La poesía y el mar en cuarentena

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Charla N° 27-Sábado 17 de octubre

***

Al 17 de octubre

Era el pueblo de Mayo quien sufría,
no ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.

El mismo pueblo que ganara un día
su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir, y en su agonía
le hablaban sólo el Río y el Pampero.

De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(¡era en Octubre y parecía Mayo!),
y conquistó sus nuevas primaveras.

El mismo pueblo fue y otra victoria.
Y, como ayer, enamoró a la Gloria,
¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!

Leopoldo Marechal

***

Suspensión

Está bloqueado en el barrio

marítimo.

Quisiera

continuar.

                La calle

-perdida- a dónde conduce?

Está en total oscuridad.

                La vista

-bajo el sol estridente-

se le incinera.

                Nada

(leyó una vez en latín)

más oscuro que la luz.

(Nil obscurius luce)

Se extravía.

(El camino

¿empieza aquí? ¿aquí termina?

Giorgio Caproni

***

A Silvia         

Canto XXI

¿Todavía recuerdas
de tu vida mortal, Silvia, aquel tiempo,
en el que la beldad resplandecía
en tus ojos huidizos y rientes,
y alegre y pensativa, los umbrales
juveniles cruzabas?

Resonaban las calmas
estancias, y las calles
vecinas con tu canto inagotable,
mientras a las labores femeniles
te sentabas, dichosa
de aquel vago futuro de tus sueños.
Era el mayo oloroso: y tú solías
pasar el día así.

Yo los gratos estudios
tal vez dejando y los sudados pliegos,
que mi temprana edad
gastaban y de mí la mejor parte,
en los balcones del hogar paterno
escuchaba el sonido de tu voz
y tu mano ligera
recorriendo la tela fatigosa.
Miraba el cielo calmo,
los dorados caminos y los huertos,
y allá el lejano mar, y allá los montes.
Lengua mortal no dice
lo que mi alma sentía.

¡Qué dulces pensamientos
que esperanzas, qué pálpitos, oh Silvia!
¡Cómo la vida humana
y el hado contemplábamos!
Cuando recuerdo tantas ilusiones,
me abruma un sentimiento
acerbo y sin consuelo,
y me vuelve a doler mi desventura.
Oh tú, naturaleza,
¿por qué no das después
lo que un día prometes? ¿por qué tanto
engañas a tus hijos?
Antes que el frío arideciera el prado,
de extraña enfermedad presa y vencida,
moriste, oh mi ternura, sin que vieras
las flores de tu edad;
no alegraba tu alma
el dulce elogio o de las negras trenzas
o de tu vista esquiva y amorosa;
ni contigo en las fiestas las amigas
de amoríos hablaban.

También murieron pronto
mis dulces esperanzas: a mis años
también les negó el hado
la juventud. ¡Ah, cómo,
cómo pasaste, cara compañera
de mi primera edad,
mi llorada ilusión!

¿Es este el mundo aquel? ¿Éstas las obras,
el amor, los sucesos, los placeres
de los que tanto entre los dos hablábamos?
¿esta es la suerte de la raza humana?
Al llegar la verdad
tú, mísera, caíste: y con la mano
la fría muerte y la desnuda tumba
de lejos señalabas.
Giácomo Leopardi
Versión de Luis Martínez de Merlo

