Rosas del desierto
(2017)
Arte de tapa: Mariel Galarza
Publico los 80 poemas del libro.
Texto de contratapa
Para mí fue extraordinario leerte, y descubrir en tu vida al “aventurero del mar” y comprobar que todo su discurso es más que la borgiana imagen del “… incesante mar que en la serena mañana surca la infinita arena”. Hay en tu mar el sonido del lenguaje, y tu cuerpo en él, tus brazadas en él.
Cómo no decirle al querido lector que tu libro es precioso y que en su nombre oculta el enigma del mar. Es como un secreto homenaje al poema de Rilke que decía hablándole a la rosa: “oh contradicción pura, gozo de ser sueño de nadie bajo tantos párpados.”
Al leer tus poemas uno dice obviamente: ¿quién soy? Pero también: la emoción es más fuerte que las palabras, ¿qué puedo decir sobre el mar? ¿El mar es increíble? ¿El mar es más de lo que yo esperaba? ¿Su inmensidad? Me temo que el comentario sería banal en comparación con lo que expresa cada uno de tus poemas. Hay en ellos eso que vos mismo, lector exquisito, descubriste en 1982, ¿o fue en el vientre de tu madre?: que el mar sería el pequeño mito que contiene cada palabra en su revelación. Y de ahí en más el despliegue de tu mapa sobre la visión: enseñarle a los niños que el mar está dentro de cada sílaba. Y nadar para comprender el movimiento de las sensaciones. Mirar desde tu alta mar el movimiento de tus seres queridos y de tu gente allá en la playa: ¿qué escuchan, qué hacen, cómo encuentran la fuerza del amor en cada rompimiento de la ola?
Y otra cosa, ya dicha en tus poemas: Salvo los ojos, las bocas, los oídos,
que nos hacen ruidosos y evidentes
somos abismo que respira y duerme.
Arturo Carrera, Buenos Aires, 2017
Epígrafe
Pero dar extensa variedad a lo pequeño gloria es de los poetas.
(Píndaro: Pítica IX v. 77)
Una rosa del desierto
(A una piedra que traje del museo de Gagliole, Italia)
Nos dan la poesía para poder dormir
para soñar otros mundos
nos la dan, las musas, para entretenernos
para adormecernos y despreocuparnos
nos dan la poesía nuestra de cada día
como el pan amargo que sonríe nos dan
nos dan los versos para no mirar
el hambre y la muerte que nos rodean
y nos cercan con sus lágrimas, tanta poesía
para olvidar y recordar que el tiempo
nos está comiendo los huesos las musas
nos ponen gotas de miel sobre la lengua
murmuran palabras sagradas cantos de consuelo
nos dan la distancia y la justicia
y la vergüenza sin fin de los felices
la voz que fluye y las aladas palabras
la tristeza de tantos ojos y también la propia
que lame las heridas y murmura al oído una plegaria
una elegía que trae las olas de las sangre
todos los suspiros inmemoriales humanos
tanto tanto nos dan que me duele el dolor
y todo el amor me inflama gracias
poesía miedos sueños flujos de la boca
voces reencuentros brillos delirios levedades
flores jardines florecidos rosa del desierto
abundante de sales e intemperie fría
ardiente desnuda y aunque no te nombre bella
tus aromas de piedra tus pétalos me envuelven
solitaria sola en alguna inmensidad también a vos te amo.
1
De mucho dormir viven mis musas
en las partes blandas de mi cuerpo
se acurrucan sin pelear, sin épicas
batallas de mares o llanuras.
Ellas aman cada rincón gatuno
dieciséis horas sobre veinticuatro
y destilan sus voces en mi sangre.
De mucho mucho domingo eterno viven
toman el descanso de Dios como bandera
y en las ocho que restan ya no sabe qué hacer
dónde nadar, volar o hacer trabajos.
Acaso salen a reposarse en verdes
hojas del jardín o en el sensual oleaje
bien lejos mar adentro donde gozan
sobre espaldas de color de vino.
A veces se hacen duras en mis uñas
aunque siempre lentas o en mis dientes
o delicadamente escupen sangre.
Pero siempre, siempre, amor
están llamándote.
2
Una pluma vuela para abajo
un desecho blanco de paloma
un resto de ala
que atrapo con mi mano.
Luego la suelto y parece que cae
de costado o para arriba casi
más leve que el aire
cuando la luz la incendia
en fulgores blancos
y arde y me quema dulcemente el ojo
las entrañas.
3
Amo tener fuerte mi pene
pero también ser un bote vacío.
Tal vez sean los remos la clave
para cruzar el río
para lanzarme al mar.
Qué bella esta turgencia
vigor gota de océano
y también flotar en hálito de albatros
cerca del sol, sin nada.
4
Avergonzado bajo hasta la orilla
a mojarme los pies desnudos
gastados por la espuma de los días
como las piedras y los caracoles.
Me rodean bichos muertos
y un pequeño escorpión agonizante
donde el mar ha dejado sus venenos.
Dejo mis huellas
y espero con mis ojos
a que las borre el agua.
