Libro publicado en 2019.
Poemario completo.
Arte de tapa: Mariel Galarza
***
Refinándome en la fragilidad
descontando los días hasta la muerte
la falsa muerte en el espejo.
Deshojándome rápida, lentamente
deshojando
las empresas construidas.
Dejándolas, desangrándolas, despintadas
como viejos monumentos
que fueron nada y son nada.
Fulguraron en su tiempo
jóvenes, potentes como olas
y ya son otra vez del mar.
(Rosas del Desierto: poema 52)
Odiseo navega, don Quijote cabalga
por un mar de calles y de rostros
crías de la tierra entre flores y lluvias
precioso vértigo de las formas errantes.
Quiero que la luna muera en mis brazos
compro con gotas de sangre su agonía
cuando te vuelves inútil
y ya no das provecho.
Es ahora donde soy contigo
una misma estrella que se apaga
déjame asistir a tu caída
en el aire más puro del silencio.
La ola con la que entro al tiempo
me lleva en su cresta descuidada
primorosa
sin traje
huelo mis pasos solos, cada paso desnudo.
Voy a brazo partido con los niños
en creciente de amor
en juego irrepetible
canción de viejo liso en el espejo
ecuánime, vasto, con arrugas, vivo.
Atado por fin a su correa
el dulce esclavo goza
canta su claro recorrido
sale en punto con doradas mejillas.
En el oleaje la ola contenida fluye
sangre de mar que lleva sal y espuma
pistilos de acacia, aromos florecidos
frutos de savia, flores de aire.
En qué puerto, en qué colmena se amarra
este barco, esta abeja,
este barquero sin muerte que va libando
mieles, ramas, venenos de su boca?
Arrastro piel y huesos y órganos pesados,
ángeles, hojas, alivio de los álamos.
¿Por qué si es tan prístino el trino de los lirios
bajo a ras del charco mientras las ranas cantan?
Desencantados, los molinos de viento
solo crujen lentos en sus goznes.
Los quijotes pasan a su lado
con aires de turistas.
No hablan los molinos con palabras
no miran con ojos turbulentos.
Han pasado y amarrado ya su ímpetu
los buenos panaderos y los sabios.
Mi pan es ahora el pan de cada día
voy en música fúnebre y festiva.
Amaso y remo campos y ciudades,
plazas, guerras, hospitales, coros.
Con apenas sesenta respiro bajo la luna inmóvil
extasiado de ser por un instante sin deseo pero
¿cómo sigue ahora el reparto de los bienes
que en el rocío la noche derrama
para una soledad rodeada de astros que se miran
espejados en el amplio acogedor espacio?
De palmas abiertas son el cielo y la tierra
y su néctar bajo la lengua anima la voz del peregrino.
La huella es un silencio emocionado
y el coro es el mayor silencio donde todo respira.
La belleza de una mujer de treinta
me devuelve al origen del poema
lo que no puede ser completamente dicho.
Anacreonte, hermano,
me abrazo a la dulzura de tu vino
o voy con Safo errando por las islas
o suspirando con los hombres de Troya.
A vos te canto, al que desata los miembros,
vuelves con tu oleaje a golpear en mis piedras
para que despierte a la verdad del mundo:
frágiles, desnudos, desarmados vamos
en el filo interestelar haciendo versos
flechas de nada bajo el helado aire
que el sol remoto endulza con su fuego.
Sin tus piernas no hago pie en la cama
y los perros me ladran brutalmente.
Por tus pecas salgo al océano del cielo
vasto y aireado y enredado en tus dedos
trepo por las primeras algas donde el alba
sube en oleajes sucesivos de zorzales
salpicaduras trinos que se nombran ratuchas
palomas, horneros y chimangos
irrumpen en la tibieza piel arriba
entre las mesas del soñar donde María
me daba a probar unos bastones y tocaba
suave atrevidamente mis dos nalgas
impúdica y serena como todo el Olimpo.
El buey se lame y desata su lengua
pastosa y resentida
odia la parte de sí
que ya está muerta.
El viejo mar explota en tus oídos
mi voz flota sin fin en la noche
algas dormidas
presa del hermoso sueño
tu carne respira.
¡Qué cortos son los días
para el niño viejo en duermevela!
