La poesía y el mar en el Renacimiento

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Luego de un intercambio sobre la presencia de la poesía en la vida cotidiana (con el melón “rocío de miel” y otros ejemplos), leímos fragmentos del grandioso Gargantúa y Pantagruel, de Francisco Rabelais y sobre el magnífico Luis de Camoens, un elogio de José Saramago y el soneto que le dedicó Jorge Luis Borges. Luego el célebre soneto sobre Ulises de Joachim Du Bellay, que leyó en francés, con el estilo y gracia de siempre la profe Amalia Forte Mármol. A continuación centramos la charla en la apasionada exposición sobre Francesco Petrarca de Hernán Mlynarcewicz: vida y obra, y lectura de los sonetos del Cancionero, de incalculable influencia en la poesía posterior de occidente. Finalmente leímos fragmentos de mi poema Vía Láctea, adaptación de la forma soneto a una estructura de nueve versos. La posdata fueron dos sonetos satíricos de la colección “Pura Garra”, con los que comentaba los partidos de fútbol de este grupo. Van algunos textos. El próximo sábado, el mar en la poesía del Siglo de Oro español.

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Palabras desheladas

“Estábamos en alta mar banqueteando, trincando, divirtiéndonos y haciendo bellos y cortos discursos cuando Pantagruel se levantó, se irguió, para examinar los alrededores y nos dijo:

-Compañeros, ¿no habéis oído algo? Hoy creo haber oído a gentes que hablaban en el aire, y sin embargo, a nadie veo. Escuchad.

Por su orden quedamos todos atentos y con el oído alerta. Sorbíamos el aire como ostras en su concha para darnos cuenta de toda voz y de todo sonido y no perder nada…

(…)

-Señor, no os asustéis, este es el confín del mar glacial, en el que a principios del invierno pasado se riñó una grandísima y cruel batalla entre los Arimaspianos y los Nefilebates. Las palabras y los gritos de las mujeres y los hombres, el choque de las masas, los golpes de las armaduras y de las armas, los relinchos de los caballos y todos los demás clamores del combate se helaron en el aire. Ahora, habiendo pasado el rigor del invierno y con el tiempo sereno y dulce que tenemos, se funden y podemos oírlas.

-¡Por Dios! Yo te creo, ¿pero podríamos coger alguna?

-Tened en cuenta –dijo Pantagruel- que aquí las palabras no están todavía desheladas.

Y nos arrojó entonces sobre la cubierta a manos llenas palabras heladas que parecían grajeas perladas de diversos colores. Allí vimos palabras de Gules, palabras de Sinople, palabras de azur, palabras de arena y palabras doradas que al ser calentadas un poco entre nuestras manos se fundían como la nieve. Las oímos realmente; pero no las comprendíamos porque pertenecían al lenguaje bárbaro. Una de ellas era tan gruesa, que al recalentarla el hermano Juan entre sus manos, produjo un sonido como el de las castañas en la brasa cuando no se han rajado previamente y estallan, lo que nos hizo a todos temblar de miedo.

-Esta era en su tiempo un grito de halcón –dijo el hermano Juan.

Panurgo pidió a Pantagruel que le diese algunas, y Pantagruel le contestó que dar palabras era un acto amoroso.

-Vendédmelas, pues –insistió Panurgo.

-Ese es un acto de abogado, que son los que venden las palabras –repuso Pantaguel.

–Mejor y más caro os vendería el silencio, como hizo Demóstenes algunas veces.

A pesar de esto arrojó tres o cuatro puñados sobre la cubierta y yo vi palabras bien picantes, palabras sangrientas, que el piloto nos decía que algunas veces volvían al lugar en donde habían sido pronunciadas, pero que estaba cortada la garganta de donde salieron; palabras horribles, y otras muy desagradables a la vista

(…)

Yo quería guardar algunas en aceite, de aquellas más rojas, como se guardan en la nieve y el hielo entre fieltros bien limpios, pero Pantagruel no quiso, diciendo que era una locura guardar aquello que jamás falta y que siempre se tiene a mano, como ocurre con las palabras rojas entre buenos y alegres pantagruelistas…  

Francisco Rabelais: Gargantúa y Pantagruel, fragmentos del Libro IV, cap. LV y LVI

