La poesía y el mar 30°

publicado en: Blog | 0

Poemas del 7 de noviembre.

Tres de mis últimos poemas, sin título

(los agregaré a La belleza del mundo):

Lo digo de una vez: encontré al cíclope

en la orilla del mar, un caracol perfecto

que abrió su tercer ojo sin pudor

para ver por allí el resto de los mares.

Y fui yo el que sintió la mano

que me levantó del suelo

fui el que sintió la pequeñez

de esa concha llovida de colores.

Dura. Con el único ojo en medio

de su frente, cincelado por el agua

y le pedí que me arrojara de nuevo

al mar de donde vine, y donde habito.

*

Los labios del mar tiemblan al atardecer

y nosotros permanecemos enlazados

durante años de amorosas algas

rodando en el lecho marino.

Tiembla el oleaje y se oscura

su vibración nocturna, pero nosotros

brazos de pulpos enlazados

en amor constante circulamos, abajo.

Nos llegan los ecos del temblor de orilla

cuando la luz se apaga en el oeste

pero ya quedó en nosotros el sol, el brillo

bajo el peso total del gran océano.

*

Si las palabras pudieran nacer

de las entretelas del cuerpo

y yo aceptar que renazco

de tus costillas, amor.

Si desde el sol irradia el mar

o en un susurro de las olas

soy una bella mitad sin tristeza

en el silencio o la soledad de la noche.

Entre las costillas la marea del lenguaje

sube y se muestra en brillos de agua

peces de versos alineados

escamas, gotas, vapores ascendentes.

***

El Tajo

El Tajo es más bello que el río que corre por mi pueblo
Pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi pueblo
Porque el Tajo no es el río que corre por mi pueblo.
El Tajo tiene grandes barcos
Y navega en él todavía,
Para aquellos que ven en todo lo que allá no está,
La memoria de las naves.
El Tajo desciende de España
Y el Tajo entra en el mar en Portugal.
Eso todos lo sabemos.
Pero pocos saben cuál es el río de mi pueblo
Y hacia adonde va
Y de dónde viene.
Y por eso, porque pertenece a menos gente,
Es más libre y más ancho el río de mi pueblo.
Por el Tajo se va al Mundo.
Más allá del Tajo está América
Y la fortuna para los que la encuentran.
Nadie pensó nunca en lo que hay más allá
Del río de mi pueblo.
El río de mi pueblo no hace pensar en nada.
Quien está a su orilla sólo está a su orilla.

Alberto Caeiro (Fernando Pessoa)

***

Sugus de hielo

Tendrías que volver, que ya refresca. Volver, reabrir la puerta. No ves que ulula el viento y está tan aterido mi sombrero.

Tendrías que volver

Que ya no quiero más sugus de H I E L O

Tendrías que volver, campear mi cielo, no ves qué duro  es este invierno. Volver y  cambiar los caramelos ¡que ya no quiero más sugus de hielo! que ya no quiero más sugus de H I E L O

GraCiela Vergel

*

Botoneras

 Si existieran mecanismos

para cambiar los tiempos,

juegos de perillitas para recuperar

conjugaciones extraviadas,

un dial transportador

capaz de devolver momentos

con el  sello confortable de un hogar

con las piernas bien fuertes…

Si calles, entusiasmos y niñeces

se desplegaran como diapositivas

de nuestras torpes existencias…

Si existieran detectores/selectores

de piezas teóricamente fundamentales,

del raro Rompecabezas

de estas ajetreadas  vidas nuestras…

y si nos fuera dada, además,

la posibilidad de accionarlos

para remontar, recobrar las claves

de los Conjeturales Paraísos Perdidos;

entonces, no sé  si me atrevería a impulsarlos.

Pero haría todo lo posible

para tocar las Botoneras

del volverte a encontrar,

y las de pasar  con vos

el rato  que nos queda.

 GraCiela Vergel

****

Entonces

Cuando yo no te amaba todavía

—oh verdad del amor, quién lo creyera—

para mi sed no había

ninguna preferencia verdadera.

Ya no recuerdo el tiempo de la espera

con esa niebla en la memoria mía:

¿El mundo cómo era

cuando yo no te amaba todavía?

Total belleza que el amor inventa

ahora que es tan pura

su navidad, para que yo la sienta.

Y sé que no era cierta la dulzura,

que nunca amanecía

cuando yo no te amaba todavía.

María Elena Walsh

*

La comunión de los vivos

I

Tu soledad en un lugar del mundo

crece y padece al lado de la mía

porque Dios nos recuerda. Qué profundo

milagro el de la amante simpatía.

Pues si nos olvidara, en un segundo

todo la eternidad separaría

tu compasión, en la que me confundo,

de mi ser, que en tus venas se vacía.

Estamos vivos porque Dios no olvida,

juntos en su memoria, y es por eso,

que, nuestra comunión eternizando,

a cada instante nos da nueva vida

y el alma cumple su fatal progreso:

nacer, amar, morir, seguir amando.

María Elena Walsh

***

Cócktail de personalidades

Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W.C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia… de un egoísmo… de una falta de tacto. . .
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

Oliverio Girondo: de Espantapájaros

***

La médula del río

I

CENTRO RABIOSO DE ATENCIÓN

Pataleando debajo del enfermo,

Indudable cuerpo que duerme

Cuando los ácidos del cactus

Demandan tierra circular para la mitología

De la creación.

II

EN LA MEMBRANA DE LA ALUCINACIÓN

A lo largo de viajes sin temperatura

Y con el espejo castrado de un músico callejero

Se aclaraba tu murmullo

(…en la introducción a  mi árbol

de hueso cocido por Cabalistas

andantes…)

Terráqueo

y ebrio de Dios.

III

LOS SONÁMBULOS

Bajo el volcán

Van apilando el aliento del espíritu

Mojando con la punta del ojo

La ceremonia acuática del comienzo,

(Un suelo abstracto

Pasapormilado

encadenado a la imagen exacta de la palabra)

la eternidad acostumbrada al ojo

contagiando la lengua enorme de los Huarpes

y convocando al predicador de signos:

se entiende la masacre del pensamiento.

IV

JUNTO AL OIDO DEL MUNDO

Clavando mi mano hasta el tuétano

Dejamos

La vera seca junto al ruido de la cama

Fermentando

Las sacudidas

Para ser cadáveres que alientan a sus hijos,

¿quién abre el surco petrificado,

quién

a esta hora de conjuros

entristece tu boca?

Y tus ojos

Arañando el témpano

Río arriba

Donde el embrión anhela vida

Vida de nube que recuerda tu gusto por mi voz.

