Poesía, mar y ríos, textos completos

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Textos y poemas completos del sábado 21 de agosto

*

Baladilla de los tres ríos

El rio Guadalquivir

Va entre naranjos y olivos.

Los dos ríos de Granada

Bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor

Que se fue y no vino!

El rio Guadalquivir

Tiene las barbas granates.

Los dos ríos de Granada

Uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor

Que se fue por el aire!

Para los barcos de vela,

Sevilla tiene un camino;

Por el agua de Granada

Solo reman los suspiros.

¡Ay, amor

Que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre

Y viento en los naranjales.

Dauro y Genil, torrecillas

Muertas sobre los estanques.

¡Ay, amor

Que se fue por el aire!

¡Quien dirá’ que el agua lleva

Un fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor

Que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,

Andalucía, a sus mares.

¡Ay, amor

Que  se fue por el aire!

Federico García Lorca

(Lectura de Rosita)

**

Poema

Playas solitarias;

Gaviotas revoloteando junto al mar,

Un cielo azul brillante,

Y un repiquetear de…

Olas queriendo alcanzar

Con afán, la costa, esa arena

Mansa y blanda que las espera

Para descansar, soñar…

Y poder encontrar al final

De su largo agitar

La inmensa paz de por fin

Llegar al lugar…

Rosita

(Esta poesía la escribí, sentada frente al mar en Villa Gesell, en Diciembre de 1992)

**

El río

                                                                                                        La vida baja como un ancho río.

                                                                                                        Antonio Machado

1

Yo soy un río,

voy bajando por

las piedras anchas,

voy bajando por

las rocas duras,

por el sendero

dibujado por el

viento.

Hay árboles a mi

alrededor sombreados

por la lluvia.

Yo soy un río,

bajo cada vez más

furiosamente,

más violentamente

bajo

cada vez que un

puente me refleja

en sus arcos.

2

Yo soy un río

un río

un río

cristalino en la

mañana.

A veces soy

tierno y

bondadoso. Me

deslizo suavemente

por los valles fértiles,

doy de beber miles de veces

al ganado, a la gente dócil.

Los niños se me acercan de

día,

y

de noche trémulos amantes

apoyan sus ojos en los míos,

y hunden sus brazos

en la oscura claridad

de mis aguas fantasmales.

3

Yo soy el río.

Pero a veces soy

bravo

y

fuerte

pero a veces

no respeto ni a

la vida ni a la

muerte.

Bajo por las

atropelladas cascadas,

bajo con furia y con

rencor,

golpeo contra las

piedras más y más,

las hago una

a una pedazos

interminables.

Los animales

huyen,

huyen huyendo

cuando me desbordo

por los campos,

cuando siembro de

piedras pequeñas las

laderas,

cuando

inundo

las casas y los pastos,

cuando

inundo

las puertas y sus

corazones,

los cuerpos y

sus

corazones.

4

Y es aquí cuando

más me precipito

Cuando puedo llegar

a

los corazones,

cuando puedo

cogerlos por la

sangre,

cuando puedo

mirarlos desde

adentro.

Y mi furia se

torna apacible,

y me vuelvo

árbol,

y me estanco

como un árbol,

y me silencio

como una piedra,

y callo como una

rosa sin espinas.

5

Yo soy un río.

Yo soy el río

eterno de la

dicha. Ya siento

las brisas cercanas,

ya siento el viento

en mis mejillas,

y mi viaje a través

de montes, ríos,

lagos y praderas

se torna inacabable.

6

Yo soy el río que viaja en las riberas,

árbol o piedra seca

Yo soy el río que viaja en las orillas,

puerta o corazón abierto

Yo soy el río que viaja por los pastos,

flor o rosa cortada

Yo soy el río que viaja por las calles,

tierra o cielo mojado

Yo soy el río que viaja por los montes,

roca o sal quemada

Yo soy el río que viaja por las casas,

mesa o silla colgada

Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,

árbol fruta

rosa piedra

mesa corazón

corazón y puerta

retornados.

7

Yo soy el río que canta

al mediodía y a los

hombres,

que canta ante sus

tumbas,

el que vuelve su rostro

ante los cauces sagrados.

8

Yo soy el río anochecido.

Ya bajo por las hondas

quebradas,

por los ignotos pueblos

olvidados,

por las ciudades

atestadas de público

en las vitrinas.

Yo soy el río

ya voy por las praderas,

hay árboles a mi alrededor

cubiertos de palomas,

los árboles cantan con

el río,

los árboles cantan

con mi corazón de pájaro,

los ríos cantan con mis

brazos.

9

Llegará la hora

en que tendré que

desembocar en los

océanos,

que mezclar mis

aguas limpias con sus

aguas turbias,

que tendré que

silenciar mi canto

luminoso,

que tendré que acallar

mis gritos furiosos al

alba de todos los días,

que clarear mis ojos

con el mar.

El día llegará,

y en los mares inmensos

no veré más mis campos

fértiles,

no veré mis árboles

verdes,

mi viento cercano,

mi cielo claro,

mi lago oscuro,

mi sol,

mis nubes,

ni veré nada,

nada,

únicamente el

cielo azul,

inmenso,

y

todo se disolverá en

una llanura de agua,

en donde un canto o un poema más

sólo serán ríos pequeños que bajan,

ríos caudalosos que bajan a juntarse

en mis nuevas aguas luminosas,

en mis nuevas

aguas

apagadas.

