Grandeza y pequeñez del mar

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Parte de los textos que leímos en la charla del 17 de agosto a las 19 en el C.C.Pipach, Villa Gesell, en el m arco del ciclo de invierno de la Poesía y el mar.

Invocación a las Musas

Decidme ahora, Musas que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos, cuáles eran los caudillos y príncipes de los dánaos. a la muchedumbre no podría enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas, diez bocas, voz infatigable y corazón de bronce: sólo las Musas olímpicas, hijas de Júpiter, que lleva la égida, podrían decir cuántos a Ilión fueron. Pero mencionaré los caudillos y las naves todas.

(Homero: Ilíada, canto II, 490-493).

*

Himno a Démeter (fragmentos)

Comienzo por cantar a Deméter de hermosa cabellera, la augusta diosa; a ella y a su hija de esbeltos tobillos, a la que raptó Aiidoneo (y lo permitió Zeus tonante, cuya voz se oye de lejos). Cuando apartada de Deméter la del arma de oro, de hermosos frutos, jugaba con las muchachas de ajustado regazo, hijas de Océano, y recogía flores: rosas, azafrán y hermosas violetas, en el tierno prado, y también gladiolos, y jacinto, así como el narciso, que como señuelo, hizo brotar para la muchacha de suave tez de flor la Tierra, según los deseos de Zeus, por halagar al que a muchos recibe (Hades) . Flor de prodigioso brillo, asombro a la vista para para todos, tanto dioses inmortales como hombres mortales. Y es que de su raíz habían crecido cien brotes, y al fragante aroma todo el ancho cielo en lo alto, y la tierra toda sonreían, así como el acre oleaje del mar.

/

De modo que ella, atónita, tendió ambas manos para tomar la hermosa flor. Pero se abrió la tierra de anchos caminos y de allí surgió con ímpetu, con sus yeguas inmortales, el Soberano que a muchos recibe, el hijo de Crono de múltiples advocaciones. Se apoderó de ella, mal de su grado, y se la llevaba entre lamentos sobre su áureo carro. Lanzó agudos gritos, invocando a su padre, el Cronida, el más excelso y poderoso. Más ninguno de los inmortales ni de los hombres mortales oyó su voz, ni siquiera los olivos de hermosos frutos. Sólo la hija de Perses, la de ingenuos sentimientos, la oyó desde su cueva: Hécate, la de brillante tocado (y asimismo el soberano Sol, el ilustre hijo de Hiperión), cuando la muchacha invocaba a su padre, el Crónida. Pero él se hallaba lejos, sentado aparte de los dioses, en un templo pleno de súplicas, recibiendo hermosas ofrendas de los hombres mortales. Mal de su grado, pues, se la llevaba con sus yeguas inmortales, según la voluntad de Zeus, su tío paterno, el que de muchos es soberano, el que a muchos acoge, el hijo de Crono de múItipIes advocaciones. Mientras la diosa veía aún la tierra, el cielo estrellado y el ponto de impetuosa corriente, rico en peces, así como los resplandores del sol, aún confiaba en ver a su amada madre y las estirpes de los dioses sempiternos. La esperanza confortaba todavía su gran ánimo, pese a estar afligida.