***

Canto XIII

La noche del día de fiesta

Dulce y clara es la noche y sin viento,
y plácida sobre los techos y en medio de los huertos
se posa la luna, y a lo lejos revela
tranquila cada montaña.
Mujer mía,
ya calla cada sendero, y por las ventanas
rara se filtra la lámpara nocturna:
dormís, sumergida en un sueño fácil
en tus habitaciones tranquilas,
y no te muerde
ninguna preocupación;
y sí, nada sabés ni imaginás
de la herida que me abriste en el pecho.
Dormís: yo, en cambio, me asomo
a saludar este cielo que, a simple vista,
parece tan clemente,
y a la antigua omnipotente naturaleza
que me ha creado nada más que para sufrir.
A vos la esperanza,
Te niego me dijo, también la esperanza; y que
tus ojos no brillen más que por llanto.
Este día ha sido de fiesta: ahora ya descansás
de los placeres;
y tal vez te regresen
en el sueño los que hoy te han deseado, y los que
vos deseaste: no, yo no, no me atrevo
a ilusionarme con aparecer en tus pensamientos.
Mientras tanto me pregunto
cuanto de vivir me queda, y aquí en el piso
me tiro,grito, y me estremezco.
¡Oh días terribles
en tan verde juventud!
Oigo de no tan lejos el solitario canto
del artesano, que muy tarde
regresa a su pobre morada luego
de los festejos del día;
y el corazón ferozmente se me estremece,
pensando como todo en el mundo termina
sin dejar rastros de sí.
Ya está
ha pasado el día de fiesta, y al festivo el día
vulgar sucede, y el tiempo se lleva
cada humano accidente.
Y ahora ¿dónde está el eco de esos antiguos pueblos?
¿Dónde está el grito de nuestros célebres ancestros,
y el grande imperio de aquella Roma, y las armas, y el fragor
que se propagó por tierra y mar?
Ahora todo es paz y silencio y descansa
el mundo, y de ellos ya no se habla.
Cuando en mi infancia, esperaba
con impaciencia el día de fiesta, y apenas
se terminaba, lleno de dolor, me retorcía
en la cama sin poder dormir;
y en la noche profunda oía por las calles un
canto que se apagaba de a poco
y entonces, cómo ahora, se me moría el corazón.

Giacomo Leopardi – La noche de un día de fiesta-
Traducción Daniela Mishima

***

Versión original:

Dolce e chiara è la notte e senza vento,
e queta sovra i tetti e in mezzo agli orti
posa la luna, e di lontan rivela
serena ogni montagna. O donna mia,
giá tace ogni sentiero, e pei balconi
rara traluce la notturna lampa:
tu dormi, ché t’accolse agevol sonno
nelle tue chete stanze; e non ti morde
cura nessuna; e giá non sai né pensi
quanta piaga m’apristi in mezzo al petto.
Tu dormi: io questo ciel, che sí benigno
appare in vista, a salutar m’affaccio,
e l’antica natura onnipossente,
che mi fece all’affanno. — A te la speme
nego — mi disse, — anche la speme; e d’altro
non brillin gli occhi tuoi se non di pianto. —
Questo dí fu solenne: or da’ trastulli
prendi riposo; e forse ti rimembra
in sogno a quanti oggi piacesti, e quanti
piacquero a te: non io, non giá ch’io speri,
al pensier ti ricorro. Intanto io chieggo
quanto a viver mi resti, e qui per terra
mi getto, e grido, e fremo. O giorni orrendi
in cosí verde etate! Ahi! per la via

odo non lunge il solitario canto
dell’artigian, che riede a tarda notte,
dopo i sollazzi, al suo povero ostello;
e fieramente mi si stringe il core,
a pensar come tutto al mondo passa,
e quasi orma non lascia. Ecco è fuggito
il dí festivo, ed al festivo il giorno
volgar succede, e se ne porta il tempo
ogni umano accidente. Or dov’è il suono
di que’ popoli antichi? or dov’è il grido
de’ nostri avi famosi, e il grande impero
di quella Roma, e l’armi, e il fragorío
che n’andò per la terra e l’oceáno?
Tutto è pace e silenzio, e tutto posa
il mondo, e piú di lor non si ragiona.
Nella mia prima etá, quando s’aspetta
bramosamente il dí festivo, or poscia
ch’egli era spento, io doloroso, in veglia,
premea le piume; ed alla tarda notte
un canto, che s’udía per li sentieri
lontanando morire a poco a poco,
giá similmente mi stringeva il core.

Giácomo Leopardi

***

Soné un poema

Soñé un poema

y al despertar

no estaba.

¿O a mí me escribió

el poema

y era yo la que no estaba?

¿Habrá sido mudo

el poema,

una escritura de la Nada?

