La poesía y el arte de nadar

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Comparto los textos del sábado 15…

Notas: 1) leí al principio fragmentos de la copla X, de mi libro Coplas de orilla, porque es muy extensa, pero para la lectura la copio en su totalidad; 2) hice una referencia al canto V de la Odisea. Transcribo fragmentos de la parte final; 3) Graciela García, hermana gemela de Mónica (fallecida en 2015), nos envió el poema Oleajes como celebración del cumpleaños de ambas y en memoria de Mónica, quien fuera puntal importantísimo en las charlas de poesía y destacada Directora de los Museos; 4) La participación de Omar Mangieri y Mayco Pinazo, guardavidas en actividad de larga trayectoria en Villa Gesell, fue principalmente oral porque contaron sus experiencias de nado y conexión con el mar, de modo que solo queda el registro de algún video. Luego leyeron el poema El Nadador de Héctor Viel Témperley, cuya lectura fue parte de la película La boya, en una ceremonia con guardavidas que condujo Mayco. Ambos hombres de mar homenajearon al maestro Marcelo Ojeda, cuyas cenizas fueron llevadas al mar el viernes 14. 5) El papiro egipcio sobre el nadador amante fue aportado y leído por el profesor Diego Frachtenberg. 6) Hernán Mlynarcewicz comentó la pintura de La tumba del nadador, de Paesum, Italia, y leyó y tradujo del italiano un fragmento del libro de Lauretta Colonelli; 7) Alicia Benítez, Amalia Forte Mármol y Diego Pérez leyeron poemas de Leo Baldo, nadador y poeta residente en 25 de Mayo, Provincia de Bs. As., activo participante de las charlas de la poesía y el mar por zoom durante la cuarentena de 2020.

**

Coplas de orilla

X

(Lamenta la muerte del hermano de un amigo. Nada en el mar mientras atardece)

