La poesía, el mar y los ríos (II)

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Charla virtual del sábado 17 de mayo a las 18. Algo del ir y venir: la gran metáfora del río desde siempre. Lo que se va inexorablemente, corre, cambia, no se detiene. Ya desarrollamos muchos tópicos en la charla anterior del 12 de abril, pero nos habían quedado pendientes más matices: del cancionero especialmente y y un poema central de Juanele Ortiz: El Gualeguay. Por eso decidimos hacer una segunda parte. Fue una fiesta cantar tantas canciones..!

Libros sapienciales

De sol a sol labrando tierra tendrás tu pan
Todos los ríos van al mar
Pero éste nunca se llenará

Todos los ríos
Siempre volverán a donde salieron
Para comenzar a correr de nuevo
Lo que siempre fue lo mismo será
Lo que siempre hicieron repetirán

No olvidar lo que ves ya se ha visto ya
Tal vez un día lo sabrás
Todo tiene un tiempo bajo el sol

Porque habrá siempre
Tiempo de plantar y de cosechar
Tiempo de hablar, también de callar
Hay tiempo para guerra y tiempo de paz
Tiempo para el tiempo y un rato mas

Buenas y malas son cosas que vivo hoy
No es ésta tierra, no sueño color azul

¿No es quizás que no sé mirar?
¿Cuánto, cuánto hay a mi alrededor?
Más de lo que mis ojos pueden mirar
Y llegar a ver
Estas son razones que dicen que:

Sólo sé que sé querer
Y que tengo Dios y tengo fe
Y que doy amor y puedo ser

Sé que en algun lugar alguien me espera hoy
Se que ahora tengo yo alguien a quien buscar

¿No es quizás que ahora sé mirar?
¿Cuánto, cuánto hay a mi alrededor?
Más de lo que mis ojos pueden mirar
Y llegar a ver
Estas son razones que dicen que:

Sólo sé que sé querer
Y que tengo Dios y tengo fe
Y que doy amor y puedo ser

(de La biblia, versión de Vox Dei)

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Río abajo

Río abajo corre el agua
Rio abajo, rumbo al mar
Desde el puente veo el agua del río
Pasar y pasar

Miro abajo y rio
De verme pensar
Que yo soy el agua y tú
La ley de gravedad

La vida es larga y yo voy a seguir
Camino de tus brazos
Si el río corre, no puede más que ir
Río abajo
Río abajo

Río abajo, y vamos
Que la vida es un tobogán
Duele menos soltar la baranda y
Dejarse llevar
Dejarse llevar

Como el agua del río
Camino del mar
Y es que yo soy de hierro cuando tú
Eres un imán

El agua da rodeos y al fin termina
Siempre por abrirse paso
Vendrás, tarde o temprano hasta mí, yo sé
Yo soy tu mar y tú vas río abajo

Yo soy tu mar y tú vas río abajo
Yo soy tu mar y tú vas río abajo
Jorge Drexler

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Oración del remanso

Soy de la orilla brava del agua turbia y la correntada
Que baja hermosa por su barrosa profundidad
Soy un paisano serio, soy gente del remanso Valerio
Que es donde el cielo remonta el vuelo en el Paraná

Tengo el color del río y su misma voz en mi canto sigo
El agua mansa y su suave danza en el corazón
Pero a veces oscura va turbulenta en la ciega hondura
Y se hace brillo en este cuchillo de pescador

Cristo de las redes
No nos abandones
Y en los espineles
Déjanos tus dones

No pienses que nos perdiste, es que la pobreza nos pone tristes
La sangre tensa y uno no piensa más que en morir
Agua del río viejo, llévate pronto este canto lejos
Que está aclarando y vamos pescando para vivir

Llevo mi sombra alerta sobre la escama del agua abierta
Y en el reposo vertiginoso del espinel
Sueño que alzo la proa y subo a la luna en la canoa
Y allí descanso, hecha un remanso mi propia piel

Calma de mis dolores, ay, Cristo de los pescadores
Dile a mi amada que está apenada esperándome
Que ando pensando en ella mientras voy vadeando las estrellas
Que el río está bravo y estoy cansado para volver.

Jorge Fandermole

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Canción del jangadero

(Recitado)
Como otro palo más de la jangada
a la deriva pasa el jangadero
porque no sabe que el aserradero
se devora su sombra arrodillada.

Con el impulso de la correntada
río abajo se va dejando el cuero
en el bermejo viborón aviero

del agua por la luna alucinada.