¿O fue el sueño, tal vez,

que me soñó

sin figura,

sin carne,

sin palabra?

¿Habrán sido invisibles

los versos,

la escena

y la  soñante?

Soñé un poema

y al despertar no estaba:

¿Será que se esfumó

o  fui yo la esfumada?

¿Habré soñado

con la falta?

Soñé un poema

y al despertar no estaba.

Tampoco estaba el sueño,

quién sabe si yo estaba

o si  un chupón del mar

nos devoró

la letra,

la imagen

y ahora,

ahora es un fantasma.

GraCiela Vergel

***

El mar de noche es un abismo si la luna no lo toca

«Los poemas tristes

 son un secreto homenaje a la alegría.

 De ser posible, yo pediría nacer barco,

 uno que va hacia su naufragio

 y sabe que hay un iceberg para él.

 Mi vida consistiría en aprender

 a nadar tranquila».

Natalia Litvinova

***

LOS AUSENTES
nos dejaron sus fotos
sus potiches
sus pertrechos

brillan en los ojos
de sus descendientes
aparecen en la voz
de sus hijos bienqueridos
así, de repente

en la memoria imprecisa de los nietos
dejaron sus huesos
en el santo campo
blusas sin domingo
plantas sin riego
flores en las hojas
de los libros marchitándose

todo…a cargo nuestro!
Silvia Bottallo

***

 “Todo poema, toda poesía, son pequeñas islas en el océano infinito del silencio”

inscripción 178

Te hablan ahora las rompientes de tu vida
Te cuentan de las falsas Itacas,
del naufragio en costas remotas
de tu cansancio doblándote hacia las olas
Te dicen que más allá está el final
de la tierra
que allí el mar se derrumba, que tu mar
amado se derrumba y que los barcos
nunca han vuelto
Te hablan en tu propia noche los temores

Que suenen entonces como algo que se
despierta estos poemas
como algo que está en tí, como algo que cruce el mar y se despierta.

                                  Raúl  Zurita-  Chile, Año de nacimiento  1950.

***

La mamadre

La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.

Oh dulce mamadre
—nunca pude
decir madrastra—,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.

Ay mamá, cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por vez primera estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.

Del libro Memorial de Isla Negra. Del libro Poesías selectas (1957-1964). Barcelona. RBA. 2001. Volumen ii. 1.ª ed., pp. 82-84.

***

Yo podría haber sido poeta. Podría inventar que encontré un pozo de petróleo debajo de mi cama y que me hice la que no lo había visto para que lo encontrara otro y fuera, así, feliz del descubrimiento. Pero no sería nada cierto. Podría inventar que me gustan las manzanas con sandía y dulce de leche. Que las mañanas son desagradables y que 2 al cuadrado son 1800 de problemas en el mundo cotidiano. Pero además de que la última frase sonó bastante bien y fue efectivamente digna de una poeta, ¿no me estaría reduciendo a decir mentiras? ¿Inventar no tendría que ser eso de poner dos cosas de otra naturaleza a convivir? Casi como ale y yo. Decir: una goma de borrar y un elefante en un zoológico se aman. Volar en paracaídas y lavarse los dientes a la mañana contienen en si mismas la misma adrenalina. No estudiar para un examen y apretar los dientes a la noche son casi igual de dañinos para el ser humano como tomarse una lata de pintura o dejarse estar. Ver un barrilete volando al borde de la autopista o un abrazo con un amigo. La isla de Formentera y la abrochadora. El sur y tus ojos. Esto es en una medida inventar. Inventar: ¿Ver algo nuevo en algo viejo? ¿O hacer de cosas viejas algo nuevo? Juntar la rueda de la primer bicicleta que tuve con la primera persona que me rompió el corazón. Viajar al borde de una experiencia mala y reírse en su cara. Mascar chicle en un funeral o mirar cómo crecen las flores antes de matarlas. La maldad.