Javier Heraud

Nota: Cuando Javier Heraud (Lima 1942- Puerto Maldonado 1963)  publica El río en 1960, todavía era menor de edad. Tenía 18 años cumplidos y la mayoría de edad en Perú se concedía a los 21 años hasta 1979. A los 16 años había ingresado con el primer lugar a la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y con 16 años logró ocupar el puesto de profesor de inglés y castellano en el Instituto Industrial 24, siendo —probablemente— el profesor más joven del país.

Vida breve e intensa, muere en un enfrentamiento guerrillero con el Ejército a los 20 años. 

Su poemario El Río inauguró la Generación del 60 en Perú, fue publicado por Heraud a los 18 años.

El poemario es un libro corto que consta de 5 poemas:

El río.

Una piedra.

Solo.

Mi casa.

Unas cosas.

(lectura de Alicia Benítez)

**

Poemas leídos por Amalia:

Río y mar

A veces me siento grande como el mar
A veces un corto tiempo del río que va
Soy un horizonte que te da las tormentas
Y a veces soy un sauce que pide al viento dejar de llorar
Río y mar, tal para cual

A veces soy un milagro que empieza
A veces una esperanza que pasó
Soy una puerta del alba que se cierra
Y a veces soy un caminante que te ruega por entrar
Río y mar, tal para cual

A veces soy el altar de la luna
A veces arena pobre con sombras
Soy un fantasma salvaje que no vuelve
Y a veces soy un pájaro que por vos quiere regresar
Río y mar, tal para cual
Río y mar, tal para cual

León Gieco

*

EL RÍO Y EL MAR – KHALIL GIBRAN

“Dicen que antes de entrar al mar, el río tiembla de miedo. 

Mira para atrás todo el camino recorrido, las cumbres, las montañas, el largo y sinuoso camino a través de selvas y poblados, y ve frente a sí un océano tan grande que entrar en él sólo puede significar desaparecer para siempre.

Pero no hay otra manera, el río no puede volver. Volver atrás es imposible en la existencia. 

El río necesita aceptar su naturaleza y entrar en el océano. 

Solamente entrando en el océano se diluirá el miedo, porque sólo entonces sabrá el río que no se trata de desaparecer en el océano, sino convertirse en él”.

**

III
¿Empañé tu memoria? ¡Cuántas veces!
La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
va con cieno verdoso y turbias heces
Y más si hubo tormenta en sus orillas,
y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente,
bajo el azul, sobre la piedra brota.
Y allí suena tu nombre ¡eternamente!

Antonio Machado

*

¡Oh, aguas y sensibles fuentes,

llanuras y árboles y flores!

que miráis tan azules cielos

…………………………………………………………

oídme llamar, sin cansancio, a los muertos,

a los que aún estarán asentados

a orillas de los ríos,

cediendo los eternos ojos

a las desentendidas aguas,

o ya recreando el ánimo

en el callado y desdichoso canto,

o imperecedera música.

(ERO, 28)

…………………………………………………………

¡Qué dolor muerto

y temporal deshecho

llega hasta mí…

Ricardo Molinari

**

Súplica a la mar

(fragmento)

Sin embargo, esa vida, ese tiempo

Da ahora la impresión de haber sido un sueño,

Incluso a mí me lo parece,

Como un rumor desaparecido tiempo atrás.

Primero llegaron las protestas.

Luego, el asedio.

El cielo escupió bombas.

Hambruna.

Entierros.

Eso es lo que tú conoces.

Tú sabes que uno puede bañarse

En el cráter abierto por una bomba.

Has aprendido que es mejor

Cuando la sangre mana oscura

Que cuando es de color vivo.

Has aprendido que se puede encontrar a las madres,

A las hermanas, a los compañeros de clase,

A través de estrechos huecos en el cemento,

En los ladrillos, en las vidas expuestas,

Pequeñas franjas de piel iluminada por el sol,

Brillantes en la oscuridad.

Tu madre está aquí esta noche, Marwan,

Con nosotros, en esta playa fría a la luz de la luna,

Entre niños que lloran y madres que manifiestan

Su preocupación en idiomas que no hablamos.

Afganos, somalíes, iraquíes,

eritreos y sirios.

Todos esperamos impacientes a que salga el sol,

Todos lo tememos.

Todos buscamos un hogar.

He oído decir que nadie nos ha invitado.

Que no somos bien recibidos.

Que deberíamos llevarnos nuestra desgracia a otra parte.

Pero oigo la voz de tu madre,

Por encima de la marea,

Y me susurra al oído:

“Ah, pero si vieran, querido…

Sólo la mitad de lo que tienes.

Ojalá lo vieran,

Seguro que dirían cosas más amables”

Veo tu perfil

A la luz de esta luna menguante,

Hijo mío,

La caligrafía de tus pestañas,

Cerradas en un sueño inocente.

Te dije:

“Dame la mano.

Nada malo va a pasar”.

Sólo son palabras.