Desde el fino pico el colibrí
serena compulsión, a breves saltos,
forma mi corazón entre las formas
de hojas pétalos del universo con aljabas
y el delicado néctar
y el levísimo excremento
caen gravemente a tierra.
Toda la revelación y la emoción del instante
y quedan sueltas la muerte
y su miedo.
Escribo y espero
que el tiempo crezca
se aferre a alguna cosa que me hable.
No escribo, callo,
no tengo las palabras
el humo de las viejas perdura.
Escribo y espero
la luz que despierte pájaros o piedras
murmuren algo o griten.
No escribo y mudo respiro
este don del aire, las palabras
sobran ahora y están lejos.
Lo que no dicen las equívocas palabras
lo diga el corazón certero transparente
a través del sincero éter invisible
luz protectora, velo, conocimiento que no
erra.
Lucho contra fantasmas y pongo
en un agua de amor
mis remos, pensamientos, oscuros, asustados.
Antes que los zorzales
canta una rana o sapo.
Antes que las ratuchas
antes que los grillos
casi en el silencio mismo
se desata el trino del agua
dos o tres golpes de garganta
o tecla de los pastos
y calla:
no se escucha de nuevo
esa voz que inaugura todo
y no necesita repetirse.
Ya entró en el tiempo
el bello de Francisco
solo vértigo y asombro
empuje
y es como el mar:
no puede detenerse.
(Y que la belleza de la niña
no despierte la envidia de los dioses).
La conciencia de la integración
me estabiliza y nutre,
algo circula y aquieta
el ritmo furioso del oleaje.
La pena y el dolor gotean
de las hojas de los árboles
transparente agua natural
que limpia la mirada sucia y sin consuelo.
Circulo lento entre los pastos
y en el hocico de mi perro respiro
el placentero aire de la noche.
No es la mente que destroza y hurga
las flores de la aljaba
sus pétalos
sino la voluptuosa suavidad del aire
de mi boca expandida
brisa de labios que se posan
y nada más que esto es
el mundo renovado
la sed
la dicha
el nuevo nacimiento.
Tenso y bello es el mundo
que se abre y cierra como ola
se estira y brilla como nube
en ese mar profundo.
Elástico y duro el tiempo cruza
los ríos de la sangre
se transparenta en los tonos
de la piel.
Nace y muere el instante
y emerges de algún aire
con tu pelo de niña
tu cuerpo natural que ríe
y te escucho y te miro
por primera vez.
Todo el tiempo al corazón
para que hable:
caracol vaciado
con los ecos del mar
que recuerden todavía
que repitan ahora
el rumor sin lejanías.
Espiral que no comienza
ni termina…
Dios irrumpe en las yemas de mis dedos
brisas de la dulzura terrestre
oleaje de miradas tristes
dolor inexplicable
agonías…
Calzo mis sandalias
la piel de luz me envuelve
soy respiración que brilla.
Llena el aire con su palabra
pero se la lleva la brisa.
Delante de mí el mar balbucea
una canción de otoño.
La prepara en su molino
triturando algas de colores.
Yo también la escucho
mientras una langosta gris
me atraviesa con su salto mudo.
El hombre insiste en llenar el aire
palabra más palabra más palabra.
Pero otro viento suave las deshace
sin detenerse.
Sin pensamiento flota con la proa hacia el este
creo irme con él pero anclo en la arena
mis dos pies mis dos dedos
las palmas de mis ojos.
Vuelve a buscarme y se queda en la orilla
mientras entro al mar y nado sin peso
y ya estoy lejos de mí
y respiro bajo el agua
y no estoy solo para siempre.
Empiezo el día cuidando gatos
pensando en el marxismo,
en la palabra campo del campo popular
en la pretensión hegemónica que arruina
en el mate que respira compañía y deseo.
Voy del gato azul al gatito de piedra
cargo con el gato marino y con el suave
de las hojas, miro al gato rojo,
canto con el que sube al árbol
respiro con el que duerme solo.
Es el soplo detrás de la espuma
o delante de la ola que solo
ve quien dejó el anhelo de una épica
cada grito guerrero hecho plumaje
vuelo murmullo entre piedras y algas
cerca y lejos, respiración y estrella.
