Primera charla de La poesía y el mar del ciclo del verano 2025. Sobre fragmentos del capítulo III del Ulises de James Joyce, se fueron desgranando poemas de diversos autores. Copio a continuación los textos que leímos, con un profundo agradecimiento al equipo del Chalet de don Carlos y los museos del Pinar del norte, conducidos por Cecilia Bosisio. Y a los amigos/amigas que con sus sentidas lecturas dieron intensidad y emoción a los magníficos poemas.
Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
La marea
“Se había acercado más y más al mar y la arena húmeda abofeteaba sus botas (…) La marea me sigue. Puedo observarla cómo crece pasándome (…) Estas arenas pesadas son el lenguaje que el viento y la marea han infiltrado aquí (…) A través de las arenas de todo el mundo, seguida hacia el oeste por la espada llameante del sol, emigrando hacia tierras crepusculares. Ella marcha agobiada, schleppea, remolca, arrastra, trascina su carga. Una marca hacia el oeste, selenearrastrada, en su estela. Mareas, dentro de ella, miriadinsulada, sangre no mía, oinopa pontos, un mar vino oscuro. He aquí la criada de la luna”.
Poema: Alta Marea, de Enrique Molina
Cuando un hombre y una mujer que se han amado
se separan
se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del
orgullo
la errónea maravilla de sus noches de amor
las constelaciones pasionales
los arrebatos de su indómito viaje sus risas a través de las
piedras sus plegarias y cóleras
sus dramas de secretas injurias enterradas
sus maquinaciones perversas las cacerías y disputas
el oscuro relámpago humano que aprisionó un instante el
furor de sus cuerpos con el lazo fulmíneo de las antípodas los lechos a la deriva en el oleaje de gasa de los sueños
la mirada de pulpo de la memoria
los estremecimientos de una vieja leyenda cubierta de
pronto con la palidez de la tristeza y todos los gestos del
abandono
dos o tres libros y una camisa en una maleta
llueve y el tren desliza un espejo frenético por los rieles de
la tormenta
el hotel da al mar
tanto sitio ilusorio tanto lugar de no llegar nunca
tanto trajín de gentes circulando con objetos inútiles o
enfundadas en ropas polvorientas
pasan cementerios de pájaros
cabezas actitudes montañas alcoholes y contrabandos
informes
cada noche cuando te desvestías
la sombra de tu cuerpo desnudo crecía sobre los muros
hasta el techo
los enormes roperos crujían en las habitaciones inundadas puertas desconocidas rostros vírgenes
los desastres imprecisos los deslumbramientos de la aventura siempre a punto de partir
siempre esperando el desenlace
la cabeza sobre el tajo
el corazón hechizado por la amenaza tantálica del mundo
Y ese reguero de sangre
un continente sumergido en cuya boca aún hierve la
espuma de los días indefensos bajo el soplo del sol
el nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de
lentejuelas insaciables
esos labios besados en otro país en otra raza en otro planeta
en otro cielo en otro infierno
regresaba en un barco
una ciudad se aproximaba a la borda con su peso de sal
como un enorme galápago
todavía las alucinaciones del puente y el sufrimiento del
trabajo marítimo con el desplomado trono de las olas
y el árbol de la hélice que pasaba justamente bajo mi
cucheta
este es el mundo desmedido el mundo sin reemplazo el
mundo desesperado como una fiesta en su huracán de
estrellas
pero no hay piedad para mí
ni el sol ni el mar ni la loca pocilga de los puertos
ni la sabiduría de la noche a la que oigo cantar por la
boca de las aguas y de los campos con las violencias
de este planeta que nos pertenece y se nos escapa
entonces tú estabas al final
esperando en el muelle mientras el viento me devolvía
a tus brazos como un pájaro
en la proa lanzaron el cordel con la bola de plomo
en la punta y el cabo de Manila fue recogido
todo termina
los viajes y el amor
nada termina
ni viajes ni amor ni olvido ni avidez
todo despierta nuevamente con la tensión mortal de la
bestia que acecha en el sol de su instinto
todo vuelve a su crimen como un alma encadenada a su
dicha y a sus muertos
todo fulgura como un guijarro de Dios sobre la playa
unos labios lavados por el diluvio
y queda atrás
el halo de la lámpara el dormitorio arrasado por la
vehemencia del verano y el remolino de las hojas sobre las
sábanas vacías
y una vez más una zarpa de fuego se apoya en el corazón
de su presa
en este Nuevo Mundo confuso abierto en todas direcciones donde la furia y la pasión se mezclan al polen del Paraíso
y otra vez la tierra despliega sus alas y arde de sed
intacta y sin raíces
cuando un hombre y una mujer se han amado
se separan.