5
En su cuna se mece el poeta
sin salario fijo pero canta
algo al lado de unos grillos
entre gotas que caen al pasto.
No está bajo presión salvo
que se tejen explosiones suaves
adentro de sus venas agitadas.
Entonces siente unos trinos, lejos
que traduce en palabras ajenas
y se tapa los oídos para dormir.
6
A toda velocidad, los caracoles
se alejan de mis ojos
y los astros giran
en el cielo infinito.
Como dijeron los poetas
en el medio erramos
constelados
de pies y manos y respiraciones.
Con sus lentas costumbres
ellos nos derrotan
persisten
y nos comen los años y las plantas.
7
El abrazo del fantasma tuyo
es como un pan de miel enriquecido
y ya pasaron mil veces de tocarte
y eso será nada en cuerpo y tiempo.
Nunca sabré quién sos, nunca lo sé
aunque libe tus besos largamente tiembla
la visión del abismo bajo labios
de espuma o polvo o aire evanescente.
8
Sale del orto del mar la luna llena
entre pinos, salada y empapada
blanca y con ojos, amarilla
y es tu espejo, tu sonrisa redonda
tu carita de enojos empañados
tu soledad, princesa, bella y de oro.
Luego, seca ya y sin lágrimas
sube a dominar la noche de la tierra
los cuatro mares que dan al infinito.
9
¿Por qué necesitas la noche
para abrir esa flor de tu alma
que duerme todo el día
bajo las llamas del sol?
Las constelaciones de su cuerpo cambian
pecas innumerables piedras rojas perlas
playa donde reposo y anclo
mi ilusión de náufrago.
Esto pasa y eso también pasará
la página donde el viento
escribe nuestros nombres
pero yo también, Juan, de noche espero
que me llegue una estrella.
10
En su leve garganta el colibrí
sabía de la tarde
sincopada entre golpes
de plumas y de ramas.
Todo iba hacia el mar
mientras en su breve tiempo
mis ojos miraban torpemente.
¿A qué poeta del río llamaba?
¿A qué montes?
¿A qué brumas de la China?
Un clavel del aire suspiraba
afirmado en el muro del pino.
11
Tus botones me miran a los ojos
me interrogan me muerden
no me dejan dormir me zamarrean
los rayos de tus codos cuando duermes
las alas plegadas en silencio y el ángel
se extiende boca arriba por tus piernas
un charco de espuma en esta cama
de aguas profundas y orillas borrosas.
12
Se detiene al borde de las olas
y dice una plegaria.
Las teclas de sus dedos se estremecen
tocadas por la espuma.
Hay piel de arena y agua rumorosa
y viento del sudoeste y tibia hondura.
Se adivina el final un poco triste
y es mejor regresar abismo abajo.
Lo que no entra al mar
se hace silencio y poema.
13
El eucalipto estrella me recuerda
que no hay pasado
sino la brisa del lejano mar
y aclaro que es de noche
y mi árbol era el jazmín de cabo
donde florecían perfumados
los rostros de mi madre, Mina
de mi padre, Aníbal
y de mi hermano Fernando
quienes alguna vez murieron
en un pasado inexistente.
Bebo el resto del vino sentado
frente al liquidámbar real
y la aljaba de flores de marfil
y nada cruza mi cuerpo
enteramente vivo
ahora.
14
Me tapo los oídos ciegamente
por no escuchar mi grito
el más idiota.
Tapo uno tras otro
los versos sin objetos
hasta que el grillo llama
y la flor del geranio exhibe
la geometría sagrada
y se ríe de mí mientras yo lloro.
15
Vivo como en los viejos inviernos
reina la acacia de fibras torcidas
y aunque es el otoño ya se huele
un silencio largo que solo rompe el mar.
Iguales son las ramas y los huesos
nubes de humo sobre lentos hogares
médanos sembrados de pastos solitarios
y grandes casas yacen solitarias.
Vuelvo a ser el niño que flota
recostado bajo un frondoso pino
y mira entre las ramas las estrellas
el que vuela descalzo hacia la orilla.
16
Todo lo que respira se hace poema
incluso el malestar de malestares
rey de reyes del estar sin causa
quién grita las once no son doce!
Cesa la lluvia igual se mueve el vientre
caen las hojas de otoño sobre el pasto
los zorzales hurgan por lombrices
y yo también me entrego a mi destino.
17
Torpe y lento el insecto en la baldosa
se detiene ante mí.
Un niño llora, ululan las palomas
y yo regreso de mi largo viaje.
Con alegría de náufragos
que reanudan la marcha
lo observo balancearse
con largas patas frágiles
hasta perderse en el confín del patio.
Yo me interno con mis remos lejos
y busco en el mar una hoja en blanco.
18
Digo siempre que sí completamente
porque estoy en el aire como pluma
o nube pasajera o leve ruido
canción vacía que no suena sola.
Soy las pequeñas sílabas gastadas
que vuelven once veces a reunirse
y acaso son menores o mayores
o quedan casi siempre sin palabras.
19
Es una harina que parece inmóvil
adentro del ciruelo
y abajo
y sube luego en pestañas por el pubis
y viaja por las venas
y se hace flor de labios encarnados
en su boca de niña eternamente
anciana en ojos piedras renegridas.