Con fervor silencioso
el oleaje juega bajo el sol protector
y es la poesía no el poeta la que fluye.
Viene de lejos este oleaje oscuro
la vieja sombra o es acaso
la inquieta música enigmática
el pájaro inasible ¿pichón de benteveo?
Ese canto sería una puerta al goce
mas que misterio que nos paraliza
curso de lo festivo entre el follaje
lentejuelas que brillan sobre el mar
(celebración reflejada en el propio corazón).
La palabra se teje con el mar
quiere o pide ser parte de su trama.
Nadie sabe quién está más solo:
el que dice algo o el que tritura las voces.
Entre las olas se dirime el enigma
mientras el acontecer hace su juego:
lo único real que persevera
a la espera del verso o del amor.
Filósofo y gastronómico permanezco en la cama
indiferente y lúgubre por el mundo del hombre
distinto, distante, al margen y sumado
al aire que respiran el jardinero y el árbol.
Reposo en mi lecho desnudo
y siento correr los higos, la miel, el agua verde
y vibra el recuerdo de la noche en el mar
el cielo bendiciéndome con estrellas caídas
y el signo bajado por Mariana en el pecho.
(La canción del pescador es la más bella).
Suelto las obras de mis manos
y me dejo morir serenamente,
el mar de Empédocles me lleva y acuna
como el pez que fui y vuelvo a ser
fluyendo libre en mi hogar infinito.
Como el mar me disperso
y nada me contiene.
Como el mar busco una orilla
donde sujetarme y reposar y palpar
una agitación llena de peces
con la curiosidad de un navegante.
Muchos poetas rebalsan y enloquecen
por la falta de un puerto
hambrientos, ahogados en su agua
pero yo tengo el mar
ese gran náufrago de pecho generoso
que me lleva y me trae, confidente.
A Leopardi
la luz de la luna lo salvaba
de la herida del sol.
Bálsamo y sombra la luna daba
a su piel el tono de ceniza
y a sus palabras la semilla viva.
Ahora agrego su joroba a mis espaldas
y ya no escucho al mar
sino una quieta noche de agua oscura.
Leyéndolo cargo el dolor del mundo
y hasta la hierba de Walt me sabe amarga.
La luna de Leopardi me pregunta
si es mejor estar dormido o desvelado
por la blancura insomne o esconderse
en el abismo interior del universo.
Yo no respondo, ni pienso, ni duermo.
Elijo morirme lentamente a tu lado
y no como los héroes.
Eso prefiero.
No soy tan cobarde para morir de un golpe,
para huir de cada día y su batalla.
Del amor que lento crece.
De la muerte dulce
y silenciosa de los árboles.
Todo es abrumador menos el mar
que entrega sus entrañas, te desnuda
el habla transparente, te hace ola
entre las suyas, te hace espuma.
Abrumador el peso de los años, el delirio
del cosmos, con su frío y su rareza
y la distancia lenta de los astros
y los ojos de tu amada y del gato.
Y del perro que sueña un mundo nuevo
sin gentes en las calles ni muertos en vida
ni la triste pobreza de los ricos.
Los que se hundieron saben de qué hablo
y nos miran serenos desde el fondo
y dicen como Amparo que no siempre
las lágrimas son tristes.
(Poema inspirado en pinturas de Ricardo Roux)
Que no se haga el solo ese hombre
rodeado de aire y respirando,
que no se haga el muerto
perdidas las ganas de vivir,
que no se haga el hermano del hambre
así de bien alimentado como luce,
que no se haga ni siquiera el desnudo
aunque no sepa más con qué vestirse.
Cuando me hice perro renací
salí del mar
respiré el agua dulce
vi el presente en círculos
perfecto
y la muerte no estaba.
Si los predicadores ensucian
el nombre de Jesús
¿Qué puedo hacer?
¿Dejar de nombrarlo en un poema?
Estropeados los nombres
vuelven a ser puros en el poema
renacen de un agua de bautismo
limpios como piedras
o antiguas algas
o pájaros prehistóricos.
Oh, dame tus alas y tus olas.
Las hebras de pasto heladas
hacen un canto al sol agradecidas.
