En el fondo del mar…

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A partir de la lectura de poema Proteo, de Borges, ingresamos a la profundidad del mar y decidimos quedarnos en esos fondos abisales. Leímos entonces grandes poemas inspirados en ese espacio misterioso y atractivo. Coronamos la tarde con la lectura de textos de dos de las asistentes, y con la distribución ritual de alfajores A los Geselinos, quienes nos acompañan y endulzan todos los sábados. Nos vemos el 22 a las 18 en el Chalet de don Carlos. ¡Abrazos!

Proteo

 

Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo.

Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.

Urgido por las gentes asumía
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera

o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres.

(En: El oro de los tigres, 1972)

***

El pulpo

Oscuro dios de las profundidades,

helecho, hongo, jacinto,

entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,

donde al amanecer, contra la lumbre del sol,

baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe

con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

Qué belleza nocturna su esplendor si navega

en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,

para él cristalina y dulce.

Pero en la playa que infestó la basura plástica

esa joya carnal del viscoso vértigo

parece un monstruo; y están matando

/ a garrotazos / al indefenso encallado.

Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte

por la segunda asfixia que constituye su herida.

De sus labios no mana sangre: brota la noche

y enluta el mar y desvanece la tierra,

muy lentamente, mientras el pulpo se muere.

José Emilio Pacheco

***

El reloj caído en el mar

Hay tanta luz tan sombría en el espacio
y tantas dimensiones de súbito amarillas,
porque no cae el viento
ni respiran las hojas.

Es un día domingo detenido en el mar,
un día como un bosque sumergido,
una gota del tiempo que asaltan las escamas
ferozmente vestidas de humedad transparente.

Hay meses seriamente acumulados en una vestidura
que queremos oler llorando con los pies cerrados,
y hay años en un solo ciego signo de agua
depositada y verde,
hay la edad que los dedos ni la luz apresaron,
mucho más estimable que un abanico roto,
mucho más silenciosa que un pie desenterrado,
hay la nupcial edad de los días disueltos
en una triste tumba que los peces recorren.

Los pétalos del tiempo caen inmensamente
como vagos paraguas parecidos al cielo,
creciendo en torno, es apenas
una campana nunca vista,
una rosa inundada, una medusa, un largo
latido quebrantado:
pero no es eso, es algo que toca y gasta apenas,
una confusa huella sin sonido ni pájaros,
un desvanecimiento de perfumes y razas.

El reloj que en el campo se tendió sobre el musgo
y golpeó una cadera con su eléctrica forma
corre desvencijado y herido bajo el agua temible
que ondula palpitando de corrientes centrales.

Pablo Neruda

***

Yo en el fondo del mar

 

En el fondo del mar

Hay una casa

De cristal.

 

A una avenida

De madréporas

 

Un gran pez de oro,

A las cinco,

Me viene a saludar.

 

Me trae

Un rojo ramo

De flores de coral.

 

Duermo en una cama

Un poco más azul

Que el mar.

 

Un pulpo

Me hace guiños

A través del cristal.

 

 

Alfonsina Storni

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