20
Tan rodeada de ternura y semen
era en la luz de virgen tu cintura
te das vuelta y duermes y se asola
mi anhelo en aves rubias y gusanos
y nalgas de algas
y mucho mejor líquenes.
¿Quién soy ahora
entre tus sábanas heladas
tus almohadas de piedra
tu más distante ritmo de costillas?
Un puro solitario perro solo
ladrando a la sin luna
noche de los huesitos
con baba y dientes muertos
y se corta el dulce pene y la sonrisa
y el tacto de los dedos y los labios
y el grito de la lengua y asustado
por tu soplido extraño levantóse el ser
y guardóse, solitario, hasta mañana.
21
El cuerpo pornográfico bajaba
en lava, por las venas
invadiendo al cuerpo distraído
asaltado por flujos de la mente.
No quería esas bellas animales
o quería ser carne de su fuego
no sabía quién era, el cuerpo
atado por las cuerdas lejanísimas
de hombres y mujeres de otro mundo
saltando por los ojos aturdidos.
Sin agua, sin boca, sin consuelo
sólo brillos perdidos en el cosmos
y el abismo de un grito solitario
suspiro de otro yo al que nunca veo.
No eran nadie ellos
ni yo era alguien.
Una conversación ensimismada
un muerto abrazo despojado.
22
Mis oídos llegan hasta el fondo
y barren los vestigios de las formas
en el umbral, debajo del oleaje
en el ruidoso devorador silencio.
Y ese espacio donde me extraviaba
sin poder encontrar a mis amigos
en la parada de un bondi innecesario
no sabía dónde ir y estaba solo.
Más solo que un perro vagabundo
porque yo añoraba que me nombren
y abajo abajo el molino del agua
trituraba toda voz terrena.
23
La gran pasividad a ras del suelo
es ahora el movimiento de un insecto
fuera del agua donde yo nadaba
con brazos de ahogado y piernas de velero.
Y es también la libélula en la rama
que baja y fija sus cuarenta élitros
mirándome a los ojos.
Y en esa espesa, mínima negrura
no hay materia sino más bien un aleph
y nos unimos en otro vasto espacio
para volar sin alas de mi parte
hacia la enorme disolución festiva
ese otro mar sin gravedad ni aire.
24
Duermo arrullado en mí
sapo inflamado de voces
y todavía no te busco.
Será cuando rompa el cerco
donde estoy ahogándome
donde estoy muriéndome
en un mar de palabras
brillantes como piedras
de la montaña celeste
que se desmorona mientras
el desfile de los muertos
pasa y es antiguo y viene de muy lejos.
Respiro entre las ruinas
y en mi propio silencio
me sostengo y soy libre.
25
Las olas terminan en espuma
y no son símbolo de nada
ni la cifra del destino humano.
Es el sudeste que revuelve el mar
sacude sus entrañas y lo agita
y lo purga en esa nieve impura.
Vienen primero en lomos esmeraldas
y al romper son jóvenes potentes
que se dejan llevar hasta la orilla.
Allí ya despojadas de su gracia
quedan sepultadas en espumas
grises y amarillas como viejas.
El viento fuerte corre y las deshace
poco a poco y las empuja
y en la arena las convierte en nada.
Todo sucede rápido
tan claro y tan confuso como un sueño.
26
Oleaje de hojas largas
que son como mi pelo
mis pies raíces mis brazos el cielo
en la danza yin yan que trae el viento.
Luz naranja del Buda iluminado
sus entrañas al fulgor de la mañana.
Vienen a mí con dedos de gramíneas
ancladas hondas en la tierra negra
dibujan en el aire los trazos de sus sueños
suave melancolía, proclamas de la dicha.
Lejos y cerca con mi propia savia
entro en el movimiento y en el juego
y salgo en azules por las amplias ventanas
y en el sol sonrío y me disgrego.
27
Torpes los pescadores
en la espuma infantil
los anzuelos comidos por el viento
la carnada en las olas.
Ya en mis barrotes
a las finas hierbas me aromizo
mientras llueve atiendo perros
y escucho llover sobre los árboles.
¿Dónde van esos dos que pescan
en un sueño de niños?
¿Hasta cuándo juegan
gateando en juveniles lluvias?
En mis almohadas de agua y vino
mis piernas descansan del mar
y grito uno tras otro los olvidos
y agradezco a los peces que vinieron
a alegrarnos la vida.
28
No solo luz de un padecer eterno
sino también de dulces brillos reales
en el andar sin rumbo por los otros
por ejemplo los dos viejitos muertos
asomados al ventanal del agua
y yo en la costanera en calzoncillos
perdiendo manos, brazos y cabezas.
Busco en cuerpos desnudos encontrarme
sin embargo la arena se derrama
y queda poco más que ese puñado
de estrellitas que forman tu mejilla
y la implosión acaso oleaje oscuro
pétalo gris de mi jardín nonato.
29
Es la presencia de la gran nonada
la rápida espera detenida.