Y con mis partes rotas puedo hacer un poema que puede tener que ver con mis partes rotas reales o puede tener que ver con otra cosa que de algún modo me pertenece igual que las otras. El poema podría llamarse «mis partes rotas» y podría tener la rueda de mi primera bicicleta, el portón de la casa de mis abuelos, el short que me regalaron las primas de una amiga, un boleto en avión, un sweater que no es mío, tostados de jamón y queso, las calles de Hurlingham cuando podía, ya, caminarlas sola. La primera rueda de auto que marque contra un cordón. Todas las veces que lloré y llamé a alguien desde el placard de mi casa. La Nintendo. Los piojos en las cejas. El lugar donde hacíamos coro y no así la iglesia del colegio. Mi poema no tendría la iglesia del colegio pero sí tendría la sensación de liviandad y libertad que sentí al confesarme; la misma que sentí cuando me encontré con una ex pareja a decirle de buen modo todo lo que pensaba sobre él y la relación que ya no teníamos pero que nos había mantenido unidos durante 4 años. Menos que el tiempo que me llevaron a la iglesia pero poderoso porque había sido mi elección. Lo de la libertad y flotar en el aire tiene que estar en mi poema. Y no es algo que se siente a menudo… eso de levitar. ¿Será porque confesarme se me volvió algo cotidiano? ¿Tendría que mentir más? ¿O inventar más? Conjugar mal las palabras: Ayer lloramos salir del mar. Viendo un atardecer en el campo quiero detener esa escritura. ¿Cómo sería bien conjugar mal? ¿Cómo sería hacer bien algo mal hecho? Decir el día que murió mi abuelo es el día más triste de mi vida y aunque este mal conjugado el verbo «es» me da igual de ganas de llorar que si estuviera bien escrito. Y es definitivamente verdad aunque podría agregarle algo que es mentira. El día que murió mi abuelo es el día que nació una flor. Quizás sea verdad.

Rocío Aschieri

***

Otra vez el lienzo acabado por navíos de polvo…

Agasajado por cruces de mimbre…tocado por ráfagas

De un oriente cercano a nosotros.

Así…todos los puertos se refugiaban como pájaros envueltos

Para el desayuno secreto de los profetas.

Un lienzo soportaba terrible soledad…

Lluvias y enigmas forjaban literatura

En la humareda de arrastre hacia la colocación de murales,

Hombres con signos de pincelar bacterias…

Hombres que a través de pequeños ojos de oleo

Aplastaban las gotas del espíritu  (contra las sombras)…

…y volvía el arrastre de lienzos a través de los viñedos

A través del polvo de los girasoles…

Era inevitable.

Todas estas obras se silencian

En el fuego,

No todas

Merecen olvidar el guijarro dormido,

El día parece agitar su luz

En nuestras venas.

El lienzo yace bajo el rio,

En la superficie

Las raíces brillan sobre el oleo,

La plenitud de la palabra

Está en el cuenco de estos huesos.

Un meridiano pertenece a una mar en potencia

Una fugaz membrana

No merece concluir en lluvia,

La lejanía prefiere un invierno con nieve,

Donde todo ocurrió

Se lo llevo el orgasmo petrificado.

Había  música en la cabeza del artista y  apunta a varias direcciones

Es como cabalgar bajo las estepas de un eco y no perder el circular

Lamento de una oruga.

Matiz abierto al movimiento de los que habitan el lienzo vacio…

Allí reposaban con su quietud que abrazamos.

Si seguimos bajando hasta llegar a la luna parcial del éxtasis

Habríamos visto que no se podía llegar a la nausea, sino tan solo rozar el débil

Crepitar del oleo.

La inmensidad de Rothko trae niebla fresca a nuestras manos

Cerca de la complicidad mística…al borde de la oración

Hasta volverse  completamente abstracto

Fluyendo con el rio de la circuncisión.

“Sin título” es el nombre más perfecto para un Kadish que mezcla

Doscientos metros de pintura sobre un lienzo vacio…

Dijo:” llevo pintando templos griegos toda mi vida sin siquiera saberlo…”

y bajaron para compartir el ruido seco del atlántico

que brinda muertos en polvo sobre un puñado de transeúntes.

Jorge Castañeda

***

“Cómo hablarle a las chicas en las fiestas”

(…….)