V

OTRA VEZ EL DESIERTO

Se ahoga naturalmente

Y los muertos abultados

Señalando los ladridos de la piedra,

Con la cabeza ruidosa

Desaparecen en el habla de los encapuchados.

VI

LA MEDULA DEL RIO

Sabe repetir la profundidad de los astros,

Donde se muerden los higos

Se muerden resonancias sin levadura,

Bendice su mirada infinita

Bendice al hombre que flota en la medula del rió,

Lejos

Hacia una lejanía de muerte pasajera

A un paso de distancia

De la red con espuma salvavidas,

Respiremos bajo la sombra del cetáceo

Respira con la agonía de la sombra,

La medula del río

Habla en la cima del cosmos injertado,

En la inmemorial humedad del caos

(no se ven los labios hinchados de la madre ),

bendice su orgasmo agrietado

bendice esta boca lamiendo su alma,

lejos

los muertos a media asta

flamean

hacia una lejanía de incendios

hacia un brillo arrastrado

a la melancolía del río.

(continúa)

Jorge Castañeda

***

Aquí, allá y en todas partes

Una ciudad es como un hombre: nace, crece, se llena de cicatrices. Una ciudad muere cuando los hombres la abandonan (lo mismo sucede con las civilizaciones). Cada uno de nosotros ha dejado un trozo de sí mismo en alguna plaza, en algún edificio. La muerte de un hombre es determinada por  una simple jugarreta de la fisiología. Somos más frágiles que la ciudad. Pero tenemos memoria.

Quienes han visto amanecer en el mar, quienes han olido el olor de la pólvora o quienes han recorrido una carretera a toda marcha sobre una motocicleta, saben que más allá  (o más acá) a veces está la vida. Y así como hay maneras de morirse sin que nadie se dé cuenta, hay modos de sobrevivir. Nada de ello nos interesa. Por eso nuestro descontento.

Recordamos el itinerario de muchos jóvenes de muchas ciudades. Jóvenes que han caminado sobre la cuerda floja de las dos alternativas citadas. Algunos han vislumbrado una forma de crecer sin hacer concesiones a la barbarie cotidana. Observando esos rostros niños, esos sentimientos a flor de piel, es posible detectar el germen de una nueva sensibilidad: la de los trovadores. Contemporáneos de unos escombros llamados  Vida Social y herederos de unas enormes ganas de vivir. El secreto consiste en no someterse a los mercaderes de la protesta o a los patrocinadores de la mentira.

Un hombre también se acaba cuando pierde su poder de invención, y su capacidad para crear y emocionarse. Y aunque gruñan los estériles y los conformistas, el resto es cantar y disfrutar lo disfrutable, a despecho del caos y la indiferencia.

Miguel Grinberg

(presentación a los recitales con canciones de Moris, Tanguito y otros. Teatro de la Fábula, diciembre, 1966) En «Agarrate!!!, Testimonios de la música joven en Argentina» Editorial Galerna, Buenos Aires, 1970.

***

Veleros

Bailan veleros de hule

sobre el pensamiento angelical

del tiempo

saco la lluvia a pasear

Me hormiguea el júbilo

de la vuelta

A veces hasta puedo sujetar

la alegría

disolverla en grajeas

de vida

infantil

Mónica García

reivindicar el humo

de escalonados

incendios

brindar por mi sonrisa

Anticipar el silencio

que he de saborear

tranquila

Eliminar la cirugía del

amor

para poner un pie sobre el altar

y adorarlo

descolgar recuerdos

como ropa limpia

efectuar los remiendos

Bailaré y cantaré

mientras recuerde

cómo hacerlo

junto con la última gota

de sangre al corazón

me obligaré a bombear

la última nota

musical multiplicada

por el deseo

y el afecto goteará

por mis manos

para impregnar a los que

queden llorando,

porque volveré.

Graciela García

***

Cloe, las ciudades y los intercambios. 2

En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al
verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir
entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie
saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, husmean otras
miradas, no se detienen.
Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y
también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que
representa todos los años que tiene, con ojos inquietos bajo el velo y los labios
trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana;
dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas
como líneas que unen una figura a la otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos,
hasta que todas las combinaciones en un instante se agotan, y otros personajes entran
en escena: un ciego con un guepardo sujeto con cadena, una cortesana con abanico de
plumas de avestruz, un efebo, una mujer descomunal. Así, entre quienes por
casualidad se juntan para guarecerse de la lluvia bajo un soportal, o se apiñan debajo
del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman
encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse
con un dedo, casi sin alzar los ojos. Una vibración lujuriosa mueve continuamente a
Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus
efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar
una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de
opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.

Italo Calvino. De: las ciudades invisibles.

***

Del programa Envión:

Endúlzame los oídos.

Con tus mentiras que me gustan.

Con la suavidad de tus labios.

Puedo sentirme en las nubes.

Te llamo pero no puedes escucharme ahora.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido.

Por eso sé que nunca me vas a perdonar.

Sin más nada que decir, me despido.

No me llames, no me busques, olvídate de mí.

Puede ser que en esta vida sea feliz sin ti.

Porque un amor como el mío no habrá de existir.

Porque sentir tus caricias me hacen vivir.

Y sentir tu boca cerca de mí me hace temblar.

Porque nos pertenecemos el uno al otro.

Porque juntos vamos a ser felices.

Por siempre.

Cantaremos.

Texto de construcción colectiva realizado por alumnos de 6to año, en base a la idea de Cadáver Exquisito (Juego de palabras usado por los surrealistas). A partir de una oración inicial, cada participante escribe por turnos, se pliega la hoja y solo se ve el último renglón escrito.

*

La Felicidad dura poco,

se desvanece

como un algodón de azúcar en la boca,

en un instante,

como tu sonrisa arrastrada

por un pensamiento de tristeza.

Azul Olivieri. Barrio Rayo de sol. Programa envión de Alte Brown

***

Ulises

El mito es nada y es todo
Es como el sol que abre los cielos
Es un mito brillante y mudo
El cuerpo muerto de Dios
Vivo y desnudo

Este que aqui arribo
Fue por no haber existido
Sin existir el nos basto
Por no haber venido el vino
Y nos creo

Es asi que corre la leyenda
A entrar en la realidad
Y fecunda surge
a continuación, la vida, a mitad
De nada, muere

Fernando Pessoa

***

Como cuando en día de fiesta…

Como cuando en día de fiesta, a ver el campo
va un labrador, por la mañana, después
que en la noche tibia los rayos helados cayeron
sin cesar, y a lo lejos aún suena el trueno,
entra el río de nuevo en sus márgenes,
y fresco el suelo verdea,
y de la lluvia alegre del cielo
gotea la viña, y brillando
en el tranquilo sol se alzan los árboles del bosque

así estáis bajo un propicio tempero
vosotros, los que no educa ningún maestro, sino,
maravillosamente omnipresente, en leve abrazo,
la potente Naturaleza de hermosura divina.
Por eso cuando ella parece dormir, en ciertos tiempos del año,
allá en el cielo o entre las plantas o los pueblos,
también se entristece el rostro de los poetas;
parecen estar solos, pero la presienten siempre.
Pues presintiéndose reposa ella misma.