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Resonaron las cimas de los montes y los abismos del mar por la voz inmortal. Y la oyó su venerable madre (Démeter). Un agudo dolor se: apoderó de su corazón. En torno a sus cabellos perfumados de ambrosía destrozaba con sus propias manos su tocado. Se echó un sombrío velo sobre ambos hombros y se lanzó, como un ave de presa, sobre lo firme y lo húmedo, en su busca. Mas no quería decirle la verdad ninguno de los dioses ni de los hombres mortales. Ninguna de las aves se le acercó como veraz mensajera. Desde entonces, durante nueve días la venerable diosa anduvo errante por la tierra, llevando en sus manos antorchas encendidas. Y ya no se nutría con la ambrosia ni el néctar dulce de beber, presa de la aflicción. Y tampoco sumergía su cuerpo en el baño. Pero cuando se le presentó por décima vez la radiante Aurora, le salió al encuentro Hécate, llevando en sus manos una antorcha. (…) Y se allegaron al Sol, atalaya de dioses y hombres. Se detuvieron ante sus corceles y preguntó la divina entre las diosas: -Sol, respétame tú al menos, como diosa que soy, si alguna vez de palabra o de obra alegré tu corazón o tu ánimo. La hija a la que parí, dulce retoño, encantadora por su figura… oí su vibrante voz a través del límpido éter, como la de quien se ve violentada, más no la vi con mis ojos. Pero tú que sobre toda la tierra y por el mar diriges desde el éter divino la mirada de tus rayos, dime sin engaños si has visto a mi hija querida por alguna parte; quién de los dioses o de los hombres mortales huyó tras haberla capturado lejos de mí, mal de su grado, por la fuerza. Así habló. Y el Hiperiónida respondió a sus palabras: “Hija de Rea, la de hermosa cabellera, soberana Deméter. Lo vas a saber, pues grande es el respeto y la compasión que siento por ti, afligida como estás por tu hija de esbeltos tobillos. Ningún otro de los inmortales es el culpable más que Zeus acumulador de nubes, que se la ha entregado a Hades para que sea llamada su lozana esposa. Sí, a su propio hermano. Y él se la llevó bajo la nebulosa tiniebla, pese a sus grandes gritos, tras haberla arrebatado con sus yeguas. Así que tú, diosa, da fin a tu copioso llanto. Ninguna necesidad hay de que tú sin razón guardes aún un insaciable rencor. En absoluto es indigno como yerno entre los inmortales el que de muchos es soberano, Aidoneo (Hades).

(Himnos Homéricos, ed. Gredos, texto adaptado).

*

Himno a Afrodita

Inmortal Afrodita la del trono pintado
la hija de Zeus, tejedora de engaños, te lo ruego:
no a mí, no me sometas a penas ni angustias
el ánimo, diosa.

Pero acude aquí, si alguna vez en otro tiempo,
al escuchar de lejos de mi voz la llamada,
la has atendido y, dejando la áurea morada
paterna, viniste,
tras aprestar tu carro. Te conducían lindos
tus veloces gorriones sobre la tierra oscura.
Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo
cruzaron el éter,
y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa,
mostrando tu sonrisa en el rostro inmortal,
me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué
de nuevo te invocaba,
y qué con tanto empeño conseguir deseaba
en mi alocado corazón. ¿A quién, esta vez
voy a atraer, oh querida, a tu amor? ¿Quién ahora,
ay Safo, te agravia?
Pues si ahora te huye, pronto va a perseguirte;
si regalos no aceptaba, ahora va a darlos,
y si no te quería, en seguida va a amarte,
aunque ella resista.

Acúdeme también ahora, y líbrame ya
de mis terribles congojas, cúmpleme que logre
cuanto mi ánimo ansía, y sé en esta guerra
tu misma mi aliada.

(Safo de Lesbos)

*

MONUMENTO AL MAR

Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas
Paz también sobre mí.

He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
El molde de la venganza
Con sus frases iracundas despegándose de los labios
He aquí el molde lleno de gracia
Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las estrellas

He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo
Porque un día nadie se paseará por el tiempo
Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos.

Este es el mar
El mar con sus olas propias
Con sus propios sentidos
El mar tratando de romper sus cadenas
Queriendo imitar la eternidad
Queriendo ser pulmón o neblina de pájaros en pena
O el jardín de los astros que pesan en el cielo
Sobre las tinieblas que arrastramos
O que acaso nos arrastran
Cuando vuelan de repente todas las palomas de la luna
Y se hace más obscuro que las encrucijadas de la muerte

El mar entra en la carroza de la noche
Y se aleja hacia el misterio de sus parajes profundos
Se oye apenas el ruido de las ruedas
Y el ala de los astros que penan en el cielo
Este es el mar
Saludando allá lejos la eternidad
Saludando a los astros olvidados
Y a las estrellas conocidas.

Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño
El mar abriendo los ojos
Y buscando el sol con sus pequeñas manos temblorosas
El mar empujando las olas
Sus olas que barajan los destinos

Levántate y saluda el amor de los hombres

Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
Escucha los pasos de millones de esclavos
Escucha la protesta interminable
De esa angustia que se llama hombre
Escucha el dolor milenario de los pechos de carne
Y la esperanza que renace de sus propias cenizas cada día.

