Poemas del sábado

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Comparto algunos de los poemas que leímos en el encuentro del sábado… Los espero el próximo, 27 de enero, a las 18 en el Chalet de don Carlos, Pinar del Norte. Abrazo!

Bajo las estrellas del invierno

La liebre que una vez que yo miraba
atardecer —volaban los chimangos!—
salió del sol y se sentó a mirarme

El pájaro que una mañana
se posó exactamente sobre mi corazón
a una hora en que su cuerpo todavía
calentaba la piel más que el sol

El pene entre mis dedos de ese enfermo
al que ayudé a orinar mientras marchábamos
lentamente una noche a un hospital
cruzando playas de estacionamiento

La perra que buscaba a mi pene en la sombra
cada vez que salía para orinar desnudo
mirando las estrellas del invierno
antes de regresar corriendo hasta el colchón
iluminado por el fuego que ardía toda la noche
en los troncos que hachaba con mi hacha todo el día

La mujer que pedía serenamente auxilio
agitando los brazos y volviendo a nadar
en las primeras horas de una tarde pesada
en que yo con el pan en el estómago
no encontraba a otro hombre en las orillas

Y todos los metros que nadé por el mar
sin ver jamás a la terrible aleta
Y mi alegría de noche en las ramas de un árbol
oyendo tangos en mi adolescencia
Y mis siestas sentado junto al cajón de un muerto
descansando en la digna frescura de una bóveda
del verano porteño que nos había humillado

Hablo de todas las horas y de todos los días
y de todas las estaciones y de todos los años

Pero la liebre que una vez que estaba solo
se ubicó exactamente entre el sol y mis ojos
guardando exactamente la distancia
que guarda un ángel que visita a un hombre…

Y el pájaro que un día
se posó exactamente sobre mi corazón
lo que es igual a recibir de un golpe
el propio corazón en el lugar exacto
el único lugar del universo
donde es una victoria recibirlo…

Y la perra que se acercaba agitando la cola
cada vez que volvíamos a encontrarnos desnudos
y solos bajo el cielo del oeste…

En fin…
Brillan los miles de ojos que me miran
Brillan las estrellas del oeste en invierno
Sobre la borda del colchón iluminada por las llamas
me siento arreglo el fuego
leo diarios viejos mientras mi sombra crece

Son las tres de la tarde en el reloj
que después del almuerzo se detiene
La noche es larga
Toda la noche sopla el viento
Mi muslo brilla con la saliva de la perra
o entre las piernas de una mujer de buen carácter
desnuda alegre dormida satisfecha
Vuelvo a despertarme cuando quiero
Vuelvo a salir al frío y a orinar nuevamente
porque estas noches bebo mucha agua
El fuego hace sudar al que lo cuida

En fin…
Hice orinar a un hombre
Salvé del mar a una mujer lejana
Y sé que puedo recordar algunos otros
actos de más amor de más coraje

En fin…
Pienso en todas las horas pienso en todos los días
pienso en todos los años sin encontrar mi imagen

Pero una liebre un pájaro una perra
me miraron a los ojos al corazón al sexo
como creo que sólo me miró también el mar
una madrugada de verano en que vagaba
con una pistola en el puño sin tener dónde afeitarme.

 

Héctor Viel Temperley

 

***

 

El bote vacío

Aquel que gobierna sobre los hombres vive en la confusión. Aquel que es gobernado por hombres vive en el dolor. Por tanto, Yao deseaba no influir en los demás ni ser influenciado por ellos. El camino para apartarse de la confusión y quedar libre del dolor es vivir en el Tao, en la tierra del gran Vacío. Si un hombre está cruzando un río, y un bote vacío choca con su esquife, por muy mal genio que tenga no se enfadará demasiado; pero si ve en el bote a un hombre, le gritará que se aparte. Si sus gritos no son escuchados, volverá a gritar, una y otra vez, y empezará a maldecir. Y todo porque hay alguien en el bote. No obstante, si el bote estuviera vacío, no estaría gritando, ni estaría irritado. Si uno puede vaciar el propio bote, que cruza el río del mundo, nadie se le opondrá, nadie intentará hacerle daño. El árbol derecho es el primero en ser talado, el arroyo de aguas claras es el primero en ser agotado. Si deseas engrandecer tu sabiduría y avergonzar al ignorante, cultivar tu carácter y ser más brillante que los demás, una luz brillará en torno a ti como si te hubieras tragado el Sol y la Luna: no podrás evitar las calamidades. Un hombre sabio ha dicho: «Aquel que está contento consigo mismo ha realizado un trabajo carente de valor. El éxito es el principio del fracaso. La fama es el comienzo de la desgracia.» ¿Quién puede liberarse del éxito y de la fama, descender y perderse entre las masas de los hombres? Fluirá como el Tao, sin ser visto, se moverá con la propia Vida sin nombre ni hogar. Él es simple, sin distinciones. Según todas las apariencias, es un tonto. Sus pasos no dejan huella. No tiene poder alguno. No logra nada, carece de reputación. Dado que no juzga a nadie, nadie lo juzga. Así es el hombre perfecto: su bote está vacío.

Chuang Tsé

 

***

 

Vuelo sin orillas

Abandone las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestables riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.
Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascino de muerte,
pero logre evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.
Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desoriento mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente. »

 

Oliverio Girondo

***

 

El marinero

 

El aroma violeta es sagrado

como el brillo del sueño de los ángeles;

el espino perfuma de pasión

dicha en una noche sin luna.

 

Pero el perfume está en mis narinas

en los capullos rojos o dorados

de mi flor verde indescriptible,

una amarga fragancia y temeraria.

 

El lirio exala de perdón,

de alegría la rosa; pero mi

ramo áspero perfuma de muerte y honor,

y del destino de los hijos de Adán.

 

La grave esencia de las vinerías

flota mientras paso por allí

pero yo nunca de una copa bebo

y nunca una casa tengo.

 

Hasta que me sumerjo cuarenta brazas,

y allí yazgo eternamente

y del mismo cáliz de Dios

bebo del gran mar el verde vino.

 

G.K.Chesterton

 

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