Así es como ocurre con las hojas de los árboles con los pájaros con todo

lo viviente qué decir decía preguntaba frente a un cuerpo que se queda quieto

y se enfría repentinamente ayer era piel y movimiento gestos luminosidad

dolor incertidumbre belleza asombro y ya está en tierra en aire en un primer

olvido anoche traían el  tibio sangrante de un hijo quién lo había herido

en el cuello quién por qué ahí estaba luego de una larga velada

fuertemente emotiva entristecida preguntadora de esas insondables fue

a la noche de eso en su sueño evidente en el que caía goteando ese llanto

esa congoja uno se pregunta más tarde sueña y al despertar una lagaña

te calcina un rato durante su esplendor este cerebro o el hígado y ya

está pasó sana sana colita de rana y es indudablemente bellísimo

vivir pero pero pero siempre baja esa gota negra uno o el vecino algún

amigo allí éramos dos chabones ya grandecitos y era la pregunta la misma

más o menos dónde cómo cuánto tiempo te pega el lugar vacío el ausente

donde había una configuración muy precisa oh milagro de bocas sonidos brazos

abrazos una corriente cierta de cariño amor calor cómo cómo cómo sucede sí

como las ramas las flores los todo tipo de animales sucede de un

modo u otro en ese lento morir de ella anciana cáscara donde era fruto

o de un golpe de viento que marchita todo eso que era calor vivo intensidad

árbol de guerrero que tiembla todavía estertores en un charco de sangre sobre

el campo de batalla o una cama despedida donde hubo semen pasión

yo veía con asombro parecido la formación fugaz de las nubes hacia

el oeste serían las seis de la tarde en el sur temibles grises

el oleaje ya cantaba con voz ronca respiraba a grandes bocanadas de agua

se notaba porque la cuna del mar se mecía con amplios movimientos

dije zarpazos en cámara lenta sentía uno yo ahí la palma de esa mano

el vaivén y con cada brazada salía una bomba de luz entre montañas

todo el cúmulo hacia el oeste era blanco espumoso volcánico arrebatado

por los últimos fulgores del sol los más intensos agónicos adioses

mientras llegaba parecía llegar un ejército de negros caballos del sudeste

y  no podría creerse tal vez pero allá iba yo hacia la tormenta

con mis brazos de cincuenta y cinco años cada uno la abuela cósmica

whitmaniana movía lentamente gigantesca esa cunita pacífica

por el momento esperaba indudable el fin de esa pachorra

ese discurrir sereno se venía se venía con un ritmo regular viajaba yo

subido a una música de venas latidos de espíritu respiraciones So

Jam y allí sorprendentemente se me daba el cielo iluminado qué digo

una ebullición delirante flotante entre los edificios magnífico de

ver cambiaba a cada So en cada Jam sutil y levemente cambiaba

una uña ardía una pestaña imperceptible aunque yo lo percibía chorreaba

el agua entre mi pelo mis labios sabor entre dientes era pez veía todo verde

alga protegida por mis anteojos de mar nivelaba la temperatura de mis

extremidades mi pequeño universo bajo los poros todos cada uno hacía

su parte concentrados armónicos lo que dure será el tiempo ya pasaron dos

cientos metros mucho tramo de mar poco casi nada en la medida del océano

capitán suficiente rápido se desvanecen esos montes pierde vigor el sol

su despedida cae cae cae la sombra ya tiene tomada una cara del cielo

donde hubo luz brillante algodón espuma espesa burbujeante silencio

esto es un siniestro metal frío colgando cielo tan pronto el calor

se va el color la asfixia se disuelve entre los dedos de la noche

tritura tritura tritura toda forma mi respiración ahora durará un

poco más qué bueno me olvido de quién fui quién seré entro a salir

encaro en diagonal hacia la orilla la rompiente está lejos espera que

la oscura la del cielo rugiente se desate por el sur bestia cascada vientos

mido la salida las brazadas So Jam So Jam So Jam soy un pez

en lo verde se asoman a mis antiparras simpáticos pejerreyes sonríen

son los más amigables andan más bien por arriba las lisas te enloquecen

tubos de carne alborotada en infinitos cardúmenes misiles me rozan

se dispersan a mi paso soy mendigo rey de la creación sin escamas

de mente prodigiosa inventé unos ojos submarinos envidio el

deslizamiento de las focas qué duro trance ahora alcanzar la costa

hermosa Ino Leucotea me sobrevuela se acerca quiere decir algo yo no

entiendo eso era antes ahora hemos perdido el oído el sentido

ni siquiera estas diosas aves blancas pueden ayudarnos no te preocupes

me sacaré el peso de mis ropas saldré a la orilla y me arroparé entre

tamariscos soy una semilla de fuego no habrá muerte todavía esperaré

a que todo gire y vuelva y me despierte la dulce voz enamorada

de Nausicaa esta vez me quedaré con ella ya me echaron de casa

no sé voy a pensarlo pensarlo pensarlo o mejor será lo que me dicte

el corazón cuando me despierte despierta corazón el tiempo pasó

vuelven a vos los vivos congelados de un golpe de repente el fantasma

parece ser eso que vuelve donde estaba ese cuerpo antes labios dientes lengua

voces articuladas afecto abrazo cálido estar con otro náufrago también

pero de uno esa familiaridad amistad estar juntos en el mundo

mientras dura ya no está igual retornan también aquellos que continúan secos

hundidos en la vejez sin sangre casi sin voz sin pensamientos sin ver ni oír

qué inútil mantenerse ay ay preferiría morir no sé cuando salga nadando

veré ya camino sobre el banco de arena el aire se detuvo anuncia

que los corceles pálidos al fin están llegando nos da tiempo sabio

para protegernos toalla buzo ir derecho a casita todavía entero

vivo nos bajamos una botella de tinto y queríamos más para que

los  muertos que evocábamos pudieran volver renacer con vino en

las venas a saludarnos a decirnos nos fuimos prematuramente por

tal o cual razón los dejamos solos pero todo seguirá tras las nubes tras

la helada tormenta repentina galopa yo que sé tomamos otra

no está bien es suficiente volvamos a casita esperemos así igual ocurre

en la naturaleza vuelven las hojas verdes donde cayeron secas las

muertas el viento las mece incluso en la muerte las cuida se las lleva

a un cielo invisible indivisible molino de amor eterno quiero

decir quisiera digo para decir algo decirme que la respiración So

Jam So Jam So Jam las brazadas seguirán en algún otro océano in

terminable sin orillas sin rompientes sin anteojos de mar. 

Aníbal Zaldívar: Coplas de orilla (2015). Poema completo.