Arriero de la sombra de la vida
por el camino que anda caminando
lleva la carne de la primavera

trafíca con la selva sometida
que como él va en silencio navegando

al destino final de la madera…

(Cantado)
Río abajo voy llevando la jangada
río abajo por el alto Paraná
es el peso de la sombra derrumbada
que buscando el horizonte bajará.

Río abajo, río abajo, río abajo
a flor de agua voy sangrando mi canción
en el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón.

Jangadero, jangadero
mi destino sobre el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero
con el anhelo del agua que se va.

Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá
voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la vida con el agua se me va.

Banda, banda, sol y luna, cielo y agua,
espejismo que no acaba de pasar
piel de barro, fabulosa lampalagua
me devora la pasión de navegar.

Jaime Dávalos-Eduardo Falú

**

Río Manso

Mirando correr el río
le dije casi en silencio
«vas a tener que andar mucho
para ganarle a mi sueño»
Y sobre la arena fresca
la cabeza dibujé
de una pasión imposible
que me escribía de Santa Fe.
Mira que cabeza loca
poner sus ojos en mí
yo que siempre ando de paso
no podré hacerte feliz,
olvídame te lo ruego,
yo soy como el Paraná
que sin detener su marcha
besa la playa y se va.

Una noche correntina,
de aquellas que no se igualan,
estaba la tosca arena
conversando con el agua.
Enero estaba fundiendo
sobre el río su calor
y junto al perfil querido
puse mi vena de verseador.
Mira que cabeza loca
poner sus ojos en mí
yo que siempre ando de paso
no podré hacerte feliz,
olvídame te lo ruego,
yo soy como el Paraná
que sin detener su marcha
besa la playa y se va.
Que sin detener su marcha
besa la playa y se va.

Cholo Aguirre

**

Río rebelde

Tiré tu pañuelo al río
Para mirarlo cómo se hundía
Era el último recuerdo
De tu cariño que yo tenía

Se fue yendo despacito
Como tu amor
Pero el río un día

A la playa al fin
Me lo volverá
Pero yo sé bien
Que nunca jamás
Podré ser feliz
Sin tus alegrías

Te recordaré
En mi soledad
En el nido aquel
Que quedo sin luz
Cuando comprendí
Que ya no eras mía

Cholo Aguirre

*

El Gualeguay

(fragmento; 1-24)

¿Qué dulce calor, allá

De la hondonada que dejara, cuándo? El mar,

Subió una nube de paloma?

O venía él

Con el hálito, gris y blanco, del mar?

Y qué viento, qué viento, vino al encuentro de la nube

Para una hija que cayera, pálida,

O con todo el día en sus cintillos

Cómo fue aquella lluvia:

De arpa ciega o de penumbra

O de juncos de vidrio que huían

O plantaba una hada brusca?

Y de qué mes, de cuál, sus cabellos o sus varas?

Y el cielo ya fluía, mate y traslúcido, del norte,

Oh, doble y grandemente, hijo primero de la sal

Y de otro amor con alas

O criatura de una verde pasión, más alta,

Y de distinto “élan” del aire,

Cuando perlara aquella cita

Sobre su sed cavada:

El Paraná y el Uruguay bajaban ya la lira

En una isla larga?

Si, de león o de ópalo, tal vez, el cielo ya fluía… 

Juanele Ortiz

*

POEMA RÍO MAYO 2025

13-04-25

Río procaz

     de aguas grises y plateadas

                   sin peces

                       sin orillas

                                sin horizontes hundidos en el mar               

Río seco como un alma despojada

                                                           sin cuerpo

              perdiendo sus espaldas

    donde urge la ciudad

A la arquitectura no le importa

                        Mide el cielo y no las aguas

             No las deja ser como la luna

                                    vidente en el misterio de la noche                  

La imaginación se suicida arrojando las terrazas

                                         y no quedan balcones del naufragio              

Sólo restos

                           de una ciudad ansiosa

                    triste

     y civilizada.

Adriana Scheniin

*

CHARCAR

Cruzar el charco,
charcar el cruce.
Atravesar el estuario, confluencia
de inmigrantes,
charcar la cuenca:
Cauce ocre
frontera
de agua;
dejar por un rato
los azules
para que el cielo
se hunda,
se amarrone
en un espejo
de mulatos.
Cruzar el charco,
charcar el cruce
y que el alma
se ponga sencillita
como comparsa
de lubolos,
o se apasione
como vos,
murga charrúa:
¡Novia Oriental
amante de febrero!