En el almendro la mariposa roja
es la que me sigue con sus ojos
aferrada al filo de una hoja.
Tensa y bate las alas lentamente
y las junta
y espera el viento que la empuje fuerte
a navegar sin rumbo por el cielo.
30
La gata huele la tormenta en ciernes
es una esfinge sensitiva y grácil
no sé qué espera, qué desea
inmóvil, acechante, distraída.
Le silbo sólo para perturbarla
pero no me registra ni me escucha
está en su mundo circular y mudo
sumida en otro espacio y otro tiempo
que yo nunca entiendo ni tolero
y siempre corro a buscar otro refugio.
31
El cable a tierra del poema eleva
el dramático roce
el son continuo de la sangre del mar.
Recostado en el manto de la noche
sereno respira en las palabras
paloma palpitante en manos húmedas.
El caracol cruza la página
el hondo plano blanco y la navega
y solo en otra piel se detiene y se abriga.
Ay, corazón, cómo lates dentro de las tripas
y luego vuelas, respiración y aire.
32
Lava el cielo o llora
canta el aire o golpea
escribe el agua o lame
barre o grita o murmura.
Infla los árboles y
acrecienta el mar
tierra impregnada alta
33
Yo también soy mendigo de la luna
ésta o cualquier otra madrugada
y como siempre ella me sorprende
cayendo en mitades en la cocina sola.
Diosa de los poetas, pone fuego en mis huesos
para que no me duerma tan serenamente
y me incomoda y me habla y a medias se sonríe
cuando así, miserablemente, me arrodillo.
34
…y están siempre tus orejas mirándome
y remas hacia mí con tus omóplatos
y tus bocas traen pétalos marchitos
o primaveras rosas
y busco saber a qué distancia
vivo de tus pecas…
35
Me despierta tu roce en todo espacio
chispa o corriente o magnetismo etéreo
al que entrego los pelos de mis huesos
en libélulas veloces y voraces.
Y hace racimo en una mano tibia
y alud de oro en una cabellera
o sombra dorada sobre el sueño
alas y piernas rubias
muslos sobre muslos
ombligo en ombligo
pechos que se igualan
vorágine kundalini o calentura roja
sucia de aire y luz viscosa
y macerado frote y olas
de tu espuma y así
vendrá la vida con tus labios
a despertarme siempre.
36
Con todo lo que duermo
no soy todavía un gato
si además trabajara
¿qué sería de mí?
No podría siquiera disponer
de un rato para amarte
ni hacerle espacio al fuerte
viento del deseo…
37
Ahora escucho tus poros
lo que dicen sudando
y aún jadeando
subiendo
en rosas bocas húmedas
gargantas secas
refrescantes flores que se abren
en ardientes espasmos al rocío.
Un ascenso que cierra
los labios
para abrirse más allá
hacia el aire…
38
No le conviene el rojo a este cuaderno
no le conviene el rojo sólo
que enceguecido arde y olvida
que era también el tordo azul
su piel de iris su plumaje
y el suave gris de la paloma
y era por siempre el verde de los musgos.
El rojo está en tu espera
sueño encendido que no duerme y gira
gastándose en el viaje y renovándose
rojo de alas quietas
furia entre las piedras
canta y escupe sangre
con dulzura
mientras me escapo y trepo a un árbol
o busco
todas las maneras de quedarme.
39
Me callo para siempre en el rastreo
de tus partes húmedas y blandas
no soy más que un retopo calcinado
ahogado de quemarse entre tus fuegos.
Al final la vertical sopla un suspiro
y sonríes de amor, suelta de cuerpo.
40
Arrodillada y alta
gozante con mis manos
te mostraba mis tetas masculinas
y la ranura debajo del ombligo.
Llego como el mar con sus almejas
A rodearte y de rodillas subes
mi pene es como un mástil
y los tuyos son remos…
Y así se anega el cuerpo mío ante el deseo
de todas las mujeres y los hombres
beso el ombligo del dolor humano
la exquisita invención que nos devora.
Yo también lloré cuando rompieron tu paraíso
con llanto de hombre si se quiere y juntos
rezamos ahora en la orilla de la noche.
Y el infinito inquieto en las palabras
como alevino de trucha se mueve
en la orilla ruidosa del Gutierrez
o en los juncos de los Horcones donde
los pejerreyes comen camarones
y el sabor se traslada a su carne y a nosotros
y a este viaje que siempre recomienza.
El infinito se alarga gota o nube
o en los mansos recodos del río Negro
donde el maestro Rabitti con su lira de sauces
creció acunado por la voz de Heráclito.
41
Salvo los labios que murmuran
el resto del mar está muy quieto
replegado, huraño, silencioso, lejos.
Salvo la boca que gime jadeando
cansada y renovada a cada instante
la espalda enorme es sorda y enigmática.
Salvo los dientes blancos de las olas
que ríen abiertos y se cierran de golpe
el infinito es intemperie ciega.
Como yo, los pastos de la orilla, las aves
los tamariscos de pestañas finas
lo miran transcurrir, lo escuchan todo el tiempo.
Salvo los ojos, las bocas, los oídos
que nos hacen ruidosos y evidentes
somos abismo que respira y duerme.
