Gran encuentro de La poesía y el mar con el tópico del mar como espejo del hombre. Desde los primeros versos de la Ilíada, en la que vemos un hombre atribulado caminando a la orilla del «estruendoso» mar, hasta hoy, los hombres en general y los poetas en particular sintieron el mar como un confidente, buscaron en él respuestas, miraron y proyectaron sus estados de ánimo, plantearon el enigma de la existencia… Van algunos poemas que leímos el sábado 2 de febrero, magníficos poemas de Jorge Luis Borges (que se lee en la película La Boya), Roberto Juarroz, Ernesto «Che» Guevara y Derek Walcott. Los espero el sábado 9. ¡¡Abrazo!!
El mar
Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.
Jorge Luis Borges
***
Poesía Vertical
40
También hemos traicionado al agua.
La lluvia no se reparte para eso,
el río no corre para eso,
el charco no se detiene para eso,
el mar no es presencia para eso.
Otra vez hemos perdido el mensaje,
las vocales abiertas
del lenguaje del agua,
su inaudita transparencia palpable.
Ni siquiera supimos
beber la transparencia.
Beber algo es aprenderlo.
Y aprender la transparencia es el comienzo
de aprender lo invisible.
Roberto Juarroz
***
Despedida a Tomás
A ti, encallado amigo,
hacia las aguas quietas
del arrecife blanco
donde te amarra tu sueño de náufrago,
va mi canción de despedida.
Hoy te he despertado
con el afán de alas en las jarcias,
y tiendo velas inalámbricas
navegando hacia el puerto de la hora
marcado por la brújula indolente.
Hoy estiro mi lenguaje al viento
para estrechar tus palabras
y llevarme algo de tu lamento tierno
a compartir asombros que ya estoy viviendo.
Se fue la primavera
que fertiliza tu almohada;
no es por mi partida
sino por tu nave que ya no navega.
Te comprendo, golondrina truncada.
Quisiera llevarte a la fuente Castalia
o darte elixir de iguales poderes;
y aunque soy un médico asomado a las cosas
que no las transforma y apenas comprende,
tengo no obstante una fórmula mágica
—creo que la prendí en una mina de Bolivia,
o tal vez Chilena, peruana o mexicana,
o en el destroncado imperio del Sonora,
o en un puerto negro del Brasil africano
o tal vez en cada punto una palabra —.
La fórmula es sencilla:
no te ocupes del cerco ataca el arrecife,
une tus manos jóvenes a la piedra anciana
y dale en tu pulso a los rojos corales palpitantes
en diminutas ondas cotidianas.
Un día, aunque mi recuerdo sea una vela
más allá del horizonte
y tu recuerdo sea una nave
encallada en mi memoria,
se asomará la aurora a gritar con asombro
viendo a los rojos hermanos del horizonte
marchando alegres hacia el porvenir,
Ellos, los males quietos terribles y blancos
como la noche sorprendida al revés.
Y entonces, poeta blancuzco de cuatro paredes,
serás el cantor del universo;
entonces poeta trágico, delicado, enfermo,
serás un robusto poeta del pueblo.
Ernesto «Che» Guevara
***
Desenlace
Yo vivo solo
al borde del agua sin esposa ni hijos.
He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
Mas somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad
de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a
la poesía sino buenos sentimientos,
ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,
y en una vida inmaculada
por la mediocridad y la basura
vivir al modo de las rocas.
Voy a olvidar la sensibilidad,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.
Derek Walcott
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