LA CORVINA MÁS GRANDE DEL MUNDO

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(Psicología de la Pesca-Elogio del obsesivo)

Aceptado el convite, hermano poeta y pescador!  Claro que como corresponde a otro tipo  complicado,  psicoanalista y de la familia, me detuve en mis propias galletas, que me llevo un buen tiempo desenredar, para finalmente conformarme y conformar una respuesta. Allá vamos!

En primer lugar quiero compartir unas consideraciones previas (que retomaré al final) sobre lo que llamaría la psicología del pescador,  en su dimensión descriptiva, fenomenológica. Y creo que vamos a coincidir en establecer que la paciencia y la exageración son en principio,  los rasgos más destacados que caracterizan al sujeto de esta actividad.

También es bastante cierto que el éxito y la eficacia en la práctica de la pesca están muy supeditados a la suerte, y esa condición propicia el uso de una multiplicidad de estrategias, rituales,  inventos y dispositivos de todo tipo y calaña, que van desde el pica pez hasta el eco sonda, desde el estudio de las mareas y los infructuosos y fallidos rezos a San  Ictícola de los Peces, hasta las variaciones en el arte de encarnar.

Pero si me remito a tu pregunta, tenemos que pensar más específicamente en las complicaciones en las que nos enredamos cuando intentamos pescar,  y referirnos  a los determinantes  psicológicos de los caminos absurdos y reiterativos que tomamos dentro de un menú de posibilidades  y decisiones que  la pesca nos plantea.

Dicho esto, parecería que mas allá de la pesca, esta actitud irracional, este ejercicio inadecuado, inconducente  y hasta dañino para el cuerpo ,  se repite,  resiste y no es fácil de modificar (no aprendemos con la experiencia) y como si esto fuera poco se presenta también en otras acciones y campos de tu vida (el fútbol por ejemplo).

Esto nos lleva a pensar que se trataría entonces de una consulta acerca de una condición muy personal, de un rasgo  que te caracteriza, te incomoda y te habita implacablemente.

Pero no te preocupes,  gambetiemos la parte que te toca de cerca y  tratemos de orientar la respuesta hacia algunas consideraciones  más colectivas.

Es evidente que las personas  damos vueltas, somos vuelteros, no damos regularmente en el blanco, cometemos errores, nos confundimos en el camino, no somos eficaces ni eficientes. Esto nos cabe a los humanos en tanto neuróticos en general, en mayor o menor medida, seamos pescadores, ingenieros, médicos, políticos,  mancos (los gordos y los rengos también fallamos), estudiantes, argentinos, japoneses (erran menos….  Lacan los consideraba inanalizables por su relación con la falta), jugadores de fútbol (‘era por abajo palacios!!!’),  amas de casa o pilotos de avión (de cualquier nacionalidad).

Este  desencuentro con las supuestas metas que nos proponemos, se pone de manifiesto en los mecanismos que se interponen en el camino del deseo y su satisfacción.  Consisten, en el caso  de la obsesión,  en  una cantidad de laberintos, ritos  y elucubraciones,  inútiles al fin,  pero funcionales a otros requerimientos psíquicos de tipo compulsivo, donde se satisfacen otras pulsiones menos claras, en fin, inconscientes, que  cuando  se desanudan,  irrumpen y desestabilizan  nuestra economía   psíquica y nos someten a un sufrimiento que requiere análisis, tratamiento.

Pero esta mirada no agota el tema ni mucho menos, en todo caso esta buena para bajar un cambio con la auto exigencia,  puede servir para convivir mejor con los recorridos y locuritas de cada uno y de los demás, reconocerlos y analizarnos para sufrir menos y no repetirnos patológicamente a pesar de estar,  por estructura  y según las coordenadas de  cada neurosis,   dispuestos a hacerlo. Y creo que  vale fundamentalmente,   para el ámbito terapéutico, donde es imprescindible contar con un marco teórico y conceptual para analizar el  padecer psicológico.

