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De mucho dormir viven mis musas
en las partes blandas de mi cuerpo
se acurrucan sin pelear, sin épicas
batallas de mares o llanuras.
Ellas aman cada rincón gatuno
dieciséis horas sobre veinticuatro
y destilan sus voces en mi sangre.
De mucho mucho domingo eterno viven
toman el descanso de Dios como bandera
y en las ocho que restan ya no sabe qué hacer
dónde nadar, volar o hacer trabajos.
Acaso salen a reposarse en verdes
hojas del jardín o en el sensual oleaje
bien lejos mar adentro donde gozan
sobre espaldas de color de vino.
A veces se hacen duras en mis uñas
aunque siempre lentas o en mis dientes
o delicadamente escupen sangre.
Pero siempre, siempre, amor,
están llamándote.