Pero ahora amanece! Yo esperé y lo vi venir,
y sea mi palabra lo que vi, lo sagrado.
Pues ella, ella misma, que, más antigua que los tiempos,
está por encima de los dioses del occidente y del oriente,
ella, la Naturaleza, ha despertado ahora con ruido de armas,
y desde lo sumo del éter hasta lo hondo del abismo,
según firmes leyes, como otrora, engendrada en el sagrado Caos,
se siente de nuevo la animación,
de nuevo, la creadora de todo.

Y como en los ojos le brilla un fuego al hombre
cuando proyecta lo elevado, así
de nuevo, ante los signos y los hechos del mundo,
ahora se ha encendido un fuego en las almas de los poetas.
Y lo que ocurrió antes, pero apenas fue sentido,
ahora por primera vez se hace manifiesto,
y los que nos labraban sonriendo el campo,
en apariencia de siervos, son reconocidos,
los vivificadores, las fuerzas de los dioses.

¿Les preguntas? En la canción sopla su espíritu,
si con el sol del día y la cálida tierra
despierta, y las tormentas que van por el aire y otras
que, más preparadas en las honduras del tiempo,
y más henchidas de numen, y más significativas para nosotros,
marchan entre cielo y tierra y por entre los pueblos.
Del Espíritu común pensamientos son,
que terminan en silencio en el alma del poeta.

Para que súbitamente tocada ésta, conocedora
de lo infinito ha largo tiempo, sacudida
por el recuerdo e inflamada por sagrado rayo,
se logre el fruto nacido en el amor, la obra de los dioses y los hombres,
el cántico, que de ambos dé testimonio.
Así cayó según cuentan los poetas, su rayo en la casa
de Semele cuando ella anheló ver realmente al dios,
y, ceniza mortalmente tocada, parió
al fruto de la tormenta, al sagrado Baco.

Y por eso ahora beben fuego celestial
sin peligro los hijos de la tierra.
Pero a nosotros nos toca, bajo las tempestades de Dios,
¡oh poetas!, permanecer con la cabeza descubierta,
captar el rayo del Padre, a él mismo, con nuestra propia mano,
y entregar al pueblo, velados
en la canción, los celestes dones.
Porque sólo nosotros somos de corazón limpio
como los niños, y nuestras manos, son inocentes.

El puro rayo del Padre no lo consume
y sacudido en lo más hondo, compartiendo las penas
de un dios, sin embargo, el corazón eterno permanece firme

Fredrich Hölderlin

(Versión de Martín Heidegger)

***

Cumpleaños

Infinitos testigos de la noche,,

hoy vienen a buscarme, en cierta esquina

y pronuncian conjuros misteriosos,

que una vez, nos llamaron a la vida.

Sus alas van rozando los presagios,

que el pasado custodia, en mil vigilias

Cabalgan los corceles del destino,

en la brisa de ciencias escondidas.

Entonces un eco susurrante

pregunta a los planetas que me guían

si quieren los dioses concederme,

esa luz esencial de un nuevo día.

Los astros con sus voces silenciosas,

asienten, entre risas sugestivas

y en éste, mi nuevo aniversario,

el sol renueva su ruta bendecida,

mientras suenan en el aire, los festejos

y  yo  apago, sonriendo, mis velitas…

                                                Susana A. Orden

*                                              

La casa

En un día de calma luminosa,

en que el aire se puebla de rumores,

el verano  se funde en mil tapices

y la casa  despliega sus colores.

El tiempo se convierte en un instante,

la magia va tomando los salones

Los pasos son murmullos sosegados

y un ave comienza sus canciones.

Perfumes encantados se perciben

de duendes que habitan en las flores…

Pura esencia se muestra en cada cosa,

                            lo sencillo se vuelve sensaciones

y un éter persuasivo está buscando

al pasado que escucha ya, las voces

de todos los que fueron tan felices,

en morada que fue de mis mayores.

Una gota de luz va demostrando

que hay un hilo que une las regiones

de mi abuelo, que puso los ladrillos

del amor, con sus ojos soñadores

y aquella en que las almas recuperan

los ecos de invisibles vibraciones.

                                                               Susana A. Orden

***

El mundo es un hermoso lugar

El mundo es un hermoso lugar

para nacer

si no te importa que la felicidad

no siempre sea

tan divertida

si no te importa un toque del infierno

cada tanto

justo cuando todo está bien

porque incluso en el cielo

no cantan

todo el tiempo

El mundo es un hermoso lugar

para nacer

si no te importa que algunas personas mueran

todo el tiempo

o quizás solo mueran de hambre

parte del tiempo

que no es ni la mitad de malo

si no te toca a vos

¡Oh! el mundo es un lugar hermoso

para nacer

si no te importan demasiado

algunas mentes anquilosadas

en los altos cargos

o una bomba o dos

cada tanto

sobre tu cara altiva

o cualquier otra canallada

de la que nuestra sociedad de Marca Registrada

es víctima

con sus hombres distinguidos

y sus hombres extinguidos

y sus curas

y sus guardias

y sus diversas segregaciones

y sus parlamentarias investigaciones

y sus otras constipaciones

de las que nuestra estúpida carne

es heredera.