Dejemos entonces al paciente y su maraña en el diván. Y coincidiendo con Hamlet en que hay más cosas en el cielo y la tierra de las que sueña nuestra filosofía,   vayamos a desarrollar  otras cuestiones que tu relato y tu desafío me sugirieron. Quizás arrojen algo de luz sobre como sobrellevar las marcas impresas en el cuerpo a lo largo de nuestras  vidas y los limites transitorios  o definitivos que nos impone el simple paso del tiempo.

Me parece que cuando  vamos a pescar,  aún en ocasiones en que  objetivamente deberíamos meternos en la cama,  nos empuja una emoción histórica,  personal  y compartida.  Creo que nuestros limitados envases y sus dolores se diluyen y relativizan  en alquimias y motivaciones  subjetivas y pasionales como  por ejemplo  volver a sentir el entusiasmo infantil  con el que salíamos  a pescar  o a jugar al fútbol a los 10 y 12 años.

Era marco de aquella aventura,  el  paisaje de  almejas tendidas en la orilla como un inmenso manto amarillo y vivo en cada madrugada, mientras mirábamos a  los pejerreyes  huir con la ola, abundancia de un mar generoso en épocas de una  villa deshabitada y dos pibes deslumbrados ante toda  esa maravilla de amaneceres,  mares y playas repletas de tesoros inclasificables adonde hoy,  regresamos  cada vez.

Antes equipados con una lata  atravesada por  un palo y con una línea de mano atada a unos metros de tanza maltrechos y mal enroscados, precario y artesanal  reel (matriz  del gran Santa Catalina) con el que sacábamos  esas espinudas  burriquetas  mientras soñábamos en secreto con aquella corvina de 16 kilos que habitaba en los relatos de nuestro primo pescador.

Hoy, mientras desarrollamos las más variadas estrategias y recurrimos a los más sofisticados equipos, el mar y sus renovadas y sorprendentes  sinfonías (adjunto Foto de la última incursión),  vuelve a ser  testigo y parte de nuestras interminables charlas, de nuestra inquebrantable amistad.

Y más allá de nuestra historia particular, existe  un universo extraordinario de transferencias, proyecciones e inspiraciones que los mares han infundido en más de uno en la historia de esta breve humanidad. Esto vos lo sabes como poeta que consiste ante ese mar  y lo construye en  una enorme diversidad  de sentidos que se reflejan en tus charlas, en tu investigación, en tu arte, en tu  poesía,  en tu  Mar en Todo.

Hoy saludo y acompaño firmemente tu  actitud de búsqueda, comparto tus preguntas y tu convicción de que hay mucho por mejorar  (el aspecto valioso de una advertida disposición obsesiva) y  abono la más romántica y estimulante suposición  de que las mejores corvinas todavía  no las pescamos. También descanso plácidamente en tu sabiduría (no olvides tu condición de hermano mayor y tu orden de Sensei  -ningún pescador cachivache- otorgada oportunamente por la sociedad secreta que conformamos con Fer, nuestro amigo en común y compañero de tantas aventuras) y  reafirmo  la causa de la Lisa que todavía no pescamos y que por ahora solo da que hablar.

Lisa que pronto formará parte de la mesa amistosa y familiar, de un nuevo momento de placer culinario, ceviche y parrillada de por medio, otra rica, simple e imprescindible práctica que motiva, sostiene y  justifica nuestros próximos pasos.

Finalmente y a propósito de los excesos y distorsiones en la que incurre la población del ramo, te reenvió  (al  periodista), el testimonio grafico que documenta el  relato de un pescador local que reivindica para sí la captura en la zona del Faro Querandí, del pez más grande jamás pescado, una corvina rubia que duplica en tamaño al Faro mismo.

Hasta la próxima aventura.

Gustavo Zaldivar

Tu hermano, psicólogo, obsesivo, aprendiz crónico y asumido de pescador.

 

 

 

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