POEMAS DEL SÁBADO 23

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En el tercer encuentro de La poesía y el mar, del pasado 23 de enero, leímos poesía china en su lengua original, gracias a Penélope Croci, conocedora y estudiosa de esa lengua misteriosa. Transcribo uno de los poemas: 

“Los cuatro mares”

Yo escalé alto y miré hacia los cuatro mares
Cielo y tierra expandiéndose a lo lejos 
La escarcha cubriendo todas las cosas del otoño
El viento sopla con el frío del gran desierto.
El agua que fluye del este es inmensa
Todos los seres bajo el cielo ondulan
El brillo del blanco sol que pasa disminuye
Las nubes flotantes parecen no tener fin
Golondrinas y gorriones anidan en los plátanos
Los patos se paran entre las espinosas jujubas
Ahora es tiempo de enfrentar el regreso nuevamente
Yo sacudo mi espada y canto “Tomando el camino difícil”.
Li Pai

También hubo poesía italiana: Hernán Mlynarzewicz leyó un poema del gran Dino Campana, con el cual concluimos mi exposición del mito de Afrodita… 

“Donne genovese”
Tu mi portasti un po’ d’alga marina
nei tuoi capelli, ed un odor di vento,
che è corso di lontano e giunge grave
d’ardore, era nel tuo corpo bronzino:
– Oh la divina
semplicità delle tue forme snelle –
Non amore non spasimo, un fantasma,
un’ombra della necessità che vaga
serena e ineluttabile per l’anima
e la discioglie in gioia, in incanto serena
perché per l’infinito lo scirocco
se la possa portare.
¡Come è piccolo il mondo e leggero nelle tue mani!

“Mujer genovesa”
Tú me trajiste un poco de alga marina
en tus cabellos, y un perfume de viento,
que ha llegado desde lejos, grave
de ardor, y había en tu cuerpo bronceado
la divina
simplicidad de tus delicadas formas,
no amor ni congoja, un fantasma,
una sombra de la necesidad que ambula
inevitable y serena por el alma
y la diluye en dicha, en encanto, serena,
para que el viento del sudeste
pueda llevarla al infinito.
¡Qué pequeño y leve es el mundo en tus manos!
(Traducción de Guillermo Boido)

Con mi hermano Gustavo reincidimos en Rubén Darío con “Sinfonía en gris mayor”, y con Paula Mysyna leímos “Un marinero se retrata” de Baldomero Fernández Moreno. De la mano de Luis de Camoens y la gran epopeya portuguesa Os Lusiadas entramos al mundo de tritones y caracoles, y esto nos abrió a dos bellos poemas: El recuerdo, de Gilberto Owen (leído por Silvia Varela) y La caracola, de Mario Benedetti (leído por Marcelo Di Luciano). 
“El recuerdo”
Con ser tan gigantesco, el mar, y amargo,
qué delicadamente dejó escrito
-con qué línea tan dulce
y qué pensamiento tan fino,
como con olas niñas de tus años-
en este caracol, breve, su grito.

“La caracola”
Aquella caracola me puso en el oído
todo el escándalo del mar,
y no era hostil ni tierno ni sublime:
tan sólo era el escándalo del mar.

La caracola nunca me exigió
que yo le respondiera
y yo turbado no le respondía
quizá por eso enmudeció.

Sólo mucho más tarde cuando supe
o imaginé o deduje
que aquel silencio nómade
era una travesía,
la caracola escrupulosa
volvió a ponerme en el oído
todo el escándalo del mar.

Pero el mar era otro
yo era otro…

Uniendo la imagen de Afrodita saliendo del mar con los caracoles y su profunda voz misteriosa, arribamos al poeta español Ángel González. Silvia Aznar leyó “Alga quisiera ser”. 
Alga quisiera ser, alga enredada,
en lo más suave de tu pantorrilla.
Soplo de brisa contra tu mejilla.
Arena leve bajo tu pisada.

Agua quisiera ser, agua salada
cuando corres desnuda hacia la orilla.
Sol recortando en sombra tu sencilla
silueta virgen de recién bañada.

Todo quisiera ser, indefinido,
en torno a ti: paisaje, luz, ambiente,
gaviota, cielo, nave, vela, viento…

Caracola que acercas a tu oído,
para poder reunir, tímidamente,
con el rumor del mar, mi sentimiento.