Sí, el mundo es el mejor lugar de todos

por un montón de motivos como

hacer el tonto

hacer el enamorado

hacer el triste

y cantar canciones melancólicas

y tener inspiraciones

y deambular

mirando todo

y oliendo las flores

y molestando a las estatuas

e incluso pensando

y besando a la gente y

haciendo bebés y usando pantalones

y agitando sombreros y

bailando

y yendo a nadar en los ríos

o a picnics

a mitad del verano

y, en general, simplemente

‘pasándola bien’

pero entonces justo en la mitad de esto

aparece el sonriente

funebrero

Lawrence FErlinghetti

*

Perro

El perro trota libremente por la calle

y ve la realidad

y las cosas que ve

son más grandes que él

y esas cosas que observa

son su realidad

Borrachos en los zaguanes

Lunas sobre los árboles

El perro trota libremente a través de la calle

y todas las cosas que ve

son más pequeñas que él

Pescado envuelto en papel de diario

Hormigas en los agujeros

Pollos en las vidrieras del barrio Chino

sus cabezas a una cuadra de distancia

El perro trota en libertad por las calles

y los olores que percibe

poseen el propio aroma de su cuerpo

El perro trota en libertad por la calle

entre charcos y bebés

gatos y cigarros

salones de billar y policías

Él no odia a los policías

simplemente cree que no sirven para nada

y pasa frente a ellos

y a las medias reses muertas colgadas

en el mercado de carne de San Francisco

Él preferiría comer una vaca tierna

que un policía de carne dura

aunque cualquiera le vendría bien

Pasa frente a la fábrica de Ravioles Romeo

y frente a la torre Coit

y frente al Parlamentario Doyle

La torre Coit le inspira temor

pero el Parlamentario no le mueve un pelo

aunque lo que escucha es descorazonador

muy deprimente

muy absurdo

para un cachorro triste como él

para un perro serio como él

Solo que él posee su propio mundo libre

Sus propias pulgas para comer

No le pondrán bozal

El Parlamentario Doyle es solo

una boca más de incendio

para él

El perro trota libremente por la calle

tiene su propia vida de perro para vivir

y para pensar

y para reflexionar

toca saborea prueba todo

lo investiga todo

sin los beneficios del perjurio

un verdadero realista

con una historia verdadera para contar

con una cola verdadera para contarla

un verdadero perro vivo

ladrante

democrático

comprometido con la verdadera

libertad de empresa

que algo puede decir

acerca de la ontología

con algo que decir

de la realidad

y cómo verla

y como

escucharla

Con la cabeza inclinada a un costado

al cruzar las calles

como si estuviera

posando

para una foto

de la RCA Victor

esperando

el sonido

de la Voz del Amo

y pareciendo

un signo viviente

de interrogación

en

el

gramófono

gigante

de la enigmática existencia

con su prodigiosa bocina hueca

que parece siempre

a punto de declamar

alguna VICTORiosa respuesta

a

todo

Lawrence Ferlinghetti

***

El herido

(Para el muro de un hospital de sangre)

I

Por los campos luchados se extienden los heridos.

Y de aquella extensión de cuerpos luchadores

salta un trigal de chorros calientes, extendidos

en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.

Y las heridas suenan, igual que caracolas,

cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,

esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.

La bodega del mar, del vino bravo, estalla

allí donde el herido palpitante se anega,

y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.

La que contengo es poca para el gran cometido

de sangre que quisiera perder por las heridas.

Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.

¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente

herido por la vida, ni en la vida reposa

herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,

se convierten en huertos de heridas entreabiertas,

de adelfos florecidos ante la cirugía.

de ensangrentadas puertas.

II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,

como un árbol carnal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones

que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,

y entro en los hospitales, y entro en los algodones

como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos

de los que han revolcado su estatua por el lodo.

Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,

de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,

ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.

Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida.

Miguel Hernández

***

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Miguel Hernández

***

Paseo a la luz de la luna

Nademos hasta la luna,

subamos a través de la marea

penetremos la noche, en que la ciudad duerme para ocultarse

nademos esta noche, amor ; es nuestra ocasion de intentarlo,

aparcados junto al oceano, en nuestro paseo a la luz de la luna.

Nademos hasta la luna,

subamos a través de la marea,

rindámonos a los mundos expectantes, que lamen nuestro costado.

No queda nada pendiente y no hay tiempo para decidir

nos hemos metido en un río, en nuestro viaje a la luz de la luna.

Nademos hasta la luna,

subamos a través de la marea,

tu extiendes tu mano para cogerme, pero yo no puedo ser tu guía

es fácil amarte, cuándo te miro volar, cayendo entre húmedos bosques

en nuestro paseo a la luz de la luna.

Jim Morrison

***

Comentarios al Encuentro La poesía y el mar del 7-11-2020

-Nos visita Andrea, quien dibujó la boya en el texto de Gisela (el emotivo comentario de la película)

-Aplausos por las 30 ediciones del Encuentro. Dice Aníbal «una alegría inesperada. No estaba en los planes, y esto tiene que ver con la poesía: viene sin que uno lo espere. Como «La belleza del mundo», que ya vino de la editorial. Ustedes tienen que ver con este libro, sus treinta últimos poemas fueron escritos en cuarentena, en mi mar doméstico, mi jardín. Luego empecé otro poemario, escribo sobre el cuerpo: la uña, la falange, el dorso. Es estar abierto y atento a escuchar y de progresiva confianza al entrar al mar (del lenguaje, en este caso), siempre sale una sorpresa, con tres estrofas de cuatro versos escribí veintinueve poemas en pocos días, para un nuevo poemario, en donde siempre aparece el mar: «lo digo de una vez, encontré el cíclope en la orilla del mar» «fui yo el que sentí la pequeñez» «le pedí que me arrojara del mundo . . . al mar . . . de donde vine» «el mar sin sol . . . es puro brillo» «yo miro al sol por el agujero de una piedra» ; «las jóvenes . . . desnudas como antes de ser madres» «me deshabito para habitar el mar» «beso ardiente y amargo». Dos últimos: «permanecemos enlazados durante años de amorosas algas» «nos llegan los ecos . . . » «bajo el brillo . . . del gran océano»; «renazco de tus costillas, amor» «soy una bella mitad sin tristeza» «vapores ascendentes». Solo pido -dice finalmente Aníbal- que las musas sigan soplando [nosotros esperamos lo mismo!]

