Textos leídos en el encuentro de La poesía y el mar del sábado 18 de febrero de 2023 en el Chalet de don Carlos, Pinar del Norte, Villa Gesell.
Libro «La rosa profunda». Prólogo
La doctrina romántica de una Musa que inspira a los poetas fue la que profesaron los clásicos; la doctrina clásica del poema como una operación de la inteligencia fue enunciada por un romántico, Poe, hacia 1846. El hecho es paradójico. Fuera de unos casos aislados de inspiración onírica –el sueño del pastor que refiere Beda, el ilustre sueño de Coleridge, es evidente que ambas doctrinas tienen su parte de verdad, salvo que corresponden a distintas etapas del proceso. (Por Musa debemos entender lo que los hebreos y Milton llamaron el Espíritu y lo que nuestra triste mitología llama lo Subconsciente. En lo que me concierne, el proceso es más o menos invariable. Empiezo por divisar una forma, una suerte de isla remota, que será después un relato o una poesía. Veo el fin y veo el principio, no lo que se halla entre los dos. Esto gradualmente me es revelado, cuando los astros o el azar son propicios. Más de una vez tengo que desandar el camino por la zona de sombra. Trato de intervenir lo menos posible en la evolución de la obra. No quiero que la tuerzan mis opiniones, que, sin duda, son baladíes. El concepto de arte comprometido es una ingenuidad, porque nadie sabe del todo lo que ejecuta. Un escritor, admitió Kipling, puede concebir una fábula, pero no penetrar su moraleja. Debe ser leal a su imaginación, y no a las meras circunstancias efímeras de una supuesta “realidad”.
La literatura parte del verso y puede tardar siglos en discernir la posiblidad de la prosa. Al cabo de cuatrocientos años, los anglosajones dejaron una poesía no pocas veces admirable y una prosa apenas explícita. La palabra habría sido en el principio un símbolo mágico, que la usura del tiempo desgastaría. La misión del poeta sería restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar. He aquí un ejemplo de Virgilio:
Tendebanque manus ripae ulterioris amore
Uno de Meredith:
Not till the fire is dying in the grate
Look we for any kinship with the stars.
O este alejandrino de Lugones, cuyo español quiere regresar al latín:
El hombre numeroso de penas y de días.
Tales versos prosiguen en la memoria su cambiante camino. Al término de tantos –y demasiados– años de ejercicio de la literatura, no profeso una estética. ¿A qué agregar a los límites naturales que nos impone el hábito los de una teoría cualquiera? Las teorías, como las convicciones de orden político o religioso, no son otra cosa que estímulos. Varían para cada escritor. Whitman tuvo razón al negar la rima; esa negación hubiera sido una insensatez en el caso de Hugo.
Al recorrer las pruebas de este libro, advirtieron con algún desagrado que la ceguera ocupa un lugar plañidero que no ocupa en mi vida. La ceguera es una clausura, pero también es una liberación, una soledad propicia a las invenciones, una llave y un álgebra.
Jorge Luis Borges, Buenos Aires, junio de 1975.
*
Los trabajadores del mar
“El viento, el agua, la nube, lo ilimitado, lo desierto. Nadie pasa por las rocas de Douvres, salvo un extraviado. Las rocas de granito son de aspecto brutal y horrible. Esas soledades de mar son lúgubres. Reinan allí el tumulto y el silencio. Lo sucede en esos lugares no se relaciona con el género humano. Es de utilidad desconocida. Tal es el aislamiento de las rocas de Douvres. Alrededor, hasta perderse en el horizonte, el inmenso tormento de las olas”.
“El ruido que venía del horizonte, había cesado. Todo era silencio. El mar, tranquilo y soberbio, era digno de todos los madrigales que le dedican los burgueses cuando están satisfecho s de él. Un espejo, un lago, un estanque de aceite, un encanto, un rizado corderillo… “
“La tranquilidad del mar era inexpresable. Diríase que su murmullo era el de una nodriza junto a su pequeño. Las olas parecían mecer al escollo”.
“El aire y las aguas estaban como adormecidos. La marea subía no por oleadas, sino hinchándose. El nivel del agua elevábase sin palpitaciones. El rumor del agua, suave y apagado, se hubiese dicho que era la respiración de un niño”
Fragmentos de la novela de Víctor Hugo publicada en 1866.