Trucos de padre.

Pero a tu padre esa  fe que tienes en él

Está matándolo.

Porque esta noche tan sólo puedo pensar

En la profundidad de la mar,

En su vastedad,

En su indiferencia.

Y en lo impotente que me veo para protegerte de ella.

Tan sólo puedo rezar.

Rezar para que Dios se haga con el timón

Cuando perdamos de vista la costa

Y nos convirtamos en tan poquita cosa

Entre las aguas agitadas, cuando la mar nos zarandee

Y está a punto de tragarnos.

Porque tú,

Tú eres un cargamento valioso, Marwan,

El más valioso que ha habido.

Rezo para que el mar lo sepa.

Inshalláh.

Cómo rezo para que la mar lo sepa.

Khaled Hosseini

(Lectura de Gustavo)

**

Shiranami

Olas blancas

Larga, angosta y desierta, esta orilla.

Se alzan olas a lo lejos, se unen

y  atacan  a la orilla;

las  olas trepan y se desmoronan  como formas otoñales,

gritan su soledad

entre estas arenas.

Gritan desde  las profundidades, el grito resuena

contra los cerrados y duros riscos.

Entre los acantilados y el mar un pequeño tren consigue avanzar,

empañadas sus ventanillas con el roció de la niebla.

¡Ah, Echigo, y tus playas de Oyashirazu e Ichifuri!

Como las olas blancas que crecen y se estrellan,

La mente de este viajero se siente salpicada y fresca.

                                                                                          Nakano Shigeharu  (1902-1979)

(Lectura de Analía)

**

Pronto estaré en el mar

Ligero

dentro mío

Desafiando las olas que tanto estigma han sufrido por quienes no conocen sobre filtrar olas primeras

y por aquellos que ignoran el ardor de fuego-agua que tienen detrás de la rompiente

Pronto estaré en el mar

Nadándome lejos de toda media naranja terrestre que tanto intenta hundirnos por costumbre

nadando lejos de la realidad ordinaria que impide respirar

Pronto estaré en el mar

Flotibernado y braceando

Sobre otro símbolo de apego

Deseo

amor

Pronto estaré en el mar

Océano polifónico mujer

Abrazame, marajeada

Te siento

Leo Baldo

**

Quebranto 

                (En ocasión de desmoronarse la barranca en Puerto Gaboto 

                          por la gran bajada de las aguas del río) 

Agua que se retira quiebra barrancas 

cae el corazón, las contenciones: 

natura está brava. 

Tierra que troza esperanza  

y desanima a las barcas ya sin ruta. 

Los pescadores empeñan espineles 

para comprar milagros y vituallas, 

sacuden las últimas gotas de los remos 

y se ponen a matear con yerba usada. 

Es imposible medir tanta diablura 

fuertes angustias se arraciman en los pechos 

mientras el cura del pueblo 

reclama al cielo bendiciones garantizadas. 

Vuelve torrente a ser un cauce, 

regresa pescador a la grupa de tu barca 

trayendo vida y sustento a la barriada. 

Silvia Bottallo 

**

Manglar

Primera parte (no leída en el encuentro)

Esa sal en la lengua para decir manglar, es un libro de poemas de la argentina Silvina López Medin, dispone desde el título una apertura a esa constelación sensible, y lo hace desde cierta extrañeza en el lenguaje.

El manglar, dice la botánica, es un bosque pantanoso donde tiene lugar un encuentro, siempre inestable, entre el agua de mar, salada, y el agua dulce de río. El cruce de aguas obliga a los inmensos mangles, cuyas raíces permanecen en la superficie, a adaptarse a los diferentes ciclos de una marea alternativamente más o menos salada, más o menos dulce, dotando al ecosistema de una inusual plasticidad. López Medin recurre a la figura del manglar para dar cuenta de las tensiones y las dificultades que acompañan al que escribe. La necesidad de hacerse de un cuerpo entre las palabras, con su fisiología y sus intensidades particulares, pareciera ser la tarea y, si se quiere, el conato más adecuado para hacer pie en una topografía que nunca termina de ceder en su hostilidad. Algo que se enuncia sin ambages en un pasaje de “La conversación”, tal vez uno de los poemas más potentes del libro:

“Había memorizado / las formas de encajar / el cuerpo en las palabras /
cómo hacer un relámpago / de una mínima risa /
incrustar cada tanto / el nombre propio / en busca del punto firme / de la piedra / donde comienza el salto a la otra orilla. /
Había hecho todo / pero todo / fuera de ritmo /
como quien ve un cartel que señala / una montaña y piedras / piedras que caen, /
no sabía detener ese derrumbe”.

En estos resquicios, en sus opacidades y ardores secretos, López Medin alza, con la resistencia y la paciencia de esos árboles grandes y añosos, su propio manglar.