**

La Odisea

(fragmentos del Canto V)

(…)

“Pero lo vio Ino Leucotea, la de hermosos tobillos, la hija de Cadmo que antes era mortal dotada de voz, mas ahora participaba del honor de los dioses en el fondo del mar. Compadecióse de Odiseo, que sufría pesares a la deriva, y emergió volando del mar semejante a una gaviota; se sentó sobre la balsa y le dijo: «¡Desgraciado! ¿Por qué tan acerbamente se ha encolerizado contigo Poseidón, el que sacude la tierra, para sembrarte tantos males? No te destruirá por mucho que lo desee. Conque obra del modo siguiente, pues paréceme que eres discreto: quítate esos vestidos, deja que la balsa sea arrastrada por los vientos, y trata de alcanzar nadando la tierra de los feacios, donde es tu destino que te salves. Toma, extiende este velo inmortal bajo tu pecho, y no temas padecer ni morir. Mas cuando alcances con tus manos tierra firme, suéltalo enseguida y arrójalo al ponto rojo como el vino, muy lejos de tierra, y apártate lejos.» Cuando hubo hablado así la diosa, le dió el velo, y con presteza se sumergió en el alborotado ponto, semejante a una gaviota, y una negra ola la ocultó. El divino Odiseo, el sufridor, dio en cavilar y habló irritado a su magnánimo corazón: «¡Ay de mí! ¡No vaya a ser que alguno de los inmortales urde contra mí una trampa, cuando me ordena abandonar la balsa! Mas no obedeceré, que yo vi a lo lejos con mis propios ojos la tierra donde me dijo que tendría asilo. Más bien, pues me parece mejor, obraré así: mientras los maderos sigan unidos por las ligazones permaneceré aquí y aguantaré sufriendo males, pero una vez que las olas desencajen la balsa me pondré a nadar, pues no se me alcanza prevision mejor.» Mientras esto agitaba en su mente, y en su corazón, Poseidon, el que sacude la tierra, levantó una gran ola, terrible y penosa, abovedada, y lo arrastró. Como el impetuoso viento agita un montón de pajas secas que dispersa acá y allá, así dispersó los grandes maderos de la balsa. Pero Odiseo montó en un madero como si cabalgase sobre potro de carrera y se quitó los vestidos que le había dado la divina Calipso. Y al punto extendió el velo por su pecho y púsose boca abajo en el mar, extendidos los brazos, ansioso de nadar.

(…)