42
Vuelvo a ser pequeño, voluptuoso
desierto de intenciones como un lago
y con semillas de la tierra baldía
vuelve a brotar otro jardín florido.
Entero en el presente como un gato.
La luna me alimenta mientras duermo.
43
Hermoso día para vivir es hoy
claras manzanas rojas en el cielo
tenues pájaros salen de las ramas y cantos
de aire puro y frescura en los pies.
Es hoy naciente el iris de tus ojos
mi mano atenta al sol
los ruidos de las llaves que abren
los blandos cerrojos de las venas.
Llueve el polen dorado de este día
y es un humor sin brújula
instalado en medio de las horas
despojado entre ruinas y deshechos.
Y luego la vertical del árbol
mano sobre tallo
sangre sobre savia
nervios en nervaduras
y baja y sube la corriente invisible
pasto, humus, tierra remota
agua, fuego nutricio
y arriba los pétalos
los altos pistilos de la acacia de Constantinopla
tan bellas flores encendidas
y yo también, en brillos…
44
El soliloquio es el pis lento de esta noche
mientras otra vez cae Troya
los aullidos reinan
y muere una grandeza que parecía eterna.
“Duelo cruel, miedo
imagen repetida de la muerte”.
En tanto largamente meo
golpeando el oído sordo de mi baño.
Pulsan las ranas y los grillos ciegos
ebrios de noche y de fresco rocío
y se deshoja y circula por mi sangre espesa
la vaga luz que guardo entre mis venas.
45
El párpado arrugado y muchos ruidos
me anuncian la vejez en el espejo
y un soplo me empuja hacia los juegos
de la vida, sin edad, nuevos y viejos.
Una polilla nace entre los pliegues blandos
y vuela hacia un rincón para mirarme
mirándome sufrir de estar mirándome
morir, serenamente.
46
Tu cola, que es el monte de los sueños
espera por mi mano cada noche.
¿Se atraen?
¿Se llaman?
¿Secretamente se conciertan
para entrar en contacto?
No lo sé, ya no me lo pregunto
solo voy yo también enteramente
en mi palma deslizada
con las yemas de todos mis sentidos
hacia ese beso suave
el tibio abrazo que eterniza
el instante previo al duermevela
el pasaje sensible al otro mundo.
47
Me embebo en la aureola de tu pubis
te pido que sonrías
y en un borde de lago
se abre en pétalos
fangosos y dorados.
No me sueltes la mano.
No te suelto.
Sos un marisco oscuro palpitando.
48
No son iguales las olas y las teclas
pero juntas confluyen en mí
o se van de mí como mareas
y yo con ellas me derramo y vuelvo.
Entonces un caracol me dice algo
un caracol pintado por Guillermo
duro en su danza detenida
en cuyo fondo un ser buscó refugio.
Un lobito que agoniza en la playa
se asusta de mí cuando lo miro
junto a él brilla el caracol dorado
espiralado como el universo.
Todas dulzuras y perfumes del mar
también botellas de plástico y bolsitas
y un diente de ajo y zapatillas
y ramitas de un impensable bosque.
Las teclas y las olas se disuelven
en un vasto silencio interminable.
49
Kabir me enseña que en cada ola
está todo el océano
y que el océano
las contiene a todas.
Esto hace fuertes mis brazos
cuando nado hacia la boya flotante
que me sirve de puerto.
50
La muerte en la tarde en Venecia la veía
llegar tan solitario solemne agazapado
en la frontera de los dones donde
transitaba de sapo o de ave leve.
Íbamos con Hernán por esos puentes
mirando una regata imaginaria
y adentro era la masacre de los niños
en el lienzo feroz de Tintoretto.
Rompe la flor el pasto que la ciñe
-el motivo no es nuevo-
más brota y brota en su insistencia
la vida misma en pétalos violetas.
Sangre de la entera tierra
en su don su risa su infatigable amor
más allá y más acá de la muerte
y la mosca que soy también la ama.
51
Yo también cuelgo de todas partes
con muchísimas piernas
y me columpio del cielo de los árboles
como ceibo fantástico
que suena como arpa
en el bosque de pinos
con la brisa del sur.
Soy un extraterrestre
lejísimos del río
pero escuché tu canto
maestro y pájaro arrugado.
Aquí desde mi lecho
con el pecho desnudo
sigo columpiándome
mientras anochece.
52
Refinándome en la fragilidad
descontando los días hasta la muerte
la falsa muerte en el espejo.
Deshojándome rápida, lentamente
deshojando
las empresas construidas.
Dejándolas, desangrándolas, despintadas
como viejos monumentos
que fueron nada y son nada.
Fulguraron en su tiempo
jóvenes, potentes como olas
y ya son otra vez del mar.
53
A veces el mar está callado
y solo traga mariposas verdes
sopladas misteriosamente por el campo.
A veces escarabajos suicidas
navegan con seis remos hacia el agua
atraídos por un rumor hipnótico.
A veces la media luna asoma
entre velos negros y su brillo
descubre a los mil gatos que nos miran.