También nosotros te escuchamos
Rumiando tantos astros atrapados en tus redes
Rumiando eternamente los siglos naufragados
También nosotros te escuchamos

Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor
Cuando tus gladiadores se baten entre sí

Cuando tu cólera hace estallar los meridianos
O bien cuando te agitas como un gran mercado en fiesta
O bien cuando maldices a los hombres
O te haces el dormido
Tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa.


Lloras sin saber por qué lloras
Y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos
Sufres, sufres como sufren los hombres
Que oiga rechinar tus dientes en la noche
Y te revuelques en tu lecho
Que el insomnio no te deje calmar tus sufrimientos
Que los niños apedreen tus ventanas
Que te arranquen el pelo
Tose, tose, revienta en sangre tus pulmones
Que tus resortes enmohezcan
Y te veas pisoteado como césped de tumba

Pero soy vagabundo y tengo miedo que me oigas
Tengo miedo de tus venganzas
Olvida mis maldiciones y cantemos juntos esta noche
Hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar
Olvida los presagios funestos
Olvida la explosión de mis praderas
Yo te tiendo las manos como flores
Hagamos las paces te digo
Tú eres el más poderoso
Que yo estreche tus manos en las mías
Y sea la paz entre nosotros


Junto a mi corazón te siento
Cuando oigo el gemir de tus violines
Cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
Cuando estás pensativo frente al cielo
Cuando estás dolorido en tus almohadas
Cuando te siento llorar detrás de mi ventana
Cuando lloramos sin razón como tú lloras.

He aquí el mar
El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades
Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas alegres
Esas barcas que pescan a la orilla del cielo
Esos peces que escuchan cada rayo de luz
Esas algas con sueños seculares
Y esa ola que canta mejor que las otras

He aquí el mar
El mar que se estira y se aferra a sus orillas
El mar que envuelve las estrellas en sus olas
El mar con su piel martirizada
Y los sobresaltos de sus venas
Con sus días de paz y sus noches de histeria

Y al otro lado qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
Y más alta que todos los montes
Qué hay al otro lado
La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo
O el torbellino eterno de pétalos tronchados


He ahí el mar
El mar abierto de par en par
He ahí el mar quebrado de repente
Para que el ojo vea el comienzo del mundo
He ahí el mar
De una ola a la otra hay el tiempo de la vida
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte.

Vicente Huidobro

*

Allegria di naufragi

E subito riprende
il viaggio
come
dopo il naufragio
un superstite
lupo di mare.

*

Alegría de náufragos

Y de pronto reanuda

El viaje

Como

Después del naufragio

Un lobo de mar

Sobreviviente.

*

L’universo

Col mare

Mim sono fatto

Una bara

Di freschezza.

*

Con el mar

Me hice

Un ataúd

De frescura.

**

Sin mar:

Mattina

M’ilumino

D’inmenso.

*

Mañana


Me ilumino

de infinito

*

Una colomba

D’altri diluvi una colomba ascolto

Una paloma

De otros diluvios una paloma escucho.


*

Soldati

Si sta come 

d’autunno

sugli alberi

le foglie

Soldados

Se está como
en otoño
sobre los árboles
las hojas.

Giuseppe Ungaretti

*

Chuang Tze

Inundaciones de otoño

(traducción de Thomas Merton)

Las inundaciones de otoño habían llegado. Miles de torrentes salvajes se vertían furiosamente en el río Amarillo. Éste engordó e inundó sus riberas hasta hacer imposible distinguir un buey de un caballo desde la otra orilla. Entonces el Dios del Río se echó a reír, deleitado con el pensamiento de que toda la belleza del mundo había caído bajo su tutela. De modo que giró corriente abajo hasta llegar al océano. Allí miró por encima de las olas hacia el vacío horizonte del Este y quedó consternado. Oteando el horizonte, recuperó el sentido y murmuró al Dios del Océano:

«Bien, el proverbio está en lo cierto. Aquél que se ha hecho con ideas piensa que sabe más que cualquier otra persona. Así he sido yo. ¡Sólo que ahora comprendo lo que quiere decir Extensión!”

El Dios del Océano replicó:

«¿Acaso puedes hablar del mar

a una rana en un pozo?

¿Puedes hablar del hielo

a una libélula?

¿Puedes hablar acerca del camino de la Vida

a un doctor en filosofía?

