Luego está el Carmen 4 de Catulo, en el cual la nave yace en un lago, fuera de servicio… “la barca aquella que ven, huéspedes/ se dice que fue el más rápido de los navíos/ y que el ímpetu de un madero flotante/ no pudo dejarla atrás, ya con los remos/ tuviera que correr o con la vela…”
Así este bote tuvo su tiempo de juventud y su vigor y sirvió a muchos pescadores y navegantes, y hoy yace aquí a orillas del Vintter… Y puede ser que, como celebra Catulo, también recuerde cuando fue madera, y árbol, y en lo alto de la montaña el viento murmuraba en su copa:
“…esa que después fue barca, antes fue/ frondoso bosque: pues en la cumbre del Citorio/ a menudo silbó su murmurante cabellera”.
Seguramente el árbol que fue este bote estuvo erguido en el bosque, cerca del cerro Riñón, o de cualquier otra altura cordillerana…
La barca habla, y cuenta que llevó a su dueño por muchas aventuras, y “que vino del lejano mar hasta este claro lago”.
Y con orgullo asegura que nunca rindió culto a los dioses de las costas, antes bien, allí donde está, dedica sus últimos días a los dioses protectores de la navegación, los gemelos Cástor y Pólux. “Pero esto fue antes: ahora en recóndita/ quietud envejece y se dedica a ti/ gemelo Cástor y gemelo de Cástor”.
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