Los textos del 25 de julio…
La belleza del mundo
La saga de La belleza del mundo, luego de la historia de Dionisios y los delfines…
12
Dispuesto a soñar con lo que sea
me entrego al sueño luego de un día fatigoso
¿o fue ayer el que cansó mis ojos y mis brazos?
Llego a tu orilla, mar, y no sabés decirme
si era este día o el anterior el que miraba
tus aguas lechosas, tus abismos dulces,
como un vagabundo que no tiene nombre…
Nadie tiene nombre perdurable en tus aguas
y en mi tumba había una pluma de cotorra
verde y suave para que la admire el viajero
y se alegre al seguir su camino.
***
Lamara está lagunera
Hunco, ortiga
Alga, coral
Restinga, que tinga
, por allá
En el Golfo San Matías
Bahía que aquerencia le entrada
del salvaje atlántico
Y pulpos
pequeños
buscan refugio
en ellas
Con agua dulce
luego
,serán cocidos
Tarucha y Dentudo
Corvina y Besugo
La laguna
Y
El mar
La laguna
No es mar
El mar
No es laguna
Tal vez
por caprichos del chef que cocinó el big bang
Flan de cañadón
,dulce
Chorizo de galerna
,salado
La laguna no es mar
El mar no es laguna
Lamara está lagunera
El bagre es de ahí
Nada, que te nada
Nadá, bigotón
La laguna se encaja si no dejan correr su agua
En cambio
,el mar es poesía
Te lleva aunque quedes sin armas para enfrentar el tipeo
El mar no es laguna
Budín dulce de cañadón
Morcilla salada de resaca
Que
Si la conocés
Te saca
A la costa
de nuevo
La laguna y el mar
Tienen playas
, ambas
, ambos
Una más lejos de
La otra más cerca de la espuma
Gallareta sueña sufear
Orírica Fulica Leucoptera
pone huevos
en el viento de la mayor sudestada
Luego se hunde
Y
Viaja
En sus líquidos sueños picudos
Por el túnel
De dos manos
La laguna va a la mar
El mar va hacía ella
Se conocen
Me lo contó en paraje La Rabia
Cuando avistó mi torpedo
También
lo dijeron Anibal
,Graciela
En
La Poesía y el…
En ella, en él
Las boyas flotan
Se puede nadar
Se puede escribir
La laguna y el mar
Lamara está lagunera
Leo Baldo
***
Océano mar
(capitulo 5)
Solo, en medio de la playa, Bartleboom miraba. Descalzo, con los pantalones remangados para no mojarlos, un enorme cuaderno bajo el brazo y un gorro de lana en la cabeza. Ligeramente inclinado hacia adelante, miraba: por el suelo. Estudiaba el punto exacto en el que la ola, después de haber roto una decena de metros más atrás, se extendía —convertida en lago, y espejo y mancha de aceite— subiendo por la delicada pendiente de la playa y al final se detenía —el borde extremo pespunteado por un delicado perlage— para vacilar un momento y al fin, derrotada, intentar una elegante retirada dejándose caer hacia atrás, por el camino de un regreso aparentemente fácil, pero en realidad presa destinada a la esponjosa avidez de aquella arena que, hasta entonces indolente, despertaba de improviso y la breve carrera del agua que rompía se evaporaba en la nada.
Alessandro Barrico
***
Rodas 3
El mar sigue quebrándose contra la costanera Akti Miaouli,
el viento deshace una palmera más alta que mi ventana;
acá, en una fantasmal mansión para escritores,
sobre un barranco del monte Smith, en Rodas,
sé muy bien que esta noche, mi última noche,
la Acrópolis de Apolo, a mis espaldas, está pensando en mí.
También sé que la ermita de San Nicolás, hundida en una gruta camino a la Acrópolis
y desbordante de íconos insensados
está pensando en mí;
y los cuerpos de los caballeros joanitas,
que reposan en las excavaciones del fuerte;
y los restos imponentes de la centenaria presencia turca
y los romanos, cristianos y bizantinos y antiguos
están pensando en mí.
¿Quién soy yo para que personajes tan encumbrados
piensen en mí,
tan sólo porque ésta es mi última noche en Rodas?
Sin embargo, estoy muy seguro:
porque yo vengo de un país
más allá de la hundida Atlántida.
Mi causa es defendida por Platón.
Yo soy más exótico para ellos
que ellos para mí.
Por eso, porque les he dejado unos poemas
escondidos en las grietas de unos mármoles
y entre las ruinas de un santuario de las Ninfas,
ellos, los gigantes del Tiempo,
no me olvidarán.