Me palpo en la arena y no estoy
frío sino desprendiéndome
como un agua en cristales
fuego que está volviendo al sol, amaneciendo.
Tiene algo hermoso
la ilusión de morirse
la creencia en el fin.
Cualquier mañana
puede volver a desvelarnos
y así el oleaje
sobre la playa escarchada
se detiene un instante
y luego sigue.
Entre palabras desheladas
va el peregrino tras las huellas
que sus pies forman al andar
donde hay y no hay caminos.
Es la orilla, siempre,
la ola que forma y borda
lo que forma
a un ritmo que también es música
y golpear de la bestia encadenada
y grito de libertad
y destino.
¿Dónde grita el tero exasperado
sino es dentro de mi propio corazón?
¿Dónde sopla frío el viento del noreste
sino entre mis huesos, mis narinas, mis bronquios?
¿Dónde están el cielo, el agua, el pasto,
el rumor de los patos al atardecer
sino en la profunda cueva de mis oídos?
La luna aclarada por la luz expandida
del sol que se está yendo ¿dónde está
sino en mis ojos que se cierran y abren
y buscan encontrarse? ¿Dónde las ramas
de los sauces que brotan en agosto
bajo el coro de las ranas que esperan
que la noche caiga sobre ellas´? ¿Dónde
sino en ese latido que también escucho
esa soledad donde se encuentran
las estrellas, el aire, el misterio de ser?
Sombras y tironeos del sueño,
pierdo conciencia del barco en que navego.
Busco las ruinas del corazón que late
es decir donde pulsa el universo.
En ese breve espacio pero eterno
sin soledad, sin muerte, solo un rostro espejo.
Ventana que da al sereno mar
a levar anclas.
Y vi otra vez los ojos del bicho bolita
mirándome fijo en su profundidad de océano
revelándome el viaje de lo pequeño a lo vasto
de lo vasto a lo pequeño.
La escritura es entonces el impulso
extático de saltar al vacío
o volar como Icaro hacia el sol
pero sin desprenderse del suelo:
sólo salen las alas hacia arriba
del peso del cuerpo grávido:
anclada queda en sus pies
la mariposa.
La voz está ahí
hay que soltarla.
Brota el almendro
entre la hojas de la vida breve.
La belleza de las sombras
irrumpe en agosto
antes de la primavera.
El amor oscuro se hace lila
en pétalos ligeros.
¿Qué flor da vueltas, qué bullicio en la nada?
Otoño sin fin de letras húmedas
alto gozo el decirte
un abrazo que cae y otro
en esa fragua íntima ilusoria
dan vueltas sonoros mudos en la luz
pétalos y pétalos y una lluvia al sol.
Tritura el perro el hueso
y el tesoro de tener el silencio
en la huerta huerta y cultivarlo
cada uno en su sed
en su agonía cada ser.
Llega el coro de palomas y el oleaje
y me voy también me fui
en este canto.
Corazón oscuro
cerrado
¿dónde están las llaves?
Voces de ranas
dan a las estrellas la música
que vuelve en ecos.
No hay lejanía
en las gargantas unánimes.
Corazón abierto
luz nocturna
en los charcos celebramos
la fiesta de vivir
lo eterno
ceremoniosamente
sin preguntar por llaves o cerrojos.
Mirar el tiempo de la angustia
con los ojos blancos del ciruelo.
Soy yo y esos pétalos que miran
fulgurando día y noche pero breves.
La brisa los deshace quedan ciegos
tapados por los frutos.
Sin embargo la luz
dormidas las miradas
en el silencio
la intimidad
seguirá brillando
bajo el sol del verano.
Ese que abre la ventana
y ve un naranjo y una estrella
es el que busca, el peregrino
que solo ve en la noche
antes del alba.
Y ya se había perdido en la ceguera
de un país sin aire:
entonces vio las huellas
solo en la noche solamente
antes del alba.
A gusto entre las flores
como un pájaro que canta
y pierde peso
sobre la rama frágil se sostiene
ya ligero colibrí de pecho abierto
el pico al cielo flecha verdiazul
o la más oculta ratucha
enramada en los brillos
de la acacia fulgurante de agosto.
Busco estar aquí lejos del sueño
oscuro legañoso de rama en rama
desnudarme en mis plumas
sentir el día que llega.
