Textos y poemas del segundo encuentro de La poesía y el mar, 11 de enero de 2025, Chalet de don Carlos, Pinar del Norte, Villa Gesell. Con la participación del viajero y lector Hernán Mlynarcewicz, que contó anécdotas y leyó fragmentos de libros de Patrick Leigh Fermor… de lo que pudimos transcribir solo algunos.
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Introducción: fragmentos de mis relatos de viaje y poemas. Hice para introducir la charla una referencia a mis experiencias como escritor de relatos de viaje y de poesía…
Cuyo
De Gesell a San Juan (2008)
Antes de partir, escucho por primera vez la voz del Sensei Odiseo Laguna: “Viajar es detenerse”. Quedo intrigado por el carácter paradójico de la sentencia, pero sobre todo por la aparición temprana de este compañero interior, instalado en la butaca más cómoda de mi cabeza. “Habrá que bancarlo”, pienso, resignado, y escribo la frase en mi cuaderno de bitácora, con la esperanza de ir develando su sentido en el transcurso del viaje. De movida, todo parece desmentirla, porque un vértigo preside la salida, como si estuviéramos escapando de la trama rígida, invisible, que sujeta la vida cotidiana. Incluso el primer mate, que empieza a correr ni bien pasamos la rotonda, tiene esa excitación primigenia de los que buscan rajar y zambullirse en otras coordenadas de tiempo y espacio.
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España-Portugal (2014)
La luz de Madrid (I)
La luz de Madrid nos recibió en la plaza Isabel II con un abrazo cálido y transparente, y lo que fue más notable: silencioso. El rumor de voces y motores no agredía, sino que transcurría plácidamente por las calles y veredas anchas, dándole al lugar un aire sereno de pueblo. La escalera mecánica del Metro, los largos corredores, la fatigosa escalera tracción a sangre nos habían dejado en la boca del túnel, y ahí estábamos: una pareja de cincuentones, cada uno con su mochila y su valija rectangular y alta.
Quietos y asombrados vimos los edificios bajos rodeados del aire primaveral, un aire matizado por oleadas de aroma a pan recién horneado que provenía de unos puestos instalados en la plaza. Por un rato permanecimos así, respirando y dándole al cuerpo el alimento del sol. Veníamos de una sucesión de viajes en auto, micro, avión, tren: más de veinticuatro horas sujetos a la velocidad de los traslados, la lentitud de las esperas, los baños limpios y los fatalmente repugnantes, los sueños intermitentes, la incomodidad.
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Poemas de Altiplano (2009)
Iglesia San Francisco (La Paz)
Araña de piedra con la cruz
en lo alto de la frente
(diadema de campanas)
vive aún respira en el agobio
de los ladrillos huecos
con el oro ya muerto en las bodegas
junto a las sandalias santas de Francisco.
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Piedra sagrada (Isla del sol)
Hay que adivinar que es un puma
esa roca milenaria erosionada
en la cima de la isla.
Hay que confiar en la mirada
de la fe nativa
que consagra al sol
la siembra, la cosecha, la fortuna y las almas.
Yo no veo más que una piedra informe
pero siento su poder y hago mis ofrendas.
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Pastoras (Isla del sol)
Mujeres de rostros quemados
y labios de tierra
envueltas en prendas coloridas
son flores silvestres entre las matas.
Pastoras de largo silencio
hilan solitarias al sol
y a veces sus voces se reúnen
y risas tímidas resuenan en los ecos.
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Relatos de viaje y otros naufragios (2016)
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Fermor: episodio en Creta.
Entre las anécdotas y experiencias que contó Hernán, está la célebre del secuestro del general en Creta, durante la segunda guerra mundial. En un momento recitaron juntos, en latín, una Oda de Horacio… El fragmento dice:
“Un instante curioso: el amanecer entrando a raudales por la boca de la cueva, que formaba como un marco alrededor de la cresta blanca del monte Ida. Estábamos los tres tumbados, fumando, cuando el general declamó muy despacio, musitando casi:
-Vides ut alta stet nive candidum Soracte-. El verso inicial y parte del siguiente de una de las pocas odas de Horacio que yo me sabía de memoria. Estaba de suerte. –Nec iam sustineant onus –continué yo-, silvae laborantes geluque/ flumina constiterint acuto”.
Y proseguí con el resto de estrofas hasta el final de la oda. Al cabo de unos minutos de silencio, el general dijo:
-Ach so, Herr Major. (Caramba, comandante).
Y durante cinco minutos la guerra se esfumó sin dejar rastros”.
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Horacio:
Libro I Oda IX
¿Ves como de alta nieve fulge enhiesto
el Soracte, y no pueden con su carga
los abrumados bosques, y mordidos
por el hielo se aquietan los torrentes?
Combate el frío dando largamente
leña a tu hogar, y el vino que añejaste
cuatro años en ánfora sabina,
generoso destápalo, Taliarco.
Deja el resto a los dioses; una vez
hayan rendido al viento que batalla
con el revuelto mar, ni los cipreses
se agitarán, ni los olmos vetustos.
No quieras preguntar por el mañana,
y el día que la suerte te conceda
tómalo por ganancia, y no desprecies
el dulce amor, muchacho, ni las danzas,
mientras aleje tu vigor las tardas
canas. Ahora, busca la palestra,
y en las plazas, de noche, los coloquios
susurrados en la hora convenida,
y en el ángulo íntimo, la risa
grata de la muchacha que se esconde,
y la prenda arrancada de sus brazos
o el dedo que finge resistencia.