*
Poema: A Teóxeno de Ténedo de Píndaro
Hay un tiempo para recolectar amores,
corazón mío, cuando acompaña la edad:
pero aquel que al contemplar los rayos
rutilantes que brotan de los ojos de Teóxeno
no siente el oleaje del deseo, de acero
o de hierro tiene forjado su negro corazón
con fría llama y, perdido el aprecio
de Afrodita, la de vivaz mirada,
o violentas fatigas padece por la riqueza,
o se deja arrastrar por la femenina osadía
esclavo de todos sus (…) vaivenes.
Más yo me derrito como cera de sagradas abejas
por el calor mordida en cuanto pongo mis ojos
en los lozanos miembros de adolescentes mozos.
¡Era cierto que también en Ténedo
Persuasión y Donosura tenían su sede
en el hijo de Hagesilao!
(*) Según la leyenda Teóxeno fue el último amor efébico de Píndaro, y la persona en cuyos brazos falleció el poeta.
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Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
Olas
“Las olas retozaban alrededor de él, aires mordaces y ansiosos. Ellas vienen: olas. Los caballos marinos de blancas crines, tascando sus frenos con brillantes riendas de viento”.
Texto: Las olas, novela de Virginia Woolf (fragmentos)
II
“…mis ojos lanzan selváticas miradas y mantengo los labios prietamente cerrados. El pájaro vuela. La flor baila. Pero oigo siempre el sordo sonido de las olas, y la bestia encadenada patea en la playa. Patea y patea”.
III
“Las olas rompían y deslizaban rápidamente sus aguas sobre la arena. Una tras otras se alzaban y caían. El agua pulverizada saltaba hacia atrás impulsada por la fuerza de la caída. Las olas eran de un profundo azul, con la sola excepción del dibujo de la sembrada de diamantes en sus lomos, que se contraían y distendían como los musculosos lomos de grandes caballos al avanzar. Las olas caían. Se retiraban y volvían a caer, con el sordo sonido del patear de una gran bestia”.
IV
“Un pájaro gorjea. Los campesinos encienden las tempranas velas. Sí, es la eterna renovación, el incesante alzarse y caer, caer y alzarse otra vez.
Y también en mí se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mí, como el altivo caballo cuando el jinete plica espuelas y después lo refrena con la brida”.
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Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
Olas/Perro
“El perro de ellos ambuló alrededor de un banco de arena en disminución, trotando, oliendo por todos lados. Buscando algo perdido en una vida anterior. De pronto se largó a brincos, con las orejas echadas atrás como una liebre, persiguiendo la sombra de una gaviota que volaba bajo. El silbido agudo del hombre golpeó sus orejas flexibles. Se volvió, brincó de vuelta, se acercó, trotó sobre inquietas patas. Sobre un fondo naranja un ciervo saltarín, tranquilo, digno. Al llegar a la orla de encaje de la marea se detuvo con las patas delanteras tiesas, las orejas aguzadas en dirección al mar. Con su hocico levantado ladró al ruido de las olas, rebaños de morsas marinas. Ellas serpenteaban hacia sus patas. Enrocándose, desdoblando crestas sobre crestas, rompiéndose cada novena, chapoteando, desde lejos, desde más lejos, olas y olas”
*
Poemas: de mi libro Deshojamiento (2019)
El deseo de correr
empuja al perro
tras las gaviotas.