El oleaje me come los latidos
me sorbe el corazón y yo
perfumo la cabellera de Jesús
la aceito gota a gota con mis manos.
Om Namah Shivaya es el rumor
del mar en la alta noche
en la ciudad el campo las orillas.
Los árboles respiran entre casas
y balcones y suspiros y el lejano
fluir de las aguas en las cloacas.
Todo sueña y el gato
se acomoda y se duerme
sereno en su redondo pelo oscuro.
Quijote perdió el dinero
pero ganó la vida
y la ocasión de ver el lento
deshojarse de su árbol
rama por rama y hoja a hoja
conoció el derrumbe
alrededor de sus retoños
y el mágico entrever de los latidos
pasaje-luz y sombra-estrella
por detrás de la noche y el día.
El deseo de correr
empuja al perro
tras las gaviotas.
Sabe que no las va a alcanzar
pero corre y
ya de noche
no ve si están realmente
pero las imagina y corre
tanto o más intensamente
que cuando las veía.
El pulso misterioso del día
florece en el jardín
viajan los pianos de las flores
al interior de la savia y sale música
y el aire bebe el vaso de su néctar.
De esa respiración se nutre el hueso
y piso la tierra que es mi sangre:
vuelven los músicos al árbol,
los churrinches se queman al sol
como mis ojos.
Con ánimo de conquistar
recorro el mundo
entero
cedo a las cosas que me toman.
Todo ser igual se nutre
estamos sólos árboles y piedras
familias, enfermeros, ángeles.
Bajo las veredas llueve
la vida secreta interminable,
hay una música que brota
y flota y es abrazo y silencio.
La sensación de eternidad
comienza por los dedos
de los pies, con la piedrita
como un hambre repentino.
Pasa el sendero y te atraviesa
un río un subte o una brisa
de pelo o unas tetas
y allí está lo mágico
la sombra de la luz la lluvia
el grito estruendomudo
lo eterno.
La belleza del mundo me limpia los ojos
la sangre derramada se hace savia en la tierra
los zorzales picotean las lombrices de mi corazón
lo que miro es lo verdadero
lo que se ve con la agenda vacía
y el silencio.
Los gatos duermen y no quiero
cerrar los ojos.
No puedo abandonarme con ellos
a la sugerencia de olvido de la noche:
persiste un humo de deseo
un tironeo insomne que recuerda
que el tiempo se escurre
y el ansia de aferrarlo me desvela.
Hay que caminar aunque no haya
un sitio donde ir los gatos
lo saben desde siempre nosotros
aprendimos a desear trasladarnos
de un lado a otro y hacia ninguna parte.
Refugiado histérico sale a golpear con un poema
no le hagas caso mira tu propia música
cuando sople cargada de llanto y de promesas
maullido de gato que deambula y quiere
y no quiere alimento y quiere y no quiere
entrar-salir.
Se queda quieto en el decir maullando
y así vive y se le cae el pelo
y busca el mimo que detiene el tiempo
gato con botas que gana al fin la calle
y hace nada y compra gangas
y adora al árbol que tira copos de espuma
plátanos y adoquines al sol
que salvan
a la ciudad perdida.
Como un gato
se hace un ovillo
el hombre, y regresa
a su desnudo corazón
libre de la protección del tiempo
y del abrigo del espacio.
Un solo y blanco nido queda
donde los huesos también se disuelven
en un plumaje tibio y circular.
Sobre el blando sillón lo veo
perdiéndose en un hermoso olvido
y es tan sereno que no voy a llamarlo.
De mi padre tuve
solamente las brasas
y rápidamente las cenizas.
Con el viento de esta noche
modelo su forma como nube
en fuga hacia el este o el oeste.
El norte es un lento atardecer.
En el sur amanece.
La cama y el mar los paraísos
del poeta que mira el universo
por la ventana o el caracol hundido
en la respiración o el agua.
Vi el desierto del mar y el desierto
de la ciudad y eran lo mismo
estaban llenos o vacíos como una primavera
o un bosque de acacias o un invierno.
La voz potente del mar
tapa el murmullo de los peces
que van bajo su piel y tapa
el roce de los granos de arena
que nadan y fluyen y giran en la danza
desde que empezó la vida.
