Textos del encuentro del viernes 25 de abril, sobre La poesía, el mar y el buceo, con la participación de Lisandro Meinet.
*
Yo en el fondo del mar
En el fondo del mar
Hay una casa
De cristal.
A una avenida
De madréporas
Da.
Un gran pez de oro,
A las cinco,
Me viene a saludar.
Me trae
Un rojo ramo
De flores de coral.
Duermo en una cama
Un poco más azul
Que el mar.
Un pulpo
Me hace guiños
A través del cristal.
Alfonsina Storni
*
No hay nada
No hay nada comparable a este momento
Matinal, indeciso, solitario,
En que tu propia sábana es sudario,
Borda tu lecho al agua y firmamento.
Sólo falta la bala, solo el lento
Empujón hacia el mar único y vario,
E irse al fondo del eterno acuario
Por un sendero vertical de viento.
Y mientras vuela el barco tras su puerto
Entre espumas y nubes de colores,
Permanecer en los abismos, muerto.
No más correr tras ilusorias flores,
Sino aspirar las de un coral abierto,
Candelabro de rojos resplandores.
Baldomero Fernández Moreno
*
Los delfines
Los delfines no juegan en las olas
como la gente cree.
Los delfines se duermen bajando hasta el fondo del mar.
¿Qué buscan? No sé.
Cuando tocan el fin del agua
despiertan bruscamente
y vuelven a subir porque el mar es muy profundo
y cuando suben ¿qué buscan? No sé.
Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño
y vuelven a bajar dormidos,
y vuelven a tocar el fondo del mar
y se despiertan y vuelen a subir.
Así son nuestros sueños.
Silvina Ocampo
*
The Mariner
The violet scent is sacred
Like dreams of angels bright;
The hawthorn smells of passion
Told in a moonless night.
But the smell is in my nostrils,
Through blossoms red or gold,
Of my own green flower unfading,
A bitter smell and bold.
The lily smells of pardon,
The rose of mirth; but mine
Smells shrewd of death and honour,
And the doom of Adam’s line.
The heavy scent of wine-shops
Floats as I pass them by,
But never a cup I quaff from,
And never a house have I.
Till dropped down forty fathoms,
I lie eternally;
And drink from God’s own goblet
The green wine of the sea
G. K. Chesterton
Versión en español:
El marinero
El aroma violeta es sagrado
como el brillo del sueño de los ángeles;
el espino perfuma de pasión
dicha en una noche sin luna.
Pero el perfume está en mis narinas
en los capullos rojos o dorados
de mi flor verde indescriptible,
una amarga fragancia y temeraria.
El lirio exhala de perdón,
de alegría la rosa; pero mi
ramo áspero perfuma de muerte y honor,
y del destino de los hijos de Adán.
La grave esencia de las vinerías
flota mientras paso por allí
pero yo nunca de una copa bebo
y nunca una casa tengo.
Hasta que me sumerjo cuarenta brazas,
y allí yazgo eternamente
y del mismo cáliz de Dios
bebo del gran mar el verde vino.
(traducción de Hernán Mlynarcewicz)
*
El pulpo
Oscuro dios de las profundidades,
helecho, hongo, jacinto,
entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,
donde al amanecer, contra la lumbre del sol,
baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe
con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.
Qué belleza nocturna su esplendor si navega
en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,
para él cristalina y dulce.
Pero en la playa que infestó la basura plástica
esa joya carnal del viscoso vértigo
parece un monstruo; y están matando
/ a garrotazos / al indefenso encallado.
Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte
por la segunda asfixia que constituye su herida.
De sus labios no mana sangre: brota la noche
y enluta el mar y desvanece la tierra,
muy lentamente, mientras el pulpo se muere.
José Emilio Pacheco
*
El Buzo
Como los pulpos, libres en el mar,
a la luz líquida de la luna buscan a tientas lo que está por venir,
así en el aire, mis lentos y locos dedos
recorren tu cuerpo buscándote.
Eres el primer dulce plasma submarino
flotando a merced de corrientes repentinas
sustancia caliente y fría, extraña e íntima
de contenido irreal y tacto transparente.
Entonces tu pecho es la infancia, una suave duna
lleno de vientos alisios, hito espectral del istmo
donde en la desnudez vestida solo de luna blanca
yo iba a sumergir mi cara ya triste.
Entierro mi mano en ella como si la hubiera perforado de niño
en otro pecho que recuerdo también lleno…
Pero no sé… el impulso de éste es doloroso y aterrador.
El otro me dio la vida, este me da miedo.
Toco las dulces glándulas una a una en manojos
con la sensación que tuve al sumergir mis dedos
en la masa brillante y convulsiva de peces
sacados del mar en grandes redes de pesca.
Y empiezo a pensar… – ¡mujer, cómo te expandes!
¡Qué inmensa eres! ¡Más grande que el mar, más grande que la infancia!
Con tales coordenadas y horizontes tan amplios
¡Que así inmersos en el amor sos una Atlántida!
Tengo ganas de matar toda la poesía que hay en ti.
Te tengo en mis manos; sólo mírame; y oigo
en contacto mi sangre se acelera, en arritmia
eso hace que mi vil cuerpo desee tu cuerpo joven.
Y te amo, y te amo, y te amo, y te amo
como a la bestia feroz le encanta morder a la hembra
como el mar hasta el acantilado donde se arrojan los locos
y donde el rugido se calma y siempre vuelve.