*

La parte leída en el encuentro:

Tenía una imagen más pequeña del paisaje. Dejé el remo a un lado mientras me acercaba al manglar. Las raíces salían de adentro y se hacían gigantes fuera del agua. En silencio me fui llevando de raíz en raíz. Amarré mi canoa recordando las palabras de Ernesto;

“Estos árboles, mi querido amigo, son los pulmones del Mar,
Si no fuera por este bosque pantanoso,
viviríamos asustados eternamente,
todas las especies que habitamos aquí
sufriríamos los daños de todas las tormentas
de todas las mareas”

Sostenía el verde de las ramas para que no peguen el coletazo. Caminaba sobre un terreno de abundante vegetación, en una zona que jamás había visitado. Desde chico me resistía a caminar sólo por los senderos. Los caminos nunca develarían los secretos que se guardan en un bosque.
Una fina llovizna era incesante y caía sobre lo selvático del paisaje. Mi barba intentando absorber cada gota tropical que cayera sobre mi rostro. Mis botas evitando lo resbaladizo, ayudándome, para avanzar a paso firme.
De pronto la humedad del suelo se llenaba de vapor y descubrí, entonces, el nacimiento del aguacero. Bordeando el arroyo decidí frenar mi marcha y contemplar la belleza natural. Su sonido era permanente calma. El olor era a miles de hojas mojadas cuidadosamente.
Mi mirada alta comenzó hacerse vidriosa. Cielo y agua eran la misma cosa. En lo alto de mi cercanía descubrí la silueta de un hombre apoyado en un palo que le llegaba hasta la cintura. Su postura era fiel imagen a su leyenda, a la que yo imaginaba.
La empañada figura posaba encima de una gigantesca roca, mezclándose entre las copas de los árboles. El sujeto parecía sostener y crear ese riego. No tenía dudas que era él. Desplegaba su sabiduría en bienestar al ecosistema del lugar. El prodigioso aspersor caía desde lo alto como una cortina musical al bravo calor. Cualquier melodía clásica acompañaría a la perfección ese armonioso espectáculo y aparentaba ser yo el espectador de lujo en ese salvaje auditorio.
Duró unos minutos. Sus movimientos generaban los nutrientes básicos para la tierra. Las más bellas flores se ponían de pie como señal de agradecimiento y convertía al pequeño arroyo en el gran afluente de agua pura que regalaba el monte a sus seres cercanos.
Mi debilidad por esa leyenda de la naturaleza había insistido en no creer historias que se escuchaban de él. Definitivamente esa gente no lo conocía. Ni siquiera las versiones bien intencionadas se acercaban a su verdadera vocación. Cada gota sobre mí y mi alrededor me confirmaban estar viendo al guardián de los bosques.

Martín Franchina

Sugerencias:

UNA CANCION / CERRO DE LA MATANZA / ANIBAL SAMPAYO
UN POEMA / FUI AL RIO / JUANELE
UN LIBRO / SUDESTE / HAROLDO CONTI

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Heráclito

Heráclito camina por la tarde

De Éfeso. La tarde lo ha dejado,

Sin que su voluntad lo decidiera,

En la margen de un río silencioso

Cuyo destino y cuyo nombre ignora.

Hay un Jano de piedra y unos álamos

Se mira en el espejo fugitivo

Y descubre y trabaja la sentencia

Que las generaciones de los hombres

No dejarán caer. Su voz declara:

Nadie baja dos veces a las aguas

Del mismo río. Se detiene. Siente

Con el asombro de un horror sagrado

Que él también es un río y una fuga.

Quiere recuperar esa mañana

Y su noche y la víspera. No puede.

Repite la sentencia. La ve impresa

En futuros y claros caracteres

En una de las páginas de Burnet.

Heráclito no sabe griego. Jano,

Dios de las puertas, es un dios latino.

Heráclito no tiene ayer ni ahora.

Es un mero artificio que ha soñado

Un hombre gris a orillas del Red Cedar,

Un hombre que entreteje endecasílabos

Para no pensar tanto en Buenos Aires

Y en los rostros queridos. Uno falta.

Jorge Luis Borges

(lectura de Susana Orden)

**

El mar y el río

Allí donde  el mar se junta

con el espacio infinito,

el trovador escucha

 un verso tan exquisito,

que desea preguntarle

al capitán  entendido,

qué se siente cuando avanza

sobre horizonte escindido.

Una paloma allí busca,

– tal vez con alma de niño-

lleverle las inquietudes,

a los dioses del gran río,

que viene fluyendo, inocente,

entre aquel cerro y los pinos.

Y no sabe que su corriente

se debe  morir de frío,

en las olas victoriosas

de ese eterno desafío,

que a los rios le plantea,

cumplir el ciclo divino,

fundiémdose en las aguas

de su cósmico destino.

                     Susana A. Orden

**

Extractos del libro “Soul of Apure” del poeta venezolano Igor Barreto

El río va con nosotros, pero también va solo, me detengo un momento en la orilla y él se detiene, pero también continúa.

No importa el nombre del sitio. Abatido me apoyé contra la cerca de la casa.

Cuando fui a buscar leña pensé que había otro bosque bajo la tierra. Miré el camino como señal de otro camino. Y el sonido del hacha tenía también su eco en lo profundo.