*
Océano Nox
Oh ! combien de marins, combien de capitaines
Qui sont partis joyeux pour des courses lointaines,
Dans ce morne horizon se sont évanouis ?
Combien ont disparu, dure et triste fortune ?
Dans une mer sans fond, par une nuit sans lune,
Sous l’aveugle océan à jamais enfoui ?
Combien de patrons morts avec leurs équipages ?
L’ouragan de leur vie a pris toutes les pages
Et d’un souffle il a tout dispersé sur les flots !
Nul ne saura leur fin dans l’abîme plongée,
Chaque vague en passant d’un butin s’est chargée ;
L’une a saisi l’esquif, l’autre les matelots !
Nul ne sait votre sort, pauvres têtes perdues !
Vous roulez à travers les sombres étendues,
Heurtant de vos fronts morts des écueils inconnus
Oh ! que de vieux parents qui n’avaient plus qu’un rêve,
Sont morts en attendant tous les jours sur la grève
Ceux qui ne sont pas revenus !
On demande » Où sont-ils ? Sont-ils rois dans quelque île ?
Nous ont’ ils délaissés pour un bord plus fertile ? «
Puis, votre souvenir même est enseveli.
Le corps se perd dans l’eau, le nom dans la mémoire.
Le temps qui sur toute ombre en verse une plus noire,
Sur le sombre océan jette le sombre oubli
On s’entretient de vous parfois dans les veillées,
Maint joyeux cercle, assis sur les ancres rouillées,
Mêle encore quelque temps vos noms d’ombre couverts,
Aux rires, aux refrains, aux récits d’aventures,
Aux baisers qu’on dérobe à vos belles futures
Tandis que vous dormez dans les goémons verts !
Bientôt des yeux de tous votre ombre est disparue.
L’un n’a-t-il pas sa barque et l’autre sa charrue ?
Seules, durant ces nuits où l’orage est vainqueur,
Vos veuves aux fronts blancs, lasses de vous attendre,
Parlent encore de vous en remuant la cendre
De leur foyer et de leur coeur !
Et quand la tombe enfin a fermé leur paupière,
Rien ne sait plus vos noms, pas même une humble pierre
Dans l’étroit cimetière où l’écho nous répond,
Pas même un saule vert qui s’effeuille à l’automne,
Pas même la chanson naïve et monotone
Que chante un mendiant à l’angle d’un vieux pont !
Où sont-ils, les marins sombrés dans les nuits noires ?
O flots ! que vous savez de lugubres histoires !
Flots profonds redoutés des mères à genoux !
Vous vous les racontez en montant les marées,
Et c’est ce qui vous fait ces voix désespérées
Que vous avez le soir, quand vous venez vers nous…
(Lectura en francés: Amalia Forte Mármol)
*
Océano Nox
¡Ay!, ¡cuántos capitanes y cuántos marineros
que buscaron, alegres, distantes derroteros,
se eclipsaron un día tras el confín lejano!
Cuántos ¡ay!, se perdieron, dura y triste fortuna,
en este mar sin fondo, entre sombras sin luna,
y hoy duermen para siempre bajo el ciego oceano.
¡Cuántos pilotos muertos con sus tripulaciones!
La hojas de sus vidas robaron los tifones
y esparciolas un soplo en las ondas gigantes.
Nadie sabrá su muerte en este abismo amargo.
Al pasar, cada ola de un botín se hizo cargo:
una cogió el esquife y otra los tripulantes.
Se ignora vuestra suerte, oh cabezas perdidas
que rodáis por las negras regiones escondidas
golpeando vuestras frentes contra escollos ignotos.
¡Cuántos padres vivían de un sueño solamente
y en las playas murieron esperando al ausente
que no regresó nunca de los mares remotos!
Preguntan: «¿Dónde se hallan? ¿Triunfaron? ¿Son felices?
¿Nos dejaron por otros más fértiles países?»
Después, vuestro recuerdo mismo queda perdido.
Se traga el mar el cuerpo y el nombre la memoria.
Sombras sobre las sombras acumula la historia
y sobre el negro océano se extiende el negro olvido.
En las veladas hablan a veces de vosotros.