Lejos el faro es una estrella rota
que nos recuerda al delicado poeta
y nos invita a hacer un largo viaje.
El esclavo del cielo en la terraza
esperando el mensaje de la hoguera
se adormece en la vigilia inútil.
No hay señales de oriente o de occidente
y yo agradezco tanto haber comido
y estar salvado adentro de una cama.
Sin embargo una parte de mí no está conmigo
sino adentro del mar con los hambrientos
y ya no sé si soy esa lechuza
que en la orilla deglute algo invisible.
54
Lo que viene no es cabeza demorada
ni la bella final en las paredes
es un alba que asoma con rosados dedos
y gargantas de zorzales encendidos.
No es lo que viene a llamar un pensamiento
que gravemente pesa sobre el mundo
sino una música que atraviesa todo
el aire posible cuando abro los ojos.
El mismo colibrí y otros y otros
que zumban ávidos de flores
y los árboles dueños de sí mismos
elevándose lentos hacia el cielo.
Y es también el rosa de tus manos
y tus mejillas que renacen sonriendo.
55
Tres negros pasan como chicas de Proust
vienen de Senegal o de Nigeria
y van hacia las playas
a vender anteojos o pulseras.
Yo regreso a mi casa ya gozado y comido
escuchando la Traviata de Verdi
y los veo muchachitos en flor
hamacando los brazos y las piernas.
Les cedo gentilmente el paso
y uno me saluda con el pulgar en alto
sonriendo con los ojos y los dientes blancos.
Y yo, que me siento halagado,
acelero y cruzo rápido la calle.
Y sigue un día feliz, etéreo…
56
Me mira el cielo tan discretamente
que yo, tan poca cosa, no me escondo
ni me avergüenzo ya de nada nunca
de tan neutral mirada transparente.
Me desnudo cuando corre las nubes
y no hay ni un triste ojo que me juzgue
por mi edad mis arrugas mis miembros imperfectos.
Soy una obrera más en el enjambre.
Doy a la abeja reina mis fatigas
y escucho ciegamente el mar de voces
feliz de confusiones y de gritos
y de la espera cruel que me devore.
57
Tus piernas largas van tocando el cielo
al final de la cama y entre nubes
y ladran a los perros de la noche
tus dedos desatentos y tus uñas
replegados en tu luz dormida.
Por la ventana abierta viajan
los inquietos fantasmas de tu sueño
y se posan en la rama del pino
y se callan al mirar las estrellas.
58
Con la pluma del viento el cielo escribe
en el amanecer incandescente
y yo no soy quien para juzgarme
porque muere un hermano y otro y otro.
“Si no saliste a matar como Guevara
dedícate pues a otra pasión inútil”.
Mientras el sol se abre camino con sus alas
dice esta conclusión desde allá lejos.
Y cuando el mar besa una playa ajena
vienen a mí dos ninfas afroditas
Febo me destroza con sus rayos
y ya ilumina el histórico convento.
59
Acolchados huevos de pascua crisis
de pingüinos maníes color arcor
maxi mixer plumas de gansos
más conejos águilas de oro
confites frutados dermagloses
confort babe protect plenitudes
alitas de pollo falda
carnaza de paleta palomita premium
tortuguita chingolo ojo de bife entraña
la casa el matrimonio el auto los ahorros
los viajes familiares los garajes
el verso que respira entre las góndolas
las bóvedas celestes y terrestres
los puños los abrazos los dedos lastimados
los suspiros los éxtasis serenos
las hermosas magias de tus manos
el aire arriba el cerro el río azul
ómnium circus ventus infinitus López.
60
Nos alivian las nubes silenciosas
cambiantes y fijas como un río
y el san Antonio se sube a una piedrita
a mirar el abismo de la orilla.
¿Qué pensará del mar que en un momento
se llevará sus alas diminutas?
Lo alojo en mi corazón como un milagro
y me alejo de allí, bajo otro cielo.
61
Tu sagrado clítoris me mira
y, lengua de dios, me habla con suspiros,
canta tu oído con la voz de un ángel
y nos perdemos en un hermoso sueño.
¡Oh recién llegada con la espuma del mar
qué suave y ligero es el mundo en tus tetas!
62
Entre pinos la nube silenciosa
abría su archipiélago en el cielo
y a mis pies hinchados les pesaba
el ruido del camino y de los autos.
Brillando con los últimos fulgores
había sido sombra sólida en la altura
empapado el domingo de la tierra
y ahora se disgregaba en luz violácea.
Un río de ruedas aturdía la calle
balbuceos monótonos y gritos
y yo apenado y desarmado iba
eludiendo el desborde de las cloacas.
Me alejaba hacia mi propia noche
soñando con un vino enamorado.
63
Repto en la ruta de regreso a casa
pisando víboras y cardos azules
y arrastro mucho mi vientre barroso
mis manos redondeadas por tus tetas
entre cardos y campos rojos de soja
donde el trigo ha quedado sepultado
en la memoria de otros tiempos de oro
y en el agua universal que nos envuelve
corren tropillas de árboles inmóviles.