Miguel Montezanti
***
El tren
Padre, ya viene el tren de Alemanía,
anúncialo tocando la campana,
ponte la gorra, cierra la ventana
que ya no hay nadie en la boletería.
Madre, ya viene el tren con su alegría
y el crisantemo de humo que desgrana.
No sé por qué te siento más lejana
cuando lo mira tu melancolía.
Oh, padre, adiós perdido entre los trenes,
nadie despide a nadie en los andenes
donde no sé por qué yo siempre espero.
Nadie despide a nadie hasta que un día,
en un remoto tren de Alemanía
adolescente, con ustedes, muero.
Manuel J. Castilla
*
Era lejos
Me sé quedar a veces lleno de lejanías.
Suele ser en agosto
porque entonces los ocasos son de un barro sangrante
y uno canta dolorosamente
como si fuera pisando las alas del ángel de la guarda.
Al fondo, en el crepúsculo, las montañas violetas
son como una música que se ve dentro del sueño.
Pueden sentirse llegando los pasos de la memoria.
Oírla descargar a nuestros pies
igual que un trozo de lana
muchas cosas borrosas
que ya sobre la noche hacemos nuestras
melancólicamente.
El canto de unos pájaros sobre el amanecer junto al
Pilcomayo, por ejemplo.
Macho y hembra buscándose tan olvidadamente solos,
que ese amor y esos trinos eran como la plomiza alegría
de la muerte.
Cosas así aparecen.
Y una tarde amarilla caída entre los yuyos
de una plaza campesina, en La Silleta,
lamiendo en la capilla la boca de madera
llena de sed del santo
en cuyos ojos el perdón se parece a un adiós agonizante.
Alguien cantaba largo y hermoso, anocheciendo.
La guitarra ceñía el cuerpo del hombre
como una rastra de rocío
y en la voz del cantor se desleían tiernos toros en celo,
polvorosos de balidos.
Por ratos eran leves, asustadas corzuelas con algo
de agua herida
lo que andaba en el aire de esa música.
Y cuando era el silencio,
cada uno sentía como si al llanto que estaba por nacerle
lo apedreasen.
Me sé quedar a veces lleno de lejanías.
Manuel J. Castilla
***
No sé cómo mirar y escribir al mismo tiempo
Algo se adueña de mí,
de mi cordura,
y soy sumisa fruta boquiabierta.
*No sé cómo mirar
y escribir al mismo tiempo*
No voy al baño,
no me enfermo,
no me peino,
se me colman
de ÚES los oídos.
Desde un ahorro
de perfume,
de mochilas,
desde este muro
de Berlín y de salitre,
mi bello exilio de ventanas empañadas,
venero la inmensidad minimalista.
*no sé cómo mirar y escribir al mismo tiempo,
ya creo que es lo mismo*
Algo me rapta,
me usurpa,
me transporta.
¡Ay!, mar ladrón de mi supuesta autonomía,
tu centinela soy
y envuelta en la frazada,
te rindo pleitesía:
Me tenés a tus pies
pero en pantuflas.
GraCiela Vergel
***
El libro de los divanes
Capítulo I
Cuando le digo que mi primer libro,
De este lado del Mediterráneo
Está por aparecer en la obra reunida,
Ella como si hubiera escuchado mal me contesta
Que un mar separa la habitación de la hija
De la habitación de la madre.
Es un libro naíf, salvaje,
Tengo miedo de que me delate,
Insisto yo haciéndome la que también escuché mal
Aunque quedaba muy claro que como por arte de
/ magia
Ya habíamos pasado a otro tema.
A ella le causa gracia, a su supuesto saber.
Dice: el síntoma es lo naíf, lo salvaje, el síntoma delata.
¿Será entonces que cuando escribo yo ventilo
Las quejas, las falencias, las taras
Que aparecen y desaparecen al ritmo
De mis sucesivos análisis?
Ella no contesta y eso debe querer decir
Que siempre hay otra línea de lectura, siempre hay otra.
No se nombraban los síntomas en mi familia
Se diagnosticaba con metáforas y hay que reconocer
Que aunque un discurso fechado envejece hoy al
/ psicoanálisis
Me obstino sigo buscando
Por fatiga en el diván asocio libremente
Otro nombre para el asma.
Con su pudor burgués mis padres habían traducido
Enfermedad por cansancio, asma por fatiga
Para que yo no me avergonzara pero fue inútil
Tuve que retroceder hasta la intimidad de aquel silbido
Para encontrar ahí mi propio trabajo mesurable
Al fondo de la espirometría justo donde inspirar uno
/ inspira
Pero donde para inspirarse
Busca a una analista que seguramente le dirá:
El mar hay que nadarlo los asmáticos
Se ahogan en un vaso de agua
No llegan nunca a la habitación de la madre
Dan brazadas inútiles mientras el verdadero enfermo es otro.