“Así que anduvo éste a la deriva durante dos noches y dos días por las sólidas olas, y muchas veces su corazón presintió la muerte. Pero cuando Eos, de lindas trenzas, completó el tercer día, cesó el viento y se hizo la calma, y Odiseo vio cerca la tierra oteando agudamente desde lo alto de una gran ola. Como cuando parece agradable a los hijos la vida de un padre que yace enfermo entre grandes dolores, consumiéndose durante mucho tiempo, pues le acomete un horrible demón y los dioses le libran felizmente del mal, así de agradable le parecieron a Odiseo la tierra y el bosque, y nadaba apresurándose por poner los pies en tierra firme. Pero cuando estaba a tal distancia que se le habría oído al gritar, sintió el estrépito del mar en las rocas. Grandes olas rugían estrepitosamente al romperse con estruendo contra tierra firme, y todo se cubría de espuma marina, pues no había puertos, refugios de las naves, ni ensenadas, sino acantilados, rocas y escollos. Entonces se aflojaron las rodillas y el corazón de Odiseo y decía afligido a su magnánimo corazón: «¡Ay de mí! Después que Zeus me ha concedido inesperadamente ver tierra y he terminado de surcar este abismo, no encuentro por dónde salir del canoso mar. Afuera las rocas son puntiagudas, y alrededor las olas se levantan estrepitosamente, y la roca se yergue lisa y el mar es profundo en la orilla, sin que sea posible poner allí los pies y escapar del mal. Temo que al salir me arrebate una gran ola y me lance contra pétrea roca, y mi esfuerzo sería inútil. Y si sigo nadando más allá por si encuentro una playa donde rompe el mar oblicuamente o un puerto marino, temo que la tempestad me arrebate de nuevo y me lleve al ponto rico en peces mientras yo gimo profundamente, o una divinidad lance contra mí un gran monstruo marino de los que cría a miles la ilustre Anfitrite. Pues sé que el ilustre, el que sacude la tierra, está irritado conmigo.» Mientras meditaba esto en su mente y en su corazón, lo arrastró una gran ola contra la escarpada orilla, y allí se habría desgarrado la piel y roto los huesos si Atenea, la diosa de ojos brillantes, no le hubiese inspirado a su ánimo lo siguiente: lanzóse, asió la roca con ambas manos y se mantuvo en ella gimiendo hasta que pasó una gran ola. De este modo consiguió evitarla, pero al refluir ésta lo golpeó cuando se apresuraba y lo lanzó a lo lejos en el ponto. Como cuando al sacar a un pulpo de su escondrijo se pegan infinitas piedrecitas a sus tentáculos, así se desgarró en la roca la piel de sus robustas manos. Luego lo cubrió una gran ola, y allí habría muerto el desgraciado Odiseo contra lo dispuesto por el destino si Atenea, la diosa de ojos brillantes, no le hubiera inspirado sensatez. Así que emergiendo del oleaje que rugía en dirección a la costa, nadó dando cara a la tierra por si encontraba orillas batidas por las olas o puertos de mar. Y cuando llegó nadando a la boca de un río de hermosa corriente, aquél le pareció el mejor lugar, libre de piedras y al abrigo del viento. Y al advertir que fluía le suplicó en su ánimo: «Escucha, soberano, quienquiera que seas; llego a ti, muy deseado, huyendo del ponto y de las amenazas de Poseidón. Incluso los dioses inmortales respetan al hombre que llega errante como yo llego ahora a tu corriente y a tus rodillas después de sufrir mucho. Compadécete, soberano, puesto que me precio de ser tu suplicante.» Así dijo; hizo éste cesar al punto su corriente, retirando las olas, e hizo la calma delante de él, llevándolo salvo a la misma desembocadura. Y dobló Odiseo ambas rodillas y los robustos brazos, pues su corazón estaba sometido por el mar. Tenía todo el cuerpo hinchado, y de su boca y nariz fluía mucho agua salada: así que cayó sin aliento y sin voz y le sobrevino un terrible cansancio. Mas cuando respiró y se recuperó su ánimo, desató el velo de la diosa y lo echó al río que fluye hacia el mar, y al punto se lo llevó una gran ola con la corriente y luego la recibió Ino en sus manos. Alejóse del río, se echó delante de una junquera y besó la fértil tierra”

*

El río y los amantes

El amor de mi hermana está sobre aquella orilla

(pero) el río consume mis miembros.

Ya que las aguas son poderosas en el tiempo (de la inundación)

Y el cocodrilo se tiende sobre el banco de arena.

Pero me lanzo al agua, atravieso las olas

Mi corazón es poderoso en la corriente.

Y me he dado cuenta de que el cocodrilo es como un ratón

Y la superficie del agua como suelo para mis pies.

Es su amor el que me vuelve así de fuerte

Hizo para mí un conjuro acuático,

Mientras que yo el amor de mi corazón

Veo justamente ante mí.

(texto de un papiro egipcio datado hace 3500 años)

**

El Oleaje

Me encanta

me cautiva

me enamora.

El oleaje

me despide

cada noche

con su ritmo

desparejo

aleatorio

indefinido.

Es incesante

Indescriptible

Rumoroso

calmo o

desbocado

a veces suave

y a veces

tan furioso

que parece

que todos los dioses que convoca

se despiertan y nos niegan

el remanso.

Graciela García (escrito una noche de verano, frente al mar).

*

El  Nadador

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.

Soy el hombre que quiere ser aguada

para beber tus lluvias

con la piel de su pecho.

Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo

para tus lluvias mansas,

para tus fuertes lluvias,

para todas tus aguas.

Las aguas como lonjas de una piel infinita,

las aguas libres y las de los lagos,

que no son más que cielos arrastrados

por tus caídos ángeles.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.

Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas

aguas de los arroyos

se sostiene vibrante,

como en medio del aire.

Mi cuerpo que se hunde

en transparentes ríos

y va soltando en ellos

su aliento, lentamente,

dándoselo a aspirar

a la corriente.