-Susana: «dos poemas, uno escrito hace un año ayer que fue mi cumple, dia alegre mezclado con secretos. Los celtas, luego galeses decían que los astros volvían a su posición luego del cumple, era un rito formar un círculo con el agasajado en el centro. «Cumpleaños»: «sus alas van rozando los presagios» «en la brisa de ciencias escondidas»»luz esencal de un  nuevo dia» «el sol renueva su ruta bendecida»; el  otro «La casa» (mágico lugar de inspiración) «la casa despliega sus colores» «un ave comienza sus canciones» «lo sencillo se vuelve sensaciones» «morada que fue de mis mayores» «amor con sus ojos soñadores»

-Daniel Pérez: «la felicidad dura poco» «se desvanece» escrito por una chica de sexto año en 2019. Y ahora, un «cadáver exquisito» (técnica surrealista) de mis exalumnos, comenzando con la frase de la canción de Patricia Sosa «Endúlzame los oídos»: «te llamo pero no puedes escucharme» «no me busques» «sentir tus caricias me hace vivir» «por siempre cantaremos». (veinte chicos y chicas)  [hermoso Daniel! En mi experiencia, esta técnica siempre «sale bien», sorprende, con estudiantes o en grupo de amigos]

-Gaba y Daniel nos cuentan que en la contratapa de Página 12  leyeron que en Madrid borraron un poema de Miguel Hernández  en el monumento a los caídos de la guerra civil.  En Valencia retoman los versos del poeta y hacen un acto de desagravio. Gaba nos lee «El herido», segunda parte, algunos de cuyos versos musicalizó Serrat:  «Para la libertad me desprendo a balazos de los que han revolcado su estatua por el lodo». Otro, «En este campo»: «En este campo estuvo el mar» «alguna vez volverá» «este campo siente el recuerdo del mar»

-Daniel y Leo. Dice Daniel «terminamos hoy con Ferlinguetti, «Perro» y «El mundo es un hermoso lugar», que creo que hablan los dos de lo mismo. Siempre ácido, irónico, desencantado, pero en el fondo tiene una mirada que se conmisera del ser humano». Leo envía a Daniel un poema corto de Jim Morrison. Lee Daniel en inglés y luego Leo en español: «las cosas que ve son más grandes que él» «todas las cosas que ve son mas pequeñas que él» «trota en libertad por la calle entre charcos y bebés» «él no odia a los policías simplemente cree que no sirven para nada» «comprometido con la verdadera libertad de empresa» «parece siempre a punto de declarar una victoriosa respuesta a todo»// «El mundo es un hermoso lugar para nacer si no te importa . . . un toque del infierno cada tanto» «que algunas personas mueran todo el tiempo» «con sus hombres distinguidos y sus hombres extinguidos» «hacer el tonto, hacer el enamorado» «bailando o yendo a nadar en los ríos» «aparece el sonriente funebrero». Leo nos recomienda el facebook Buenos Aires Poetry y allí un poema de Jim Morrison sobre linyeras  y posteos sobre la generación beat. [gracias Leo!]

-Aníbal dice que, como yo había comentado el encuentro pasado, él también conoció a Ferlinghetti y otros poetas de la Generación Beat a través de Miguel Grinberg y su revista Mutantia. Entonces tomo la palabra porque, precisament, traje un texto de Grinberg para compartir hoy.

-Yo: «lo primero que leí de Ferlinghetti fue en Mutantia y fue, justamente, «El mundo es un hermoso lugar» que me impactó como un poema tremendamente sociológico. Coincido con Daniel en la ironía y la acidez de este poeta, y siempre con una mirada piadosamente humana. El texto de Grinberg es el que él leía previo a los recitales con  canciones de Moris, Tanguito y otros en el Teatro de la Fábula en 1966: «una ciudad muere cuando los hombres la abandonan» «quienes han visto amanecer en el mar . . . saben que más allá (o más acá) a veces está la vida» «algunos (jóvenes) han vislumbrado una forma de crecer sin hacer concesiones a la barbarie cotidiana» «el germen de una nueva sociedad: la de los trovadores» «el secreto consiste en . . . no someterse a los patrocinadores de la mentira» «un hombre también se acaba cuando . . . pierde su capacidad de crear» «el resto es cantar y disfrutar lo disfrutable». Luego leo un poema mío que escribí hace mas de 20 años y hoy titulé «Veleros» : «saco la lluvia a pasear» «a veces puedo sujetar la alegría, disolverla en grajeas de vida infantil» «descolgar recuerdos como ropa limpia, efecuar los remiendos» «bailaré y cantaré mientras pueda recordar cómo hacerlo». Agradezco de nuevo este espacio donde compartimos como le dijo Aníbal a Rocío, el dolor dentro del dolor, hoy después de una semana triste porque ayer viernes se cumplieron 15 años de la muerte de Celeste, mi hija mayor y también por la muerte de Pino Solanas y Víctor Basterra. [Entonces Gaba me regaló un arco iris que me mostró en el cielo, después de una gran lluvia y todos me saludaron cariñosamente, gracias!] «Trataré de salir de la melancolía, esa rara mezcla de amor y dolor, como la definió el poeta.»

-Hernán: «me dijo un paciente ´hoy me siento pessoano´. Busqué un libro de Pessoa que me regaló mi hermano Diego que vivió exactamente 47 años, 5 meses y 4 días como Pessoa!, «quien lee deja de vivir», hagamos la sesión en torno a eso, me dijo. El paciente no fue fácil. Pessoa fue un gran lector de Freud. «trabajador, amante y padre . . . unificame. Estoy con este peso pessoano de los heterónimos». Dice Pessoa, «el origen de los heterónimos es el profundo trazo de histeria que vive en mi» «tendencia orgánica y permanente a la despersonalización». Apareció en la sesión también el mar y el Ulises de Pessoa «el mito es la nada que lo es todo» «la leyenda se escurre» «la vida bajo mitad de nada, muriendo»

-Aníbal invita a «Sueños, psicoanálisis y poesía» el miércoles 18  y no el 11 como estaba anunciado, porque se superpone con otra actividad. Hablaremos de desplazamiento y condensación o de metáfora y metonimia.

-Gustavo: «quiero cerrar cosas viejas, con «Ciudades invisibles» y con las elecciones en EEUU y todo lo que significa el imperio. Me acordé de «La decadencia del imperio americano» y «Apocalypsis now» y «Las brujas de Salem» en ese sur que es como un territorio de mar (que me inspiró el libro de Jorge, genial). Sobre la ciudad que apareció en Grinberg que leyó Graciela, pensé cómo es nuestra vida en la ciudad». Lee, de Calvino «Las ciudades y los intercambios»: «en Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por la calle no se conocen» «nadie saluda a nadie» «buscan otras miradas» «no se detienen» «un ciego, una cortesana con un abanico con plumas de avestruz» «se consuman encuentros» «orgías casi sin tocar un dedo» «cada fantasma se convertiría en una persona y el carrousel de las fantasías se detendría». «Hoy viene pesada la mano» dice Gustavo.

