Algunos de los textos y poemas que leímos en la charla del sábado 22 de febrero, la última del verano…
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Océano cósmico: CARL SALGAN
Estamos parados a la orilla de un océano cósmico. Apenas hundidos hasta los tobillos, preguntándonos qué tan profundo puede ser.
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Desde que el hombre existe hemos buscado nuestro lugar en el cosmos: ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos?; hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta, de una estrella pérdida en la galaxia, metida en una esquina olvidada de un universo en el que hay muchas más galaxias que personas… Damos significado a nuestro mundo con el valor de nuestras preguntas y la profundidad de nuestras respuestas.
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“El cosmos está dentro de nosotros. Estamos hechos de materia estelar. Somos una forma para que el universo se conozca a sí mismo”.
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‘Somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas’. Esto no es una expresión meramente poética, sino que tiene base científica: nuestros átomos y los de todo lo que existe están hechos de los desechos de estrellas antiguas que murieron en el pasado remoto del universo. “El nitrógeno presente en nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono en las tartas de manzana […] todos fueron creados en el interior de estrellas que chocaron entre sí. Estamos hechos del material de las estrellas”.
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Divina Comedia
“onde si muovono a diversi porti
per lo gran mar de l’essere”
Paraíso I, 112-113
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Comentario de Marcos Ruvituso:
El mar es, yendo desde la tierra al mar y el cielo, el primer lugar donde los griegos veian algo así como la inmensidad del cosmos. Aquí en argentina la cosa es distinta, porque salimos al campo y vemos el planeta, la inmensidad, como nunca la podían ver los griegos, porque la tierra estaba llena de montañas, pero cuando salían al mar podían ver un horizonte circular inmenso, que estaba limitado por el cielo. Así que tendríamos la visión limitada de la tierra, la visión del mar y la visión esférica del cielo, que parecía encerrar todo eso en una cúpula cóncava, vista desde la tierra. Esa visión duró varios miles de años, hasta que se empezó a ver el cielo de otra manera. Una esfera que encierra todo: el cosmos. Después viene el universo infinito, que es otra cosa… una transformación de ese sentimiento. Dante está al final de esa visión, que empieza por la tierra, sigue por la inmensidad del horizonte circular del mar y culmina con la visión esférica del cielo. No necesariamente en el infinito.
Canto I del Paraíso: Se refiere a todo lo que contiene el mundo, una visión inmensa… así empieza Beatriz la primera gran explicación cósmica del paraíso. Abarca mucho más. Sube al paraíso, no entiende muy bien porqué su cuerpo está ahí, y luego le hace otra pregunta a Dante acerca de la inmensidad que ve. Y ella entonces empieza un discurso para designar eso del cosmos, explica que el universo tiene un orden, y trata de explicárselo, usando la metáfora intermedia entre la tierra y el cielo, que es el mar…
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PARAÍSO I
[Poema – Texto completo.]Dante Alighieri
CANTO I La gloria de quien mueve todo el mundo el universo llena, y resplandece en unas partes más y en otras menos. En el cielo que más su luz recibe [L1038] estuve, y vi unas cosas que no puede ni sabe repetir quien de allí baja; porque mientras se acerca a su deseo, nuestro intelecto tanto profundiza, que no puede seguirle la memoria. En verdad cuanto yo del santo reino atesorar he podido en mi mente será materia ahora de mi canto. ¡Oh buen Apolo, en la última tarea [L1039] hazme de tu poder vaso tan lleno, como exiges al dar tu amado lauro! Una cima hasta ahora del Parnaso [L1040] me fue bastante; pero ya de ambas ha menester la carrera que falta. Entra en mi pecho, y habla por mi boca igual que cuando a Marsias de la vaina de sus núembros aún vivos arrancaste. [L1041] ¡Oh divina virtud!, si me ayudaras tanto que las imágenes del cielo en mi mente grabadas manifieste, me verás junto al árbol que prefieres [L1042] llegar, y coronarme con las hojas que merecer me harán tú y mi argumento. Tan raras veces, padre, eso se logra, triunfando como césar o poeta, culpa y vergüenza del querer humano, que debiera ser causa de alegría en el délfico dios feliz la fronda [L1043] penea, cuando alguno a aquélla aspira. [L1044] Gran llama enciende una chispa pequeña: quizá después de mí con voz más digna se ruegue a fin que Cirra le responda. La lámpara del mundo a los mortales [L1045] por muchos huecos viene; pero de ése que con tres cruces une cuatro círculos, con mejor curso y con mejor estrella [L1046] sale a la par, y la mundana cera sella y calienta más al modo suyo. Allí mañana y noche aquí había hecho [L1047] tal hueco, y casi todo allí era blanco el hemisferio aquel, y el otro negro, cuando Beatriz hacia el costado izquierdo [L1048] vi que volvía y que hacia el sol miraba: nunca con tal