Sentados en las anclas, unos fuman y otros
enlazan vuestros nombres -ya de sombra cubierta-
a risas, a canciones, a historias divertidas,
o a los besos robados a vuestras prometidas,
¡mientras dormís vosotros entre las algas yertos!
Pronto queda el recuerdo totalmente borrado.
¿No tiene uno su barca, no tiene otro su arado?
Tan sólo vuestras viudas, en noches de ciclones,
aún hablan de vosotros-ya de esperar cansadas-
moviendo así las tristes cenizas apagadas
de sus hogares muertos y de sus corazones.
Y cuando al fin la tumba los párpados les cierra,
nada os recuerda, nada, ni una piedra en la tierra
del cementerio aldeano donde el eco responde,
ni un ciprés amarillo que el otoño marchita,
ni la canción monótona que un mendigo musita
bajo un puente ya en ruinas que su dolor esconde.
¿En dónde están los náufragos de las noches oscuras?
¡Sabéis vosotras, ¡olas! , siniestras aventuras,
olas que en vano imploran las madres de rodillas!
¡Las contáis cuando avanza la marea ascendente
y esto es lo que os da aquella voz amarga y doliente
con que lloráis de noche golpeando en las orillas!
Víctor Hugo
****
Poema 520
Me fui temprano, me llevé a mi perro,
a visitar el mar.
Las sirenas del espigón
salían a mirar.
Las aves-fragatas desde arriba,
extendían manos de cáñamo,
creyéndome un ratón,
acá abajo entre la arena.
Pero no me moví hasta que la marea
llegó a mis pies y subió por ellos
a mi pollera, a mi cintura,
más allá de mi blusa, hasta mi cuello.
E hizo Él como si a devorarme fuera,
como a una gota de rocío
en una flor de diente-de-león.
Hui entonces con un escalofrío.
Él me siguió. Venía detrás, cerca.
Sentía su tacón plateado
rozar mi tobillo, y mis zapatos
de perlas rebalsados.
Los dos llegamos hasta el pueblo firme.
A nadie conocía. Se inclinó
ante mí con mirada poderosa,
y, saludando, el Mar se retiró.
*
Poem 520
I started early, took my dog,
And visited the sea;
The mermaids in the basement
Came out to look at me,
And frigates in the upper floor
Extended hempen hands,
Presuming me to be a mouse
Aground, upon the sands.
But no man moved me till the tide
Went past my simple shoe,
And past my apron and my belt,
and past my bodice too,
And made as He would eat me up
As wholly as a dew
Upon a dandelion’s sleeve –
And then I started too.
And He –He followed close behind;
I felt His silver heel
Upon my ankle, –then my shoes
Would overflow with pearl.
Until we met the solid town,
No one He seemed to know;
And bowing with a mighty look
At me –the Sea withdrew.
Emily Dickinson
(traducción de Daniel Martinez Rubio)
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De mi libro «El mar»
(fragmentos)
I
Aves en la bruma
migraciones y regresos
devenir cruzado del oleaje
manso…
Naufragios y tormentas
insinuados
en esa bruma
imaginaria,
primaveral,
Refugio de dulces golondrinas,
deseo, sueño de los muertos,
plenitud recobrada,
armonía en celo, tirante,
de la mañana mecida
por la voz del agua.
El sol despierta y derrama
sombras de sangre sobre el mar,
una forma bella
de permanecer
un rato
en la oscura soledad,
sin verse,
sin escucharse llorar,
Tu boca impregna
las alas, el aire
abierto por el sol, esparcido
en voces, besos,
semillas de agua cristalina.
Mi cuerpo quiere abrazar
hasta los ojos y las lenguas
de las aves marinas
y tirarse a descansar
sobre el enorme océano azul
para esperarte.
Migraciones, regresos,
caracoles que dicen
que nunca está dicha
la última palabra.
II
Si, el agua nos mece
eternamente,
alimento de ríos contenidos.
Todas las cosas vienen al mar
al fin, para descansar.
Profunda huella del sol,
estela lisa, lámina viajera…
Las olas sólo se derraman
en un hilo de voz
arrullando los huesos de los muertos.
Nada disipa
el tremendo instante
jueves repentino
empapado en luz.
Las olas se alzan
las aves juegan
sobre remolinos ciegos
la sangre de los pescadores
busca el mar.
El aliento se contagia
de la espuma marina
y respiramos juntos
olor de flores y de algas.
