POESÍA ENTRE TORMENTAS…

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Ayer, a las 19, comenzamos la charla en el deck de Pasomolino justo cuando el cielo se cargó de nubes negras, y la terminamos a 20 cuando ya caían las primeras gotas… Le dimos especial dedicación a la relación “mar y pampa”, para enriquecer la toponimia del lugar. Por ejemplo, la metáfora de ida y vuelta: el mar como pampa, y la pampa como mar. En el primer caso, el fragmento del capítulo 16 de Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes:
“De pronto, una franja azul entre las pendientes de dos médanos. Y repechamos la última cuesta. De abajo para arriba, surgía algo así como un doble cielo, más oscuro, que vino a asentarse en espuma blanca a poca distancia de donde estábamos. Llegaba tan algo aquella pampa azul y lisa que no podía convencerme de que fuera agua”.
En el segundo caso, este poema de José Pedroni:
Mar y mar

El mar con árbol donde yo he nacido
es primero un gran mar de tierra arada
después un mar de lino florecido
y después otro mar de mies dorada.

Tú, inmenso mar de seno estremecido,
siempre serás el agua despoblada,
que por dentro se nutre de lo hundido
y por fuera de luna derramada.

Tienes el pez; tienes la roca dura,
y bajo un ángel de liviano vuelo
la botella que flota a la ventura.

Pero tres veces mar, quiero mi suelo
que la mano del hombre transfigura
y suelta su paloma por el cielo.

El mar es una pampa azul, la pampa es un mar que sucesivamente cambia de color y forma. Y también hay en la poesía un rescate del origen marino de nuestra pampa. Así lo dice al comienzo del magnífico poema “Campo nuestro”, de Oliverio Girondo:

Este campo fue mar
De sal y espuma.
Hoy oleaje de ovejas,
Voz de avena.

Más que tierra eres cielo,
Campo nuestro.
Puro cielo sereno…
Puro cielo.

¿De tu origen marino no conservas
Más caracol que el nido del hornero?

No olvides que el azar hinchó tus velas
Y a través de otro mar dio en tus riberas.

Ante el sobrio semblante de tus llanos
Se arrancó la golilla el castellano.

Tienes, campo, los huesos que mereces:
Grandes vértebras simples e inocentes,
Tibias rudimentarias,
Informes maxilares que atestiguan
Tu vida milenaria;
Y sin embargo, campo, no se advierte
Ni una arruga en tu frente.

Ya sólo es un silencio emocionado
Tu herbosa voz de mar desagotado.
(…)
Una gran sorpresa fue la lectura de “Sinfonía en gris mayor”, de Rubén Darío, compartida entre Román, un niño de 9 años, y su madre, una turista de Buenos Aries, docente de profesión. Román lo leyó muy bien, con fluidez, siguiendo la cadencia de los versos… Y no lo había ensayado antes.
Leímos textos de Homero, Virgilio, Melville, Alfonsina, Machado, Lugones, Alberti, Alexaindre, algunos de mi autoría y del poeta marpampeano Juan Pablo Trombetta, entre ellos el que transcribo a continuación:
El fin

Yo estaba solo.
Las copas de los árboles resistían
La embestida del viento.
Caminé bajo el cobijo de la noche
y aspiré largamente sus fragancias.
Trepé los médanos.
Llegué por fin a las orillas
del mar encabritado,
Y envuelto en los primeros resplandores,
me entregué a la heroica libertad
de sus entrañas.

(Del libro: Fugaz como la palabra).

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