64
Nos tomamos las manos largamente
y agria era su lengua
aún sin besarla
sola de tabaco endurecido
con labios lanzados a la sed
hablando en pájaros sonoros
y oscuros dientes duros
de esperar en la cama.
Y así tan simple los amores
fueron deshojándose en latidos
soplados en miradas y un olor imposible
y huesos tan delgados
para mis dedos gordos que se rompen
y tu ternura última de novia.
Tu piel quedó en la mía
un poco sola.
65
Es más preciosa la ondulación sin límites
por eso brilla tu estrella en Puerto Ruiz
en finas letras sobre el agua que fluye
desde el antiguo cielo ópalo o leonado.
66
No me sale el verso de la carne
desnudo
el verso puro
de pelos en la boca
sin ángeles ni musas.
No asoma en los poros de la lengua
vacila y se ahoga y canta
un son entero para adentro
humo lunas escamas encendidas
limones exprimidos
lejos del mar, acaso sin orillas.
Ríos que regresan a las fuentes
arriba, en lejanos manantiales
viejas lombrices que dicen
las marrones canciones más antiguas
barro y olor muy lentamente
fresco y oscuro y largo
alas de este amor terrestre y tanto
y tanto y tanto que te amo
sin poema.
67
Desplegada, extendida, abierta, dócil
dorada piel resuelta en curvas, giros
líneas lunares y solares, ríos
colinas, valles, hondas cuevas húmedas
sudores, triángulos, dedos enramados
sobre la cama llovida en brisa y noche.
Olas de la ventana toda abierta
aire fresco con estrellas y el íntimo
rumor de pastos y de grillos.
Sobre el leve crepitar que respirabas
no era muy diferente el sueño mío.
68
Me gustaría ser blando como el agua
para entrar en tus pliegues, tango nuestro,
torpe de manos y de piernas sufro
de no tener tus versos en el cuerpo.
Musa de la inocencia, oh musa
de los galanes distraídos
dame tu luz nocturna, tu piel suave
para el encantamiento de la sangre.
Mudo me quedaré devotamente
perfumado, sereno, femenino, sin pelo,
para que tu tierna hombría se manifieste
en mis próximos años.
Me someto a tu sentencia grave
de ser el héroe de los sueños
de las mujeres que danzan
del movimiento que domina y ama.
69
El hermoso esplendor, cuando ella baila
se derrama en azul por mis sentidos
y ya la vio Tejada cuando joven
como la veo ahora, sorprendido.
Fue hace mucho en lo de Alicia Lagos
que comenzó la historia de este tango.
Con su vestido blanco nos dejaba
solos en el balcón, pensando en nada.
¿Por qué esta bella flor liba el poeta
cuando es de todos toda primavera?
Llega la luz desde una estrella rota
corre en las venas el calor que falta
así el terrible gozo me desvela
y agradecido busco una palabra.
70
Con su ecuánime ojo el mar nos mira
transcurrir repartidos en ciudades
o solos, frente a él, arrodillados
pidiéndole el secreto de su fuerza.
Él se construye y deconstruye siempre
atento a los sonidos de las olas
como un canto a sí mismo celebrado
en un ritual de libertad y cárcel.
Él se canta, se escucha, se derrama,
él es su movimiento y su infinito
hasta que siente el reflejo de la luna
y por primera vez calla y vacila.
Piensa que su ancho lomo no es tan vasto
como esa luz que abraza su universo
los muchos mares y la tierra y se hunde
para verse a sí mismo en lo profundo.
Yo soy el mar, me digo, y lo acompaño
con la intención de ahogarlo con mis manos
cuando por última vez estemos solos, soy
el que ahora cantará con su voz ronca.
71
Los soplos bellos azules que me diste
ya no olvido
porque fueron faros en mi vida
aire para mi oído
soles para las torpes rosas…
¡Sal de mujer, oh substancia pura!
De una dama fina
de alto porte y gracia
felina, femenina.
72
Si yo fuera como Sri Aurobindo
vería esa ley fría muy ardiente
no tanto más bien la ley divina
en mis pelos mis ojos mis testículos
mi ansia de beber el vino
hasta el final.
Es una hermosísima embriaguez
de néctar y ambrosía
o el hidromiel de Apolo
alucinante vino tinto
Aurobindo dice lo que pienso
y mi experiencia se parece a la suya
la flauta deja pasar la música divina
el junco se mueve soplado por la brisa
el canal deja atravesarse por la luz
gargantas de zorzales
criaturas cantoras de Juanele
cantamos para ser
y deshaciéndonos
perdemos la vida y la encontramos.
Así me encuentro yo en mi cama
apoyado sobre el codo izquierdo
arrebatado absorto frágil
73
Canta el gorrión la paloma
el bicho feo
y yo que no soy nada
soy la vida
todo lo que vibra y acaba
en un bello silencio interminable.
74
No menos bello que una flor
el bagre
me ruega que no lo vuelva al agua.
Quiere ser en mi sangre triturado
un río de hombre
habitarme como una llama blanca.
Yo le digo que sí con la mirada
y muerdo sus anzuelos
y en la orilla los dos nos devoramos.