Los días perdidos, las horas
por venir, nunca estamos tan solos:
sereno, el día llega,
la primavera nos mece eternamente
y la furia se expande, descansa.
III
Repentino el cielo
te devuelve las lágrimas
de un antiguo dolor.
Un sol asomado,
un pájaro perdido y solo,
el viento implacable
del sur.
Quisimos olvidar
que la lluvia volvía,
que llamas grises
enfriarían el espacio.
Te disparan y huyes
en la bruma y la lluvia
no ves el horizonte
detrás del agua ciega.
Las gaviotas se hunden
en la última ola,
los perros se dispersan
Y el mar distante
como una masa fría
se congela, duro,
en tu cabeza.
IV
Violenta espuma de la orilla
sal remota
de los héroes.
Las olas abrazan
un mínimo de luz,
la voz que se disuelve,
las huellas que aún vibran
de algún modo.
El mar se contrajo
y estalló en cenizas:
nadie ve ahora
el azul profundo
el rojo amanecer.
Tanta sangre quieta
me enamora
el dulce jugo
de la noche dormida.
Me desvela el recuerdo
de tus ojos
pero menos que una estrella
en el abismo del cielo.
Héroe solitario,
una sola boca
me daría
la vida.
V
Vértigo en la lejanía:
un pájaro exiguo
contra el viento
abre sus alas.
Los edificios se derrumban
sobre la orilla,
espuma de mármol
sin nombre todavía.
Una extensa piel
de cazón muerto
cubre el árido mar
como si los ladridos
pudieran ahogarse,
como si los niños engendrados
se olvidaran.
El índice y el pulgar
fuertes, en los lagrimales,
los labios apretando
el monte de Venus,
el sol en los ojos claros
mirando el amanecer.
Danzan los cuerpos
sobre las olas,
chillan gaviotas
con la panza vacía,
el sudor seco,
las plumas mojadas.
Una sola gota
rasga el manto silencioso,
el océano inflamado
rompe los horizontes.
Vértigo, lejanía:
con sus fragmentos azules
vuelvo a mojar mis pies
y una almeja me guarda
en su nido enterrado.
VI
Nadie mira
desde el más allá:
partes desunidas
de peces carcomidos.
El flujo y reflujo de la ola
los expulsa
del paraíso del mar
y quedan para no ser mirados
por nadie
en esta orilla seca.
Inútiles gestos fríos,
un espejo, un cielo,
el agua sin memoria,
las aves que cambian cada hora.
Golpea en el techo infinito,
el barco ya navega hacia abajo
expulsando ojos, aletas,
escamas y branquias masticadas.
La ilusión no te une,
el viaje, los puertos, las estrellas,
se quedaron quietos
y el aullido ya es rumor de mar,
eternidad innumerable.
Ojos secos en la arena final,
el cielo esta vacío
y no merece
una lágrima.
VII
Fuertes, altivas, eléctricas,
las puertas del agua
abren el dulce abismo.
No hay marcas
de algún designio
cierto
solo el juego de escuchar y escuchar.
La brutalidad interminable,
el sol trepándose a los murallones,
la risa que no alcanza
a ensordecer.
No hay paz en la guerra,
escalinatas de espuma
tiemblan bajo tus pies
pero subes y caminas sobre el agua.
Sin que la baba
caiga
miras y admiras
la abrumada inmensidad.
Una ola
turbadora y bella
te sofoca,
perderse es indecible,
un ruido te habita
como un pez tremendo.
No hay música,
sólo ese vano ruido
te estremece.
VIII
Buscas en la hondura
el color, el acorde
enterrado
los ríos circulantes.
Pesado, el abismo ahora
te cierra sus alas,
la sangre se detiene
en el silencio gris.
Sólo tocas
la yema de tus dedos,
la verdad ahí descubierta,
la tibia eternidad
en la presión hostil.
Tu cuerpo estirado lame
el lecho oscuro del mar
donde el amor congelado
se aleja,
donde los ojos de tus muertos
gozan tu lenta asfixia.
¿Para que hundirse?
¿Para que romper
la malla del infierno?
El agua y la sal ocupan
el espacio posible,
detrás están sus bellas
lágrimas,
estrellas que fueron
luz espesa
en tiempo delicioso.
(1991)
Lectura con Pato De Donato.
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