con poco o ningún dinero en mi billetera y nada de particular que me interesara en tierra, pensé darme al mar y ver la parte líquida del mundo. Es mi manera de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me sorprendo deteniéndome, a pesar de mí mismo, frente a las empresas de pompas fúnebres o sumándome al cortejo de un entierro cualquiera y, sobre todo, cada vez que me siento a tal punto dominado por la hipocondría que debo acudir a un robusto principio moral para no salir deliberadamente a la calle y derribar metódicamente los sombreros de la gente, entonces comprendo que ha llegado la hora de darme al mar lo antes posible. Esos viajes son, para mí, el sucedáneo de la pistola y la bala. En un arrogante gesto filosófico, Catón se arroja sobre su espada; yo, tranquilamente, tomo un barco. No hay nada de asombroso en esto. Pocos lo saben, pero casi todos los hombres, sea cual fuere su condición, alimentan en un momento dado esos sentimientos que me inspira el océano.
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