(Traducción Alejandro Bekes)
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Luego Hernán señaló otro fragmento, donde se cuenta el cruce del Helesponto, a nado, por Fermor a la edad de setenta años. Enamorado de la mitología griega, repetía el célebre cruce que hacía Leandro para encontrarse con Hero, su amante. Y luego leímos dos versiones poéticas de esa historia.
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HERO Y LEANDRO (Ramón de Campoamor)
A Hero Leandro adoraba,
y, por verla, enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.
Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en las noches de tormenta
de faro al joven servía.
Una noche a Hero cansada
de mirar hacia Bizancio,
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.
Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero,
tienen el cuerpo de arcilla
aun teniendo alma de acero.
Y lo más triste es que, apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire desde Atenas,
la luz, soplando, apagó.
Viendo él la luz apagada,
sintió aquel olvido tanto,
que, maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.
Y queriendo, o sin querer,
de pena se dejo ahogar,
sin que él pudiese saber
si le ahogó el llanto o la mar.
Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.
Y cuando muerto le vio,
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió
como él, por él y con él.
¡Que ellas, fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!
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Hero y Leandro
Dime, diosa, la antorcha que testigo
fue de furtivo amor; dime el nocturno
enamorado nadador que iba
levando nupcias por el mar; añade
noticias de un concúbito en las sombras,
que la Aurora inmortal no vio; de Sestos
y Abidos me hablarás, donde las nupcias
de Hero se celebraban por la noche.
Ya Leandro, en su lucha con las olas,
se aparece ante mí; la antorcha veo,
nuncio de los mandatos de Afrodita,
tea nupcial de las nocturnas bodas,
que luego estrella fue que Zeus puso
como señal de amor entre los astros.
Y Zeus la llamó casamentera,
porque sembró amorosas inquietudes
y mantuvo en el tálamo el insomnio,
hasta que vino el enemigo viento,
con soplos viles, a extinguir su llama.
Musa, mientras que yo pulso mi lira,
canta el postrer fulgor de aquella antorcha
y el fin de los amores de Leandro (1.1-22).
Museo (Siglo VI d. C)
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Cartas de las heroínas
Leandro a Hero, versos 119-120
siqua fides vero est, veniens hinc esse natator,
cum redeo, videor naufragus esse mihi.
Si quieres creer la verdad: mientras iba para allá me consideraba un nadador
Al volver, un náufrago.
Ovidio
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A continuación Hernán leyó un fragmento en el que Fermor atestigua la filoxenia griega (hospitalidad), que viene desde los tiempos homéricos. Y un fragmento de mi relato de viaje a Grecia donde destaco que aún en 2019, se notaba el modo en que los atenienses experimentaban la gran afluencia de los refugiados que intentaban ingresar a Europa… Una hospitalidad que pese al dramatismo actual, continúa vigente.
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Amalia Forte Mármol leyó un fragmento de las Memorias que acaba de publicar el escritor argentino Martín Caparrós: “Veo que el relato de este viaje ocupa mucho más espacio que tantas otras cosas. Aquel viaje fue la madre de todos los viajes. Fue la primera vez que viví esa sensación que no se iría nunca más: que el tiempo de viaje está tanto má lleno. Me pregunta si ya entonces empezaba a entender que viajar es una máquina de producir momentos, de producir recuerdos –y que por ese vivio de no dejar que l vida pase sin nada que anotar intenté viajar lo más posible. O quizás me di cuenta después, quién sabe cuándo”
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Su nieta Lola leyó un poema de mi viaje a Grecia:
Aventurero
Volvió de ver los mares y trajo
de cada lugar una reliquia:
piedras únicas, forjadas por el agua,
y quiso que otros admiraran,
comprendieran lo que había detrás
de cada una, los aromas, los climas…
lo miraron como si hablara en un idioma extraño
y él se quedó atónito y feliz y descubrió
la soledad.
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El fragmento que cierra mi relato del viaje a Grecia, que no está publicado en mi libro de 2016, pero que pueden leer en https://www.anibalzaldivar.com/grecia-2019/
Muchas personas expresan que lo que más quisieran hacer en la vida, si pudieran elegir, es viajar, “recorrer el mundo”. Pero viajar no es fácil, no es tan sencillo dejar la vida que hacemos y rodar en parajes inasibles, fuera de nuestras redes de contención, de los mojones que alimentan nuestra vida. El deseo de viajar suele ser la expresión melancólica de una insatisfacción, de una fantasía, pero de ahí a salir, a perderse en otras geografías, a exponerse, hay un gran paso.
Hecha esta advertencia, espero que estos breves relatos sean una invitación a hacer las valijas o la mochila. Grecia deja un sabor a aventura y a deseos de partir del propio hogar y conocer otros mundos. Desde Odiseo en adelante, la invitación a la aventura en Grecia es proverbial. Entre los escritores, Herodoto pasa por ser el gran viajero de la antigüedad griega, y fruto de sus viajes son los maravillosos Nueve libros de la historia. Un siglo antes, el sabio Solón, después de trabajar arduamente en una legislación para Atenas, le ofrecieron el gobierno, y él lo rechazó y decidió que era el momento de viajar. Siendo ya viejo, se largó a los caminos, y nos dejó estar hermosa sentencia: “envejezco aprendiendo muchas cosas” (πολλὰ ynpaskw διδασκόμενος; polla gerasko didaskómenos).
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