Textos de la charla presencial en Pipach 21 de marzo 2025
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Mascarón de proa
Fue en su origen sirena de pintado barroco
Y una larga rutina patinó su madera.
El tiempo fue borrando sus lilas y sus rosas
Y ahora allí arrumbada, desolada, sin barco,
Tiene algo de trágica corista envejecida
O extinta musicanta de bar de camareras
Que se llamara Mary Celeste o Anna Lee.
¿No estaría mejor dentro de una botella
Gigante y en la orilla dejado por descuido?
Allí recordaría al lírico armador
Del remoto astillero ya deshecho en la niebla
Que lo lanzó a la magia.
Y allí recogería como en los caracoles
La íntima resonancia de las ondas errantes,
La canción melancólica del viejo mar perdido.
Raúl González Tuñón
(1905/1974)
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Edad del glauco recuerdo
Olivares y viñedos a lo lejos hasta el mar
Barcas de pesca rojas más lejos hasta el recuerdo
Élitros dorados de Agosto durante la siesta
Con algas o conchas. Y aquella embarcación
Recién varada, verde, que en la calma del seno de las aguas aún
puede leerse Dios proveerá
Pasaron los años como hojas o guijarros
Recuerdo a los chiquillos, a los marineros que partían
Tiñendo sus velas como su corazón
Cantaban a los cuatro puntos del horizonte
Y llevaban vientos del norte tatuados en el pecho.
Qué buscaba yo cuando llegaste teñida de amanecer
Con la edad del mar en los ojos
Y con el vigor del sol en el cuerpo -qué buscaba
En el fondo de las grutas marinas de espaciosos sueños
Donde hacía espuma sus sentimientos el viento
Desconocido y glauco, grabando en mi pecho su emblema marino.
Con la arena entre los dedos cerraba los dedos
con la arena en los ojos apretaba los dedos
Era el dolor-
Era abril recuerdo cuando sentí por vez primera tu peso humano
Tu cuerpo humano fango y pecado
Como en nuestro primer día en la tierra
Festejaban a las amarilis -Pero recuerdo sentiste dolor
Fue un profundo mordisco en los labios
Un profundo arañazo en la piel en esa parte donde queda grabado
para siempre el tiempo
Te dejé entonces
Y un hálito bullicioso levantó las blancas casas
Los blancos sentimientos recién lavados arriba
En el cielo que iluminaba con una sonrisa.
Ahora tendré cerca de mí un cántaro de agua inmortal
Tendré un esbozo de la libertad del viento que se agita
Y aquellas manos tuyas en las que se atormentará el Amor
Y aquella caracola tuya en que resonará el Egeo.
Odiseo Elytis
(Grecia: 1911/1996)
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Relatos de viaje
Grecia (8)
Vivir un mes impregnado en el idioma griego, especialmente en el alfabeto, fue una de las fascinaciones que tuvo para mí este viaje. Anduve distraído, es decir “atento” a carteles y textos. Por lo tanto frecuentemente me detenía, como atontado, en la calle, intentando reconocer las palabras y colgado del traductor de google. Tenía a mi favor el rudimentario conocimiento de griego antiguo, al que estudié en la Universidad de Mar del Plata.
Cuando viajamos de Santorini a Naxos, en un camión que bajó del ferry alcancé a distinguir la leyenda: μεταφορικη (metaforiki, transporte). Fue un momento de éxtasis. Recordé la definición de Aristóteles en la Poética: “metáfora es el traslado del nombre de una cosa a otra”. El poeta es a su modo un fletero… La palabra que representa a la poesía, que fue y es motivo de sesudos estudios, estaba en la calle, en la vida cotidiana de los griegos.
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Naxos es la más grande de las 33 islas habitadas de las Cícladas, un archipiélago de 2300 islas e islotes. Los antiguos griegos, dados al mito y a sus formas, vieron que formaba un “κυκλος” (kiklos, círculo) alrededor de la isla de Delos, y lo bautizaron así. No conformes con esto, hicieron nacer a los hermanos Artemis y Apolo en esa pequeña isla, vecina a la famosa y ruidosa Mikonos. De ahí el carácter sagrado de Delos, a pesar de su pequeñez.