fijeza lo hizo un águila. Y así como un segundo rayo suele del primero salir volviendo arriba, cual peregrino que tomar desea, [L1049] este acto suyo, infuso por los ojos en mi imaginación, produjo el mío, y miré fijo al sol cual nunca hacemos. Allí están permitidas muchas cosas que no lo son aquí, pues ese sitio para la especie humana fue creado. [L1050] Mucho no lo aguanté, mas no tan poco que alrededor no viera sus destellos, cual un hierro candente el fuego deja; y de súbito fue como si un día se juntara a otro día, y Quien lo puede con otro sol el cielo engalanara. En las eternas ruedas por completo fija estaba Beatriz: y yo mis ojos fijaba en ella, lejos de la altura. Por dentro me volví, al mirarla, como Glauco al probar la hierba que consorte en el mar de los otros dioses le hizo. [L1051] Trashumanarse referir per verba no se puede; así pues baste este ejemplo a quien tal experiencia dé la gracia. [L1052] Si estaba sólo con lo que primero [L1053] de mí creaste, amor que el cielo riges, lo sabes tú, pues con tu luz me alzaste. Cuando la rueda que tú haces eterna al desearte, mi atención llamó con el canto que afinas y repartes, [L1054] tanta parte del cielo vi encenderse por la llama del sol, que lluvia o río nunca hicieron un lago tan extenso. La novedad del son y el gran destello de su causa, un anhelo me inflamaron nunca sentido tan agudamente. Y entonces ella, al verme cual yo mismo, para aquietarme el ánimo turbado, sin que yo preguntase, abrió la boca, y comenzó: «Tú mismo te entorpeces con una falsa idea, y no comprendes lo que podrías ver si la desechas. Ya no estás en la tierra, como piensas; mas un rayo que cae desde su altura no corre como tú volviendo a ella.» [L1055] Si fui de aquella duda desvestido, con sus breves palabras sonrientes, envuelto me encontré por una nueva, y dije: «Ya contento requïevi [L1056] de un asombro tan grande; mas me asombro cómo estos leves cuerpos atravieso.» Y ella, tras suspirar piadosamente, me dirigió la vista con el gesto que a un hijo enfermo dirige su madre, y dijo: «Existe un orden entre todas las cosas, y esto es causa de que sea a Dios el universo semejante. Aquí las nobles almas ven la huella [L1057] del eterno saber, y éste es la meta a la cual esa norma se dispone. Al orden que te he dicho tiende toda naturaleza, de diversos modos, de su principio más o menos cerca; [L1058] y a puertos diferentes se dirigen por el gran mar del ser, y a cada una les fue dado un instinto que las guía. Éste conduce al fuego hacia la luna; y mueve los mortales corazones; y ata en una las partes de la tierra; y no sólo a los seres que carecen de razón lanza flechas este arco, [L1059] también a aquellas que quieren y piensan. La Providencia, que ha dispuesto todo, con su luz pone en calma siempre al cielo, en el cual gira aquel que va más raudo; [L1060] ahora hacia allí, como a un sitio ordenado, nos lleva la virtud de aquella cuerda que en feliz blanco su disparo clava. Cierto es que, cual la forma no se pliega a menudo a la idea del artista, pues la materia es sorda a responderle, así de este camino se separa a veces la criatura, porque puede torcer, así impulsada, hacia otra parte; [L1061] y cual fuego que cae desde una nube, así el primer impulso, que desvían falsos placeres, la abate por tierra. Más no debe admirarte, si bien juzgo, [L1062] tu subida, que un río que bajara de la cumbre del monte a la llanura. Asombroso sería en ti si, a salvo de impedimento, abajo te sentaras, como en el fuego el aquietarse en tierra.» Volvió su rostro entonces hacia el cielo. |
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El mito de Glauco
En mitología griega, Glauco (Γλαῦκος; gen.: Γλαύκου) es una divinidad marina menor, que funciona como intérprete de las sabias palabras del dios marino profético Nereo.12 Se dice que nació como mortal pero ascendió a la divinidad después de ingerir cierta hierba y que desde entonces se dedica a rescatar a marineros y pescadores durante las tormentas. A pesar de los progenitores que se le atribuyen, Glauco era un humilde pescador que al mascar unas plantas mágicas cerca de Antedón, en la isla de Eubea, devino inmortal y se metamorfoseó de forma que su barba y su melena se volvieron de un verde oscuro que simulaba el color de las algas marinas y sus piernas cambiaron a una cola enroscada como la de un enorme pez. No pudiendo permanecer más tiempo en la tierra, se sumergió en el mar, donde fue recibido por las divinidades marinas. Océano y Tetis le purificaron de su naturaleza humana recitando canciones mágicas y bañándolo en distintas corrientes marinas. Enamorado de la hermosa Escila, ésta lo rechazó asustada por su nuevo aspecto. Buscando salida desesperada a su pasión, Glauco acudió a la maga Circe y le pidió que con sus poderes hiciera que Escila se enamorase de él. Pero los efectos de su petición fueron muy distintos a los que Glauco esperaba, porque Circe también amaba al nuevo dios marino y se le declaró intentando convencerle de que despreciase a la que le había despreciado. Al negarse, Circe tuvo envidia y mezcló unas hierbas potentes en el agua en la que se bañaba Escila, y de esa manera la convirtió de cintura abajo en un horrible monstruo.