Sabe que no las va a alcanzar
pero corre y
ya de noche
no ve si están realmente
pero las imagina y corre
tanto o más intensamente
que cuando las veía.
*
Cuando me hice perro renací
salí del mar
respiré el agua dulce
vi el presente en círculos
perfecto
y la muerte no estaba.
**
Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
Olas/Lenguaje/discurso
“Escuchar: un cuatro-palabras olasdiscurso: seesu, jrss, rsseeiss uuos. Vehemente aliento de las aguas entre serpientes marinas, caballos encabritados, rocas. En tazas de roca se derrama: aletea, vierte, golpetea: clop, slop, slas, embalado en barrilas. Y, agotado, su discurso cesa. Fluye en murmullo…”
*
Poemas: Desde la cuna que sin fin se mece, de Walt Whitman (fragmento)
VII
Entonces el mar me respondió,
Sin demora, sin prisa.
Me susurró toda la noche, y muy claramente antes del alba,
La grave y silenciosa palabra muerte,
Y de nuevo muerte, muerte, muerte, muerte,
Musitando melodioso, no como el pájaro ni como mi agitado corazón de niño,
Sino acercándose a mí como en una confidencia, deslizándose hasta mis pies,
Subiendo con firmeza a mis oídos y bañándome entero suavemente,
Muerte, muerte, muerte, muerte, muerte.
VIII
Palabra ésta que no olvido,
Pero el canto de mi sombrío demonio y hermano,
Que él me cantara a la luz de la luna en las grises arenas de Paumanok,
Lo sumo a los mil cantos que en respuesta, errantes,
Despertaron en mí desde aquel día,
Y con ellos la clave, la palabra surgida de las olas,
La palabra del canto más dulce y de todos los cantos,
Esa palabra sonora y deliciosa que, deslizándose hasta mis pies,
(O como una anciana envuelta en livianos ropajes que se inclina sobre la cuna y la mece)
Me susurró el mar.
*
Como a la mar, los besos, de Vicente Alexaindre
No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.
Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.
Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.
Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.
*
Poema: Se escucha de nuevo el mar, de Salvatore Quasimodo
Salvatore Quasimodo S’ODE ANCORA IL MARE Già da più notti s’ode ancora il mare, lieve, su e giù, lungo le sabbie lisce. Eco d’una voce chiusa nella mente che risale dal tempo; ed anche questo lamento assiduo di gabbiani: forse d’uccelli delle torri, che l’aprile sospinge verso la pianura. Già m’eri vicina tu con quella voce; ed io vorrei che pure a te venisse, ora, di me un’eco di memoria, come quel buio murmure di mare. | |
*
Desde hace muchas noches se oye de nuevo el mar,
leve, arriba y abajo, sobre la arena lisa.
Eco de una voz encerrada en la mente
que resurge del tiempo; y también este
lamento asiduo de gaviotas, o
pájaros de las torres, que abril
empuja hacia la llanura. Ya
estabas junto a mí con esa voz;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, de mí un eco de memoria,
como ese oscuro murmurar del mar.
*
Poemas: Todo el día escucho el ruido de las aguas, de James Joyce
“All Day I Hear the Noise of Waters”
(1907)
All day I hear the noise of waters
Making moan,
Sad as the sea-bird is, when going
Forth alone,
He hears the winds cry to the waters’
Monotone.
The grey winds, the cold winds are blowing
Where I go.
I hear the noise of many waters
Far below.
All day, all night, I hear them flowing
To and fro.
*
“Todo el Día Escucho el Ruido de las Aguas”
(1907)
Todo el día escucho el ruido de las aguas
lamentándose,
tristes como el ave marina, cuando se aleja
solitaria,
y escucha a los vientos gritarle
a la monotonía de las aguas.
Donde voy soplan los vientos grises,
los fríos vientos.
Escucho el rumor de múltiples aguas
allá abajo, lejos.
Todo el día, toda la noche, las escucho
moviéndose hacia adelante y hacia atrás.
*
Escucho un ejército, de James Joyce
I Hear an Army
I hear an army charging upon the land,
And the thunder of horses plunging, foam about their knees:
Arrogant, in black armor, behind them stand,
Disdaining the reins, with fluttering whips, the charioteers.
They cry unto the night their battle-name:
I moan in sleep when I hear afar their whirling laughter.
They cleave the gloom of dreams, a binding flame,
Clanging, clanging upon the heart as upon an anvil.
They come shaking in triumph their long, green hair:
They come out of the sea and run shouting by the shore.
My heart, have you no wisdom thus to despair?
My love, my love, my love, why have you left me alone?
*
Escucho un ejército
Escucho un ejército que avanza sobre la tierra, y el tronar
de los caballos que acometen, espuma en sus rodillas:
Arrogantes, en negras armaduras, detrás de ellos
se yerguen los aurigas con látigos restallantes,
desdeñando las riendas.
Ellos gritan a la noche sus nombres de guerra:
gimo en sueños cuando escucho, distante, el torbellino de su risa.
Ellos hienden la tiniebla de los sueños, una llama vinculante,
que resuena y resuena sobre el corazón
como sobre un yunque.
Llegan agitando triunfales sus largas y verdes cabelleras:
Salen del mar y corren gritando por la costa.
Corazón mío, ¿tan poco sabio eres para desesperar así?
Mi amor, mi amor, mi amor, ¿por qué me has dejado solo?
**
Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
La muerte en el mar
“Cinco brazas por allá. Bajo cinco brazas yace tu padre. En seguida, dijo él. Lo encontramos ahogado. Marea alta en la barra de Dublin. Llevando adelante un flojo amasijo flotante de detritos, cardumen d peces en abanico, conchillas tontas. Un cadáver blancosal emergiendo de la resaca, zangoloteando hacia tierra, un paso, un paso, una marsopa. Hela ahí. Engánchado pronto. Aunque esté hundido debajo del piso acuoso. Lo tenemos. Tranquilo ahora. Saco de gas cadavérico (…) He aquí una metamorfosis marina”
*
La tempestad de Shakespeare (fragmento)
“Ariel: (canta) cinco brazas de agua cubren a tu padre; de sus blancos huesos nace ya el coral, y crían dos perlas sus vacíos ojos; todo en él se cambia, torna en maravilla. Solemnes campana tañen las olas”.
*
Ulises, James Joyce, capítulo III (fragmentos)
El navío
“Mi pañuelo. Él lo tiró. Me acuerdo. ¿No lo levanté? Mejor comprar uno. Depositó cuidadosamente el moco seco que sacó de su nariz sobre un borde de la roca. Últimamente, qué me importa que me miren. Detrás. Tal vez hay alguien. Volvió su cara por encima del hombro, retro regardant. Moviendo en el aire sus tres altos mástiles, las velas recogidas sobre las crucetas, arribaba, aguas arriba, moviéndose silenciosamente, un navío silencioso”
*
Poema: Parece que un navío de Pablo Neruda
Parece que un navío diferente
pasará por el mar, a cierta hora.
No es de hierro ni son anaranjadas
sus banderas:
nadie sabe de dónde
ni la hora:
todo está preparado
y no hay mejor salón, todo dispuesto
al acontecimiento pasajero.
Está la espuma dispuesta
como una alfombra fina,
tejida con estrellas,
más lejos el azul,
el verde, el movimiento ultramarino,
todo espera.
Y abierto el roquerío,
lavado, limpio, eterno,
se dispuso en la arena
como un cordón de castillos,
como un cordón de torres.
Todo
está dispuesto,
está invitado el silencio,
y hasta los hombres, siempre distraídos,
esperan no perder esta presencia:
se vistieron como en día Domingo,
se lustraron las botas,
se peinaron.
Se están haciendo viejos
y no pasa el navío.
**
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