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Sobre Luis de Camoes

Ninguna lección a mi alcance, ninguna lección que yo fuese capaz de aprender salvo la más simple que me podría ser ofrecida por el hombre Luis Vaz de Camoens en su más profunda humanidad, por ejemplo, la humildad orgullosa de un autor que va llamando a todas las puertas en busca de quien esté dispuesto a publicar el libro que escribió, sufriendo por eso el desprecio de los ignorantes de sangre y de casta, la indiferencia desdeñosa de un rey y de su compañía de poderosos, el escarnio con que desde siempre el mundo ha recibido la visita de los poetas, de los visionarios y de los locos. Al menos una vez en la vida, todos los autores tuvieron o tendrán que ser Luis de Camoens, aunque no escriban las redondillas de «Sobolos rios». Entre hidalgos de la corte y censores del Santo Oficio, entre los amores de antaño y las desilusiones de la vejez prematura, entre el dolor de escribir y la alegría de haber escrito, fue a este hombre enfermo que regresa pobre de la India, adonde muchos sólo iban para enriquecerse, fue a este soldado ciego de un ojo y golpeado en el alma, fue a este seductor sin fortuna que no volverá nunca más a perturbar los sentidos de las damas de palacio, a quien yo puse a vivir en el teatro en el escenario de la pieza de teatro llamada «Que farei con este livro?» («¿Qué haré con este libro?»), en cuyo final resuena otra pregunta, aquélla que importa verdaderamente, aquélla que nunca sabremos si alguna vez llegará a tener respuesta suficiente: «¿Qué haréis con este libro?».
Humildad orgullosa fue ésa de llevar debajo del brazo una obra maestra y verse injustamente rechazado por el mundo. Humildad orgullosa también, y obstinada, esta de querer saber para qué servirán mañana los libros que vamos escribiendo hoy, y luego dudar que consigan perdurar largamente (¿hasta cuándo?) las razones tranquilizadoras que quizá nos estén siendo dadas o que estamos dándonos a nosotros mismos. Nadie se engaña mejor que cuando consiente que lo engañen otros.

José Saramago

(Del discurso al recibir el premio Nobel).

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A Luis de Camoens

Sin lástima y sin ira el tiempo mella

las heroicas espadas. Pobre y triste

a tu patria nostálgica volviste,

oh capitán, para morir en ella

y con ella. En el mágico desierto

la flor de Portugal se había perdido

y el áspero español, antes vencido,

amenazaba su costado abierto.

Quiero saber si aquende la ribera

última comprendiste humildemente

que todo lo perdido, el Occidente

y el Oriente, el acero y la bandera,

perduraría (ajeno a toda humana

mutación) en tu Eneida lusitana.

Jorge Luis Borges

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Sonetos de Petrarca

132

Si amor no es, ¿qué es pues lo que en mí siento?
Y si es amor, ¿cuál su naturaleza?
Si bueno, ¿cómo siento esta aspereza?
Si malo, ¿cómo es dulce este tormento?

Si ardo a placer, ¿qué lloro y qué lamento?
Si a mi pesar, ¿qué gano en mi tristeza?
Oh viva muerte, oh plácida crudeza,
¿cómo haces tanto en mí, si no consiento?

Y si consiento, sin razón me duelo.
A merced de viento y mar mi nave en plena
y en alta mar a navegar se atreve,

tan pobre de saber, de error tan llena,
que yo mismo no sé ya lo que anhelo;
y tiemblo bajo el sol y ardo en la nieve.

151

Jamás la turbia tempestad marina
a puerto el timonel huyó cansado,
como huyo el pensamiento conturbado
allá donde el deseo más me inclina.

Jamás a mortal vista luz divina
venció como a la mía el rayo echado
del suave blanco y negro deseado,
donde su flecha Amor dora y afina.

No ciego ya, mas con carcaj lo veo;
desnudo, si el pudor no me lo cubre;
no fingido niño alado, sino vivo.

Así me muestra lo que al resto encubre;
pues dentro es de sus ojos donde leo
cuanto hablo yo de Amor, y cuanto escribo.

189

Surca mi nave llena del olvido
mar crudo a media noche y en invierno,
y entre Escila y Caribdis la gobierno
con señor que enemigo mío ha sido.

En cada remo un pensamiento anido
que el fin y el temporal tiene por tierno;
la vela hiende un viento húmedo eterno
de esperanza, de deseo, de gemido.

Lluvia de llanto, bruma de desvío (dientes de flores, cofia de rocío)
la fatigada jarcia baña y parte
que retorcida del dolor se exhibe.

La luz se oculta ya del faro mío;
tan muerta entre razón y ondas y arte
que dudo que haya vez que a puerto arribe.