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EL MAR SE EMBARCA
a Carlos Penelas
Cabalgan las montañas sobre la tierra toda.
Sobre el abismo cabalgando el mar.
Como potro espantado y espantoso
emboscado detrás
de sus olas,
el mar.
Nublado de olas, pero
constelado de furia y espumas en verdad
(el pez-espada ha atravesado el pecho
de la tromba al pasar);
levantando en sus puños orografías líquidas,
la saña cóncava del mar:
blanqueando en la noche
como un cometa apeado, ¡ay!
hambriento siempre de naufragios,
dejando su fugaz
lápida de ímpetu y espumas,
el mar,
rugiendo y sollozando
ebrio de la amargura de su sal…
Todo para embarcarse al fin en el navío
de la noche que lleva en su bogar
todas las luces encendidas:
¡el mar
singlado en órbitas celestes
ya!
Luis Franco
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Navegaciones
(frag- 1995-2001)
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Puede ser todo entero una lágrima de ángel
y la ciudad un hongo de almas agrupadas
en dureza de piedras, fatales monumentos
empapados de acecho marino.
Aquí nacerás a un tiempo de palabras iluminadas
en un sitio donde nadie es dueño de la luz
universos dibujados en las piedras marinas
y mares apenas gotas de sudor de los astros.
Aquí vendrás
a la orilla del océano mínimo
a despojarte de tu biografía
a desatar los lazos de tu sangre
las letras de tu carne rotulada.
Se vaciarán de golpe tus zapatos.
Y subirás como una pluma
y flotarás como una nube
y afinadas tus cuerdas vocales
se fundirán con el mar de la noche.
7
Otra vez escarabajos y estrellas
cristales desprendidos de las piedras del cielo.
Salgo a buscarlas al escenario de la noche
y encuentro flores distantes, ojos temblando.
Y despierto leo las sílabas heladas
que llueven con agujas y espumas,
mirada de primer hombre recostado con terror endovenoso
perplejo por los hogares perdidos.
En la noche salvaje
olemos el hermoso destierro
un rugido frío de viento sobre olas
y una aurora de seres arrullados
en un envoltorio de oscuridad y aire.
Atados a largos intestinos
y a las sogas azules de las venas
vemos los brillos blancos de las gaviotas de la noche
cruzar como papeles enigmáticos ligeros hacia el norte.
Como aplausos blancos de la creación,
como plegarias blandas.
Y se disuelven los nudos del cerebro
y viene un ángel a expulsar los demonios.
(dos poemas de mi poemario Navegaciones (1995-2001)
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Mito de la Vía láctea
Como muchas de las civilizaciones antiguas, los griegos fueron grandes astrónomos. Pasaban mucho tiempo estudiando el cielo, nombrando estrellas y constelaciones y relacionándolas con sus mitos- Así le adjudicaron a la diosa Hera, esposa de Zeus, la creación de la Vía Láctea, la galaxia del Sistema Solar y nuestro planeta. ¿Pero por qué se la nombró Vía Láctea?… El mito tiene dos versiones pero ambas están relacionadas con otro famoso personaje mitológico: Heracles. Zeus siempre tuvo muchas aventuras amorosas con otras divinidades y con mortales. Una de sus conquistas engañosas fue Alcmena, hija del rey Electrión de Micenas y esposa de Anfitrión. Zeus aprovechó que su esposo estaba ausente para tomar su forma y así unirse a Alcmena.
Cuando Anfitrión regresó, también pasó la noche con ella y, de esa forma, Alcmena quedó embarazada de ambos. De su unión con Zeus nació Heracles, y de Anfitrión, Ificles. Antes de nacer, ya el poderoso dios se sentía orgulloso de su hijo y hasta lo consideró su favorito, lo que despertó una gran ira y recelo en su esposa Hera, quien no soportaba que otra mujer (una simple mortal) fuera a dar a luz a un hijo de su esposo. Hera quiso complicar el nacimiento de Heracles, quien permaneció diez meses en el vientre de su madre. Cuando Heracles era aún un bebé, la enfurecida diosa le envió dos terribles serpientes para asesinarlo mientras dormía en su cuna, pero el niño, al ser un semidiós, estranguló una serpiente con cada mano gracias a su fuerza sobrenatural. Aún así, Heracles era mortal y sólo lograría la inmortalidad si mamaba del seno de Hera, lo cual era prácticamente imposible.