A mi primer analista yo lo había soñado
Sentado toda la noche en el living de la casa de mis
/ padres
Será que yo a ustedes los cuido había interpretado él
Y fue ahí cuando lo adopté
Porque si de verdad quería cuidarme si elegía ser
un sereno nocturno para apaciguar la respiración de
/ la familia
Lo iba a dejar hacer no me importaba
Cambiar de madre por un hombre maternal.
Esa magia me curó del asma por unos años
Pero no me curó para siempre.
Mi segundo analista me señaló el miedo a viajar
Despegarte del círculo familiar dijo
Como si un océano tuviera que por fin separar
Lo que seguía fijo en la habitación de al lado.
Un círculo o un ghetto: en el diván de hoy no se me
/ ocurre
Una asociación menos obvia que esta
Para darle una vuelta más
A lo que ya no tiene vuelta atrás.
¿Me analizo sin remedio para sentirme joven
O escribo para remediar mis libros viejos?
Ni a mí me interesa la respuesta
Si el inconsciente sube a la bicicleta del tiempo
Es porque su fecha de vencimiento le saca canas verdes
A la repetición. ¿Y el amor? ¿Y el amor?
Ella no abre la boca.
Su supuesto saber se ahoga también
En el vaso de agua de mi soledad.
No hay asma para nadar sola
Es una fatiga que se paga cara
Yo ya había nacido separada
En el cuarto de al lado de mi madre
Que encerró su amor contra el mío
Esperando la cura de un bebé terminal
Que no era yo.
Pero por suerte hay otra línea de lectura, siempre hay
/ otra.
Cuando salgo contenta de una sesión me siento en el
/ bar de enfrente
Y ahí sí, ahí sí que asocio libremente
Porque ni bien la gente enciende sin mí los decibeles
De su charla
Ya sé que las servilletas me van a servir
Para ajustar unas palabras desteñidas
A los rigores de mi impresora cuando vuelva a casa.
Eso me gusta
Porque escribir se escribe para constatar
Que no hay ningún inconsciente que aguante
Las ganas de futuro la alegría de saber que aunque todo
/ se repita
Algo siempre va a cambiar de la casa al bar y del bar
Hasta la casa alguna novedad alguna letra chica
Que arrastre otra vez los términos del contrato:
El diván le cierra a la boca
Lo que no vale la pena decir
Mientras abre para este libro nuevo
Las expectativas del qué dirán.
( y continúa….)
Tamara Kamenszain.
***
El caos y el soneto…
I will put Chaos into fourteen lines
And keep him there; and let him thence escape
If he be lucky; let him twist, and ape
Flood, fire, and demon — his adroit designs
Will strain to nothing in the strict confines
Of this sweet order, where, in pious rape,
I hold his essence and amorphous shape,
Till he with Order mingles and combines.
Past are the hours, the years of our duress,
His arrogance, our awful servitude:
I have him. He is nothing more nor less
Than something simple not yet understood;
I shall not even force him to confess;
Or answer. I will only make him good.
*
Traducción:
Voy a poner al Caos dentro de catorce versos
Y mantenerlo allí; y escaparía sólo
Con mucha suerte; voy a dejarlo retorcerse y transformarse
En inundación, fuego, y demonio – sus ingeniosos planes
No llegarán a nada dentro de los estrictos confines
De este dulce orden, donde, en piadoso sometimiento,
Yo sujetaré su esencia y su forma amorfa,
Hasta que se mezcle y se combine con el Orden.
Ya son del pasado, las horas, los años de nuestra tortura,
Su arrogancia, nuestra terrible servidumbre:
Lo tengo. No es nada más ni menos
Que algo simple todavía incomprendido;
Ni siquiera voy a forzarlo a confesar;
Ni a responder. Sólo lo haré bueno.
Edna St. Vincent Millay
(Traducción: Inés Ruvituso)
***
La Palliri
Qué trabajo más simple que tiene la palliri.
Sentada sobre el cáliz de su propia pollera,
elige con los ojos unos trozos de roca
que despedaza a golpes de martillo en la tierra.
(Un silencio nocturno le trepa por las trenzas
y oscurece la arcilla de sus manos morenas.)
Qué inútil que sería decir que en sus miradas
hay un pozo de sombra y otro pozo de ausencia;
que pudo ser pastora de las nubes
y se quedó en minera,
que pudo hilar sus sueños por las cumbres
viendo bailar la rueca.
La palliri no canta
ni tampoco hila sueños.