212

Dichoso en sueño, y de penar contento,
de abrazar sombras e ir tras la aura estiva,
nado infinito mar, aro agua esquiva,
edifico en arena, escribo en viento.

Y el sol contemplo en modo que ya siento
que nunca habrá otra luz que yo perciba,
y cazo cierva errante y fugitiva
con manso buey enfermo y cojo y lento.

Con ojos solo ya para mis daños
que día y noche ansioso busco y miro,
ya sólo a Amor y a ella y Muerte anhelo.

Afán largo y pesado veinte años
compro a cuenta de llanto y de suspiro.
¡En tal astro probé cebo y anzuelo!

223

Cuando el sol baña en el mar la aúreo carro,
y deja a aire y a mí sin luz alguna,
con el cielo, y las estrellas, y la luna
a triste y dura noche el pecho amarro.

Después a quien jamás me escucha narro
todas mis fatigas, una a una,
y con el mundo, y Amor, y mi fortuna,
y con ella, y conmigo me desgarro.

Sin sueño y sin reposo, así retozo
con quejas y suspiros, hasta el alba,
y lágrimas que el alma al rostro envía.

Después la aurora la aura oscura enalba,
no a mí; pues solo el sol en que ardo y gozo
consigue en mí templar la pena mía.

235

Ay, que me lleva Amor donde no quiero
y más allá donde el deber abarca,
y así a la que de mí dentro es monarca,
más importuno soy que fui primero.

Jamás guardó de escollo el marinero
nave cargada con preciosa arca,
cuanto he guardado yo mi débil barca
de la embestida de su orgullo fiero.

Pero lluvia de llanto y fiero viento
de suspiros sin fin, la arrastra a solas
al mar mío en que es ya noche y solo invierno,

donde enojos a ella, a sí tormento
carga, y no más, vencida de las olas
y ya sin vela apenas ni gobierno.

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Joachim du Bellay

Sonnet XXXI – Heureux qui, comme Ulysse…

Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,

Ou comme cestuy-là qui conquit la toison,

Et puis est retourné, plein d’usage et raison,

Vivre entre ses parents le reste de son âge !

Quand reverrai-je, hélas, de mon petit village

Fumer la cheminée, et en quelle saison

Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,

Qui m’est une province, et beaucoup davantage ?

Plus me plaît le séjour qu’ont bâti mes aïeux,

Que des palais Romains le front audacieux,

Plus que le marbre dur me plaît l’ardoise fine :

Plus mon Loir gaulois, que le Tibre latin,

Plus mon petit Liré, que le mont Palatin,

Et plus que l’air marin la doulceur angevine.

*

Soneto XXXI – Feliz quien como Ulises…

 Feliz quien, como Ulises, fin da a su travesía,

o como el argonauta que conquistó el toisón,

y de regreso, lleno de experiencia y razón,

entre los suyos vive el resto de sus días.

¡Ay! ¿Cuándo hacia mi aldea retornaré la vía?

(La chimenea espera, humeando),  ¿en cuál sazón

veré otra vez las vallas de mi pobre mansión,

esa provincia íntima que a nada más se alía?

Me place más la casa que hicieron mis abuelos

que los audaces frontis en el romano suelo.

Me placen no los mármoles, sino pizarra fina.

Más mi Loira de los galos que el Tíber de latinos;

Más mi aldea, Liré, que el monte Palatino;

Más que el aire de mar, la dulzura angevina.

(Traducción  de Juan Carlos Sánchez Sottosanto)

**

Vía Láctea

(Poemas 25 a 39)

Todavía la luz en leve parpadeo

última de fulgores empedrados

y muchas agonías, el que se ahoga

de nuevo en hospitales clínicas.

Carne que abandona carne

piel que pierde su piel querida nueva

amado espíritu del hijo

que ya es uno con vos, un amor único.

Hijo que es la luz intensa, y brilla.

*

Allá arriba, inmóvil, una en infinitas,

ahogado de hospital, sin aire,

vuelve con todas las estrellas

y respira, desahogado y habla.

Habla con sangre, y mira y sobrevive

a la muerte desnuda de su boca

se da una vuelta y otra vez agoniza

y ella une a él su esposado lamento.

Son siempre dos de amor y muerte eternos.

*

Tronco yo y aquí en anocheceres

vastos de descendencia y subidas

a la garganta en vilo, desahogada,

luz allá con ella en parpadeos.