-Patricia, desde Córdoba: «hoy estoy sensibilizada, fue mi cumpleaños, vineron a verme algunos de mis hijos, pero me quedé con gusto a poco». Lee «Canción última» de Miguel Hernández: «pintada, no vacía, pintada está mi casa» (musicalizado por Serrat, dice Aníbal)

-Inés: «como Patricia y Miguel Hernández (y Maradona, dice Gustavo) nací el 30 de octubre. Leo dos sonetos; a raíz de mi cumpleaños mi hija me regaló un librito del año 58 que conocí a través de estos encuentros. No les voy a decir ahora el nombre del autor. «La comunión de los vivos»: «tu soledad . . . crece al lado mío» «mi ser en tus venas se vacía» «nuestra comunión . . . nos da nueva vida» «seguir amando» // «Entonces»: «para mi sed no había ninguna preferencia verdadera» «total belleza que el amor inventa» «cuando yo no te amaba todavía» Saben de quién es? de María Elena Walsh [casi todos nos asombramos] en «Casi milagro» de 12 páginas» Donde está «Asunción de la poesía» que había leído Daniel Pérez, acota Gustavo.

-Damián: «me hubiera gustado estar el sábado pasado en el homenaje a Girondo, poeta preferido, con ese humor propio del surrealismo y con el eterno tema de la vida y la muerte.  En «Espantapájaros» de 1932, que Girondo presenta en una forma muy loca, y hablando de disociación, que trajo Hernán, «yo no tengo una personalidad» «soy un cóctel» «no pasa ni media hora sin que me nazca alguna personalidad» «imposible lograr un momento de tregua» «este cretinoide cuya sonrisa es incapaz de parar una locomotora» «son de una petulancia, de un egoísmo» «hay conflictos de toda especie» «cada una pretende imponer su voluntad» «una abusa de la noche . . .  la otra exige que me  levante junto con las gallinas» «necesito poner tantas personalidades de acuerdo» «mandarlas a todas a la mierda»// de Daniel balmaceda y un libro sobre historias de amor de escritores argentinos: Norah Lange era prima de Borges y se conocieron en una fiesta por el éxito de Don Segundo Sombra (invitó Girondo). Entre Norah y Borges se derrama una copa de vino y ella le dice «entre nosotros va a correr sangre».

-Graciela: «yo fui con mi poesía incompleta, con fragmentos que aparecen en viejos cuadernos. Completé «Sugus de hielo»: «tendrías que volver, que ya refresca» «está tan aterido mi sombrero» «tendrías que volver, cambiar los caramelos». Y otro de amor, «Botoneras»: «un dial . . . capaz de devolver los momentos» «si existieran detectores, receptores de estas ajetreadas vidas nuestras» «entonces no sé . . .» «haría todo lo posible para tocar las botoneras y de pasar con vos el rato que nos queda». Aníbal anuncia que el 25 haremos Poesía de autor con la poesía de Graciela (como hicimos con Daniel)

-Javier: «me liquidó el último poema de Graciela. Me quedé pensando en ese encuentro en el mar de Aníbal con esa mujer que vio la boya. Yo la vi hace poco. Me parece parecido al cuento del encuentro de Ray Bradbury con Picasso dibujando con un palito en la arena. Picasso se disculpa por «esas boludeces que hacemos los viejos» y cuando se va Bradbury sube la marea. Es un viejo cuento que ni siquiera firma como Bradbury sino con seudónimo». Daniel agrega que el cuento es «En una estación de buen tiempo».

-Marcos: «voy llegando al final del poema de Hölderlin. Habíamos llegado casi al final (coherente) el verso 61, que hablaba de los poetas, alude al corazón y a la posibilidad de que el poeta resista el rayo de la inspiración. Sigue: «me he acercado a contemplar a los celestiales» «ellos me arrojan profundamente entre los vivientes». En esta última secuencia siempre está la primera persona, incapacitado para resistir»el fuego del cielo» profetiza  su propio descenso psíquico, cuarenta años de locura, con este poema inconcluso de uno de sus grandes himnos. No es el único final, hay varios manuscritos. Heidegger, en una conferencia, dijo variantes , que termina en el verso 65  «compartiendo, permanece firme el eterno corazón». Dice Heidegger que este final está basado en su propia interpretación, lo que fue muy criticado (círculo hermenéutico donde las interpretaciones terminan cambiando todo el texto). Aunque todo Heidegger es arbitrario, no inventó el verso  (nos muestra Marcos el manuscrito de Heidegger) Pero adónde quiso apuntar? corresponde cortar el verso allí?. El texto es discutido pero la lectura de Heidegger le da al poema una contundente conclusión (como en «Recuerdos»: «abierta como el mar va la corriente pero lo que perduran lo fundan los poetas») El último verso le sonó a Heidegger como el final de Hölderlin. El corazón que permanece firme cuando el dios se acerca es el corazón del poeta (tampoco humano  ni dios) Suena en un final por demás discutido, sin sentimentalismo, parece anunciar su propia vida.»

-Aníbal. «gracias por permitirnos acceder a la complejidad de un texto alucinante que recuerda la majestuosidad de Píndaro»

-Alicia: «hoy solo escucho, compenetrada con todo lo que se viene diciendo»

-Cristina lee a Pessoa. «el río que corre por mi pueblo» «el Tajo . . . la memoria de las naves» «pocos saben cuál es el río de mi pueblo . . . más ancho» «quien está a su orilla, solo está a su orilla». Firma como Alberto Caeiro, otro heterónimo de Pessoa»

-Natalia: «elegí de «Argentino hasta la muerte» de César Fernández Romero, hijo de Baldomero, «las palabras tienen cuerpo» «son caramelos, se las puede lamer, chupar» «la vida deliciosa, frágil, del ser que las habita» «granadas que revientan en las manos» «suicidas» «la parte en blanco de los formularios» «sólo hay un modo de hablar: la metáfora . . . decir que una cosa es otra cosa» «la poesía hace converger la vida en las palabras». Es un largo poema que dejo acá. Recomiendo este libro de César.»

-Zélica: «tuve una semana complicada, con congresos, cursando el covid, estoy bien. Me preparo para el otro sábado cuando me sienta mejor» [todos le deseamos una pronta recuperación a Zélica]

-Analía: «buscando unos escritos de Miguel Grinberg (por un paciente obsesionado con él) encontré el poema de Jim Morrison «Paseo a la luz de la luna»: «nademos hasta la luna»: «nademos esta noche amor» «subamos a través de la marea» «no queda nada pendiente y no hay tiempo para decidir» «no puedo ser tu guía» «es fácil amarte cuando te veo volar»

-Jorge: «gracias por los comentarios sobre «El cansancio del mundo». Enviará, de «Médula del río», treinta poemas cortitos. «no reconocer la cicatriz del barco» «la pena sobre el lenguaje» «madre, haz que el deseo hable»// «Voz diurna»: «quién habla por tu piel» «a oídos del que envió la lluvia» «me hierro vivo . . .» «los ríos que te suceden» «el cielo se raja de llanto para siempre»

Graciela García

***

Cuento:

En una estación de buen tiempo

Ray Bradbury | Del libro «Remedio para melancólicos», Ed. Minotauro.

