La poesía y los monstruos de mar

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Publico solo los textos, con la riqueza propia que tienen, aunque se pierden las presentaciones, los diálogos y en general el contexto de la charla, que fue muy rico. Los interesados pueden buscar en internet referencias a los clásicos monstruos marinos de la mitología griega (Caribdis y Escila, entre otros) y a los dioses marinos (Poseidón, Proteo, Nereo y tritones, entre otros). También desarrollé la etimología de las palabras Monstruo y monstruoso, que están accesibles en la web. Mi agradecimiento al actor y director de teatro Daniel Fernández Gómez por su participación!

Proteo
Antes que los remeros de Odiseo

fatigaran el mar color de vino

las inasibles formas adivino

de aquel dios cuyo nombre fue Proteo.

Pastor de los rebaños de los mares

y poseedor del don de profecía,

prefería ocultar lo que sabía

y entretejer oráculos dispares.

Urgido por las gentes asumía

la forma de un león o de una hoguera

o de árbol que da sombra a la ribera

o de agua que en el agua se perdía.

De Proteo el egipcio no te asombres,

tú, que eres uno y eres muchos hombres.


Jorge Luis Borges

*

La ballena gris

I

Yo que nací en la montaña,

Lejos del mar y sus criaturas,

quiero que me recuerden

frente a la orilla parda

donde la ballena gris

venía a reproducirse

en tumultuosos actos de amor.

Bajo la luz fantástica

Del invierno ilusorio del Sur;

Frente a la orilla inmóvil,

Donde todo se retira

hacia el Extremo Norte,

incluso las mitologías,

mírenme mirar el ojo café

de la ballena fugitiva.

Porque en ese ojo evasivo

Está el misterio de la materia,

En ese canto visual

Está el secreto del presente,

En ese presente vacío

Está comprendida la ausencia,

En esa ausencia atisba

El ojo evasivo de la gracia.

 Oh, cuando me haya ido 

del tiempo y sus excusas,

yo que nací en la montaña,

 lejos del mar y sus criaturas,

 recuérdenme junto al agua

blanca de esplendor y de muerte,

donde la ballena mira un instante

al hombre que ha venido a verla.

II

Oh, cuando ya no tenga mente

Para hablar del mar y sus criaturas,

Cuando la ballena gris de la memoria

me haya dejado varado

a orillas de mí mismo,

cuando aquel desconocido

que se sienta en un banco

en el mundo del tiempo y sus excusas,

espiándome a través de los ojos de un puente,

se atreva a pronunciar mi nombre,

quiero que me recuerden

frente a la laguna lívida,

donde del fondo de las mitologías,

surgió la ballena de la materia

para llevarme en su vientre un día.

Homero Aridjis

*

LEVIATÁN

Sobre Leviatán hay referencias en varios libros de la Biblia Hebrea. Se le atribuye forma de serpiente marina de siete cabezas y de dragón que vive sobre las fuentes del abismo. Para el cristianismo es uno de los príncipes del infierno y encarna fuerzas maléficas hostiles. Resulta interesante que se lo relacione con el caos previo a la creación. Esta ¨serpiente que se retuerce”, pertenece entonces a la tradición judeocristiana y constituye una de las figuras principales de adoración de la fe satánica.
Leviatán se usó como un término genérico para llamar a todos los monstruos marinos descriptos por los viajeros, asociado a fenómenos extraordinarios como el hecho de nadar con violencia alrededor de las naves a modo de remolino, hasta devorarlas.

Conque eras tú, Leviatán,

de los naufragios

causa primordial:

Monstruo marítimo, bestial,

apóstol impiadoso de Satán.

Conque eras tú, Leviatán.

Tú y tu doctrina del mal,

Tú, el pavor en altamar.

Tú, en la noche abismal,

el averno en las aguas

pero también de acá.

Conque eras tú, Leviatán

serpiente atroz,

descomunal.

Razón de lo siniestro

irracional,

de toda aterradora

tempestad

y de cada

tsunami colectivo

y personal.

Conque eras tú, Leviatán.

GraCiela Vergel

*

El mar

Antes que el sueño (o el terror) tejiera

mitologías y cosmogonías,

antes que el tiempo se acuñara en días,

el mar, el siempre mar, ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento

y antiguo ser que roe los pilares

de la tierra y es uno y muchos mares

y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera,

siempre. Con el asombro que las cosas

elementales dejan, las hermosas

tardes, la luna, el fuego de una hoguera.

¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día

ulterior que sucede a la agonía.

JLB

*

240. Junto al mar.

No me haría una casa (¡y tengo la suerte de no poseerla!). Pero si no tuviera más remedio, me la haría, como algunos romanos, a la orilla del mar. Es probable que tenga afinidades secretas con ese hermoso monstruo.

334. Hay que aprender a amar.

Observemos lo que sucede en el campo de la música: primero hay que aprender a oír un tema, una melodía, saber distinguirla con el oído, aislarla y delimitarla con su vida propia; luego se requiere esfuerzo y buena voluntad para soportarla, a pesar de que sea extraña, y tener paciencia con su aspecto y con su forma de expresarse, además de ternura con lo que tiene de singular. Por último nos acostumbraremos a ella, la esperaremos y la extrañaríamos si nos faltara. De ahora en más no dejará de ejercer en nosotros su coacción y su encanto hasta convertirnos en sus amantes dóciles y rendidos, que no conciben que haya nada en el mundo sino ella, ni desean otra cosa que no sea ella. Esto no nos ocurre sólo con la música; es precisamente la forma en que hemos aprendido a amar todo lo que ahora amamos. Siempre acabamos siendo recompensados por nuestra buena voluntad, nuestra paciencia, nuestra equidad, nuestra ternura hacia lo extraño, cuando lo extraño se va quitando el velo poco a poco ante nosotros y acaba ofreciéndosenos como una belleza nueva e inefable. Es la forma que tiene de agradecernos nuestra hospitalidad. Quien se ama a sí mismo habrá llegado a ello por este camino, no hay otro. El amor debe también aprenderse.

