Viaje a Grecia (3)

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Viaje a Grecia (3)
* Ganar la altura, el espacio simbólico de la altura, fue y es una señal de poder. Las acrópolis tenían la doble función defensiva y sagrada, cuidarse de los enemigos y honrar a los dioses protectores eran dos experiencias íntimamente unidas. Está la célebre de Atenas, pero había acrópolis en la mayoría de las ciudades-estado griegas. Está claro que desde el fondo de los tiempos, quien gana ese espacio, domina. Monumentos, templos, estatuas, banderas… en Estambul las mezquitas, desde esa altura dominante de los minaretes, emiten rezos y llamados a la oración mediante altoparlantes, varias veces al día. En cualquier lado de la gigantesca ciudad donde uno esté, de golpe irrumpen las oraciones a todo volumen. En la Grecia de hoy la obsesión por la altura-poder se ejerce a través de las iglesias cristianas ortodoxas. Siempre de paredes blancas como las nubes, y techos azules como el mejor cielo; silenciosas, pequeñas, omnipresentes. Puede no haber ni un caserío, pero siempre habrá una iglesia, generalmente abierta y con velas a disposición del peregrino, con las imágenes del Pantocrator, la Virgen con el niño y Agios Giorgios matando al dragón.
 
* Sin la energía de los parlantes musulmanes, el poder religioso en Grecia acompaña la altura con el dominio de la palabra: Agios Georgios es el nombre de miles de cosas. En los confines de la isla de Antiparos, una mínima playa lleva ese nombre. Es una bahía de piedras y aguas transparentes, con su iglesia y su árbol. Me gustó denominar “ermita” a esa iglesia (en un poema que todavía no sé si es un poema) donde se puede sentir la atmósfera devocional de los hombres que allí sostuvieron la fe desde siglos, cuyas tumbas están en el patio contiguo. Bañarse desnudo, cerca del Pantocrator y entre las piedras y los peces fue una bendición, un bautismo.
 
* Algo más sobre la altura: no sé cuál será la explicación técnica, pero lo que queda de varios templos antiguos suelen ser los pórticos. Así ocurre con el de Apolo Delio de Naxos, la “postal” preferida de la isla. Algo sucede allí, en esa altura demarcada por el pórtico. Creo que sucede algo hermoso y mágico: el infinito que está detrás se nos hace evidente. Podemos perder la mirada en el cielo abierto, y perdernos en ese todo inasible, pero visto a través de esta forma creada por el hombre para sí mismo, el infinito se nos pone cerca, y se hace patente su inmensidad. Entiendo que eso es el arte, lo que buscamos a través del arte desde que habitamos la tierra, formas que nos hagan accesible el misterio.

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