75
La flor que dejé sin cortar
cerca del agua
esta mañana
perfumó mejor y con vos.
76
Quieres vivir sin plata
pero tomar buen vino.
Dinero, beber, estar ocioso
sentado sobre la luna prístina.
Todo es posible si sueltas la boya
y los remos, y la corriente sabia
te convierte en náufrago.
77
Una sombra pasa por mi frente
esta mañana
sobre este mar inquieto.
Las gaviotas se alejan sombrías
y me quedo solo y muerto
sin sus alas.
78
La ola traza el diseño de la orilla
y yo me derramo sobre el tiempo
viento y nube
en la orla espumosa me desnudo
despojado del oscuro océano.
En la arena ella me sostiene y absorbe
y por sus poros surco el dulce de los días
y las noches
y son estrellas frescas o son ojos
o profundos oídos que circulan conmigo.
Cangrejo Azul
(arte poética)
Solo y sexual entre las algas
de Punta del Diablo
y hermosas mujeres con hombres
generalmente feos
que no las merecen
y lindos homosexuales perfumados
y rústicas lesbianas tiernas
y cangrejos de pinzas azules
que entregan la vida
pero no sueltan la presa.
Heroicos, enamorados, enfáticos,
caen como yo caigo mutilados
en las ollas hirvientes de las musas
y ya son con las algas exquisitos buñuelos
marinos, verdes, azules y brillantes.
El rumor pindárico regresa
en las olas grises y me dice
que no consuma en un rincón oscuro
una vejez sin nombre
que lance mi carro al desigual combate
y no me prive de las cosas bellas.
Índice
Una rosa del desierto 7
De mucho dormir viven mis musas… 9
Una pluma vuela para abajo… 11
Amo tener fuerte mi pene… 12
Avergonzado bajo hasta la orilla… 13
En su cuna se mece el poeta… 14
A toda velocidad los caracoles… 15
El abrazo del fantasma tuyo… 16
Sale del orto del mar la luna llena… 17
Por qué necesitas la noche… 18
En su leve garganta el colibrí… 19
Tus botones me miran a los ojos… 20
Se detiene al borde de las olas… 21
El eucalipto estrella me recuerda… 22
Me tapo los oídos ciegamente… 24
Vivo como en los viejos inviernos… 25
Todo lo que respira se hace poema… 26
Torpe y lento el insecto en la baldosa… 27
Digo siempre que sí completamente… 28
Es una harina que parece inmóvil… 29
Tan rodeada de ternura y semen… 30
El cuerpo pornográfico bajaba… 32
Mis oídos llegan hasta el fondo… 34
La gran pasividad a ras del suelo… 35
Duermo arrullado en mí… 36
Las olas terminan en espuma… 37
Oleaje de hojas largas… 39
Torpes los pescadores… 40
No solo luz de un padecer eterno… 42
Es la presencia de la gran nonada… 43
La gata huele la tormenta en ciernes… 44
El cable a tierra del poema… 45
Lava el cielo o llora… 46
Yo también soy mendigo de la luna… 47
…y están siempre tus orejas mirándome 48
Me despierta tu roce en todo espacio… 49
Con todo lo que duermo… 51
Ahora escucho tus poros… 52
No le conviene el rojo a este cuaderno… 53
Me callo para siempre en el rastreo… 55
Arrodillada y alta… 56
Salvo los labios que murmuran… 58
Vuelvo a ser pequeño, voluptuoso… 60
Hermoso día para vivir es hoy… 61
El soliloquio es el pis lento de esta noche… 63
El parpado arrugado y muchos ruidos… 64
Tu cola, que es el monte de los sueños… 65
Me embebo en la aureola de tu pubis… 66
No son iguales las olas y las teclas… 67
Kabir me enseña que en cada ola… 69
La muerte en la tarde en Venecia la veía… 70
Yo también cuelgo de todas partes… 72
Refinándome en la fragilidad… 73
A veces el mar está callado… 74
Lo que viene no es cabeza demorada… 76
Tres negros pasan como chicas de Proust… 78
Me mira el cielo tan discretamente… 79
Tus piernas largas van tocando el cielo… 80
Con la pluma del viento el cielo escribe… 81
Acolchados huevos de pascua crisis… 82
Nos alivian las nubes silenciosas… 84
Tu sagrado clítoris me mira… 85
Entre pinos la nube silenciosa… 86
Repto en la ruta de regreso a casa… 87
Nos tomamos las manos largamente… 88
Es más preciosa la ondulación sin límites… 90
No me sale el verso de la carne… 91
Desplegada, extendida, abierta, dócil… 93
Me gustaría ser blando como el agua… 94
El hermoso esplendor, cuando ella baila… 96
Con su ecuánime ojo el mar nos mira… 98
Los soplos bellos azules que me diste… 100
Si yo fuera como Sri Aurobindo… 101
Canta el gorrión, la paloma… 103
No menos bello que una flor… 104
La flor que dejé sin cortar… 105
Quieres vivir sin plata… 106
Una sombra pasa por mi frente… 107
La ola traza el diseño de la orilla… 108
Cangrejo azul 109