Te tengo y me doy a ti válido e indisoluble
buscando cada vez, entre todo lo que me desconcierta
lo más profundo de tu ser, el vórtice absoluto
donde puedo cosechar la gran flor de la oscuridad.
Me encantan tus pies largos, todavía infantiles y lentos
en tu creación; te amo los tiernos tallos
ese ascenso en suaves espirales adolescentes
e infinito, de tacto exacto y temblor.
Te amo los brazos juveniles que abrazan
confiada en mi locura criminal
y las manos descubiertas, las manos multiplicadoras
que en bancos de arena siguen mi natación oscura.
Te amo, regazo completo, ola de pluma y ámbar
ola lenta y solitaria donde el mar se acaba
y donde es bueno bucear hasta que me rompa la sangre
y ahogarse en amor y llorar y llorar.
Te amo ojos grandes sobrehumanos
en donde, buceador, sondeo el oscuro torbellino
en el afán de descubrir, en los arcanos más profundos
bajo el océano, océanos; y más allá, mi imagen.
Por esto -por esto y más aún- la poesía no se atreve
cuando después de mucho mar, de mucho amor
emergido de ti, ¡ah, qué silencio se posa!
¡Ah, qué tristeza cae sobre el buceador!
Vinicius de Moraes
*
Río de agua
(fragmento)
[…] Rocas,
islas que no llegan a islas,
reticentes de erizos;
tú
buceas
y sales luego al aire del rompeolas,
con cara de saber secretamente,
oculta tras tus gafas de buceo.
Me veo en su transparencia,
sumergido en tu fondo en superficie
como en un agua oscura.
Tú y yo
descendemos al fondo, un cielo hundido.
Buceamos. Hay algo en este vértigo
parecido a volar por aire de agua,
amenazados, protegidos de agua
sobre campos que oscilan silenciosos.
Se abren en el fondo abismos, grietas,
las montañas del mar, los valles lentos
de macizos de algas y de peces,
el mar como una savia sobre el mundo,
agua hundida en el agua,
mar que pesa
sobre tu espalda que huye en cada abrirse
tus brazos que te apartan mar, más hondo
y cada vez más lejos de la luz,
mojado el sol como una luna arriba
en el techo de agua y de silencio.
El día se transforma desde abajo.
No se oyen las voces. No se oyen
las olas o bramar de espuma el tiempo.
Aquí está el latir vivo, la presencia.
Habitar en el agua nada más,
densidad del final y del principio.
En qué valle de instante ya no somos.
Donde el agua se canse empieza el mundo.
Queda lejos ser junio y ser nosotros.
Aquí se desactiva nuestra muerte.
Flotamos entre el agua, no en el tiempo,
y se refugia aquí la eternidad.
(De ‘El río de agua’, 2005)
Alvaro García
*
Océano Nox
¡Ay!, ¡cuántos capitanes y cuántos marineros
que buscaron, alegres, distantes derroteros,
se eclipsaron un día tras el confín lejano!
Cuántos ¡ay!, se perdieron, dura y triste fortuna,
en este mar sin fondo, entre sombras sin luna,
y hoy duermen para siempre bajo el ciego océano.
¡Cuántos pilotos muertos con sus tripulaciones!
La hojas de sus vidas robaron los tifones
y esparciólas un soplo en las ondas gigantes.
Nadie sabrá su muerte en este abismo amargo.
Al pasar, cada ola de un botín se hizo cargo:
una cogió el esquife y otra los tripulantes.
Se ignora vuestra suerte, oh cabezas perdidas
que rodáis por las negras regiones escondidas
golpeando vuestras frentes contra escollos ignotos.
¡Cuántos padres vivían de un sueño solamente
y en las playas murieron esperando al ausente
que no regresó nunca de los mares remotos!
En las veladas hablan a veces de vosotros.
Sentados en las anclas, unos fuman y otros
enlazan vuestros nombres -ya de sombra cubierta-
a risas, a canciones, a historias divertidas,
o a los besos robados a vuestras prometidas,
¡mientras dormís vosotros entre las algas yertos!
Preguntan: «¿Dónde se hallan? ¿Triunfaron? ¿Son felices?
¿Nos dejaron por otros más fértiles países?»
Después, vuestro recuerdo mismo queda perdido.
Se traga el mar el cuerpo y el nombre la memoria.
Sombras sobre las sombras acumula la historia
y sobre el negro océano se extiende el negro olvido.
Pronto queda el recuerdo totalmente borrado.
¿No tiene uno su barca, no tiene otro su arado?
Tan sólo vuestras viudas, en noches de ciclones,
aún hablan de vosotros -ya de esperar cansadas-
moviendo así las tristes cenizas apagadas
de sus hogares muertos y de sus corazones.
Y cuando al fin la tumba los párpados les cierra,
nada os recuerda, nada, ni una piedra en la tierra
del cementerio aldeano donde el eco responde,
ni un ciprés amarillo que el otoño marchita,
ni la canción monótona que un mendigo musita
bajo un puente ya en ruinas que su dolor esconde.
¿En dónde están los náufragos de las noches oscuras?
¡Sabéis vosotras, ¡olas! , siniestras aventuras,
olas que en vano imploran las madres de rodillas!
¡Las contáis cuando avanza la marea ascendente
y esto es lo que os da aquella voz amarga y doliente
con que lloráis de noche golpeando en las orillas!
Víctor Hugo
*
La poesía entra en el sueño
como un buzo en un lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Balatón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.
Roberto Bolaño
Deja una respuesta