La última, con helada

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Es el final entonces de la crónica del viernes, que empezó con un breve comentario que hice sobre la experiencia de escribir poesía. El martes 24 había salido temprano y me topé con la helada, la visión de los pastos helados, el aire quieto y sol que aparecía muy intenso. Entonces llegaron dos versos que anoté en una hoja suelta. Fui a la playa, saqué fotos, volví. Como estuve muy ocupado esos días, recién a la noche recordé que había anotado esos versos (promesa de poema), pero no encontré el papel. No pude recordar exactamente lo escrito. Sí el tema, pero no lo más importante, cómo estaba dicho, el orden de las palabras. Revisé todo, incluso el tacho de la basura. Nada. Intenté reconstruirlo, pero no me convencía el resultado. Eran obviamente parecidos pero no… Al día siguiente, entre otros papeles, los encontré. No eran iguales a lo que yo había reconstruido. En el curso de día vino el resto del poema. Esto lo conté al comenzar la charla de La poesía y el mar, y leí el poema en los papelitos originales. Ahí va. ¡Abrazo!

Invierno

Las hebras de pasto heladas
hacen un canto al sol agradecidas.

Me palpo en la arena congelada
y no estoy frío sino desprendiéndome
del peso de la tierra
como un agua en cristales
fuego que está volviendo al sol.

Tiene algo hermoso
la ilusión de morirse
la creencia en el fin.

Cualquier mañana
puede volver a desvelarnos
y así el oleaje
sobre la playa escarchada
se detiene un instante
y luego sigue

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