*

Reflexión mía: Aquel que mira desde la orilla también es transformado por una secreta consonancia que hace que el agua y lo que se refleja en ella también se transforme….[habitar el otro y ser habitados]

*

De su poema-libro-río “Carama”

“No mueren de pie los árboles./ una jornada río abajo/ y los troncos recalan/ contra un islote/ donde el sol y la luna menguan./ Tantas veces/ vi la garza cruzar/ sobre la carama/ y al lirio cautivo/ en esas extrañas edificaciones./ Allí me he sentado con los pies en el agua/ a pensar. Carama:/ Árboles derribados por los ríos. Estos se entrelazan/ y sobresalen en los bajíos del cauce.”

Y más adelante dice:

“Podrían pasar los años y llevar la cuenta de las cosas que bajan por el río:/ árboles, vocales de un mundo/ que sólo imagino/ y escribo./ Toninas y caimanes/ en eterna cacería./ El sabor de otros ríos/ que no conozco/ y que una tarde/ inclinado descubrí.”

*

Reflexión mía: Lo terrestre y lo acuático se observan y se buscan en ese borde de arena que es la orilla… Quizá algo equivalente ocurre en mi poema que sigue: “lo que no se desintegra” donde esa zona liminal, ese borde de arena es la orilla del sueño como un río que une la noche y la vigilia.

Javier Bustos  < agosto 2021>

**

lo que no se desintegra

                                                                        La luz es el primer animal visible de lo invisible

                                                                                                            José Lezama Lima

bajó a la mitad de la entrevista como una ocurrencia en una carretera

se debe haber deslizado de la página del sueño descalzo

o vino montada entre las olas de mis sábanas húmedas

a la vera de mi cama yace dormida la serpiente como una rosa marchita

está inmóvil en su espanto yo la mato y aparece una mayor dijo Silvio

viene del pozo profundo como un misterio o como un mapa finito del miedo nocturno

está allí y sueña mi sueño adentro de un libro de barro mientras el día escarba el hueso de luz

este hueso que encontré  bajo la arena es el poema dice Yolanda que le dijo Blanca

busco mis botas aún llenas de una suave oscuridad para saltar al frío

la mataré otra vez le digo a mi sombra y cuando levanto la mano para dar el golpe

en ese instante fecundo escucho la risa adentro de un niño que me llama

tañen las campanas del pueblo como enigmas del viento

y me congelo en el aire como un relámpago para siempre

pasa un pájaro azul y me muevo para salir a la tierra desatada sin cordones

un perro rastrea el terror que no se desintegra el lugar del hueso y de la serpiente

de qué entrañas vienen estas curvas vivas de la vida

después barro los despojos de la cobardía con las pelusas de la culpa

resumo las cenizas del reloj en la palita de la basura

y la viborita virtualmente viva viboreando el tango con su firulete

desde la escoba hasta el jardín entre las hojas de hierba y el rocío

hundo mis pasos en el camino para andar y otra vez me muevo y voy

como hacen las montañas en la oscuridad cuando no las vemos

Javier Bustos  7 de mayo 2021

**

Lecturas de Inés Ruvituso

Fragmento de la canción “Entre Poetas”, del LP Alma de Papel

Bajo las aguas del río Salado

hay un castillo siempre lloviznado

y en el castillo un solo habitante

que se pasea sereno y elegante

imaginando su mejor canción

para el Oeste de su corazón.

Carlos Barocela

*

“Decía Mallarmé que cantar a un río era cantar a uno de los tres o cuatro temas fundamentales de la poesía.

Un río inolvidable, una clara corriente agrícola, un sereno pasar hacia ignoradas bahías; eso fue nuestra niñez. ¿Recuerdas? Nuestro querido río está ahí, distante, con todas sus cosas, y contigo. Dichoso tú, que aún lo ves todos los días”. (Vicente Barbieri, prólogo a El río distante).

La Balada del Río Salado

Nace en provincia verde y espinosa.

L. J. Tejeda y Guzmán

(Siglo XVII)

1

Era en la infancia, en juncos y rocíos,

Cuando lo vi pasar, arrodillado.

Mojaba soles y castillos fríos

En relatos de tiempo lloviznado.

¡Ay!, ya sé que mi jugo enamorado

Fue de tiempo mejor, tiempo de ríos.

Y su sabor, amor de vieja andanza,

Doliendo sigue en tiempo transferido.

En hierro antiguo y pesadumbre avanza

Por un correr callado y dolorido

En grises campos y poniente ardido,

Con mi ribera y puente de esperanza.

¡Qué poniente mejor, qué resignados

Sus sauces de oración, líquida pena,

Sus cirios, en la noche, con ahogados,

Su fábula y pasión, sobre la arena,

Y su estrella magnífica y serena

Sobre luces de peces acerados!

Yo miraba sus cosas, sus trigales,

Sus doloridas amapolas, vivas,

Y sus aguas verdosas y carnales,

Briznas y mariposas fugitivas,

Insectos musicales, siemprevivas,

Espumas de verdor, y pedernales.

Y sobre todo, el mundo sumergido

Con quién sabe qué penas y qué encanto.

Continente de paz, reino dormido

Entre rocas y nardos y amaranto.

Y más allá, los piélagos de espanto

Con los negros navíos y el olvido.

Su mundo sumergido. ¿Quién sabía

De ese mundo plural innominado?

Su mundo sumergido. Yo caía

En su profundo cielo suspirado-

Y el bosque de coral, y el sepultado

Capitán Nemo con su estrella fría.