George y Alice Smith bajaron del tren en Biarritz un mediodía de verano y antes que pasase una hora ya habían ido del hotel a la playa, se habían metido en el mar y habían salido a tostarse en la arena.

Al ver a George Smith quemándose allí, tendido, abierto de brazos y piernas, uno hubiera pensado que era sólo un turista que había sido traído en avión, fresco, congelado como una lechuga, y que pronto sería trasbordado. Pero aquí estaba un hombre que amaba el arte más que la vida misma.

—Vaya… —suspiró George Smith.

Otra onza de transpiración se le escurrió por el pecho. Evapora el agua corriente de Ohio, pensó, y luego bebe el mejor bordeaux. Deposita en tu sangre rico sedimento francés, ¡y verás con ojos nativos!

¿Por qué? ¿Por qué comer, respirar, beber todo francés? Porque así, con el tiempo, empezaría a entender realmente el genio de un hombre.

Se le movieron los labios, formando una palabra.

—¡George? —Su mujer asomó sobre él.— Sé lo que pensabas. Puedo leerte los labios.

George Smith no se movió, esperando.

—¿Y?

—Picasso —dijo Alice.

George Smith se estremeció. Algún día ella aprendería a pronunciar ese nombre.

—Por favor —dijo Alice—. Descansa. Sé que oíste el rumor esta mañana, pero tendrías que verte los ojos…, ese tic otra vez. Bueno; Picasso está aquí, en la costa, a pocos kilómetros, visitando a unos amigos en una aldea de pescadores. Pero tienes que olvidarlo o te arruinarás las vacaciones.

—Desearía no haber oído nunca ese rumor —confesó George Smith.

—Si por lo menos te gustaran otros pintores —dijo Alice.

¿Otros? Sí, había otros. Podía desayunarse satisfactoriamente con las peras otoñales y las ciruelas de medianoche de las naturalezas muertas de Caravaggio. Para el almuerzo: esos girasoles de Van Gogh, retorcidos, chorreando fuego, esas flores que un ciego podría leer pasando rápidamente los dedos chamuscados por la tela en llamas. ¿Pero el gran banquete? ¿Los cuadros que le reservaba a su paladar? Allí, cubriendo el horizonte, como un Neptuno naciente, coronado de algas, alabastro, y coral, y blandiendo pinceles como tridentes en los puños de uñas de cuerno, y con una cola de pez suficientemente grande como para derramar lloviznas de verano sobre todo Gibraltar… ¿quién, si no el creador de Mujer delante de un espejo y Guernica?

—Alice —dijo George Smith pacientemente—, ¿cómo explicártelo? Viniendo en el tren pensé: Señor, ¡es todo territorio de Picasso!

¿Pero era así realmente?, se preguntó. El cielo, la tierra, la gente, los ruborosos ladrillos rosados aquí, los balcones de espirales de hierro azul eléctrico allá, una mandolina madura como una fruta en las manos de mil huellas digitales de algún hombre, jirones de carteleras que volaban como confetti en los vientos nocturnos…, ¿cuánto era Picasso, cuánto George Smith que miraba fijamente alrededor con apasionados ojos picassianos? Renunció a una respuesta. Aquel viejo había destilado trementinas y aceite de linaza tan enteramente a través de George Smith que los líquidos le habían modelado el ser, todo período azul a la caída de la tarde, todo período rosa a la hora del alba.

—He estado pensando —dijo George Smith en voz alta—, si ahorramos dinero…

—Nunca tendremos cinco mil dólares.

—Ya sé —dijo George serenamente—. Pero es hermoso pensar que podemos reunirlos un día. ¿No sería magnífico ir a verlo y decirle: «Pablo, ¡aquí tienes cinco mil! Danos el mar, la arena, aquel cielo, o cualquier cosa vieja que se te ocurra, y seremos felices…»?

Pasó un rato y Alice le tocó el brazo.

—Sería mejor, me parece, que ahora te metieras en el agua —dijo.

—Sí —dijo él—. Sería mejor.

Un fuego blanco subió derramándose cuando George Smith cortó el agua.

A la tarde, George Smith salió del mar y entró en el mar con los vastos y rebosantes movimientos de la gente ya sofocada, ya fresca, que al fin, al declinar el sol, con colores de langosta, de gallinas de Guinea y de pollos asados en los cuerpos, regresó trabajosamente a sus hoteles de tortas de bodas.

La playa fue un desierto de innumerables kilómetros y kilómetros. Sólo quedaron dos personas. Una era George Smith, con la toalla al hombro, preparado para un último acto de devoción.

Lejos en la costa otro hombre más bajo, cuadrado de hombros, caminaba a solas en el día tranquilo. Estaba muy tostado, el sol le había teñido casi de color caoba la afeitada cabeza, y los ojos claros le brillaban como agua en la cara.

El tablado de la playa estaba armado; pocos minutos más y los dos hombres se encontrarían. Otra vez el Destino arreglaba las escalas de los sobresaltos y las sorpresas, las partidas y las llegadas. Y entretanto los dos caminantes solitarios no pensaban un solo instante en coincidencias, en esa corriente sumergida que se demora junto al codo de un hombre en toda multitud en toda ciudad. Ni consideraban que si un hombre se atreve a sumergirse en esa corriente sale con una maravilla en cada mano. Como la mayoría, se encogían de hombros ante tales locuras y se mantenían bien lejos de la orilla, no fuera que el Destino los arrastrara.

El desconocido estaba solo. Mirando alrededor vio su soledad, vio el gua de la hermosa bahía, vio el sol que se deslizaba por los últimos colores, y luego, volviéndose a medias, descubrió en la arena un pequeño objeto de madera. No era más que el delgado palito de un exquisito helado de limón, fundido hacía mucho tiempo. Sonriendo, recogió el palito. Con otra mirada alrededor, para confirmar su soledad, el hombre se agachó de nuevo, y sosteniendo suavemente el palito, con leves movimientos de la mano, se puso a hacer eso que sabía hacer mejor que ninguna otra cosa en el mundo.

Se puso a dibujar increíbles figuras en la arena.

Trazó una figura, y luego se adelantó, y todavía con los ojos bajos, totalmente fijos en su trabajo ahora, dibujó una segunda y una tercera figura, y luego una cuarta y una quinta y una sexta.