Soy el nadador, Señor, el hombre que nada

hasta las lluvias

de su infancia,

que a las tardes crecían

entre sus piernas salpicadas

como alto y limpio pajonal que aislaba

las casonas

y desde sus paredes

celestes se ensanchaba.

Soy el nadador, Señor, el hombre que nada

por la memoria de las aguas

hasta donde su pecho

recuerda las pisadas,

como marcas de luz, de tus sandalias.

Y recuerda los días cuando el cielo

rodaba hasta los ríos como un viento

y hacía el agua tan azul que el hombre

entraba en ella y respiraba.

Soy el hombre que nada hasta los cielos

con sus largas miradas.

Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.

Gracias doy a tus aguas porque en ellas

mis brazos todavía

hacen ruido de alas.

Héctor Viel Temperley

**

Poemas de Leo Baldo, con lecturas de Alicia Benítez, Amalia Forte Mármol y Daniel Pérez

Braceada/Brazada

A veces no sé por qué

ni cómo

pero me pasa

que me quito el pesado abrigo

y entro en ella

está fría

no me obligo

no hay dialéctica

mandato de ambas partes

es que no sé por qué

pero me pasa que nado

avanzo

Me adentro, adentro mío

y me olvido

cadencia

braceada/ brazada

como usted quiera decirle

a esa acción de discurrir en líquido

que está a tres grados

que resulta imperativo

a veces no sé por qué

mi cuerpo

mojado

profundo

se eleva

pero sé bien

y

sabés bien

que lo llevás

llevamos

levita

junto a un manifiesto desconocido

que se presenta complaciente

revulsivo

que trasciende en cada respiración

en cada exhalación

Aire negro largamos

¿será que el órgano principal de la natación en aguas frías es el alma?

¿será que la registramos, pero no podemos enunciarla arbitrariamente?

ante esa ola

siempre

soledad acompañada

otra

y no es un juego de palabras

ahora terminé

terminamos

nuestros cuerpos fueron derivados por el papel

estamos en tierra

costumbre racional que nos obligará

tal vez mañana

o pasado

¿quién sabe?

a perdernos

para encontrarnos

por un rato

en nuestro compartido horizonte de sentido

donde algún registro de duda

siempre

nos impulsa

*

Eso

Como memoria de sal

y con gusto ostroso

mejilloso

sere/mos

pronto

flotantes

cuerpos

deseantes

nadantes

atravesando

el oleo/so

marino

que nos pincela de origen

*

Carcajada de mejillón

Luego de la hora sin sombra,

Entro al mar

pletórico de sal azul

avanzo cabeza en alto

buscando la escollera norte

detrás de las ondulantes olas

que tapan el punto de referencia del nadador de aguas abiertas

Revisar brazada

Sincronizar respiración

Leer todo ese infinito texto del supremo misterioso que separa continentes.

3000 metros se cumplen.

Volver. Caminar por la playa con sonrisa permanente y no obligada. No solo la boca, los ojos también.

El mar también es humor.

Carcajada de mejillón.

Pasa el día.

Blando y laxo cuerpo,

tendido sobre la cama

Debería descansar, me digo sin que flote la idea

Pero el océano me recorre mientras escribo esto después de no dar con una película que me desvíe de esa necesidad de investigarse/ investigarnos mientras el pulso de sus olas permanece en mi pie derecho, en mi brazo izquierdo. En mi corazón arrítmico, cambiante, como él.

Entrar al mar por la noche

,es mi deseo.

Magnético noctambulismo nos une a los dos

Una almohada detrás de la rompiente

*

Nadarse

Alguien nada

para nadarse

a su derecha

en el respiro

un barco

su babor

Solamente

-un objeto que avanza-

interpreta

ve marineros multiplicados

, como en serie identifican lo que hacen

ve al grumete sumiso que aprende

todos desean encontrar el amor en el puerto al que van

mientras desde arriba miran, solo miran, el río

ni siquiera reciben gotas

Alguien sigue

nada para nadarse

mientras asequible percibe

la costa imposible

la ciudad que parecía invisible

Y se detiene

abre sus manos

llama a sus guías

que lo cuidan en lo líquido

y se fusiona en ola

ya es sentido

lo deseaba

Su short

boya….

boya sobre el cauce.

**

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