Pueblitos legendarios, pastores y pastoras, playas, montañas, y una fertilidad expresada en olivares, higueras, vides, papas, cabras, ovejas y quesos dan a esta isla un lugar distintivo. Tiene además la impregnación mítica: el monte Zeus, el templo de Apolo, la playa donde Teseo abandonó a Ariadna, luego de que ésta lo ayudara con el hilo a salir del laberinto, en Creta. Y el culto a Dionisio, quien rescató a la hija de Minos del oprobio y de una muerte segura.
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Cerramos el círculo virtuoso de las cícladas en Paros, famosa por su mármol, su hermos iglesia ortodoxa Panagia Ekatondapiliani, y por haber sido la tierra natal de Arquíloco, uno de los primeros poetas de la tradición occidental, del que quedaron apenas algunos fragmentos, en los que expresa el ndividualismo, la invectiva, las penas de amor y el desencanto, temas novedosos para la época (Siglo VII AC).
Desde Paros accedimos a Antiparos, una isla minúscula que fue para nosotros la posibilidad de ir más lejos, hacia playas en esta época deshabitadas, como la de Agios Giorgios, que mencioné en un relato anterior. Aquí el rumor chismoso es que compró una vivienda Tom Hanks, (¿luego de filmar Náufrago?). Nosotros ponemos rumbo a Creta, la “isla total”, diecinueve veces más grande que Naxos.
(www.anibalzaldivar.com Relatos de viaje)
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Palabras del Egeo
“Y, como suele sucederme, he venido por todo el camino abstraído, como mirando adentro mientras miro hacia el suelo, y elucubrando sobre dos palabras de un verso de Homero que enlazan lo que te escribía ayer, ahí abajo, en la playa: «sus naves veloces como alas o como el pensamiento». Son palabras de Atenea a Odiseo, cuando le dice que los barcos eran el orgullo de los feacios.
Naves y pensamiento son términos de una comparación no inocente. Puede que, para nosotros, la identificación de las naves con el pensamiento sea, en efecto, una metáfora acertada ( pensar es en el fondo «navegar » por el mar de la imaginación, con la ligereza y la celeridad que enfatiza en el verso la imagen de las alas); pero el aedo-y sin duda, muchos de los que lo escuchaban -sabía bien que en las palabras naus y nus -nave y pensamiento- subyace desde siempre una idea común (neo) la idea de ‘flotar sobre el agua’. O, dicho de otro modo: para la lengua griega la idea de la nave ya estaba contenida en la del pensamiento.
Todo arranca de una raíz común, NA, que expresa desde antiguo la idea de ‘fluir’.
De ella viene nuestra palabra nave y los verbos nadar y navegar. Y, en griego, viene el nombre del agua que fluye (neró), del manantial (nama), de las ninfas de las corrientes y los ríos (náyades), de todo lo que fluye eternamente (aénaos).
Y también de esta vieja raíz procede la palabra nesos, la isla, ‘la tierra que navega”.
(fragmentos del libro de Pedro Olalla: Palabras del Egeo)
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Para estudio de etimología consultar de la notable ensayista Ivonne Bordelois Etimología de las pasiones, La palabra amenazada y El país que nos habla.
(sugerencia de Eugenia Faué)
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Fragmento La pianista de Odessa
Sola, velamen al viento ante un gran teclado, las gotas suspendidas en la punta de sus vibrantes senos, llegó a sentir que el mar le regalaba su partitura para siempre.
El capitán bramaba un bajo continuo entre el rugido de olas monumentales. Una lo hizo trastabillar y caer en la crujía, como si no pudiera abandonar jamás el deber del equilibrio. Otra lo arrojó contra la obra muerta.
Con un placer salvaje ella sintió el estruendo de la intensidad, ese sonido hecho de todos los sonidos. Nunca antes había experimentado la barbarie del éxtasis. Todo el navío le pertenecía. Todo el navío era un piano con el cordaje al aire. Mascarón de proa, sus manos tocaban las teclas del destino.
(Adriana Schenin)
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XV
A UNA ESTATUA DE PROA
EN las arenas de Magallanes te recogimos cansada
navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce
y doble
desafió dividiendo en sus pezones.
Te levantamos otra vez sobre los mares del Sur,
pero ahora
fuiste la pasajera de lo oscuro, de los rincones,
igual
al trigo y al metal que custodiaste
en alta mar, envuelta por la noche marina.
Hoy eres mía, diosa que el albatros gigante
rozó con su estatura extendida en el vuelo,
como un manto de música dirigida en la lluvia
por tus ciegos y errantes párpados de madera.
