Graciela Vergel, presente en las 38 charlas por zoom del 2020, nos regala una riquísima reflexión sobre esa experiencia tan intensa, y nos ofrece una síntesis de sus vivencias, que expresan claramente la de muchos de nosotros. Y también una selección de sus poemas, de acuerdo a las etapas que fueron sucediéndose en esa rara situación. Sus inspirados poemas, sus fotos asombrosas, su convivencia diaria frente al mar fueron parte de la riqueza del inolvidable 2020. Comparto el texto que leyó el sábado pasado, en en III Encuentro de las Artes. Gracias!!!!!
LA POESÍA Y EL MAR DURANTE LA CUARENTENA
Hay experiencias de las cuales podemos tener un saber sobre la marcha. Pero su verdadera significación solo se puede dimensionar retroactivamente, es decir, una vez que estamos en condiciones de mirarlas con cierta distancia, abrochándoles nuevos sentidos.
A un año ya del ciclo de La Poesía y el Mar formato virtual (38 encuentros semanales Zoom durante la llamada Cuarentena) tal vez estemos ya en condiciones de valorar su naturaleza y atributos.
Zaldivar venía desplegando La Poesía y El Mar durante años en el chalet de Don Carlos, los sábados a la tarde en temporada alta. Hay que decir que a muchos nos quedaba el «sabor de querer más» cuando el verano bajaba las persianas. Ese sabor se convirtió en un plus de necesidad y deseo al decretarse la cuarentena. Así las cosas, Alicia Matilde Benítez, una amante de Gesell y de la poesía, sugirió el encuentro formato Zoom. Aníbal tomó la idea y arrancamos. Al principio fue algo raro para quienes no manejábamos tal tecnología. Pero pronto se convirtió en una cita semanal, en un espacio no solo de lectura y escritura, de reencuentro de la poesía con la oralidad, sino de conexión vital y corriente de afectos. Como si sábado tras sábado, le hiciéramos pito catalán al confinamiento.
Sabido es que el arte en todas sus expresiones –dada su naturaleza sublimatoria – repara, cura, salva, permite elaborar pérdidas y situaciones traumáticas y cuánto más en una coyuntura de pandemia. Total, que gracias a La P y el M, la cuarentena fue deslizándose de un modo creativo, enriquecedor. Productivo y reparador: no solo nos escuchábamos, descubríamos a autores, leíamos y escribíamos. Se fue creando un lazo, un ensamble que nos compensaba respecto del encierro y de la falta real de contacto. Ese encuentro semanal se hizo organizador y sostén. Porque si el arte poético de por sí es liberador, a la P y el M le cabe el mérito de algo así como un plus de salvataje. En su transcurso vimos crecer a buena parte de La Belleza del mundo y al germen de otros poemarios de algunos participantes. Porque LA POESÍA Y EL MAR, se comportó como METÁFORA DE ENCUENTRO Y DE REENCUENTRO, DEL ABRAZO Y ALGO MÁS: NOS PERMITIÓ LA PUESTA EN MARCHA Y EL RECONOCIMIENTO DE CIERTOS RECURSOS O HERRAMIENTAS DE LAS QUE DISPONÍAMOS PARA ENFRENTAR UNA COYUNTURA INESPERADA NO SOLO DE ENCIERRO SINO DE PÉRDIDAS, TEMORES Y DE ANGUSTIAS.
Por todo ello quiero agradecer en nombre de la mayoría de los participantes de la P y el Mar, a A. Z. Porque su labor fue enorme, no solo por su armado y coordinación sino por la laboriosa recopilación y difusión posterior encuentro tras encuentro. Gracias Anibal por ofrecernos tu CasaZoom, por abrir múltiples ventanas para vernos, escucharnos y para que la Poesía nos permitiera situarnos y ampararnos en ese maravilloso lazo social.
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1 Los versos no están en cuarentena.
Siempre están ahí, a disposición
de nuestras vicisitudes
y emergencias,
porque emergen, sí,
como las gaviotas
que hoy no saben
la razón de nuestra ausencia,
ni la saben los perros otoñales
de la playa.
No la saben chimangos
ni palomas.
¿Cómo es que aún es verano
con paisaje de invierno?
Sin transición, la arena
y su metáfora del tiempo,
descansa de huellas
y de anzuelos.
¡Nunca estuvo tan limpia
la marea, o tan de pronto!
No, los versos no están en cuarentena:
concurren al servicio
del planeta,
que se ha tomado
vacaciones de nosotros.
-«Algo debe pasar» –
dicen las olas
sin bañistas,
sin balnearios,
sin basura.
Son versos que atraviesan
la codicia,
la escasez de barbijos.
No es retaliación
este paisaje
de alamedas vacías.
Es un designio,
una oportunidad
de concebirnos Otros.
Otros, capaces de sobrevivir
y aprehender
las Lecciones del Planeta.
No, los versos no están en cuarentena.
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2 Dónde sino en el mar
la cuerda floja de estos días
dónde si el amor lejos
y en una piel de ausencia
la tersura se extravía
dónde sino a unos pasos
de la Belleza de Zaldívar
dónde cuando los números lastiman
y las noticias
nos indignan
dónde sino en el mar
en sudestadas que nos limpian
dónde sino a la luz
del nuevo día
una mujer colgada
entre el océano
y el cielo
-aunque se escape el sueño
y con el sueño el verso –
dónde sino en el mar
en pleno encierro abierto
sublimada
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3 Cuando el abrazo no está,
me crecen
extrañas adherencias:
Ramas invasoras
del aire de la ausencia.
(Decía mi abuela:
– ¡se han ido en vicio las plantas! -)
Y yo me ramifico, errática,
el mar encrespa al nido del abrazo y de las alas.
Nada le pone límite a eso que brota
desde las remotas raíces de la pérdida.
Y es que, si vos no estás,
me voy en vicio, también, como las plantas.
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4 ¡Me urgía el poncho dulce de tu pecho!
No es que deseara tanto,
solo tu abrazo de mamut.
Tu abrazo de angora y gamulán,
tu tronco de cacao, alforja, asilo pectoral.
¡Me urgía el poncho dulce de tu pecho!
Solo deseaba el plumón de tu pulmón
ese país abdominal, leño y brasero,
mi guindado, acorazado de budín,
tambor de azúcar.
Sí, lo deseaba
para seguir esdrújula,
anaranjada, llana
cítrica u onírica, de guardia
en cada geometría de la aurora
entre los labios de la noche
y los cardúmenes del agua.
No es que deseara tanto:
Cuarentena mediante
te esperaba.