Nietzsche: La gaya ciencia

*

Del amor al prójimo

El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado, pero el yo, todavía no: por eso corre el hombre hacia el prójimo.

¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el amor al lejano!100

Más elevado que el amor al prójimo es el amor al lejano y al venidero; más elevado que el amor a los hombres es el amor a las cosas y a los fantasmas.

Ese fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más bello que tú; ¿por qué no le das tu carne y tus huesos ? Pero tú tienes miedo y corres hacia tu prójimo.

Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo: yo os aconsejo el amor al lejano.

 Nietzsche: Así habló Zaratustra

*

RELATOS ANTÁRTICOS (10)

El pez hielo

Una de las bases argentinas que visitamos, Base Brawn, rodeada de montañas y de hermosas vistas hacia la Bahía Paraíso, alberga diversos proyectos científicos de investigación. Entre ellos, conocimos la historia de los peces hielo.

Son traslúcidos; su sangre es incolora y posee substancias anticongelantes que impiden la formación de cristales de hielo, lo que les permite vivir en aguas antárticas. Cuando avanza el invierno, mientras el Océano Circumpolar se transforma en un anillo congelado que rodea al continente hasta llegar a duplicar su tamaño, y otras especies viajan al norte buscando la luz, bajo la banquisa, el transparente pez hielo sigue nadando durante la noche, invisible al frío y a la oscuridad.

A través de los siglos, ya que es una criatura muy antigua, abandonó los genes que en los seres vivos regulan los ritmos circadianos de adaptación a la luz del día y a la noche. No los necesita para permanecer dentro de las gélidas tinieblas. Debe ser muy bello, confundiéndose con el océano al nadar, camuflándose en la forma del agua. Con sus aletas que parecen alas, vuela bajo el mar helado.

Otras criaturas traslúcidas habitan las profundidades. Abundan medusas, de tentáculos que en sus movimientos, describen líneas que se asemejan a flores del mar. Levemente violáceas, rosadas, o color agua, se desplazan bajo el campo de cristal de manera infinitamente lenta y sutil, viajan con las corrientes, acariciando el mar inmune a su veneno.

Cuando llega la primavera, y con ella el nuevo día, en la banquisa surgen las flores de hielo. Se forman de hilos de vapor que se desprenden por finas fisuras en la superficie congelada; al entrar en contacto con el frío del exterior, se solidifican en forma de fantásticas flores cristalinas. El amanecer primaveral las ilumina de tenue ámbar; parecen los sueños cristalizados de los habitantes nocturnos del mar, finalmente llegando a la superficie.

También toman la forma de gigantescas flores de hielo algunos témpanos. Especialmente aquellos que el tiempo fue tallando en agua solidificada hace varios siglos, transparentes de tan antiguos. Después de haber contenido en su interior, primero a la nieve, y más tarde al hielo blanco, la presión de los glaciares de la superficie llega a convertirlos en caprichosas formas de durísimo vidrio. Desde un remoto pasado son liberados un día al mar, y allí relucen brillos encerrados por miles de años… luz turquesa, el alma del hielo…

Natalia Novaro

(relatos completos en https://natnovaro.wixsite.com/natalianovaro)

*

Lección de supervivencia

Nada hay de bello en el pepino o carajo de mar.
Es, en verdad, un animal sin gracia,
como su nombre.
En el fondo de los grandes océanos,
inmóvil, blando, amorfo,
permanece,
condenado a la arena
y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo
despliega el mar.
Se sabe que
cuando el pepino de mar huele la muerte
en el depredador que lo amenaza,
expele su intestino
y hasta el racimo entero de sus vísceras
que sirven de alimento a su enemigo.
Y es que también nos puede hablar la poesía
desde lo horrible:
con un limpio ritual
huye el pepino de aquello que amenaza con dañarlo.
Para sobrevivir queda vacío.
Liviano ya de sí y libre de otros
muda su ser.
Y poco a poco
sus entrañas
se recomponen.
Y vuelve a ser, en letargo de sal,
una entidad que vive a su manera.

Piedad Bonnett

(Amalfi, Antioquía, Colombia, 1951)

*

Soy

lo gris contra lo gris. mi vida

depende de copiar incansablemente

el color de la arena,

pero ese truco sutil

que me permite comer y burlar enemigos

me ha deformado. He perdido la simetría

de los animales bellos, mis ojos

y mis narices

han virado hacia un mismo lado del rostro. soy

un pequeño monstruo invisible

tendido siempre sobre el lecho del mar.

Las breves anchovetas que pasan a mi lado

creen que las devora

una agitación de arena

y los grandes depredadores me rozan sin percibir

mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo

como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy

una palada de órganos enterrados en la arena

y los bordes imperceptibles de mi carne

no están muy lejos.

A veces sueño que me expando

y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande

que los más grandes. Yo soy entonces

toda la arena, todo el vasto fondo marino.

José Watanabe

(Del libro Cosas del cuerpo (1999)

2 comentarios

  1. Daniel Fernández Gómez

    Gracias Aníbal y a los y las extraordinarias lectoras y poetas que sostiene ese espacio. Gracias por la invitación y la escucha generosa.

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