Cruzar el charco,
charcar el cruce.
Celebrar
mestizajes,
comer un pan de pita
en un tablado,
enamorarse
en el teatro de verano.
¡Corazón de mate
y de timbales!
Tamboriles,
el termo bajo el brazo
y un candombe
en el cuore.

Cruzar el charco,
charcar el cruce.

Graciela Vergeel

*

Es Otoño, muchachos…

Es Otoño, muchachos. Salid
a caminar.
Otoño en
su momento inicial, más hermoso.
¿No os engañará
este azul casi alegre?
¿Alegre?
¿La profundidad tiene alguna vez alegría?

¿No os engañará este verde joyante por momentos?
¿O esta invitación alada de la tarde?
No, una honda presencia deshace las azules sombras
y apaga la alegría
del campo
—un luminoso, puro sueño que tiembla-.

¿Cómo, y la tarde no se corona de flores
como de un fuego quieto de ángeles guardianes?

Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño, del otoño,
violento o suave casi como un suspiro,
una enfermiza alma
de qué oscuros reinos
que revela en las cosas
un herido pensamiento
de sorprendidas criaturas.

El viento,
niño fúnebre que juega con las últimas ilusiones del cielo
hasta darle una aguda limpieza
de extraña agua final.

El viento, muchachos, el viento infinito.

Juanele Ortiz

*

Viejo río de mi vida

Que me diste a probar de tu agua santa.

Matizada de verdes reflejos y cristales.

Agua que aún saboreo

y su regusto perfuma mi boca seca.

Río del amor más dulce

De aquella temprana orilla

Salpicada de musgo y de secretos.

Ay río, en qué torrentes cálidos me hundiste,

Qué dulzor en tu orilla.

Me detendré siempre

En tu cauce bendito

Y en cada recodo

Honraré la clara

Pureza

De tus aguas.

Sé que ha llovido mucho.

Y que ese inusitado caudal inundó y desbordó los cauces. Quiero decir, comprendo el desborde, y esa imposible tarea de mantenerse a flote.

También llovió mucho en mi río, las orillas quedaron borradas, las vi crecer y decrecer en un juego infinito de subidas y bajadas.

No podemos huir, sólo dejarnos inundar, y rogar que esa voluble marea

lave y nos deje,  mansa a veces y otras salvaje,

 Un residuo de esperanza.

Patricia Zaldívar

*

Delta

Vengo de un río donde las aguas bajan turbias

y parecería que ni se movieran

es un légamo infestado de tarariras, lampalaguas

caimanes de ojos dorados

y en las orillas

pecio

por la fuerza

los amores se deshacen en ese agua barrosa

pútrida

se los traga la corriente

los brazos del río cuando llegan al delta

para respirar gimen, sollozan

se atragantan con los muertos

sin calificativos

sin aspavientos

el agua no es sensata ni insensata

el cariño y los detritus corren idéntica fortuna

se atoran y consumen en los ríos

los mismos gusanos corrompen las plantas, los animales y la gente

nada está hecho para durar, para quedarse, ni siquiera el mundo

no te apures
vos tranquila.

Luisa Futoransky

*

Un río

En Madurai,
ciudad de templos y poetas,
que cantaban sobre ciudades y templos,
cada verano
un río se seca hasta convertirse en un hilo
de arena,
dejando al descubierto las costillas de arena,
la paja y el cabello de las mujeres
obstruyendo las compuertas
en los barrotes oxidados
bajo los puentes con parches
de reparación por todas partes;
las piedras mojadas brillan como
cocodrilos soñolientos, las secas como
búfalos de agua afeitados que descansan al sol
. Los poetas solo cantaron sobre las inundaciones.

Él estuvo allí un día
cuando tuvieron las inundaciones.
La gente en todas partes hablaba
de los centímetros que subían,
del número preciso de escalones empedrados
que el agua cubría, elevándose
sobre los balnearios,
y de cómo se llevó tres casas de la aldea,
una mujer embarazada
y un par de vacas
llamadas Gopi y Brinda, como de costumbre.

Los nuevos poetas aún citaban
a los viejos poetas, pero nadie habló
en verso
de la mujer embarazada
ahogada, quizás con gemelos dentro,
pateando las paredes desnudas
incluso antes de dar a luz.

Dijo:
el río tiene agua suficiente
para ser poético
sólo una vez al año
y luego
se lleva
en la primera media hora
tres casas de la aldea,
un par de vacas
llamadas Gopi y Brinda
y una mujer embarazada
que espera gemelos idénticos
sin lunares en sus cuerpos,
con pañales de diferente color
para distinguirlos.

K. Ramanujan

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