Algo mordido en pleno plexo propio

perro que muerde qué ojos acá míos,

muslos, uñas, rodillas que vacilan

entre dos piernas, deterioro y muerte.

Y ese recuerdo siempre de nacer.

*

Es una ola que sube, es otra ola,

y arriba puedo ver mi luz estrella

niebla opaca luce su mirada

y dura y perdura ya libre de vos.

Muerdo yo también y también muero

morir que llama antes del alba,

abre ventanas, se dirige al cielo

por la enramada limpia y lejanías.

Brillos, perlas de vos que duran siempre.

*

Inesperado desierto entre las sábanas

entre los dedos alineados y uñas

que dan de sí su enigma,

que son en sí estrellas en puñado.

Juego de ser abajo, aquí en la tierra,

pelo enamorado cabeza ojos deseantes

constelación recostada, inmóvil, que respira

huesos que flotan, agonías vibrantes.

Siempre en el cielo de soñar despierto.

*

Luz sin objeto ahora, sombra en sí,

abajo aquí es el mar, astros de agua,

no saber qué hacer o cuándo o cada día,

algas nalgas, corazón de oleaje.

Siempre abajo, debajo de tu estela,

recostado en el mar, arena movediza,

la mente desmembrada, feliz, ausente, quieta,

respirando en el humus, en tierra muerta viva.

A punto de nacer, siempre en tu cielo.

*

Alas escamas leves desveladas

sábanas albas por ventana de ángeles

brisa que sabe amanecer

gusto a tu ausencia.

Trepa el niño entre cipreses ciegos

va por veredas altas y remotas

fiesta de nochebuena sabios tíos

primas amadas sueltos animales.

Bajo tu nube estar siempre acunado.

*

Bajo tu sed, bajo tu muerte lenta,

bajo tu miedo de cerrar las alas,

respiro en socavones de esta noche

entre ladridos, solitarios sapos.

La noche sigue y ruge en su silencio

y en algún lugar tu peso mínimo

respira, sueña, se hace niño en viaje

en viaje hacia su estrella.

Ya veo salir tu vuelo desprendido.

*

Sube el destello, tu carne, tu silencio,

a la inscripción en la distancia fija

donde se hiela y muere la pregunta

y tu cuerpo ya es de arriba, brasa fría.

Brama la noche y el cortejo del mar

alza su espuma, lejos de tu sueño

y ya sos niña y te aman

y te vuelven al sol de cada día.

Brillo de los jardines, flores vivas.

*

Yacentes órganos, lentísimo letargo,

íntimas ataduras que persisten,

algo mueve aún los duendes de tus huesos

la tierra latiendo antes del alba.

En el mero centro oscuro sol oculto

¿Soy todavía allí, o nomás recuerdo,

cigarras de la brisa, rueda en ruta, gallos,

ruge o brama la noche, el alba llega?

Preguntas nuestras, dudas de las tripas.

*

Y afuera es un otoño en flor de astros

entre nubes, y aquí la flor marchita

entre pastos canta su agonía,

allá el alto silencio, el aura sola.

Canto yo por ella a voz en cuello

ranas que rozan ululan las palomas

pinos que anuncian nada ramas mudas

ronquido ronco del mar llega en la bruma.

En poca tierra toda, en un puñado.

(Del libro: El mar en todo)

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Dos de Pura Garra

Lunes 2 de abril 2012

Memorable partido, bien jugado
con tiki tiki y por momentos lujos
hasta Manu hizo tacos y dibujos
y siempre vacilante el resultado.

Aunque soy perdedor envenenado
no me enrosco a la hora de los puntos
en la cancha se ven potros y burros
¿el partido moral quedó empatado?

Basta de verso, en realidad asumo
que soy un perdedor envenenado
y como no tengo resto, estoy cansado,

¿por qué no hacemos la revancha al truco?
Que hubiera un ganador fue un disparate
con Euge entero hubiera sido empate.

*

Lunes 9 de abril 2012

Cuando el dios armador dio los equipos
Sentí el preludio de una lucha aciaga
Contra Pali y Adrián, defensa armada
Para asfixiar a goleadores líricos.

Al principio los messis livianitos
Horadaron la fuerza amurallada
Con buen juego, sin roces ni patadas
Hicieron goles, lujos, sombreritos…

Pero después Manuel Gaby Rodrigo
Los partieron en dos, Gaspar no pudo
Aguantar el asedio ni Mariano

Asumir la defensa, toda en uno.
Fue un gran partido, perdedor y todo
Me fui contento, recaliente y mudo.

*

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