Aquí es donde aparecen las dos versiones sobre el origen de la Vía Láctea. La primera nos dice que el dios Hermes, mensajero de los dioses, llevó al niño a donde Hera mientras ella dormía y lo puso en su pecho para que se amamantara de su leche divina, pero al despertar y descubrir a Heracles, la diosa lo retiró bruscamente y la leche siguió manando, esparciéndose por el universo y dando origen así a la Vía Láctea.
La segunda versión cuenta que Hera y Atenea paseaban por el campo cuando vieron a un hermoso niño que descansaba sobre la fresca hierba. Enternecida, Atenea convenció a Hera de que lo amamantara y ésta accedió, sin saber que se trataba de Heracles. El niño chupó la leche con tanta fuerza que hirió a la diosa y esta lo apartó vigorosamente, mientras la leche siguió fluyendo hasta formar la Vía Láctea. Deriva del latín Via Lactea que, a su vez, es una traducción del griego Kyklos Galaktikos (“Círculo de Leche”). Esta banda luminosa que cruza el cielo nocturno (más brillante en el Hemisferio Sur que en el Hemisferio Norte), es en realidad la apariencia que nos presentan los miles de millones de estrellas que constituyen el disco de nuestra galaxia, vista desde el Sistema Solar.
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Vía láctea (fragmentos)
Arañas perros mares aquí abajo
lejos del chorro de la diosa madre
los tréboles lloran en los campos
nos agitamos en el fondo del mar.
Allá incluso el sonido se disuelve
acá un rumor de oleaje es agua eterna
y podredumbres y noches y bacterias
madre dispersa te unifican mis ojos.
Mis ojos peces y abismo y sal oscura.
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Sonoro océano del alma en sueños
agoniza un caracol que rescato nadando
y despierto ahogado de respiraciones últimas
y resuenan en mí los ecos de los ecos.
Un rastro de Dios circula por los techos
pisa suave las tejas y las chapas
mientras cae el rocío de la noche
miel de astros solitarios y lejos.
Manta invisible que me cierra los párpados.
*
Toneladas de truenos extinguidos
tiemblan en paz, encanecidas nubes,
titilan golondrinas en balcones de viento,
retumba el combate del vacío y los dioses.
Tan pequeñas entrañas siderales
acarrean torres y tambores, tomates
y toneles de moribundos versos.
Vuela la voz de pluma del poeta.
Y el cielo se hace mar, y mar el cielo.
*
Disuelta ya la madre en hojas lluvia
estrellas letras abismadas raíces
esparcida en largos labios de más ella
la eternizada la hermosa más amada.
Ahora es para siempre en leche y flores
jardín del cosmos tacto de mis manos
ola consumida en sangre aliento ido
respiración que cesa y suma al viento.
Polvo de amor en infinito océano.
*
Es una ola que sube, es otra ola,
y arriba puedo ver mi luz estrella
niebla opaca luce su mirada
y dura y perdura ya libre de vos.
Muerdo yo también y también muero
morir que llama antes del alba,
abre ventanas, se dirige al cielo
por la enramada limpia y lejanías.
Brillos, perlas de vos que duran siempre.
*
Luz sin objeto ahora, sombra en sí,
abajo aquí es el mar, astros de agua,
no saber qué hacer o cuándo o cada día,
algas nalgas, corazón de oleaje.
Siempre abajo, debajo de tu estela,
recostado en el mar, arena movediza,
la mente desmembrada, feliz, ausente, quieta,
respirando en el humus, en tierra muerta viva.
A punto de nacer, siempre en tu cielo.
*
Sube el destello, tu carne, tu silencio,
a la inscripción en la distancia fija
donde se hiela y muere la pregunta
y tu cuerpo ya es de arriba, brasa fría.
Brama la noche y el cortejo del mar
alza su espuma, lejos de tu sueño
y ya sos niña y te aman
y te vuelven al sol de cada día.
Brillo de los jardines, flores vivas.
*
Y afuera es un otoño en flor de astros
entre nubes, y aquí la flor marchita
entre pastos canta su agonía,
allá el alto silencio, el aura sola.
Canto yo por ella a voz en cuello
ranas que rozan ululan las palomas
pinos que anuncian nada ramas mudas
ronquido ronco del mar llega en la bruma.
En poca tierra toda, en un puñado.
(de mi Poemario Vía láctea, 2009)
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