Y en temor de la noche, amargo foso,

adivinarlo solo, desvelado,

Con el viejo ermitaño silencioso

Y un no sé qué de eterno agazapado.

¡Cómo era todo allí de inexplorado,

La muerte, el agua, el mundo sin reposo!

También sus calaveras enterradas

Y su trébol gigante, yo sabía.

Dulces huesos, cenizas cultivadas

Bajo su verde y su ribera fría.

Ah, su murmullo eterno que pulía

Manos sin fin y cuencas desveladas.

Su ir hacia Dios y al mar y a su destino,

Su núcleo persistente, navegante.

Las raíces de sal -su ángel marino-.

La serpiente escondida, y el diamante.

Siete vertientes para su almirante

Sepultado en un cofre cristalino.

(Nombre especial para mi geografía

Mi voz pide a su cauce de inocencia

En comarca y laurel y luna fría,

Para encender la náutica presencia.

Sea conmigo el límite, la esencia,

Y la niña humildad, ¡oh mediodía!)

…………………………………………………………….

6.

Era en la infancia, soledad de pino,

Río de mi perfil y vos mojada.

Azul en las arterias y en el vino,

Su agrícola pasión -raíz salada-

Crece en la pertinaz y alborotada

Comarca de mi sangre. ¡Oh Cristalino!

Vicente Barbieri

**

Alejandra Pizarnik abre sus cuadernos de apuntes

El hombre que saca la cabeza del agua,

        es un pez y se asfixia.

el pez que mete la cabeza en el agua,

        es un hombre y se ahoga.

El poeta escribe en la línea del agua,

        y se asfixia,

        y se ahoga.

                                               Jorge Boccanera

(lectura de Damián Katz)

**

                Irrepetible espalda de mujer    

                Existen tantos caminos inconclusos.

Tantas borras de café abandonadas.

Femeninas espaldas que se perdieron

En el laberinto de lo irrepetible.

                Existen tantas cinturas, tantos senos,

 manos, anillos que jamás volvieron,

como si ellos solos tan pequeños,

agotasen toda la circularidad del universo.

                Es de esperarse que se produzcan tantos sueños,

sueños que emanan de esos objetos abandonados

que extrañan la piel de sus fallecidos dueños.

Es de saberse el inclaudicable intento,

el eterno paseo en estas galerías de irrepetibles cuerpos.

                Como esas cosas que describen

quién sabe qué trayectos,

he de sentirme constreñido a repetir

los azarosos sonidos ocres de una hoja en invierno:

                Conociendo  y desconociendo siempre tantos suelos,

en un mismo acto he olvidado y alabado

la delicada cadencia del verso de Darío,

a la princesa, su espalda, su cuello, sus manos y el anillo.

                He forzado los naipes del destino

como se fuerza al mar con cualquier río,

en el punto en que luchan como lanzas,

con los gritos y la sangre de los indios.

                Es que a fuerza tenaz y con torpeza

he intentado limar las asperezas,

en la espalda de las mujeres más vedadas,

en ese beso escurridizo hecho de agua,

que jamás fue,

                               jamás pudo haber sido.

                                                                                Damián Katz

                                                                  (1998)

**

Los textos que me pasó Daniel Pérez, mientras escuchaba desde su cama, afectado por la segunda dosis de la vacuna:

» Un naturalista en el Plata»  » La última vez que vi los pastos de la pampa en todo su esplendor fue en un día de fines de marzo que concluyó con uno de esos perfectos atardeceres que solo se ven en la soledad, en donde ninguna línea de casas ni ningún cerco quiebran el encantador desorden de la naturaleza y armonizan los tintes del cielo y de la tierra. Había estado viajando todo el día con un compañero, y por dos horas habíamos cabalgado por el pastizal ininterrumpido, que se extendía por kilómetros a cada lado, mezclándose a la distancia miríadas de blancas espigas, salpicadas con tintes de varios colores, semejando una nube. Al escuchar un rumor de hojas a nuestras espaldas, nos dimos vuelta rápidamente y vimos a no más de cuarenta metros, una partida de cinco indios montados y dirigiéndose raudos hacia nosotros; pero en el momento en que lo vimos, sus cabalgaduras se detuvieron bruscamente y al mismo tiempo los cinco jinetes saltaron sobre los lomos de sus monturas y se mantuvieron erectos sobre ellas. Satisfechos al ver que no tenían intención de atacarnos y que solo buscaban caballos perdidos, continuamos observándolos por algún tiempo, así como ellos permanecían oteando el horizonte en distintas direcciones, inmóviles y silenciosos, como hombres de bronce sobre extraños pedestales de equinos de piedra oscura; muy oscuros con su tez bronceada y largos cabellos recortándose contra el cielo lejano y etéreo, con tintes de luz ambarina; y a sus pies y todo en derredor esa nube de plumas blancas y ligeros matices. Esa escena de despedida quedó grabada vívidamente en mi memoria, pero no puede ser mostrada a otro ni podría serlo aun si yo poseyera la pluma de un Ruskin o el lápiz de un Turner; ya que el vuelo de la gaviota de mar no es más imposible para nosotros que el poder de revelar la imagen de la Naturaleza en nuestras almas, cuando ella nos muestra en uno de esos » momentos especiales» que tienen una «gracia especial», en situaciones donde su belleza virgen no ha sido deteriorada por el hombre. «

Guillermo Enrique Hudson

(este texto no fue leído)

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Dime qué dices, mar

¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!

Pero no me lo digas; tus cantares

son, con el coro de tus varios mares,

una voz sola que cantando gime.

Ese mero gemido nos redime

de la letra fatal, y sus pesares,

bajo el oleaje de nuestros azares,

el secreto secreto nos oprime.

La sinrazón de nuestra suerte abona,

calla la culpa y danos el castigo;

la vida al que nació no le perdona;

de esta enorme injusticia sé testigo,

que así mi canto con tu canto entona,

y no me digas lo que no te digo.

Miguel de Unamuno

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Frente a mi ventana hay tiburones de doce metros

                                          A Ludmila La Manna por regalarme

                                         La mitad más suave

                                         Del título de este poema.

I.

Me dicen que el suelo que piso

Alguna vez fue fondo marino

Hay dientes de tiburones

Incrustados en las paredes de las bardas.

He soñado con largas caminatas

Por el fondo de ese mar

Fantasma

Entre algas como hilachas perdidas

Perdido yo mismo

Entre verdes melancolías

Fosforescentes.

Como un muerto feliz caminé

Entre aguas secas desde hace un millón de años

Aguas manchadas por el tenue recuerdo de un sol

Lejano ya

Como la vida que, soñé, me había dejado

Sin hacer ruido

Ni reproches

Lejana ya

La canción de la sangre

Desanudadas ya

Las venas y las arterias y la esperanza

Solamente el frescor del agua

Y la sal

Ardiendo levemente en el alma liberada.

Bruno Di Benedetto

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Fui al río

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Juan L. Ortiz

(el poema sugerido por Martín)

** Notas: mi poema Río Sauce Grande ya fue publicado así como el poema Rosa y dorada, de Juanele y el resumen de textos sobre el río.

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Sábado de encuentro de La Poesía y el Mar, el 21 de Agosto, 2021. 

Siempre tiene un nombre distinguido, esta vez: El Mar y los Ríos… 

–Hacen la apertura los saludos, hay una referencia sobre la música “atonal” que Aníbal quiere escuchar: apunta “Noche transfigurada” de Schoenberg (loquísima, alguien agrega)”Moisés y Aaron”. 

–Aparece el tema para la próxima reunión, para setiembre: El Mar y el Cielo con todo lo que incluye (nubes, sol, luna, el akash-eter…) 

–“Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir.”(Copla de Jorge Manrique, que invitó al encuentro) 

–Comienza Aníbal leyendo a dúo con Patricia, su poema “Río Sauce Grande” (1993, Sierra Ventana): “acariciado por brisa de retamas//así el tiempo baja de las rocas//la vida dulce estalla en peces rojos//yo también soy un río…” 

–toma la posta Rosita leyendo un poema sobre dos ríos de Granada (uno de ellos el Guadalquivir),  de García Lorca: “los dos ríos de Granada/uno llanto, otro sangre// hay amor que se fue y no vino//hay amor que se fue por el aire…” 

Y lee su poema escrito en Gesell, frente al mar: “Playas solitarias”…”gaviotas revoloteando junto al mar//la inmensa paz de llegar al lugar…” 

–Alicia recuerda a Lorca y su obra Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores  Los ríos son como partes de nuestro cuerpo: nervaduras, arterias, venas. Menciona la canción venezolana Río Manzanares (Anacrusa, 1960) y Oración del Remanso de J. Fandermole. 

Elige un poeta peruano, Javier Heraud, precoz, escribe desde los 18 años y fue muerto a las 30 años en un encuentro con la Policía. Su obra se considera inaugural en la estructura de la poesía peruana. El poemario “El Río” consta de 5 poemas:”…la vida baja como un ancho río// voy bajando por el sendero/ bajado por el viento/ cada vez más violentamente bajo//yo soy el río y mi viaje, se torna inacabable…” 

–Luego Amalia nos trae un poema de Machado: “…empañé tu memoria cuántas veces// él arrastra el botín de la tormenta// es la vida también agua de fuente…” 

Menciona a K. Gibrán : “..antes de entrar al mar, el río tiembla de miedo, volver atrás es imposible, necesita aceptar su naturaleza y entrar en el océano..”; a Molinari “Oh aguas sensibles y puentes, en el callado y desdichoso canto…” y la canción de L.Gieco “Río y Mar, tal para cual/ a veces soy un sauce que pide al viento dejar de llorar…” 

–Aníbal menciona una canción de Atahualpa: Soñé que el río me hablaba… 

–Gustavo interviene recordando del poema de Montale, en la relación río-mar, la cuestión del padre, su dimensión: “todos los ríos van al mar y este nunca se llenará”, recuerda a Vox Dei.

Muestra el libro “Súplica al Mar” (2015) de K Hosseini, afgano, la historia de un niño de 3 años, su hijo, que se ahogó en el mediterráneo, donde murieron más de 4000 personas tratando de huir de su país: …”a través de estrechos huecos en el cemento se pueden encontrar a las madres//no somos bien recibidos//no fuimos invitados// la caligrafía de tus pestañas cerradas en un sueño inocente// tu eres un cargamento valioso Marwan, cómo rezo para que la mar lo sepa..” 

–Asoma Ana Lía, la tandileña, trayendo los saludos de Leo. 

Nos acerca poesía japonesa traducida por Teresa Herrero: “..un desierto de agua sin límites, con voz propia// imposible a la imaginación la difícil tarea de imaginar lo infinito…” Presenta el libro de Shiranami “Olas Blancas”: …”se desmoronan como formas otoñales/gritan su soledad/ entre estas arenas// gritan desde las profundidades…” 

–Aníbal lee el poema de Leo : …”pronto estaré en el mar/ nadándome lejos// flotiberando y braceando// océano polifónico mujer/ abrazame, marejada…” 

–Silvia trae algunas consideraciones sobre la literatura del río Paraná: “Un largo renglón de agua” (Análisis de F.de Luca y J.B.Duizeide), menciona poetas como Juan L Ortiz.”…ese puma de tu piel que te devuelve, intermitentemente…”;  J.M de Lavarden : “…sagrado río, primogénito ilustre del océano…”; de  R. Molinari: “…ciego en tu eternidad, acaricias tus ciudades, como a una inmensa piel abandonada…”: a J.Pedroni …” La culpa de tu muerte es culpa mía.Indio, dime que soy tu perdonado…” y por último a Rafael Alberti, exiliado en sus costas, que le dedicó su Balada y Canciones del río “ (1953) 

También leyó su poema “Quebranto” escrito en ocasión del desmoronamiento de las barrancas producido por la bajante del río: “…imposible medir tanta diablura//vuelve torrente a ser un cauce// trayendo vida y sustento a la barriada.” 

–Martín enlaza en la charla sus recuerdos de incursiones al río, de chico, en Puerto Gaboto. En Miramar rema en el mar, según permita el viento y recorre a los pescadores. Menciona a Lopez Medina: “…esa sal en la lengua para decir manglar..” (manglar; encuentro de agua salada y agua del río). La figura del manglar, incluye las tensiones y dificultades del que escribe con la fisiología e intensidad de las palabras, encajar el cuerpo en ellas. 

Luego lee su poema: “…las raíces salían de la tierra y se hacían gigantes// estos árboles son los pulmones del mar//mi barba trataba de absorber cada gota tropical que cayera sobre mi rostro// las más bellas flores se ponían de pie..” 

Recomienda una novela: “Sudeste” de H. Conti y un poema de Juanele “Fui al río…” 

–Susana ya se apronta y llega con sus dos poemas para compartir: el primero y suyo , “El río y el mar”: “, el trovador escucha un verso tan exquisito//viene fluyendo inocente//eterno desafío cumplir el eterno destino de fundirse en las aguas…” 

El segundo de Borges, sobre el cosmólogo Heráclito y su teoría del devenir: “…en la margen de un río silencioso cuyo nombre ignora//nadie baja dos veces a las aguas de un mismo río//Heráclito no tiene ni ayer ni ahora…” 

–Javier desde la serranía cordobesa, nos trae a un poeta venezolano contemporáneo, Igor Barreto, explorador de una llanura interior, río y sabana: “…el río va con nosotros pero también va solo//miré el camino como señal de otro camino…” y lee un poema de su libro “Carama” (escarcha): “…tantas veces vi cruzar la garza sobre la carama//sueña mi sueño adentro de un libro de barro// de qué entrañas vienen estas curvas vivas de la vida…” 

— Sigue Inés, recordando la canción de Carlos Barocela “Tu nombre en la arena”. 

Trae de “Balada al río Salado” de V. Barbieri: ”…bajo las aguas del río Salado, hay un castillo siempre lloviznado//dichoso tú que aún lo ves todos los días//aguas verdes dolorosas y carnales//erra en la infancia soledad de pino…” 

–Interviene Damián y nos sorprende con esta frase: “El hombre que saca la cabeza del agua, es un pez que se asfixia; el hombre que hunde la cabeza en el mar, es un pez que se ahoga”, el poeta escribe en la línea del agua, siempre bordea lo que no llega a decir. Lee un poema suyo: “…irrepetible espalda de mujer// tantas borras de café abandonadas//he forzado los naipes del destino como se fuerza al mar con el río…” 

–Daniel envía un poema de Unamuno que lee Aníbal “…dime qué dices mar, qué dices, dime//una voz sola que cantando gime// no me digas lo que no te digo,,,” 

–Jorge nos acerca un poema de Bruno Di Benedetto:  “…frente a mi ventana hay tiburones de doce metros// he soñado con largas caminatas en el fondo de ese mar fantasma//la sal ardiendo libremente en el alma liberada…” 

–No pudimos escuchar a Cristina, por problemas en la conexión. 

–Como cierre Aníbal lee un poema de Juanele extraído de su obra en tres tomos “El aura del sauce”: “…rosa y dorada la ribera//vapor flotante de un sueño// el cielo es un ardor sensible//el alma es un olvido hacia una orilla eterna…” 

–Fin

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