Rosa del mar, abeja más pura que los sueños,
almendrada mujer que desde las raíces
de una encina poblada por los cantos
te hiciste forma, fuerza de follaje con nidos,
boca de tempestades, dulzura delicada
que iría conquistando la luz con sus caderas.
Cuando ángeles y reinas que nacieron contigo
se llenaron de musgo, durmieron destinados
a la inmovilidad con un honor de muertos,
tú subiste a la proa delgada del navío
y ángel y reina y ola, temblor del mundo fuiste.
El estremecimiento de los hombres subía
hasta tu noble túnica con pechos de manzana,
mientras tus labios eran oh dulce! humedecidos
por otros besos dignos de tu boca salvaje.
Bajo la noche extraña tu cintura dejaba
caer el peso puro de la nave en las olas
cortando en la sombría magnitud un camino
de fuego derribado, de miel fosforescente.
El viento abrió en tus rizos su caja tempestuosa,
el desencadenado metal de su gemido,
y en la aurora la luz te recibió temblando
en los puertos, besando tu diadema mojada.
A veces detuviste sobre el mar tu camino
y el barco tembloroso bajó por su costado,
como una gruesa fruta que se desprende y cae,
un marinero muerto que acogieron la espuma
y el movimiento puro del tiempo y del navío.
Y sólo tú entre todos los rostros abrumados
por la amenaza, hundidos en un dolor estéril,
recibiste la sal salpicada en tu máscara,
y tus ojos guardaron las lágrimas saladas.
Más de una pobre vida resbaló por tus brazos
hacia la eternidad de las aguas mortuorias,
y el roce que te dieron los muertos y los vivos
gastó tu corazón de madera marina.
Hoy hemos recogido de la arena tu forma.
Al final, a mis ojos estabas destinada.
Duermes tal vez, dormida, tal vez has muerto,
muerta:
tu movimiento, al fin, ha olvidado el susurro
y el esplendor errante cerró su travesía.
Iras del mar, golpes del cielo han coronado
tu altanera cabeza con grietas y rupturas,
y tu rostro como una caracola reposa
con heridas que marcan tu frente balanceada.
Para mí tu belleza guarda todo el perfume,
todo el ácido errante, toda su noche oscura.
Y en tu empinado pecho de lámpara o de diosa,
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida.
Tú navegas conmigo, recogida, hasta el día
en que dejen caer lo que soy en la espuma.
Pablo Neruda
(Chile, 1904/1973)
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SONETO LXVIII
(Mascarón de Proa)
La niña de madera no llegó caminando:
allí de pronto estuvo sentada en los ladrillos,
viejas flores del mar cubrían su cabeza,
su mirada tenía tristeza de raíces.
Allí quedó mirando nuestras vidas abiertas,
el ir y ser y andar y volver por la tierra,
el día destiñendo sus pétalos graduales.
Vigilaba sin vernos la niña de madera.
La niña coronada por las antiguas olas,
allí miraba con sus ojos derrotados:
sabía que vivimos en una red remota
de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia,
sin saber si existimos o si somos su sueño.
Ésta es la historia de la muchacha de madera.
Pablo Neruda
(Cien sonetos de amor)
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Niké o Victoria: la mascarona de proa de la Fragata Libertad.
Conversamos sobre este mascarón relatando parte del artículo de un marino que fue su capitán durante varios años.
Esta historia puede leerse en:
La escultura original, que fuera descartada por considerarse inapropiada, obra de Luis Perlotti, se encuentra en el Museo Naval de Tigre, PBA.
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Neruda y su colección de Mascarones:
Maria Celeste
”. Encontrada por el poeta en una feria de las pulgas en París. Su particularidad es que, en invierno, le caían lágrimas. La humedad condensada en el período invernal es la explicación más racional, pero Neruda, quien veía más allá de lo evidente comentaba con lirismo el suceso: “No le seco sus lágrimas, que no son muchas, pero que como topacios le brillan en el rostro. No se las seco porque me acostumbré a su llanto, tan escondido y recatado, como si no debiera advertirse. Y luego pasan los meses fríos, llega el sol, y el dulce rostro de María Celeste sonríe suave como la primavera. Pero, por qué llora?”
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Mascarones de Proa y Benito Quinquela Martín
La relación del gran pintor argentino de La Boca con los mascarones, en este link:
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Hasta la próxima!
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