La mirada en la tierra
y en la cabeza el cielo
de mañana y de tarde
busca sólo el silencio,
y cuando está a su lado
lo quiebra contra el suelo.
Y no sabe que a ratos, entre brazos recios,
se le duerme el martillo como un niño de hierro.
Manuel J. Castilla
*
Corriendo por la costa
Salir del soborno de los días.
Cada pisada es calzada libertad
silencio que se habita.
Aquiles sobrevolando el talón
más vulnerable del invierno.
La respiración que sostiene su pregunta
desde el fuelle de Dios en los pulmones.
Huye Ulises de Calipso
hacia el sol que inventa el horizonte.
La transpiración cubre el cuerpo,
resto de agua lustral purgando sombras.
Luz victoriosa que se lleva
todo lo mirado al trote tenaz.
Patear el piso para atrás
como un recuerdo.
Las manos espantando moscas de amargura,
péndulos infatigables
en un reloj de sangre.
Adolece la plaza en una orgía verde.
Fija en el rostro del futuro
la mirada anda sobre ruedas
libando niñas de flores en los ojos.
Por hoy la muerte se calzó las zapatillas
y compañera nos perdona el desatino
de no hablarle hasta la meta de llegada.
Hay algo en el correr que emprende vuelo
desde una huella adormecida,
la palabra en los pies quebrando la llovizna.
Una mudanza a paso firme insiste
en asir el lenguaje del mar
Las estatuas pasan guiñándote los ojos
mientras monta a Rocinante un gorrión idealista.
Al cruzarte con el corredor desconocido
un íntimo fulgor que nos redime en la mirada
se multiplica en todos los espejos
Hay algo en el correr que nos absuelve
y triunfantes volvemos
a barajar nuestras derrotas.
Damián Katz
***
Consistencia biográfica del agua…
comenzaron a caer sobre la tierra las aguas del diluvio… Génesis 7-10. 2
¿Permanecer atado a la huella Solo para que me escuches?
Sentir el agua En ausencia del cuerpo
Más allá De la cultura bilingüe,
Donde el cúmulo de hojas
Se pierde Con los batracios y las larvas,
Escucha Cómo se oculta la lluvia Bajo la sombra del leño.
Un signo mañanero Con su humedad foránea Vuela hacia nosotros…
Escucha Cómo las bestias Muerden El ruido del agua.
Sentir el clamor de los pescadores
Al mojar centímetro a centímetro Sus cabezas de insectos
Y no humedecer el suelo.
¿Hacia dónde miran los caballos Para qué los árboles Muerdan de este bronce misterioso?
…y no hablemos De los juncos Amarrados en el agua,
Espejándose en la nube Que nos invade de cristales Para la revelación del rostro…
Un ojo Acumulando Gritos lluviosos
Infectado Por un virus de agua
Que asumía la locura Brotando de una seda insigne,
Elevándose Hacia el oasis Que exige agua
Pretendiendo ser memoria…
Memoria acuática,
Investigando La gestación de la luz
Para la herida En construcción,
Y que las dunas Se precipiten sobre las espinas…
Jorge Castañeda
***
El mar
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola; oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias… Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
Alfonsina Storni
***
El misterio de la creación
Me acuerdo, en los días de noviembre,
mirando el mar desde el acantilado,
y cruzar la línea misteriosa
que separa el presente del pasado.
Navegar, en un bote silencioso,
más allá de lo alguna vez, soñado.
Sumergirme en el caos infinito
del viento azul, total e inacabado…
Y volar con las alas transparentes
del alma, con valor desesperado…
Vislumbrar las leyendas que sugieren
los primeros aromas del verano.
y concebir, en estado perfecto
aquel poema sutil y añorado,
mientras la arena leve va cubriendo
las huellas de los seres convocados.
Volver a la playa y echar las amarras,
con un verso, recién nacido, en los brazos,
y la luz de la luna en una caja,
que lleva mi firma y mi nombre, grabados.
Susana A. Orden
*
Inmanencia-trascendencia
Veo ese bote perdido en la niebla;
el cielo se funde en el mítico mar;
el agua acaricia pálida arena
y el sol se refugia en su soledad.
Me siento en la orilla sutil de un enero,
misterio en la brisa, me invita a pensar,
en días que pasan, marchando en fila,
sin que el silencio los pueda encuadrar.
Entonces comprendo de qué estoy yo hecha,
de alguna sustancia divina y fatal
que detiene esa marcha incierta, alocada,
llamada por todos, vida real.}
Miro los peces que saltan muy libres,
y me regodeo en esa unidad,
que el cielo y la tierra dan a las almas
que en ellas recuestan su humanidad.
Susana A. Orden
***
Hasta el sábado 1° de agosto!!!!
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