Absurdos a los ojos del gato
mi mano y el libro
solos en la alta noche.
Insólitos para el que respira
y lame sus patas
concentrado en el aire
y el silencio.
Se dibujan ante él
el objeto y mi gesto
con la extrañeza de quien busca
algo que no está
que parece distante y laberíntico.
Entonces se resigna
da vuelta la cabeza
y se apoya adormecido
dándome la espalda.
Un cuerpo y otro cuerpo en el destierro
se enlazan.
¡Qué solos vibran juntos
en la belleza de la primavera
otoñal!
Juntos en un agua sueñan
lo que son y fueron
y esa misma ola es un hermoso sueño
que otra vez rompe
en la orilla.
Me aferro al derrumbe lentamente
como a una catarata de hojas secas.
No es lo que pasa afuera es una larga
historia que vuelve a repetirse lentamente.
Por qué me aferro no sé, porque igual caigo
con un murmullo de hojas ya marchitas
y hay cierto goce en volver a ser caída
que no está afuera donde late el mar
y la respiración fresquita de los pastos.
Mecido lento por la brisa me deshojo
y veo el derrumbe lento de la estatua.
Charco de cuerpo en la orilla
lo seca el sol
lo absorbe la marea
pasaron las aguas por él
no encuentra otra imagen
bordes irregulares pequeñas
hondonadas y un braceo
de olitas sin salida.
Rebota en los límites y vuelve
y una música
se escapa sin que nadie la pida.
¿Hay otra forma posible
para ese río redondo o ese
mar recostado que dormita
y sueña con su origen
donde palpitan pulpos, calamares,
y no las pulidas piedras sin aroma?
Charco de cuerpo en la orilla…
El reposo del regreso de las aves
al atardecer,
el resposo sereno del cielo
las envuelve acompañándolas
en el momento del recogimiento.
Así huele en la tarde final
el aire alrededor
y el hornero enmudece
el zorzal canta a breves trinos
la calandria cerca de su nido
se despide de la luz cantando.
Mientras allá arriba
las aves de vuelo largo
hacen la aventura de las grandes
distancias familiares.
El río está limpio porque fluye
pienso
mientras lo escucho en la noche desnuda.
Lo llaman El Durazno y baja
del Champaquí y sus muchas vertientes
y al llegar aquí es un brazo ancho de agua ágil
que hace una música perpetua.
Pienso y dormito y por mi mente
pasa el agua de mis pensamientos:
pasa copiando el rumor del río
y quiere ser el río
anhela esa velocidad y esa limpieza
y en ese deseo se aquieta
y se duerme.
Poema
Me despierto y olas de palabras entran por la ventana.
La cama flota en energías de luz, oscuridad, amor, tormentas y calma.
A través de la almohada, por el túnel de la oreja entran sus pensamientos en el hemisferio derecho infinito de mi cerebro, donde se mezclan con el eco de zorzales, palomas, cotorras, y el grito estridente del hornero.
Entreduermo, silencio, “escucha la respiración del que duerme, porque ella te cuenta cómo es el camino de regreso a casa”.
Escucho la respiración del poeta.
(Escrito por Pato De Donato)
Agradecimiento
A Mariel Galarza, que aportó su arte para las tapas de mis últimas publicaciones: “El mar en todo” (2013); “Coplas de orilla” (2015); “Relatos de viaje y otros naufragios” (2016); “Rosas del desierto” (2017) y el presente volumen “Deshojamiento”. También es autora de las tapas de las novelas inéditas “El rumor del agua” y “La música del mar”. Mariel sumó ahora el texto de contratapa, a pedido mío, porque supe que a través de estos seis años de intensa relación artística, puede decir algo de mi poesía con autoridad y sensibilidad. Y así fue, completando con la palabra lo que hizo con la imagen.
Me sentí siempre sorprendido por sus creaciones, porque más que una lectura interpretativa de los textos, son el fruto de una identificación entrañable, de la cual brota una obra en otro lenguaje, una trasposición de algo secreto que, en todos los casos, pudo hacer suyo y modelarlo con sus propios recursos. Así, mis obras se vieron enriquecidas.
¡Hasta el próximo libro!