De todas las aguas del mundo,

el océano es la mayor.

Todos los ríos van a verterse en él

día y noche.

Jamás se llena,

devuelve sus aguas

día y noche;

jamás se vacía.

En épocas de sequía,

no baja el nivel.

En tiempos de inundaciones,

no aumenta.

¡Más grande que todas las demás aguas!

¡No existe medida para decir

cuánto más grande!

¿Pero estoy orgulloso de ello?

¿Qué soy yo bajo el Cielo?

¿Qué soy yo sin el Yang o el Yin?

Comparado con el cielo,

soy una roca diminuta,

un achaparrado roble

en la ladera de una montaña.

¿Debería acaso actuar

como si fuera algo?»

*

Haikus de Omar Mangieri (Yari Furimazu)

Ya sin sustancia,

mora mí espíritu,

en esta playa.

*

Apacible Mar.

No muy lejos pesca,

una gaviota…

*

Casi inmóvil,

cae la ocre hoja,

en el estanque.

*

En esta playa

aún rebota el eco

de tu mirada.

*

En esta calma

muere el otoño.

La nada llega.

*

Arde el fuego.

El gran pino sucumbe.

Solo cenizas.

*

La gran marea

arrasó la vanidad.

La mar hoy vence.

*

El mar lo ruge

las olas lo escriben.

Nunca volverás.

*

Agita el sol

la marea del tiempo.

El fin acaba.

*

Al borde del mar

al borde de la vida

me balanceo.

*

El sol en el mar

es simple ilusión

como la vida.

*

Un pálido sol

entibia a la mar

no al corazón.

*

Solo este mar

ahoga en olvido

tantos recuerdos.

*

Cuánto más blanco

más hiere a la vista

el viejo Ponto.

*

Haikus de Flor Ramírez (Mariposa blues)

Porqué continúa

Mi incierta vela

En cielo noche.

*

Árbol mojado

Manos frías abrazan

Sigo esperando.

*

Cae la lluvia

Como mariposas

Dormidas en tí.

*

De Silvia Botallo:

la mar del vientre:

bulevard de las olas

farolas de algas

*

viva Alfonsina

caracola valiosa

transatlántica

*

Ogro

Necesito abrir el ventanal

para que el ogro

hambriento

me devore.

Que su boca anhelante

me sacuda me aprisione

se enseñoree con mis

gestos

inútiles  de polvo.

Que me calme reduzca

me ponga azul violencia.

Me pinte de vinos abolidos.

Él,

el Hondo y el recóndito

y todos sus sinónimos

salobres.

que me devoren

entre sus fauces de tormenta

y conmigo

a la tristeza.

Graciela Vergel

(de Poemas en el bondi)

*

Hikus de Leo Baldo:

(Un león japonés)

Un león ruge

en el desierto amplio.

Se pone el sol.

*

(Lobo haiku)

Lobo marino,

descansa en el puerto.

Se tira al mar.

*

Vuela colibrí

sobre el mar presente.

Tornasol con sal

*

A nadar vamos

,entre olas brillantes.

Luz calma de sal

*

Llueve con luna

El ternero rumiante

Trota al cielo.

*

Haikus de diversos autores:

Canta la alondra

como cantan en las nubes

las olas.

Haiku de Seien

*

En la arena de la playa.

Huellas de pasos:

largo es el día de primavera.

Masaoka Shiki (N.1867)

*

El calor se sumerge

en un mar de crepúsculo

con su sol rojo.

Natsume Sōseki (1867)

*

Se oscurece el mar:

gritos de gaviotas,

apenas blancos.

Matsuō Bashō (N. 1644)

*

Lejano mar;

aquel pueblo de isleños

tragará niebla.

Ryūnosuke Akutagawa (N. 1892)

*

La voz que teme

surcar el mar se oxida

tras sus barrotes.

Leopoldo Espínola (español siglo XX)

*

De Mario Benedetti:

cuando diluvia
pienso que está cayendo
el mar de arriba

*
ola por ola
el mar lo sabe todo
pero se olvida

*
botella al mar
esa que esperan todos
y está vacía

*
el mar de todos
no es como mi mar
él me conoce

*
qué astuto el mar

si antes hubo sirenas
quedan las colas. 

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