George Smith venía imprimiendo sus pisadas en la línea de la costa y miraba aquí, miraba allá, y de pronto vio al hombre. George Smith, acercándose, vio que el hombre, muy quemado por el sol, estaba inclinado hacia delante. Más cerca aún, y ya se veía qué hacía el hombre. George Smith rió entre dientes. Por supuesto, por supuesto… Solo en la playa este hombre —¿De qué edad? ¿Sesenta y cinco? ¿Setenta?— hacía monigotes y garabatos. ¡Cómo volaba la arena! ¡Cómo los disparatados retratos se confundían en la playa! Cómo…

George Smith dio otro paso y se detuvo, muy quieto.

El desconocido dibujaba y dibujaba, y no parecía sentir que alguien estuviese detrás de él y del mundo de sus dibujos en la arena. Estaba ahora tan profundamente hechizado por su creación solitaria que si unas bombas de profundidad hubieran estallado en la bahía, la mano volante no se le hubiera detenido, ni él hubiese vuelto la cabeza.

George Smith miró la arena y, luego de un rato mirando, se puso a temblar.

Pues allí en la arena lisa había figuras de leones griegos y chivos mediterráneos y doncellas de carnes de arena como polvo de oro y sátiros que tocaban cuernos tallados y niños que bailaban derramando flores a lo largo y a lo largo de la playa con corderos que brincaban detrás y músicos que se precipitaban a sus arpas y sus liras, y unicornios que llevaban a jóvenes a prados, bosques, templos en ruinas y volcanes lejanos. A lo largo de la costa, en una línea ininterrumpida, la mano, el punzón de madera de este hombre que se inclinaba hacia delante, febril, goteando sudor, iba y venía en curvas y cintas, enlazaba encima y arriba, adentro, afuera, hilvanaba, susurraba, se detenía, se apresuraba luego como si esta móvil bacanal debiera florecer del todo antes que el mar apagara el sol. Veinte, treinta metros o más de ninfas y criadas y fuentes de verano manaron en desenredados jeroglíficos. Y a la luz moribunda la arena tenía un color de cobre fundido donde ahora se había grabado un mensaje que cualquier hombre de cualquier tiempo podría leer y saborear a lo largo de los años. Todo giraba y se posaba en su propio viento y su propia gravedad. Ahora los pies danzantes teñidos de sangre de uvas de las hijas de los viñateros exprimían vino, ahora mares humeantes daban nacimiento a monstruos acuñados como monedas, mientras que cometas florecidas esparcían perfume en nubes que se llevaba el viento… ahora… ahora…

El artista se detuvo.

George Smith dio un paso atrás, apartándose.

El artista alzó los ojos, sorprendido, pues no esperaba encontrar a alguien tan cerca. Luego, inmóvil, se quedó mirando de George Smith a sus propias creaciones, extendidas como pisadas ociosas camino abajo. Sonrió al fin y se encogió de hombros como diciendo: Mira lo que he hecho, ¿has visto qué niño? Me perdonarás, ¿no es cierto? Un día u otro todos hacemos tonterías… ¿Tú también quizá? Así que permítele esto a un viejo loco, ¿eh? ¡Bien! ¡Bien!

Pero George Smith no hacía más que mirar al hombrecito de piel oscurecida por el sol y ojos claros y penetrantes, y al fin se dijo a sí mismo el nombre del viejo, una vez, en un susurro.

Los dos hombres estuvieron así quizá otros cinco segundos. George Smith con los ojos clavados en el friso de arena, y el artista observando a George Smith con divertida curiosidad. George Smith abrió la boca, la cerró, alargó la mano, la recogió. Dio un paso adelante hacia los dibujos, dio un paso atrás. Luego se movió a lo largo de la línea de figuras como un hombre que contempla una preciosa serie de mármoles de alguna antigua ruina caídos en la costa. No parpadeaba. La mano deseaba tocar, pero no se atrevía a tocar. George Smith quería correr, pero no corría.

Miró de pronto hacia el hotel. ¡Corre, sí! ¡Corre! ¿Qué? ¿Traer una pala, excavar, salvar un pedazo de esta arena que se desmenuza demasiado? ¿Encontrar un albañil, arrastrarlo aquí de prisa con un poco de yeso para sacar un molde de un frágil trozo? No, no. Tonto, tonto. ¿O…? Los ojos de George Smith se volvieron chispeando hacia su ventana en el hotel. ¡La cámara! Rápido, tómala, tráela, y corre a lo largo de la costa, y clic, clic, y cambia la película, y clic, hasta que…

George Smith se volvió hacia el sol, que le ardió débilmente en la cara. Los ojos de George Smith fueron dos llamas pequeñas. El sol estaba hundiéndose en el mar, y mientras él miraba desapareció del todo en unos pocos segundos.

El artista se había acercado y ahora contemplaba la cara de George Smith con mucha simpatía, como si estuviese leyéndole todos los pensamientos. Ahora asentía con breves movimientos de cabeza. Ahora el palito de helado se le había caído casualmente de los dedos. Ahora decía buenas noches, buenas noches. Ahora se iba, caminando playa abajo, hacia el sur.

George Smith se quedó mirándolo. Pasó un minuto, y luego hizo lo único que podía hacer. Partió del principio del fantástico friso de sátiros y faunos y doncellas que se bañaban en vino, y de unicornios, y de jóvenes flautistas, y caminó lentamente por la playa. Hizo un largo camino mirando la bacanal que corría libremente. Y cuando llegó al fin de los animales y los hombres, se volvió y caminó de vuelta en la otra dirección con los ojos bajos como si hubiese perdido algo y no supiese bien dónde podía encontrarlo. Siguió así hasta que no hubo más luz en el cielo o en la arena.

George Smith se sentó a cenar.

—Llegas tarde —dijo su mujer—. Tuve que bajar sola. Estaba hambrienta.

—No importa.

—¿Nada interesante en tu paseo?

—No.

—Estás raro, George. ¿Te alejaste mucho nadando y casi te ahogas? Te lo veo en la cara. Te alejaste demasiado de la costa, ¿no es cierto?

—Sí —dijo George Smith.

—Bueno —dijo Alice, mirándolo con atención—. No lo hagas otra vez. Vamos, ¿qué quieres comer?

George Smith volvió la cabeza y cerró los ojos un momento:

—Escucha.

Alice escuchó.

—No oigo nada —dijo.

—¿No oyes nada?

—No. ¿Qué es?

—Sólo la marea —dijo George Smith al cabo de un rato, sentado a la mesa, con los ojos todavía cerrados—. Sólo la marea que sube.

*

Ilustración: Bradbury, Picasso y el mar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *