Una carta sobre «Coplas de orilla»

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Comparto la opinión de Andrea Silvana Aznar sobre las «Coplas de orilla». Leer el libro completo es un desafío que hasta ahora muy pocos han logrado. Ella lo hizo y aquí está el resultado de su generosa lectura. Va en formato epistolar, tal como la recibí. ¡Gracias!

 

«Hola Aníbal! espero que estés muy bien!

Yo, cumpliendo con mi promesa de hacer una devolución, modesta y humilde de Coplas de Orilla.

Quizá esté bueno que te contextualice cómo fue la lectura de esta obra. Siempre por la noche, antes de conciliar el sueño (entre mis libros de mesa de luz). Nada de subte, o colectivo o living familiar. En primer lugar porque requiere de una concentración especial. Después, por hábito personal de lectura de textos que no son técnicos. Y en tercer lugar, porque en ese ambiente también escribo los escritos de mi autoría.

Como es una opinión subjetiva no calificada 😉 (de simple lectora) me despacho a gusto con estos comentarios. Me pareció muy original ocultar los títulos de cada poema,  para revelarlos en el índice. Muy linda sensación de descubrirlo.

Respecto del contenido, todas coplas marinas las disfruté muchísimas, por la belleza de las sensaciones a las que invitan, por la frescura de las palabras, por mi propia historia personal con el mar, la arena, y todo el paisaje marino. Disculpa el discurso con tinte técnico de esta devolución, pero la escritura formal está haciendo estragos en mi estilo…. jajaja… ya me iré aflojando.

La libertad se huele en cada página, porque salirse de la formalidad de signos de puntuación, genera una interpretación muy subjetiva en el lector, dando la rienda suelta a acomodar el sentido de las palabras como salga, como parezca, como se quiere y como se desea. Un tramo de la lectura puede tener más de una forma de ser leída, sentida, entendida. También hay versos que pueden no tener un sentido pero son bellos en sí mismos y ese es el sentido. La belleza de la poesía en la combinación de las palabras. No atadas sino sueltas, no desparramadas, sino fluyendo hacia algún lugar, como el mar llegando a la orilla: caótico, desprolijo, revuelto, fuerte, desparejo, pero con una coherencia invisible, con un ritmo propio y eterno. Asi sentí la poesía en esta obra.  Por eso te decía que la libertad y también la incertidumbre está en cada página… «dónde irá a parar esta idea?» a veces me decía a mí misma. Y simplemente fluía, y me dejaba fuir en ella. Así, las asociaciones personales con las imagenes y los sentimientos siempre tuvieron una resonancia muy fuerte con mi historia con Gesell. Muy romántica mi relación con la villa, muy teñida de la idealización infantil y de las situaciones ligadas al placer de la creatividad en la escritura, la lectura, el juego, la libertad, la familia reunida, la felicidad en sí misma, los sueños de vivir una vida cotidiana con esa sabor placentero del tiempo sin tiempo. De la simpleza de sacarse la arena de los pies y la humedad del cabello. Y eso también me resonaba en muchos de los fragmentos que construía. Porque no hay fragmentos que vos como autor impongas al lector y eso es maravilloso e innovador.

Hasta aquí, te escribo de mi percepción sobre esta obra sentada en la computadora, rememorando y sintetizando. Pero durante la lectura, en ese ambiente de luz tenue de mesa de luz, también hice anotaciones. Y elijo transcribirlos, seguidamente, tal cual lo escribí en ese momento, sin pulirlo. Ahí va.

«Orilla, límite entre la vigilia y lo onírico. La mente queda dando vueltas por el vértigo de las palabras, como una música sin silencios que den inicio a lo que viene. Borbotones de sentimientos y sensaciones. Y a veces es un sube y baja, de las profundidades escatológicas hasta la superficie arrastrando e hilvanando percepciones impregnadas de sentimientos y recuerdos. Imágenes escabrosas, luminosas, y también húmedas y fangosas. A veces transmiten frío y dolor, a veces la calidez del seno materno del pecho nutricio. La vida naturaleza se lee al detalle, desnuda y sorprendida en un cuadro que retrata un instante en movimiento: una araña por caer. El cuerpo se funde con la naturaleza y viceversa, se puede respirar la tierra y ser humano en la continuidad de un pez dentro del agua. Lenguaje onírico, entre la asociación libre y la pre- conciencia desordenada que se filtra por las rendijas de una conciencia rendida, agotada, por su propia realidad.»

De más está decir que es hermosa esta obra. Y que da para leer y leer más de una vez. Porque se puede encontrar cada vez algo diferente. Es una obra desafiante, difícil por momentos. Que hay que leer en discontinuidades. Será para poder tolerar esa sombra de lo inconsciente que nos revela en cada copla.  Sólo en pocas dosis podemos tolerar el propio caos, el devenir onírico inconsciente que no tiene fin, salvo expresarse a sí mismo para sí mismo.

Es un texto que me confirmó la admiración por tu obra, Aníbal. Bravo!!!

PS: las coplas porteñas, las leí con el agrado y la distancia de una porteña que sueña con alejarse y volver también a esta ciudad. Con el tiempo, hay cosas que aprendí a querer de Buenos Aires. Amando un poco y odiando otro tanto a esta ciudad muy hostil y gris a veces. A veces soleada y fascinante. En fin. Igual disfrute mucho de toda la obra!!!

 

(Andrea Silvana Aznar vive en Buenos Aires, pero desde muy chica pasó los veranos en Villa Gesell. Es licenciada y profesora de sicología, y Directora de la Fundación ITINERIS. La conocí hace unos años, cuando empezó a participar de las charlas sobre «La poesía y el mar», en el Chalet de don Carlos).

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