Y también se escucharon versos de José Emilio Pacheco, Jorge Luis Borges, Juanele Ortiz, y no faltó la lejana y actual voz de gran Homero. Nos deleitamos con el Canto V de La Odisea, donde se cuentan los amores de Calypso y Odiseo, y la decisión de éste de volver a su casa, a pesar de que la diosa le ofrecía quedarse con ella en su paraíso, y la inmortalidad… 
Lourdes Puentes leyó un poema de mi autoría, que le gustaba mucho a Mónica García, donde se intuye el aburrimiento o la desesperación del mar que nunca se detiene… 
“Tarde en el mar”
La perfección ya es recuerdo
y vaga y sutil está en el tiempo:
instante de luz reflejada
en la llanura del mar,
aire más transparente en el cielo iluminado.

La resistencia ya es huella,
suspiro, gloria perdida
en el movimiento de la ola,
agua interrumpida por la carne gozante,
cicatriz ahora, en el sinfín del cuerpo.

Materia residual esta alegría
que la sangre atesora en su fluir
cuando la noche emplazada
por altamar hambrienta
desata su condena.

Pero también el mar se disgrega en sus límites:
hermoso y extendido en la serenidad
aullaba por sus peces, en la tarde mansa,
absorbía miradas y gaviotas
y temblaba de angustia en el atardecer.

Era la soledad que volvía,
la música igual del viento,
la monstruosa rutina de la eternidad.

También contrastamos la serenidad e integración a la naturaleza del poema chino “El pescador”, de Lin Zongyuan, con otro de mi autoría, “A un tiburón”, donde se ve al pescador en su rol competitivo con el pez, y en su ambición –algo culposa desde mi perspectiva- de conquistarlo y dominarlo.

“El pescador”
Permanece pescando durante la noche
Cerca de la ladera oriental. 
Al amanecer saca agua del Hsiang
Y enciende un pequeño fuego.
Sube el sol y se disipa la niebla, 
Pero nadie se acerca.
Sólo se escucha el ruido de sus remadas
Entre las verdes orillas y el río.
Mira a su alrededor y contempla el horizonte
Como si emergiese con la marea.
Por encima de las laderas
Las nubes se persiguen en el cielo.

“A un tiburón”

Deslizándose en la ola
uno ve al tiburón majestuoso
y pregunta si un poema es suficiente
para justificar la matanza.

Uno cuenta que ha podido vencer
por una vez la fuerza del océano
mientras la piel áspera se sacude
entregando sus últimos fulgores.

¿Qué lugar de palabras ahora ocupa
este ser libre, poderoso,
fuerte en su reinado de espuma
y hondura inaccesible?

En el relato del pescador no puede vivir
esa materia bruta exterminada, tampoco
en un punto del recuerdo donde apenas acuden
unas palabras a recrear sus aletas.

El vacío es tal y el orgullo es tal
que ambos se pierden en el mítico oleaje:
un majestuoso pez resistiendo en su agua
y un pescador sediento, brutal, emocionado.

En la línea de integración e identidad que propone la poesía, fue una sorpresa el poema que me escribió María, una de las trabajadoras del Chalet… “La escribí mientras escuchaba la charla”, me dijo, al despedirnos el sábado 16. Y con su permiso, lo leí:
Y del mar tú hablas;
Sientes el aroma a sal
O el sonido de tus huellas;
Imposible no sentir tan
Maravilloso e impetuoso cielo
Mirarnos sorprendido
A esta humanidad construyendo y
Destruyendo su creación; a quien 
Corresponde, a ti a mí, 
Valoremosnos el uno al otro
-Tú eres yo y yo soy tú-. 

Y para cumplir con la certeza de que todo se lo lleva el viento, nos vamos de esta breve crónica de la charla con otro poema de Li Pai: 

“Placer de marino”

El viajero de los mares cabalga el viento celeste
Que lleva su esquife hacia los países lejanos,
Sin dejar más huella que un pájaro en las nubes.

Otra versión: 

¡Cabalgar en el viento,
viajero de mares sin retorno;
no dejar otra huella
que la que deja el pájaro en las nubes!

Abrazo. ¡Hasta el sábado 30!

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