Ella dijo, “Sabíamos que todo acabaría pronto, y entonces pusimos todo en un poema, para decirle al universo quiénes éramos, y por qué estábamos aquí, y lo que decíamos y hacíamos y pensábamos y soñábamos y anhelábamos. Envolvimos nuestros sueños en palabras y diseñamos las palabras para que viviesen para siempre, inolvidables. Entonces mandamos el poema como un diseño de flujo, esperando dentro del corazón de una estrella, irradiando su mensaje en pulsos e impulsos y sonidos a través del espectro electromagnético, hasta el momento en que, en mundos a mil sistemas solares de distancia, el diseño fuera decodificado y leído, y se convirtiera nuevamente en un poema.”

“¿Y después qué pasó?”

(…….)

“No se puede escuchar un poema sin que te transforme,” me dijo. “Lo oyeron y los colonizó. Los heredó y los habitó, sus ritmos comenzaron a formar parte de su forma de pensar; sus imágenes a transformar permanentemente sus metáforas; los versos del poema, su perspectiva y aspiraciones se convirtieron en sus vidas.

(…….)

“En algunos lugares somos bienvenidos,” dijo Triolet, “y en algunos nos ven como una hierba venenosa, o como una enfermedad, algo para ser puesto en cuarentena y eliminado. ¿Pero dónde termina el contagio y empieza el arte?

(…….)

Ella comenzó a susurrar algo en mi oído. Hay algo muy extraño en la poesía – uno se da cuenta de que es poesía aunque no conozca el idioma. Se puede escuchar el griego de Homero sin entender una palabra, y aún así saber que es poesía. Yo he oído poesía en polaco, y poesía inuit, y supe lo que era sin entender. Su susurro era así. No entendía el idioma pero sus palabras me inundaban, perfectas, y en mi mente vi torres de cristal y diamante; y gente con ojos del verde más pálido; e, imparable, bajo cada sílaba pude sentir el avance incontenible del océano.

Fragmento de “Cómo hablarle a las chicas en las fiestas” de Neil Gaiman. Traducción de Inés Ruvituso.

***

Experiencia

En la red subyugante de la noche,

voy sintiendo una voz que me convoca;

una fuerza que vibra en mis entrañas

y me habla de otros mundos y otras cosas.

Me sumerge en un caos vigoroso,

que me aparta del transcurso de las horas.

Me estremezco en un mar impredecible

de preguntas, sobre esferas tan ignotas,

que la mente no puede abarcarlas,

pues se vuelven sublimes, peligrosas.

Es allí, donde el tiempo se despliega

y el espacio  se asemeja a esas ondas,

que vibran en vacíos siderales,

donde el germen de otras vidas, se asoma.

Mis ojos regresan a la tierra,

liberados  de  ese logos  que razona.

¡Habiendo traspasado esas fronteras,

el suspiro de la magia aún me toca!

Susana A. Orden

**

18 de agosto

Cuando leo a Federico,

el alma se me desnuda,

vuela, goza, canta, ríe,

en la esfera más pura.

Amigos, cuando medito,

si es canción o aventura,

sentir esa simetría,

que en cada poema ondula,

se me nublan la razones,

se me suelta la ternura,

Cuando en la orilla del río,

veo encenderse su luna,

Mi sangre late con fuerza,

presa de extraña locura.

Cuando pienso en esa noche,

la noche más oscura,

en esa traición siniestra

y en la muerte tan injusta…

Cuando leo el Romancero

y mi corazón se cura,

sé que ese crimen terrible,

la vil y perversa injuria,

no pudo con la belleza…

¡Su genio y su arte perduran!

                                            Susana A. Orden      

. Poema en homenaje al gran poeta y dramaturgo español, Federico García Lorca, ejecutado un 18 de agosto de 1936, en Granada.

Foto: Giácomo Leopardi.

  1. silvia bottallo

    Como siempre, imperdible, cualquier sacrificio para conseguir la conexión y participar!
    Faltó mi poema LOS AUSENTES, está en el chat. Cariños!

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